viernes, 22 de diciembre de 2023

La Argentina que duele

Hace mucho tiempo que vengo comparando nuestra realidad con una noria, ya que damos vueltas y vueltas para no avanzar jamás. Y si solo fuese que no avanzamos, ya sería catastrófico, pero es aún más catastrófico porque retrocedemos. Y siempre con recetas parecidas que no solo fracasaron cuanta vez las pusimos en práctica en nuestro país, sino que también ocurre sistemáticamente en todo el mundo.

No es casualidad que los países exitosos hacen todo lo contrario de lo que aquí hacemos.

Y la comparación con la noria no es antojadiza, ya que si tomamos portadas de diarios de hace 10, 20 o 30 años, veremos que los problemas son siempre los mismos.

Y, siendo autorreferencial, me permito reproducir algo que escribí hace 5 años, cuando el gobierno de Macri había cumplido su primer año de mandato. Los temas de entonces siguen allí...

La Argentina que duele (diciembre de 2017)

Con todo lo grave que pueda ser la situación económica, no es el principal problema que padecemos los argentinos, aunque sea esto lo que aparece siempre en primera plana.

Situaciones peores que la nuestra (y hasta diría: ¡mucho peores!), padecieron otros países y supieron salir en pocos años.

¿Cuál fue su receta? La convicción de que nada se logra sin trabajo, esfuerzo y una cuota de sacrificio inicialNada se logra, que sea perdurable, esperando que todo nos sea dado por políticos indulgentes, bondadosos y abnegados.

Nada lograremos, en cambio, cuando vemos el deterioro de las ideas que permite que veamos impasibles el recurrente uso de la violencia como método que, irresponsablemente llevan a cabo quienes no quieren perder sus privilegios o quienes pretenden imponer por esa vía lo que no logran por la legalidad de las urnas. Tal parece que de nuestro pasado reciente no hemos aprendido nada. Y, como no somos muy amigos de los términos medios o equilibrados, vemos ante una manifestación violenta, en la que suele haber desmanes, vandalismo y saqueos, que la policía adopta una actitud pasiva porque, si hay una refriega, tienen que dar explicaciones quienes intentaron restablecer el orden y no quienes iniciaron el tumulto.

Es muy grave que ya no nos sorprenda que el padre de un alumno o el alumno mismo agreda a un maestro o cuando vemos que un maestro adoctrina a los alumnos. Cuando alumnos toman un colegio y, pacientemente se espera a que decidan terminar con su actitud delictuosa, sin tomar medidas disciplinarias en su contra ni procurar la recuperación de los días de clase perdidos. Cuando vemos que muchos padres de esos alumnos los apoyan y los padres de quienes no participan en la toma no hacen oír sus voces. Y todo porque los estudiantes –que por su condición de tales no han completado su formación– quieren imponer sus criterios respecto de los planes de educación o las políticas para el sector. 

Tampoco nos llama la atención que el colectivero no respete un semáforo, que no arrime el colectivo al cordón de la vereda, o nos atosigue con música estridente dentro de la unidad.

Vemos como natural que se amontonen papeles, botellas, cartones y bolsas en plena calle, aunque a pocos metros pueda haber un papelero. O cuando entramos a un negocio y no nos saludan.

No nos sorprendemos cuando vemos que quienes nos gobernaron tantos años descubren recién ahora que hay inflación, pobreza, desamparo de los jubilados, delincuencia generalizada, violencia y narcotráfico.

Hemos visto, con una pasividad que asombra, como se permitió durante ¡3 años! la interrupción del tránsito por un puente internacional, así como vemos a diario los piquetes que hacen que, recorrer un corto trayecto en la ciudad, sea una verdadera Odisea.

Tampoco nos asombramos porque haya un paro sorpresa en el transporte o cualquier otra actividad y muchas veces por razones invocadas que nada tienen que ver con las condiciones de trabajo del gremio en cuestión

Ya no es noticia que los jueces, que tendrían que garantizarnos la igualdad ante la ley, disfrutan del privilegio de no tributar en concepto de Ganancias. Un jubilado que no llega al 20% de lo que gana un juez debe tributar por este concepto un 5% de su haber. Por supuesto que tampoco nos sorprende que los jueces fallen en sintonía con los vientos políticos…

¿Se puede lograr una recuperación de la economía sin solucionar primero la raíz de estos problemas? 

Mientras sigamos perdiendo la batalla de las ideas, no caben dudas de que seguiremos tropezando con la misma piedra. Dando vueltas y más vueltas a esta noria que, a la postre, destruye y mata.

No creo que Argentina llegue a llorar por mí, pero yo sí lloro por mi querido país. ¿Cómo no llorar por Argentina?


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