domingo, 25 de agosto de 2019

Divague ideológico


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Si dejamos de lado las perversiones, que suelen ocurrir, y los políticos corruptos, que se aprovechan de su posición bajo cualquier manto ideológico, podemos dedicarnos a estudiar qué cosa propone cada tipo de ideología, desde las “derechas” hasta las “izquierdas”.
Para que se sepa de qué hablo, intentaré, no una definición de estos dos conceptos, si no más bien a qué me estaré refiriendo cuando digo una cosa u otra.
A la izquierda pondré a los sistemas que proponen una importante intervención estatal en las cuestiones sociales y económicas, como el marxismo en todas sus variantes socialistas o comunistas y las socialdemocracias, más moderadas en su aplicación.
A la derecha, la cosa es un poco más complicada, porque allí van a parar liberarles, conservadores y fascistas[1], aún cuando poco tengan que ver entre sí.
Por todo ello, como contrapartida a izquierdas no usaré el término derechas y me limitaré a analizar las características de las izquierdas por un lado y del liberalismo o capitalismo liberal como su contrapartida más cabal. Pero si alguien quiere llamar “derecha” al liberalismo, allá él, yo no me opongo ni me produce repelús.
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Entiendo yo que ambas teorías, ideologías o sistemas, son humanistas, en el sentido de que tienen al Ser Humano como centro de sus preocupaciones y no hacen hincapié en la inmortalidad, la vida después de la muerte y la salvación del alma, todos temas que son preocupación fundamental de las religiones.
¿Alguien puede dudar de que ambas posturas pretenden la felicidad, la prosperidad, y la realización de las aspiraciones del Hombre?[2] No obstante ello, es común, sobre todo en las izquierdas, creerse portadores exclusivos de la sensibilidad social y pensar que quien sostiene posturas ideológicas contrarias es un malvado que solo quiere, en beneficio propio, someter a privaciones sin cuento a la clase trabajadora. ¿Por qué no pensar, digo yo, que quien no opina como uno mismo es alguien equivocado que simplemente confía en herramientas o mecanismos distintos para conseguir aquellos elevados fines? Y aquí insisto en algo ya dicho: estamos hablando de gente honesta que sostiene tal o cual idea por entender que es la mejor y no por conveniencia. Y digo más: ¿por qué no pensar que somos nosotros quienes podemos estar equivocados?
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Cada una de estas ideologías tiene su utopía última y extrema; veamos:
Según los seguidores de Marx, ese fin último sería aquel que dice «De cada cual de acuerdo a su capacidad y para cada cual de acuerdo a su necesidad». Para ello, se necesita primero llegar a la sociedad sin dinero en la cual el «Hombre nuevo», desprovisto de egoísmos tomaría del supermercado solo lo que necesita y aportaría todo cuanto sea capaz de producir. Todos vivirían felices y contentos y «...lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, toda la sangre formado un río»[3]. Todo ello muy lindo, para una sociedad de Madres Teresa, quienes solo se preocupan por el bienestar ajeno. Solo habría que explicar quién definiría cuál es la verdadera necesidad y la verdadera capacidad de cada quien. En ese mundo ideal, donde el Hombre no tendría que ocuparse de su alimento, su techo ni su indumentaria, porque todo estaría resuelto por la Sociedad, no queda claro quién se tendría que ocupar de proporcionarle todos esos bienes y servicios al individuo.
Por su parte, la utopía del liberalismo, sería el anarquismo. En efecto, si de achicar el estado se trata, ¿qué mejor que eliminarlo por completo? Cada uno persiguiendo sus propios fines sin coartar en lo más mínimo los deseos y proyectos del vecino y respetando en forma absoluta los contratos. Todos buenísimos sin necesidad de policía ni jueces ni ¡abogados! Tampoco ejércitos ni generales. Pero nadie dice cómo se resolvería una diferencia de opiniones (de buena fe, desde luego, pero diferencia al fin). Otra vez, tendríamos que contar con legiones de Gandhis y Teresas de Calcuta para que funcione.
Las utopías son eso, utopías con poco asiento en el colectivo de la realidad e inalcanzables para nuestras posibilidades.
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Es evidente que las utopías nunca se alcanzan, ya que, si así fuera, dejarían de serlo. Y, en ambos casos, ese «Hombre Nuevo», absolutamente bueno, desinteresado, ecuánime y respetuoso hasta lo absoluto de sus semejantes, en un caso, o de la comunidad, en el otro, es la mayor de las utopías imaginables. Estamos provistos por los atributos que nuestra evolución nos proporcionó; considerables dosis de egoísmo y agresividad, como así también sus contrapartidas, y es en ese balance que el Hombre ha sobrevivido, en un mundo cargado de asechanzas y peligros, con las pocas armas físicas con que contaba y ha construido, para bien o para mal, todo lo que nos rodea. El Hombre real, no el imaginado ideal.
