La batalla cultural está siendo ganada por la izquierda en su versión progre y Nac&pop.
Las izquierdas en general tomaron conciencia de que la vía armada no era la solución, habida cuenta de la sistemática derrota frente a ejércitos regulares o, en algunos casos, un empate que solo sirve para adecentar a los asesinos vestidos de revolucionarios. Asimismo, pensar que la clase obrera sería quien llevaría a cabo la famosa Revolución, pasó a ser una amarga decepción, viendo no solo que los proletarios de las naciones desarrolladas no están de acuerdo con estas mesiánicas ideas, porque viven cada día mejor pagados, sino que los pobres de naciones periféricas arriesgan sus vidas para llegar a países donde se practica una economía razonablemente libre (sobre todo libre de ideas socializantes) y donde se puede acceder a un aceptable grado de prosperidad mediante el esfuerzo personal.
Entonces tuvieron que plantear la lucha en otros términos; ¡y la están ganando!
Por un lado, la cooptación de la cultura, tanto en medios académicos –sobre todo en carreras humanísticas– como en medios literarios o artísticos.
Es así que, en estos ámbitos, prevalecen en forma absoluta los pensamientos de izquierda. Esto no sería criticable si ese fuera el resultado de estudios serios que contrasten estas doctrinas con otras, como las liberales o aún las conservadoras o si no fuese por la frecuencia con que se mete ideología disfrazada de conocimiento.
Por otro lado, creando conflictos a partir, no ya del proletariado, sino de minorías étnicas, sexuales, de nacionalidades u otras.
Es por ello que impulsan (y hasta creo que subvencionan) movimientos de minorías real o supuestamente explotadas, marginadas o perseguidas, con el único propósito de crear o agravar conflictos destinados de demoler el orden social, económico y cultural. Esto ocurre sobre todo en Occidente y culpando al capitalismo como fuente de toda injusticia, desigualdad o discriminación. Poco dicen, por ejemplo, de la brutal marginación y maltrato que sufren las mujeres en Oriente Medio solo porque no es Occidente.
Insertas en esta estrategia, hacen campañas contra el lenguaje, contra la «sociedad patriarcal», contra el «sexo binario» y a favor del «género autopercibido» entre otras. Y en todas ellas van logrando éxito en mayor o menor grado.
La «Sociedad Patriarcal»: por más que en Occidente sea donde la sociedad le da mayor libertad a la mujer, es allí donde el movimiento feminista actúa con mayor furor. Reclaman contra una supuesta desigualdad salarial que no pueden comprobar de ningún modo.
El movimiento feminista se ha radicalizado con distintos recursos, como por ejemplo el lenguaje inclusivo (ese estrafalario invento que nadie puede explicar de qué manera ayudará a una supuesta inclusión de las mujeres) ya ha sacado carta de ciudadanía y lo hemos visto en más de un documento oficial. Sabido es que las lenguas se modifican en forma constante y no debería asustar a nadie que ello ocurra. Pero la modificación de ellas viene de abajo para arriba y no al revés, con imposiciones autoritarias.
La política de género ha logrado insertar en la espantosa ley de aborto frases como esta: «toda mujer u otras identidades con capacidad de gestar…». Semejante esperpento, con toda seguridad obra de algunos cacasenos redomados, no merece mayor análisis, pero en algún formulario que tuve que llenar, decía: Sexo y daba tres opciones; Masculino, femenino y «otros».
Hace rato que se veía como inevitable que el aborto se legalizaría y así fue, por más que se hayan esgrimido argumentos absolutamente falaces como que «de todos modos se seguirán practicando abortos…». Con parecido criterio deberíamos legalizar la violación. Y para esto, por ridículo que parezca, habría argumentos más sólidos: si la violación fuese legal, el violador no se vería forzado a matar a la violada ya que no tendría temor a que lo denuncie. Con ello salvaríamos algunas vidas, tal vez más de las que se salvarían con el aborto legal. Pero que, además sea gratuito, es un atropello a todos aquellos que practican una sexualidad responsable y un notable estímulo a la irresponsabilidad en las conductas sexuales.
Otro mamarracho que se ha impuesto, es el del «género autopercibido». Con ello pretenden que uno pueda adoptar el «género» que se le ocurra. Es obvio decir que por más que yo me perciba mujer, no dejaré de tener los genitales masculinos y produciré solo espermatozoides y jamás óvulos. Y este engendro permite, por ejemplo, que un futbolista mediocre, sin poder ubicarse en un equipo masculino, se autoperciba mujer y exija que lo admitan en la liga femenina. Ni qué hablar de un boxeador… O del caso, tal vez no real pero sí probable, del violador que se “autopercibe” mujer y lo llevan a una cárcel de mujeres, con los resultados previsibles.
También se ha instalado la figura penal del «Femicidio». No pretendo entrar en un análisis técnico de la figura legal que intenta prevenir estas conductas, pero imagino que cualquier código penal contempla el agravamiento de un homicidio por el vínculo entre el homicida y la víctima, como así también se contempla la alevosía en caso de ostensible disparidad de fuerzas o recursos defensivos. Es así que nos encontramos con una manifiesta desigualdad ante la ley, porque igual delito, si es cometido por una mujer contra su pareja, no es sancionado con igual pena.
También sacó carta de residencia el Garantismo, mediante el que se trata al delincuente como víctima de la sociedad y merecedor de consideraciones que no suelen tenerse con sus víctimas cuando, en un intento de defenderse, el agresor resulta abatido o lesionado. Entiendo que no es lo mismo la legítima defensa que la justicia por mano propia. Pero también hay que tener en cuenta que nada hubiese ocurrido sin la agresión del delincuente. También hay que considerar, en este último caso, que el «justiciero» actúa generalmente bajo una emoción violenta y no premeditada. Este justiciero no suele andar por la vida atacando ni violentando a sus semejantes como sí hace el ladrón que hace del delito su forma de vida.
Con respecto los Derechos humanos, es obvio, y avergüenza tener que decirlo, que deben ser para todos sin distinción de banderías políticas o ideológicas, cosa que está lejos de ocurrir en nuestra sociedad.
Otro espantoso mamarracho es el cupo femenino. Mediante esta aberración jurídica, se premia a ciertas personas solo por portar ciertos genitales. Imaginemos que un partido político pequeño no cuenta con suficientes mujeres capaces para la función: ¿deberá recurrir a la primera que pase por la puerta de su local partidario? ¿Y si fuese al revés? Si no cuenta con suficientes varones, ¿ocurriría otro tanto? Por lo que se debe luchar es por la igualdad ante la ley (en este y en todos los casos), luego se tratará de vencer ciertas prácticas culturales y de conductas particulares que pueden quedar vigentes un la sociedad. Es obvio que la igualdad debe ser ante la ley y no mediante la ley.
A la vista de estas incongruentes ideas, no faltará mucho tiempo para que esas «otras identidades de género» reclamen su cupo en puestos políticos o gerenciales. Tendremos entonces un cupo para varones, otro tanto para mujeres y lo mismo para transexuales, homosexuales (de uno y otro sexo), intersexuales, polisexuales, asexuales y otros. Eso sí; ¡todos con igual porcentaje!
1 comentario:
Mirta nos dijo: La sinrazón ya llegó y no solo aquí.muy interesante.gracias
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