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¡Qué sarta
de estupideces!
Más allá de si
Cristina robó o no, de si Macri gobierna para los ricos o todo lo contrario
–aseveraciones que serán firmemente creídas o refutadas, según de qué lado de
la famosa “grieta” se encuentre el opinante– hay una serie de ideas
descabelladas que campean alegremente en el imaginario del argentino promedio y
que hacen que, previsiblemente, seguiremos tropezando siempre con las mismas
piedras o, dicho de otro modo, dando vueltas a esta noria que, más a la corta
que a la larga, mata.
«Hay que
redistribuir la riqueza»
Está muy
generalizado el concepto de que esa famosa redistribución es la gran deuda
pendiente para ser un país de gente feliz, otorgando poca o nula importancia a
la generación de dicha riqueza. No deberíamos olvidar jamás que el proceso de
creación de los bienes y servicios que constituyen “la riqueza”, es necesariamente previo a cualquier tipo de redistribución, justa o injusta, que se
quiera impulsar o sostener.
Y.claramente, no
será por el voluntarismo de algún decreto emanado de una mente brillante y
altruista que se logrará aquella “distribución justa” con que sueñan y se
babean algunos.
Si no alentamos
fervientemente la cración de riquezas y, en cambio, alentamos una distribución “justa”
de escasos bienes, solo lograremos igualdad en la pobreza.
La creación de un
bien que es útil y, por tanto, demandado, beneficia a quien lo produce y
comercializa tanto como a quien, voluntariamente, lo consume. No habría que
desalentar, por tanto, a los creadores de riqueza.
«Hay que lograr la igualdad»
Esto es otra
forma de expresar la pavada anterior. Da la sensación de que muchos prefieren
seguir siendo pobres con tal de que no haya más ricos. Tamaña estupidez se ve
claramente en discusiones de políticos y opinólogos de todas las latitudes,
pero me intersa focalizarme en el caso de Chile, donde también se da este
debate con cierta virulencia. A pesar de haber reducido notablemente la pobreza
y casi desterrado la pobreza extrema con las políticas económicas aplicadas por
unos 30 años, nuestro vecino país sigue teniendo elevados índices de
desigualdad. Esto lleva a ciertos sectores a reclamar el dinamitado de este
exitoso sistema económico («Pasar la retroexcavadora», dijo la expresidente),
para terminar con esa desigualdad. ¿Tan poco criterio analítico tienen para
reconocer que el sistema ha sido exitoso? ¿Es necesario cambiarlo aunque haya
mostrado enormes ventajas sobre lo anterior porque se instaló durante la
dictadura de Pinochet?
«Hay que defender las conquistas sociales»
Las conquistas
sociales que no vienen de la mano de mejoras en la productividad,
necesariamente las paga algún otro sector de la comunidad. Una empresa, para
dar un ejemplo, con 100 empleados, puede darse el lujo de pagar a uno o varios
de ellos que no trabajen o al menos que nada de valor produzcan. Y no caben
dudas de que esos sueldos saldrán del trabajo
productivo de los restantes empleados.
Pero, ¿podría
darse el lujo de manter a los 100 con un buen sueldo y no trabajado? Omito por
obvia la respuesta.
De igual modo, un
gremio con “poder de fuego” (camioneros o bancarios, por ejemplo) que si hacen
huelga paralizan el país, probablemente estará en mejores condiciones de
obtener esas famosas “conquistas sociales”, pero, con toda seguridad, será a
expensas de otros sectores que la pagarán con carestía y empobrecimiento o con
inflación; en definitiva, toda “conquista social” no generada por mayor productividad,
sale del trabajo productivo de otro sector de la economía.
«No hay que criminalizar la protesta»
Otra sandez
mayúscula. Bajo el paraguas de esta sesgada teoría, se permitió durante largos
años –y se permite aún– la comisión de todo tipo de tropelías y delitos en
ocasión de una protesta. Si a un ciudadano común se le ocurriese apedrear y
romper una vidriera, aprovisionándose previamente de pedazos de baldosas,
asfalto o aún trozos de estatuas, con toda seguridad sería inmediatamente
detenido y caerían sobre él una serie de artículos del Código Penal. Pero si
esos delitos se cometen por una horda desaforada cuyos reclamos pueden o no ser
justos –detalle de poca importancia– entonces están amparados por la siniestra
teoría.
No se trata de
criminalizar la protesta, sino de reprimir (sí, dije reprimir) los delitos que
se comenten en tal ocasión.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
«El derecho de huelga está
garantizado en nuestra Constitución»
No soy experto en temas legales, pero entiendo que
este derecho, como cualquier otro, debe tener ciertas limitaciones que deberían
estar establecidas en leyes.