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Entonces, no deberíamos dejarnos encandilar por ninguna de esas utopías que en la práctica son inalcanzables. Veamos más bien cuál de estos dos sistemas –con todas las fallas humanas que en la práctica tienen–, ha logrado acercarse más a esos superiores ideales que proponen lograr, que son la prosperidad para la mayoría de la gente, en los casos concretos en que se han aplicado.
Ninguno de los sistemas estatistas, que yo conozca, ha logrado niveles de bienestar ni aportes sustanciales al conocimiento y la prosperidad –más bien han traído miseria cuando no implosión o derrumbe–, como sí han logrado muchos países donde el capitalismo ha sido tan liberal cuanto fuese posible. Y no hablemos de “capitalismo” en nuestros países latinoamericanos, donde la moneda corriente ha sido la intervención y regulación de toda la economía por parte del Estado, cuando no un descarado uso de sus recursos para beneficiar amigos o grupos de presión.
Incluso dentro de nuestra región podemos ver claramente que los modelos liberales o que se acercan más al liberalismo (Chile y Perú de hoy o Argentina a principios del siglo XX) son los que más han logrado en la lucha contra la pobreza y la marginación, mientras que los modelos estatistas (Chile de Allende, Perú de la 1ª presidencia de Alan García o la Argentina de la 2ª mitad del siglo XX hasta hoy) solo han mostrado decadencia y fracasos en lo económico y social. Y no menciono a la Venezuela de Maduro por ser muy obvio.
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Se podrá decir que las anteriores afirmaciones acerca de los éxitos de un modelo y los fracasos del otro, son solamente apreciaciones subjetivas mías y no descarto una dosis de ello, pero me remito a estadísticas (de fuentes fiables) y consideraciones fácticas, de hechos que son verificables y no simplemente opiniones.
A El muro de Berlín lo construyeron los marxistas del Este para que su propia gente no huyera, desafiando las balas de los camaradas socialistas, hacia la sociedad capitalista. Asimismo, no hay noticias de "balseros" huyendo de Florida a Cuba, arriesgando sus vidas a los exabruptos del mar y a la voracidad de los tiburones.
A Los “espaldas mojadas” huyen hacia la potencia capitalista más grande del mundo (desafiando peligros comparables a las caribeñas aguas y sus escualos). Ni bien llegan y consiguen un trabajo (generalmente de poca calificación como albañiles, jardineros, mucamas o niñeras), ganan varias veces más que en sus países de origen. ¿Es esto porque los empleadores de USA son más generosos que los de América Latina? ¿O más bien será porque su economía tiene un grado de desarrollo capitalista tal, que por aquellos salarios del tercer mundo no consiguen un trabajador?
A Según estadísticas de las Naciones Unidas, de los 10 países que encabezan la tabla de Libertad Económica, 5 también están entre los 10 primeros en Desarrollo Humano. Pero los otros 5, no están mucho más allá del puesto Nº 10. En aquellos países donde la economía funciona más libremente, el 10% más pobre, tiene 10 veces el ingreso de los más pobres donde ello no ocurre. Que cada uno saque sus conclusiones. Yo saco las mías y estoy permanentemente dispuesto a revisarlas toda vez que la realidad –y no un divague ideológico– me demuestre que estoy equivocado.
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De lo anterior deduzco yo que podemos discutir las doctrinas hasta el fin de los tiempos y analizarlas desde el punto de vista teórico sin llegar a ningún acuerdo.
Por eso sería bueno echar un vistazo a la realidad del mundo actual y sacar alguna conclusión. Y jamás comparar un mundo ideal con uno real; la realidad siempre sale perdiendo cuando se la compara con la utopía.
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Conclusiones
ü  Discutir en forma teórica las distintas posturas no suele conducir a nada, ya que, como frecuentemente ocurre, las convicciones de la gente acostumbran ser de tipo religioso o dogmático y, por tanto, irreductibles.
ü  Comparar la realidad donde fue aplicada cualquiera de ellas con la utopía de la otra, tampoco conduce a nada porque la realidad, como dije antes, siempre sale perdiendo.
ü  Comparar la realidad de unas y otras teorías en aquellos lugares donde fueron aplicadas, es lo que debería conducir a una aproximación a la verdad.



