A pesar de que mi frágil memoria suele borrar la mayoría de lo leído (casi siempre afortunadamente), uno suele rescatar ciertas perlitas:
Frase citada por Teresa Marinovic
«Dios se equivocó poniéndole límites a todo menos a la tontera».
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Albert Einstein dijo algo parecido:
«El Universo y la estupidez humana no tienen límites; del Universo, no
estoy tan seguro».
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Immanuel Kant: «El sabio puede cambiar de opinión; el
necio, jamás».
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Juan Bautista Alberdi, citado por Borensztein en «Balcarce, el
perro que derrotó al kirchnerismo»:
«Garantizar el trabajo a cada obrero sería tan impracticable como
asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico
un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio».
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Schopenhauer, hablando del “arte de discutir o de tener
razón”:
«La maldad [es] natural del género humano. Si no fuese así, si fuésemos
honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la
luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la
opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en
cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad
innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad
intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte
ser falso, y verdadero lo del adversario. Tras esto, cada cual no tendría otra
cosa que hacer más que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero
tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se
hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata
improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se
dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer,
sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo
general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis
verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad: lo verdadero
debe parecer falso y lo falso verdadero».
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Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de USA:
«No es suficiente exaltar ciertos derechos en la Constitución y en la
Declaración de Derechos, sino que la gente debe ser educada y debe poner en
práctica su escepticismo y su educación; de lo contrario no manejaremos al
gobierno, sino que el gobierno nos manejará a nosotros».
Era Jefferson un erudito de tal talla que cuando el presidente John Kennedy dio la bienvenida a los 49 ganadores
del Premio Nobel a la Casa Blanca en 1962, dijo: «Creo que esta es la colección más
extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la
Casa Blanca, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo».
También es autor principal de la Declaración de la Independencia de USA,
que comienza con el párrafo:
«Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados
iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Esto es muy potente; es de notar que habla del derecho a la búsqueda de
la felicidad, no a que el gobierno se la proporcione.
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Antonio
Escohotado: «Cuando uno se
pone a estudiar, debe estar dispuesto a cambiar de idea. En cuanto uno “enfoca”
las cosas cambian».
«A muchas personas que han abrazado el comunismo en forma pasional o
religiosa, no les gusta que se trate como otro tema más del conocimiento del
mundo. Si cambia uno de idea es un renegado».
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Murray
Rothbard: «No es un crimen
ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina
especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una
ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión
radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de
ignorancia». Tomado de Making Economic Sense.
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Ronald
Reagan: «¿Como
distingues a un comunista? Bueno, es alguien que lee a Marx y Lenin. ¿Y como
distingues a un anticomunista? Es alguien que entiende a Marx y a Lenin»
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Margaret
Tatcher: «El socialismo no
procede del pueblo. Es una doctrina de intelectuales que tuvieron la arrogancia
de creer que podían planificar mejor la vida de todos».
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Pedro
Schwartz: «No me importa
la desigualdad porque no soy envidioso. Me importa la pobreza».
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Ludwig von
Mises: «Todo socialista
es un dictador disfrazado».
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Milton
Friedman: viajó a China y
lo invitaron a visitar las obras de la construcción de un canal.
–¿Por qué emplean tantos obreros con palas en lugar de utilizar
retroexcavadoras? –preguntó.
–Porque así creamos más empleos –fue la respuesta del funcionario.
–¡Ah! –exclamó Friedman– yo creía que querían construir un canal…
Y agregó:
–Si lo que querían era crear empleos, ¿por qué no les quitan las palas y
les dan cucharas?
Conclusión: Lo esencial es crear riqueza y eliminar los empleos que quedan
desactualizados. Esos trabajadores deberán capacitarse en nuevos puestos de empleo.
Alguno quedará desempleado, al menos un tiempo, pero las alternativas a no
hacerlo serán siempre peores.
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Mario Vargas Llosa: En Desafíos
a la libertad, dice: «La
intensidad y la excitación, indispensables para la vida, busquémoslas en otra
parte; en las ciencias, en las artes, en la vida individual, en el amor, en los
deportes, en los viajes, en la religión, en los negocios. En cualquier parte
menos en la política».
