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¿Cuáles son los mayores problemas que enfrenta
la sociedad argentina hoy?
No creo equivocarme mucho si enuncio los
siguientes (no necesariamente en orden de importancia).
1) Inseguridad
2) Narcotráfico
3) Inflación y carestía
4) Degradación inaudita de la educación pública
(incluyendo paros docentes todos los años)
5) Degradación de la infraestructura pública
(caminos, redes de alumbrado, gas y cloacales, obras hidráulicas para prevenir
inundaciones, etc.)
6) Violencia social (piquetes, aprietes, marchas,
tomas de colegios, huelgas sorpresivas en medios de transporte, etc.)
7) Pérdida del autoabastecimiento energético
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Está claro que ninguna de estas lacras se
generaron durante este gobierno que solo lleva tres años de gestión contra los
más de 12 de la gestión anterior y no sé ya cuántos de gestiones de su mismo
partido.
Uno puede no estar conforme ni de acuerdo con
la forma como se están tratando estos problemas. Uno puede estar incluso
enojado por el esfuerzo que le toca sufrir, pero de allí a pretender que
saldremos del pozo sin una cuota de sacrificio, es cuando menos, pecar de
ingenuidad.
Está claro que todos tendremos que aportar
inevitablemente nuestra prorrata de sacrificio; pero jamás debemos olvidar que
el sacrificio mayor, siempre será de los que menos tienen, ya que, por más que
su aporte fuera proporcional, a ellos les costará más.
Por supuesto que a cada uno le duele o le pesa
más el sacrificio propio que el ajeno, pero, quienes tienen mayor capacidad
económica o nivel de educación, deberían ser los que más comprendan el problema
y a quienes menos razones le asisten para quejarse.
Todo ello no quiere decir que se deba estar de
acuerdo con las políticas en curso ni que se tenga que dejar de criticarlas. Pero, la crítica desde el enojo, no suele ser del todo sensata o justa.
Todos sabemos que el sacrificio es inevitable; el problema está en saber si esta
vez se capitalizará o si, como tantas veces nos ha ocurrido, será
una nueva frustración.
Esa ansiedad por ver la tan postergada salida
de nuestra septuagenaria crisis, lleva con frecuencia a la gente a pretender
que no aumenten los precios y que no se impriman billetes; que se mejoren las
jubilaciones y que se paguen todos los juicios atrasados de ajuste de haberes;
que se le pague a los docentes sueldos acorde a la importancia de sus
funciones; que no aumenten las tarifas de los servicios domiciliarios, pero que
sean de calidad; pero eso sí, que no se pida dinero prestado (especialmente al
FMI) y, sobre todo que no nos aumenten los impuestos.
¿Será que quieren a Mandrake al frente del
gobierno?
A veces pienso que, tal vez –solo tal vez y en
el terreno de las elucubraciones teóricas–, sería preferible haber continuado
en ese rumbo y llegar a tocar fondo definitivamente. En ese “tal vez”, pudiera
ocurrir que nos curásemos de una vez por todas de la tentación de la salida
mágica, sin esfuerzo, sin trabajo y sin una inevitable cuota de sacrificio. No
hay ejemplos en el mundo de pueblos que hayan dejado atrás situaciones
tremendas sin ese esfuerzo. La dádiva y el subsidio, no son sustentables en el
tiempo.