[1] Lo curioso es que la izquierda considera al fascismo y nazismo como de derecha cuando son absolutamente estatistas y, por tanto, más parecidos a los socialismos. No debemos olvidar que el Partido Nazi era «Nacional socialismo». Y si el fascismo y el socialismo fueron enemigos, fue por la competencia por el “territorio”. Como la lucha entre dos hampones que no es la del bien contra el mal, sino del igual contra el igual.
[2] Digo Hombre y no Ser Humano por ahorro de palabras, aunque me cueste el averno por parte de algunas feministas.
[3] Con licencia de Nicolás Guillén.

viernes, 16 de agosto de 2019

Frases profundas (algunas, tal vez, no mucho)



A pesar de que mi frágil memoria suele borrar la mayoría de lo leído (casi siempre afortunadamente), uno suele rescatar ciertas perlitas:

Frase citada por Teresa Marinovic
«Dios se equivocó poniéndole límites a todo menos a la tontera».
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Albert Einstein dijo algo parecido:
«El Universo y la estupidez humana no tienen límites; del Universo, no estoy tan seguro».
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Immanuel Kant: «El sabio puede cambiar de opinión; el necio, jamás».
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Juan Bautista Alberdi, citado por Borensztein en «Balcarce, el perro que derrotó al kirchnerismo»:  «Garantizar el trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio».
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Schopenhauer, hablando del “arte de discutir o de tener razón”:
«La maldad [es] natural del género humano. Si no fuese así, si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario. Tras esto, cada cual no tendría otra cosa que hacer más que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad: lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero».
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Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de USA:
«No es suficiente exaltar ciertos derechos en la Constitución y en la Declaración de Derechos, sino que la gente debe ser educada y debe poner en práctica su escepticismo y su educación; de lo contrario no manejaremos al gobierno, sino que el gobierno nos manejará a nosotros».
Era Jefferson un erudito de tal talla que cuando el presidente John Kennedy dio la bienvenida a los 49 ganadores del Premio Nobel a la Casa Blanca en 1962,  dijo: «Creo que esta es la colección más extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo».
También es autor principal de la Declaración de la Independencia de USA, que comienza con el párrafo:
«Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Esto es muy potente; es de notar que habla del derecho a la búsqueda de la felicidad, no a que el gobierno se la proporcione.
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Antonio Escohotado: «Cuando uno se pone a estudiar, debe estar dispuesto a cambiar de idea. En cuanto uno “enfoca” las cosas cambian».
«A muchas personas que han abrazado el comunismo en forma pasional o religiosa, no les gusta que se trate como otro tema más del conocimiento del mundo. Si cambia uno de idea es un renegado».
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Murray Rothbard: «No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia». Tomado de Making Economic Sense.
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Ronald Reagan: «¿Como distingues a un comunista? Bueno, es alguien que lee a Marx y Lenin. ¿Y como distingues a un anticomunista? Es alguien que entiende a Marx y a Lenin»
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Margaret Tatcher: «El socialismo no procede del pueblo. Es una doctrina de intelectuales que tuvieron la arrogancia de creer que podían planificar mejor la vida de todos».
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Pedro Schwartz: «No me importa la desigualdad porque no soy envidioso. Me importa la pobreza».
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Ludwig von Mises: «Todo socialista es un dictador disfrazado».
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Milton Friedman: viajó a China y lo invitaron a visitar las obras de la construcción de un canal.
–¿Por qué emplean tantos obreros con palas en lugar de utilizar retroexcavadoras? –preguntó.
–Porque así creamos más empleos –fue la respuesta del funcionario.