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Plutarco: «La bebida apaga la sed, la comida satisface el
hambre, pero el oro no apaga jamás la avaricia».
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Otra de Mario
Vargas Llosa: «Hay unas
ficciones que son malignas. Son las que no se presentan como ficciones, sino
como verdades absolutas; por ejemplo, las ideologías.
»Creo que las ideologías son ficciones que nos hacen creer que son una
lectura objetiva de la realidad e introducen en nosotros, no solo ideas falsas,
sino, a veces, convicciones de tipo fanático y, en buena parte, las catástrofes
que ha vivido la historia han resultado de esas visiones fanáticas que vienen
de ficciones, que pueden ser religiosas, que pueden ser ideológicas y que no se
presentan como lo que en realidad son: ficciones, creaciones artificiales, a veces
de mentes extraordinariamente creativas y lúcidas.
»Pero no es el caso de la poesía, del teatro, del arte en general, cuyas
ficciones yo creo que son benignas y enriquecedoras porque sabemos que son
ficciones y como tales se incorporan a nuestra vida».
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Jorge Luis
Borges: «El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los
hombres no merecen tanto».
«Es de caballeros el defender
causas perdidas».
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Mario Vargas
Llosa (otra vez): «Uno
de los grandes triunfos de la izquierda dogmática es haber convertido al
liberalismo (que es la fuente de las grandes transformaciones progresistas en
el mundo) en esa caricatura de la gran máscara ideológica de la explotación».
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Otra de Antonio
Escohotado: «No hay mejor
momento para la humanidad que el tiempo presente».
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Tácito: «Cuanto más corrupto es un Estado, más leyes
tiene».
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Rómulo Gallegos en su libro “Doña Bárbara”:
«Dios tiene su modo de Él para arreglar sus cosas y ES
UN DEMONIO PARA CASTIGAR».
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Churchill: «El socialismo se acaba cuando se termina el dinero
ajeno».
«Muchos miran al empresario como el lobo que hay que
abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo
miran como el caballo que tira del carro».
«El socialismo es una filosofía del
fracaso, el credo de la ignorancia, y el evangelio de la envidia, su virtud
inherente es la distribución equitativa de la miseria».
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Julio Verne. En «El
eterno Adán»
«Forzar los hechos para que se ajusten a una hipótesis
previa, es una manera de tener razón contra los demás, no contra uno mismo».
«Si, en lugar de ser un sabio, [...] Sofr hubiese
pertenecido a la clase de los iletrados, tal
vez hubiese estado menos incómodo. En efecto, el pueblo –sin perder tiempo en hondas especulaciones– se contentaba con aceptar ciegamente la antigua leyenda transmitida de padres a hijos, desde tiempos inmemoriales. Ésta explicaba el misterio con otro misterio; hacía remontar el origen del hombre a la intervención de una voluntad superior. Un buen día, esta potencia extraterrena había creado de la nada a Hedom e Hiva (Adán y Eva), el primer hombre y la primera mujer, cuyos descendientes habían poblado la Tierra. Así, todo encajaba con suma sencillez.
vez hubiese estado menos incómodo. En efecto, el pueblo –sin perder tiempo en hondas especulaciones– se contentaba con aceptar ciegamente la antigua leyenda transmitida de padres a hijos, desde tiempos inmemoriales. Ésta explicaba el misterio con otro misterio; hacía remontar el origen del hombre a la intervención de una voluntad superior. Un buen día, esta potencia extraterrena había creado de la nada a Hedom e Hiva (Adán y Eva), el primer hombre y la primera mujer, cuyos descendientes habían poblado la Tierra. Así, todo encajaba con suma sencillez.
»¡Con demasiada sencillez! Pensaba Sofr. Es fácil
hacer intervenir a la divinidad cuando uno se desespera por comprender algo. De
esa manera, se vuelve inútil la búsqueda de la solución de los enigmas del
Universo, pues los problemas son eliminados ni bien son planteados».
1 comentario:
Mirta nos dijo: GRACIAS! siempre muy interesante.
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