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Si dejamos de lado las
perversiones, que suelen ocurrir, y los políticos corruptos, que se aprovechan
de su posición bajo cualquier manto ideológico, podemos dedicarnos a estudiar
qué cosa propone cada tipo de ideología, desde las “derechas” hasta las
“izquierdas”.
Para que se sepa de qué hablo,
intentaré, no una definición de estos dos conceptos, si no más bien a qué me
estaré refiriendo cuando digo una cosa u otra.
A la izquierda pondré a los
sistemas que proponen una importante intervención estatal en las cuestiones
sociales y económicas, como el marxismo en todas sus variantes socialistas o
comunistas y las socialdemocracias, más moderadas en su aplicación.
A la derecha, la cosa es un
poco más complicada, porque allí van a parar liberarles, conservadores y
fascistas[1],
aún cuando poco tengan que ver entre sí.
Por todo ello, como contrapartida
a izquierdas no usaré el término derechas y me limitaré a analizar las
características de las izquierdas por un lado y del liberalismo o capitalismo
liberal como su contrapartida más cabal. Pero si alguien quiere llamar
“derecha” al liberalismo, allá él, yo no me opongo ni me produce repelús.
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Entiendo yo que ambas
teorías, ideologías o sistemas, son humanistas, en el sentido de que tienen al
Ser Humano como centro de sus preocupaciones y no hacen hincapié en la
inmortalidad, la vida después de la muerte y la salvación del alma, todos temas
que son preocupación fundamental de las religiones.
¿Alguien puede dudar de que
ambas posturas pretenden la felicidad, la prosperidad, y la realización de las
aspiraciones del Hombre?[2]
No obstante ello, es común, sobre todo en las izquierdas, creerse portadores
exclusivos de la sensibilidad social y pensar que quien sostiene posturas
ideológicas contrarias es un malvado que solo quiere, en beneficio propio,
someter a privaciones sin cuento a la clase trabajadora. ¿Por qué no pensar,
digo yo, que quien no opina como uno mismo es alguien equivocado que
simplemente confía en herramientas o mecanismos distintos para conseguir
aquellos elevados fines? Y aquí insisto en algo ya dicho: estamos hablando de
gente honesta que sostiene tal o cual idea por entender que es la mejor y no
por conveniencia. Y digo más: ¿por qué no pensar que somos nosotros quienes
podemos estar equivocados?
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Cada una de estas ideologías
tiene su utopía última y extrema; veamos:
Según los seguidores de Marx,
ese fin último sería aquel que dice «De cada cual de acuerdo a su capacidad y
para cada cual de acuerdo a su necesidad». Para ello, se necesita primero
llegar a la sociedad sin dinero en la cual el «Hombre nuevo», desprovisto de
egoísmos tomaría del supermercado solo lo que necesita y aportaría todo cuanto
sea capaz de producir. Todos vivirían felices y contentos y «...lo mío es tuyo y
lo tuyo es mío, toda la sangre formado un río»[3].
Todo ello muy lindo, para una sociedad de Madres Teresa, quienes solo se
preocupan por el bienestar ajeno. Solo habría que explicar quién definiría cuál
es la verdadera necesidad y la verdadera capacidad de cada quien. En ese mundo
ideal, donde el Hombre no tendría que ocuparse de su alimento, su techo ni su
indumentaria, porque todo estaría resuelto por la Sociedad, no queda claro
quién se tendría que ocupar de proporcionarle todos esos bienes y servicios al
individuo.
Por su parte, la utopía del
liberalismo, sería el anarquismo. En efecto, si de achicar el estado se trata,
¿qué mejor que eliminarlo por completo? Cada uno persiguiendo sus propios fines
sin coartar en lo más mínimo los deseos y proyectos del vecino y respetando en
forma absoluta los contratos. Todos buenísimos sin necesidad de policía ni
jueces ni ¡abogados! Tampoco ejércitos ni generales. Pero nadie dice cómo se
resolvería una diferencia de opiniones (de buena fe, desde luego, pero
diferencia al fin). Otra vez, tendríamos que contar con legiones de Gandhis y
Teresas de Calcuta para que funcione.
Las utopías son eso, utopías
con poco asiento en el colectivo de la realidad e inalcanzables para nuestras
posibilidades.
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Es evidente que las utopías
nunca se alcanzan, ya que, si así fuera, dejarían de serlo. Y, en ambos casos,
ese «Hombre Nuevo», absolutamente bueno, desinteresado, ecuánime y respetuoso
hasta lo absoluto de sus semejantes, en un caso, o de la comunidad, en el otro,
es la mayor de las utopías imaginables. Estamos provistos por los atributos que
nuestra evolución nos proporcionó; considerables dosis de egoísmo y agresividad,
como así también sus contrapartidas, y es en ese balance que el Hombre ha
sobrevivido, en un mundo cargado de asechanzas y peligros, con las pocas armas
físicas con que contaba y ha construido, para bien o para mal, todo lo que nos
rodea. El Hombre real, no el imaginado ideal.