–¡Ah! –exclamó Friedman– yo creía que querían construir un canal…
Y agregó:
–Si lo que querían era crear empleos, ¿por qué no les quitan las palas y les dan cucharas?
Conclusión: Lo esencial es crear riqueza y eliminar los empleos que quedan desactualizados. Esos trabajadores deberán capacitarse en nuevos puestos de empleo. Alguno quedará desempleado, al menos un tiempo, pero las alternativas a no hacerlo serán siempre peores.
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Mario Vargas Llosa: En Desafíos a la libertad, dice: «La intensidad y la excitación, indispensables para la vida, busquémoslas en otra parte; en las ciencias, en las artes, en la vida individual, en el amor, en los deportes, en los viajes, en la religión, en los negocios. En cualquier parte menos en la política».
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Plutarco: «La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre, pero el oro no apaga jamás la avaricia».
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Otra de Mario Vargas Llosa: «Hay unas ficciones que son malignas. Son las que no se presentan como ficciones, sino como verdades absolutas; por ejemplo, las ideologías.
»Creo que las ideologías son ficciones que nos hacen creer que son una lectura objetiva de la realidad e introducen en nosotros, no solo ideas falsas, sino, a veces, convicciones de tipo fanático y, en buena parte, las catástrofes que ha vivido la historia han resultado de esas visiones fanáticas que vienen de ficciones, que pueden ser religiosas, que pueden ser ideológicas y que no se presentan como lo que en realidad son: ficciones, creaciones artificiales, a veces de mentes extraordinariamente creativas y lúcidas.
»Pero no es el caso de la poesía, del teatro, del arte en general, cuyas ficciones yo creo que son benignas y enriquecedoras porque sabemos que son ficciones y como tales se incorporan a nuestra vida».
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Jorge Luis Borges: «El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto».
«Es de caballeros el defender causas perdidas».
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Mario Vargas Llosa (otra vez): «Uno de los grandes triunfos de la izquierda dogmática es haber convertido al liberalismo (que es la fuente de las grandes transformaciones progresistas en el mundo) en esa caricatura de la gran máscara ideológica de la explotación».
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Otra de Antonio Escohotado: «No hay mejor momento para la humanidad que el tiempo presente».
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Tácito: «Cuanto más corrupto es un Estado, más leyes tiene».
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Rómulo Gallegos en su libro “Doña Bárbara”:
«Dios tiene su modo de Él para arreglar sus cosas y ES UN DEMONIO PARA CASTIGAR».
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Churchill: «El socialismo se acaba cuando se termina el dinero ajeno».
«Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro». 
«El socialismo es una filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, y el evangelio de la envidia, su virtud inherente es la distribución equitativa de la miseria».
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Julio Verne. En «El eterno Adán»
«Forzar los hechos para que se ajusten a una hipótesis previa, es una manera de tener razón contra los demás, no contra uno mismo».
«Si, en lugar de ser un sabio, [...] Sofr hubiese pertenecido a la clase de los iletrados, tal
vez hubiese estado menos incómodo. En efecto, el pueblo –sin perder tiempo en hondas especulaciones– se contentaba con aceptar ciegamente la antigua leyenda transmitida de padres a hijos, desde tiempos inmemoriales. Ésta explicaba el misterio con otro misterio; hacía remontar el origen del hombre a la intervención de una voluntad superior. Un buen día, esta potencia extraterrena había creado de la nada a Hedom e Hiva (Adán y Eva), el primer hombre y la primera mujer, cuyos descendientes habían poblado la Tierra. Así, todo encajaba con suma sencillez.
»¡Con demasiada sencillez! Pensaba Sofr. Es fácil hacer intervenir a la divinidad cuando uno se desespera por comprender algo. De esa manera, se vuelve inútil la búsqueda de la solución de los enigmas del Universo, pues los problemas son eliminados ni bien son planteados».

Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...