martes, 18 de junio de 2024

A propósito de la educación

Uno de los temas que hoy vemos que pasan por aceptables es la estrafalaria teoría de que la escuela debe ser democrática y por lo tanto los alumnos tienen el derecho (y hasta el deber) de opinar y ser tenidos en cuenta para decidir un plan de estudios o la designación de un director o rector de su establecimiento. Y en el ejercicio de ese derecho pueden “tomar un colegio”. ¡Y hay padres que los apoyan! Si tanto decimos querer y defender a la democracia ¿cómo podemos aprobar que se imponga manu militari el criterio de los alumnos? Y para peor, ¡de solo algunos alumnos! ya que nunca se cuantifica cuántos son los que quieren estudiar y cuántos los que prefieren la farra que implica una toma.

Una de las principales causas de la decadencia educativa, emparentada con lo anterior, es la pérdida del criterio de autoridad. Y no me estoy refiriendo al sentido policial del término sino al reconocimiento de quien ha hecho méritos por su capacitación. Hoy se suele llamar a los docentes “facilitadores”, término que está muy bien aplicado a lo que en realidad se ven limitados a hacer: facilitar en todo lo posible el tránsito del alumno, sin que importe demasiado si aprende o no. “La escuela debe ser inclusiva”; “una mala nota es estigmatizante”, y otras paparruchadas por el estilo se oye pronunciar con una convicción impostada que da náuseas. Y en ese contexto, ya no extraña a nadie que el padre de un alumno o el alumno mismo agredan físicamente al docente porque, al aplazar al nene, no se le "facilitó" el progreso en sus estudios...

En su libro «La tragedia educativa», Guillermo Jaim Etcheverry dice:

Además, hoy ya no se piensa que exista una sabiduría superior que deba ser transmitida. Nada es superior, todo es igual. Este relativismo moral y cultural hiere de muerte la autoridad de la familia y de la escuela, representadas por los padres y los maestros. 

Parecido a lo que Discépolo dijo: «Lo mismo un burro que un gran profesor».

También vemos con claridad cómo los dirigentes hacen como si les interesara la educación, pero jamás vemos soluciones concretas. Es importante arreglar escuelas, pintarlas y dotarlas de los elementos pedagógicos, pero eso no es todo.

Sobre el tema de la autoridad desprestigiada, como siempre, Mario Vargas Llosa tiene un artículo estupendo, en el que, entre otras cosas, dice:

El eslogan de Mayo del 68 extendió al concepto de autoridad su partida de defunción y legitimó la idea de que toda autoridad es sospechosa. No destruyó el Estado, pero sí la educación.

También dice, en “Desafíos a la libertad”:

La universidad ha abdicado de su obligación de defender la cultura contra las imposturas. Cierto, sus departamentos técnicos y científicos siguen formando buenos especialistas, profesionales eficientes, aunque ciegos para todo lo que está más allá de los confines de su cubículo de saber. Pero las humanidades han caído en manos de falsarios y sofistas de todo pelaje, que hacen pasar por conocimiento lo que es ideología y por modernidad al esnobismo intelectual, y que desinteresan o disgustan a los jóvenes de la vida de los libros. Por culpa de los fariseos del exterior y los filisteos de adentro, la gran tradición clásica de la literatura y la filosofía que hizo posible la sociedad liberal moderna, agoniza dulcemente en los campus de impecables jardines y repletas bibliotecas de la academia norteamericana. 

Deberíamos volver a analizar qué fue lo que hizo progresar tanto a unos países por sobre el resto y veríamos que fue la machacona insistencia sobre la escuela pública obligatoria. Y nosotros supimos ser ejemplo de eso. Por mucho que los revisionistas progres de hoy renieguen de Sarmiento y envilezcan y descalifiquen su figura, hay que reconocer que en gran medida gracias a él fuimos vanguardia en Latinoamérica y estuvimos a la altura de los países más adelantados del mundo. Es bueno releer algunas frases del “Padre del aula” y después ver si estamos tan seguros de negar su legado:

«¿No queréis educar a los niños por caridad? ¡Pero hacedlo por miedo, por precaución, por egoísmo! ¡Movéos, el tiempo urge; mañana será tarde!»