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Entonces, no deberíamos
dejarnos encandilar por ninguna de esas utopías que en la práctica son
inalcanzables. Veamos más bien cuál de estos dos sistemas –con todas las fallas
humanas que en la práctica tienen–, ha logrado acercarse más a esos superiores
ideales que proponen lograr, que son la prosperidad para la mayoría de la gente,
en los casos concretos en que se han aplicado.
Ninguno de los sistemas
estatistas, que yo conozca, ha logrado niveles de bienestar ni aportes
sustanciales al conocimiento y la prosperidad –más bien han traído miseria cuando
no implosión o derrumbe–, como sí han logrado muchos países donde el
capitalismo ha sido tan liberal cuanto fuese posible. Y no hablemos de “capitalismo” en nuestros países latinoamericanos, donde la moneda corriente
ha sido la intervención y regulación de toda la economía por parte del Estado, cuando no un descarado uso de sus recursos para beneficiar amigos o grupos de
presión.
Incluso dentro de nuestra
región podemos ver claramente que los modelos liberales o que se acercan más al
liberalismo (Chile y Perú de hoy o Argentina a principios del siglo XX) son
los que más han logrado en la lucha contra la pobreza y la marginación,
mientras que los modelos estatistas (Chile de Allende, Perú de la 1ª
presidencia de Alan García o la Argentina de la 2ª mitad del siglo XX hasta
hoy) solo han mostrado decadencia y fracasos en lo económico y social. Y no
menciono a la Venezuela de Maduro por ser muy obvio.
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Se podrá decir que las
anteriores afirmaciones acerca de los éxitos de un modelo y los fracasos del
otro, son solamente apreciaciones subjetivas mías y no descarto una dosis de
ello, pero me remito a estadísticas (de fuentes fiables) y consideraciones
fácticas, de hechos que son verificables y no simplemente opiniones.
A El muro de Berlín lo
construyeron los marxistas del Este para que su propia gente no huyera, desafiando las balas de los camaradas socialistas, hacia la
sociedad capitalista. Asimismo, no hay noticias de "balseros" huyendo de Florida a Cuba, arriesgando sus vidas a los exabruptos del mar y a la voracidad de los tiburones.
A Los “espaldas mojadas” huyen
hacia la potencia capitalista más grande del mundo (desafiando peligros comparables a las caribeñas aguas y sus escualos). Ni bien llegan y consiguen
un trabajo (generalmente de poca calificación como albañiles, jardineros,
mucamas o niñeras), ganan varias veces más que en sus países de origen. ¿Es
esto porque los empleadores de USA son más generosos que los de América Latina?
¿O más bien será porque su economía tiene un grado de desarrollo capitalista
tal, que por aquellos salarios del tercer mundo no consiguen un trabajador?
A Según estadísticas de las
Naciones Unidas, de los 10 países que encabezan la tabla de Libertad Económica,
5 también están entre los 10 primeros en Desarrollo Humano. Pero los otros 5,
no están mucho más allá del puesto Nº 10. En aquellos países donde la economía
funciona más libremente, el 10% más pobre, tiene 10 veces el ingreso de los más
pobres donde ello no ocurre. Que cada uno saque sus conclusiones. Yo saco las
mías y estoy permanentemente dispuesto a revisarlas toda vez que la realidad –y
no un divague ideológico– me demuestre que estoy equivocado.
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De lo anterior deduzco yo que
podemos discutir las doctrinas hasta el fin de los tiempos y analizarlas desde
el punto de vista teórico sin llegar a ningún acuerdo.
Por eso sería bueno echar un
vistazo a la realidad del mundo actual y sacar alguna conclusión. Y jamás
comparar un mundo ideal con uno real; la realidad siempre sale perdiendo cuando
se la compara con la utopía.
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Conclusiones
ü Discutir en forma teórica las
distintas posturas no suele conducir a nada, ya que, como frecuentemente
ocurre, las convicciones de la gente acostumbran ser de tipo religioso o
dogmático y, por tanto, irreductibles.
ü Comparar la realidad donde
fue aplicada cualquiera de ellas con la utopía de la otra, tampoco conduce a
nada porque la realidad, como dije antes, siempre sale perdiendo.
ü Comparar la realidad de unas
y otras teorías en aquellos lugares donde fueron aplicadas, es lo que debería
conducir a una aproximación a la verdad.
[1] Lo curioso es que la izquierda considera
al fascismo y nazismo como de derecha cuando son absolutamente estatistas y,
por tanto, más parecidos a los socialismos. No debemos olvidar que el Partido
Nazi era «Nacional socialismo». Y si el fascismo y el socialismo fueron
enemigos, fue por la competencia por el “territorio”. Como la lucha entre dos
hampones que no es la del bien contra el mal, sino del igual contra el igual.
[2] Digo Hombre y no Ser Humano por ahorro
de palabras, aunque me cueste el averno por parte de algunas feministas.
[3] Con licencia de Nicolás Guillén.