El populismo está herido, pero no está muerto. Herida grave como nunca antes había sufrido, pero no lo demos aún por muerto. Como el Ave Fénix, suele renacer de las cenizas. O como la Hidra que suele regenerar alguna de sus feas cabezas; la sindical, la camporista, la piquetera o alguna otra de las que sabe servirse. Y cuando se tiene que retirar para prestar temporalmente el mando de la nave, conserva intactas sus organizadas estructuras. Estructuras estas muy bien diseñadas para obstaculizar y, de ser posible impedir, cualquier medida que vaya en contra de sus intereses y prebendas.
Y aún, si la herida fuese de muerte, todavía puede hacer mucho daño. Ya, en el primer día, nos regalaron otra devaluación sangrienta (de las que juraron que jamás harían), muy rapidito, para que no quede cerca de la elección de octubre y pocos días más tarde, anuncian que «congelarán el precio de los combustibles hasta después de la elección». Más desvergüenza no se consigue en plaza.
Probable fracaso le espera a cualquiera que gane la próxima elección. Lo digo no solo porque esas estructuras que mencioné harán lo suyo, sino porque el grueso de la población espera soluciones con resultados ¡ya!, cosa que ningún equipo de gobierno, por bueno que sea y con el mejor plan, podrá lograr. No se sale sin esfuerzo. Allí está el ejemplo de nuestros padres o abuelos inmigrantes, que lo que lograron fue con trabajo, esfuerzo y paciencia para esperar al menos una década. Pero lo lograban. Como dice un conocido economista gallego (Miguel Anxo Bastos) «La fórmula es ahorro y trabajo duro».
Ese fracaso sería doble; por el fracaso en sí y por el desprestigio de la idea. Si, como todo parece indicar, ganara alguna de las alternativas opositoras, está claro que ambas tienen un componente liberal en mayor o menor medida. Y, en ese caso, la conclusión a que llegaría una mayoría suficiente –con la ayudita de políticos y periodistas militantes– es que el liberalismo es malo y solo pretende el sojuzgamiento de las clases menesterosas (clases estas que, por otra parte, ya están sojuzgadas, empobrecidas y postergadas en forma humillante).
¿Pésima elección? Muchos festejan y otros se conduelen por el pobre resultado del oficialismo en la elección. Nunca antes había cosechado tan pocos votos, es cierto, pero ¿fue de veras tan malo el desempeño? Teniendo en cuenta que el candidato/ministro nos regala una inflación de tres dígitos, mientras la inseguridad y la violencia delictiva van en aumento, a la par que la educación desmejora en la misma proporción, es asombroso que ¡un ¡25 % del electorado los elija! Creo que ese resultado fue, para el oficialismo, sorprendentemente bueno.
La razón y la pasión: cuando voto, intento reflexionar y razonar hasta el punto de no poder conciliar el sueño algunas veces. Debo reconocer que, también hay una cuota de pasión en mis decisiones. Lo que no es razonable, a mi criterio, es dejar que solo la pasión sea la que incline mi decisión. Eso se parece bastante a un fanático dogmatismo del tipo de que todo lo que hace el político de mi preferencia está bien y nada se puede criticar, mientras que lo que haga el opositor a mis ideas será irremediablemente malo y guiado por perversas intenciones.
Todos sabíamos que Milei haría una buena elección, teniendo en cuenta el poco «carreteo» que tiene en la política y la, hasta hace muy poco, inexistente estructura partidaria. Pero nadie, ni el propio “Peluca” se imaginaba este batacazo tan rotundo. Y, por supuesto, tampoco se lo esperaban en JXC ni UP. Sobre todo, estos últimos, que quedan a un paso de no llegar a la 2ª vuelta. Ahora hay que ser muy cautelosos en la forma de encarar la campaña y en contrarrestar el previsible “plan platita” o el “plan bicicleta”.
En el caso de que ganase efectivamente el liberalismo, habría que preguntarse cuántos de sus electores conocen esas ideas que dice encarnar Milei. Y, peor aún, ¿a cuántos les importaron esas ideas al votar? Estimo que gran parte de quienes optaron por esta vía, solo lo hicieron porque les gustó la imagen del personaje y/o por el hartazgo que sienten por la clase política. Y no sé qué esperan de él… Y todo esto tiene capital importancia para lograr esa cuota de paciencia requerida para ver resultados.
Ahora se intenta atacar al probable ganador con cualquier tipo de argumentos, aún los más inmorales y mentirosos. Se oyen frases como «Si gana la derecha perdés tus derechos» como si todavía quedaran muchos derechos para perder. También se dice que arancelará la enseñanza y la salud, cosa que, al menos yo, nunca he oído. O mofarse de la libre empresa por la «Teoría del derrame», que solo está en sus afiebradas cabezas ya que los liberales jamás sostuvieron tal cosa. Yo sí creo en la «Teoría del arrastre ascendente» (Exigiré un copyright por esta definición) de quien emprende y progresa. Mejor que yo lo expresa Agustín Etchebarne en su libro La clave es la libertad: «Bill Gates gana mucho dinero porque sus productos benefician a miles de millones de personas en todo el mundo, pero eso enriquece al conjunto de la humanidad, no empobrece a nadie, recordemos nuevamente que la economía no es un juego de suma cero».
Pero, a la hora de atacar, no solo los políticos interesados lo hacen. Veo una notable tendencia a arremeter contra el ganador de la elección por parte de periodistas de distinta tendencia. Yo sé que la función del periodista es incomodar y mostrar, cuando las hay, las contradicciones de los políticos. Pero estar constantemente atacando y ridiculizando todo lo imaginable al candidato liberal, sin ocuparse de otros, me da para pensar. No digo que estén "ensobrados", pero sí que han tomado partido.