«Vuestros palacios son demasiado suntuosos, al lado de barrios demasiado humildes. El abismo que media entre el palacio y el rancho los llenan las revoluciones con escombros y con sangre. Pero os indicaré otro sistema de nivelarlo: la escuela».

«El solo éxito económico nos transformará en una próspera factoría, pero no en una nación. Una nación es bienestar económico al servicio de la cultura y de la educación».

Seguramente el ilustre sanjuanino ha cometido numerosos exabruptos, ¿quién no los cometió, en las épocas que le tocó vivir o en cualquier otra? Y no está mal que se señalen; todos los próceres han sido humanos y no “cagaban mármol” al decir de un personaje inolvidable del cine. Pero lo que nadie puede negar, es que mucho de lo bueno que la Argentina de hasta hace poco fue, se lo debe a él y a su generación. 

Para tener una idea de lo que pensaban los políticos de entonces, basta citar a Avellaneda quien dijo que, al dejar la presidencia había sido elevado a rector de la Universidad de Buenos Aires. En sintonía con eso, Thomas Jefferson, prefería que lo recuerden por haber fundado la Universidad de Virginia y no por haber sido dos veces presidente de USA. Sin ninguna duda, un país le debe más a un político dedicado en cuerpo y alma a la educación, que a tantos otros que declaman su amor por los desposeídos y se muestran magnánimos con las dádivas (que reparten generosamente con dinero que no es de su bolsillo). 

Cuando se realizan evaluaciones externas (algunas con prestigio internacional) y salimos mal parados, siempre se busca la responsabilidad en la encuesta que, por supuesto, “estuvo mal hecha”. Jaim Etcheverry nos da ejemplos de planteos sencillos que los alumnos no suelen responder, tanto en el área de las matemáticas como en lengua o cultura general (muchos ubican a Napoléon como anterior a Jesucristo y no faltó quien creía que el autor del Quijote es Martín Fierro). Cuando vemos estas respuestas o que algunos no saben resolver una regla de tres simple, pensamos que se trata de alumnos de los primeros años de primaria, o de los que han fracasado y no pueden progresar, pero nos espantamos al saber que son alumnos de secundaria y a los que no les va del todo mal. 

Démosle a nuestra gente buena educación y el resto vendrá por añadidura.

Por todo lo anterior, anhelo un gobierno que arregle la economía destruida que tenemos, pero tendrá todo mi apoyo y consideración solo si paralelamente nos demuestra un interés obsesivo por la educación. 

¿Llegaré a ver tal cosa?

lunes, 10 de junio de 2024

Algunas «bolurreflexiones»


Para las feministas

Entiendo que la mujer se sienta en innumerables ocasiones a merced de algún salvaje incapaz de controlar sus salaces instintos.  

De todos modos, creo que hay mucho que se puede lograr desde uno mismo para enfrentar este tipo de conductas. 

Desde el lado de las mujeres, entiendo yo, no deberían aceptar que se les exija estar siempre depiladas; no muy maquilladas, pero tampoco a cara lavada; que sean recatadas siempre, pero ardientes con uno; que no estén ni muy gordas ni muy flacas, etc. ¿Qué clase de hombre es quien todo eso pretende? Y la mujer que busca complacerlo; ¿está buscando un compañero, una pareja, el amor, un marido que la mantenga o, simplemente, «peor es nada»?

Desde luego que el atractivo físico es muy importante, sobre todo en las primeras aproximaciones, y esto vale tanto para unos como para otras. Pero luego ¿qué?

Y también existen las jovencitas que encuentran el “amor de su vida” en un vejete millonario.

Y por supuesto hombres maduros que no dudan en dejar a su compañera de toda una vida, tal vez la madre de sus hijos, por una muñequita de carnes duras que, probablemente, lo satisfará en la cama, pero lo llenará de hastío al cabo de unos meses.

Tanto unos como otras debemos trabajar en la educación y en la prevención. Los hechos de violencia extrema, rara vez aparecen bruscamente, sin aviso previo, sino que son una escalada que va en aumento paulatinamente. Hay que aprender a reconocer esos signos y actuar con decisión al respecto. Y las mujeres tienen un rol fundamental en la prevención de estas conductas ya que son las que tienen un principalísimo papel en la educación, tano de niños varones como mujeres.

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La felicidad y cómo lograrla

Hay una anécdota que oí hace muchos años y no recuerdo su origen. Dice que la felicidad es a las personas como la cola al perro. Por más que este animalito la persiga, jamás la alcanzará del todo. Pero, si él anda por la vida haciendo su camino, haciendo las cosas que debe hacer un perro (enterrando un hueso, masticando las pantuflas del dueño, persiguiendo a  la perrita del vecino, olfateándola en sus partes traseras, y regando cuanto árbol se le cruce), la cola lo seguirá allí donde vaya. Así es la felicidad y, agrego yo, el amor. Hagamos nuestro camino y no nos esforcemos por alcanzarlo, él llegará solo a nuestro encuentro y quedará  extasiado con nuestro andar. 

Tal vez suene demasiado poético o demasiado irreal, pero es terriblemente eficaz.

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Los dioses y el joystick 

Según la teoría de Darwin acerca de la evolución de las especies, descendemos de un antepasado común con los monos actuales. No obstante, y hasta hace algunas décadas, hablábamos del “eslabón perdido” para referirnos a los estadios evolutivos intermedios entre nuestros antepasados comunes con los monos actuales y nosotros. Esto alentaba a algunos escépticos a dudar de la presunta teoría evolutiva. Los hallazgos arqueológicos más recientes, que muestran a nuestros antepasados en una sucesión bastante completa, ponen en serios aprietos las historias bíblicas respecto de la creación.

Sin embargo, cuando uno ve todo lo maravillosamente compleja que es la realidad que nos rodea, no puede menos que pensar en una mano conductora que guió esa evolución tan bien explicada por Darwin.

Pero de allí a creer en alguna religión de las establecidas, hay un trecho. Todas pretenden ser la única o verdadera, con exclusión de las demás. Y en muchos casos, las diferencias son solo litúrgicas. En nombre de esa pretensión de ser la excluyente, se ha matado a más gente de lo que hicieron las pestes; sin contar con las persecuciones, guerras, destierros, torturas y sufrimiento que, en nombre de un Dios bondadoso, a su turno todas (o casi) han asestado (y algunas lo siguen haciendo) a la humanidad.

Pero, asumiendo que exista un Creador de todo lo conocido; ¿por qué tiene que ser infinitamente bueno? Y, además, bueno según nuestros criterios. Y si se lo concibe, además de bueno, como omnipotente, ¿cómo explicamos que permita tanta iniquidad en su creación? Yo entiendo que ese Dios nos ha dado el libre albedrío que es la causa de las iniquidades que vemos a diario.

¿Por qué tiene que ser perfecto? Es evidente que, si fue capaz de crear (¿de la nada?) todo lo que vemos, su capacidad y sapiencia están muy por sobre la nuestra, pero, ¿eso sería perfección?

¿Por qué tiene que haber solo uno? En vista de lo que hay, uno puede suponer la existencia de una población de dioses que han creado una especie de juego en red, en el que nosotros somos apenas los muñequitos que se mueven por la pantalla mientras unos manejan el joystick que controla a China, otro el de USA otro a Japón, etc. Si así fuera, es evidente que, algunos países, tenemos al mando a un dios bastante torpe.

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La caverna de Platón 

Platón crea la alegoría de «La caverna» en la que, un grupo de personas, encadenadas durante toda su vida dentro de una caverna, solo pueden ver, en la pared del fondo, las sombras proyectadas por fuegos a sus espaldas, que son manipulados por otras personas. Como es lo único que han visto en toda su vida, creen que la realidad es solo eso. Ocurre que uno de ellos se libera de sus cadenas, sale al exterior y llega a conocer que el mundo real es otro. Cuando regresa para contarles a sus compañeros cuál es la realidad y al verse enceguecido por la vista acostumbrada a la luz del sol, lo toman por loco y hacen violencia sobre él, negándose a salir al mundo exterior. 

Tal parece que estamos permanentemente mirando hacia el fondo de una caverna y creemos que el «relato» es la realidad. 

No tardamos en tomar por loco a quien discute el «relato».

Hasta que la realidad nos da en la cara y tenemos que enfrentarla con dolor. 

Se está más cómodo en la ignorancia de la realidad: «¿Viste que en la caverna estábamos mejor?». 


Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...