Por ejemplo, el derecho a parar, no puede incluir el
de impedir que trabajen quienes no están de acuerdo con la medida, como tan a
menudo ocurre.
Entiendo que los servicios públicos, como el
transporte, deberían estar sujetos a regímenes legales diferentes; por ejemplo,
no debería estar permitido el “paro sorpresivo”. Y esto debería ser así por
cuanto la medida de fuerza debe estar dirigida a ejercer una coerción al
empleador, al producirle un perjuicio económico. Pero en el caso del paro
sorpresivo, el gran perjudicado es el usuario, habitual convidado de piedra en
el conflicto.
Pero hay todavía algo más preocupante, por no decir
descabellado en numerosas “medidas de fuerza” de nuestros sindicalistas
Nac&pop.
Hace un tiempo oí decir por radio a uno de los popes
sindicales (no recuerdo el nombre ni el gremio al que pertenece), que tomarían
medidas de fuerza en contra del rumbo de la política económica del gobierno.
Entiendo que un reclamo sindical se haga por aumentos
de sueldo o mejoras en las condiciones de trabajo. Entiendo que los
sindicalistas quieran y puedan opinar acerca de política, pero no que invoquen sus discrepancias con
el gobierno como causal de la huelga.
No es razonable que los sindicatos docentes pretendan
imponer la política educativa, ni los ferroviarios lo relativo a ese servicio,
etc.
Tienen todo el derecho del mundo a opinar, a pedir que
su opinión sea oída antes de tomar decisiones, pero jamás fundar una huelga o
paro por discrepancias con las políticas tomadas por un gobierno en ejercicio
de sus misiones y funciones.
No está, en cambio, entre las misiones y funciones de
los sindicatos, el dictar las políticas gubernamentales para el sector, ni es
esa la razón de su exisencia.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
«La Ley de alquileres »
En su afán de proteger a los más débiles, se ha
dictado en la recordada década peronista y alguna otra vez, si mal no recuerdo,
una ley que congelaba los alquileres. Esto, con el disfraz de proteger a los
débiles inquilinos, solo consiguió “proteger” a quienes ya habían alquilado en
desmedro de los propietarios y de quienes no habían alquilado aún. Además,
desalentó la construcción de viviendas para alquilar. Un despojo absoluto,
sobre todo teniendo en cuenta que la inflación era elevada, que todos los demás
precios aumentaban, a pesar de las campañas contra “el agio y la especulación”,
como si la culpas del alza de los precios fuese de los almaceneros de barrio.
Algo parecido ocurre con toda la maraña de legislación
de protección del trabajo que, por lo costosa, desanima al probable empleador a
crear nuevos puestos de trabajo, sin mencionar lo azaroso de la contratación de
un nuevo trabajador. Nuevamente, esta legislación protege a quienes ya
consiguieron su colocación (y también a los sindicalistas) y deja en el
desamparo más absoluto a quienes buscan trabajo.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
«¡No al ajuste! »
Harto hemos oído proclamar el visceral rechazo al
ajuste. A tal punto que ningún politico en campaña admitirá que está en sus
planes hacerlo. O bien no está en sus planes, pero al acceder al gobierno, lo
implemente de todos modos.
Veamos: la resaca es consecuencia inevitable de la
borrachera. Nadie se queja de la fiesta, pero sí del momento de enfrentar la
factura.
Por ello, no
deberíamos criticar los ajustes sino los desajustes previos que lo provocaron.
Ningún gobierno, por perversas que fuesen sus
intenciones, aplica un ajuste porque sí o por el placer de perjudicar a la
mayoría; después de todo, la mayoría vota, y suele hacerlo a quienes organizan
la fiesta y no a quienes se deciden a pagarla.
Pero es bueno recordar: siempre es preferible el
ajuste a las consecuencias de no hacerlo.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
«A propósito de
la enfermedad de Florencia Kirchner» y del angustioso mensaje de su madre
pidiendo respeto, se han producido una serie de comentarios, como siempre, a
favor y en contra. No es el caso de analizar a los que insultan sin argumentar.
Y sería bueno que recordásemos que este tipo de mensajes abundan tanto de un
lado como del otro. Tembién sería bueno que los rechazáramos siempre, sin
importar en qué dirección fueron lanzados.
Pero, con frecuencia vemos que se crea un estereotipo
de alquien que se mofa o alegra con la enfermedad o la muerte para extender ese
desvío emocional a todos aquellos que sostienen ideas contrarias a las propias.
No todo el arco opositor se alegró y festejó la muerte de Eva Perón, ni la de
Kirchner, ni todos los oficialstas de entonces se alegraron de la de Nisman, al
menos, eso creo.
Nadie, con algo de salud mental, puede alegrarse de la
enfermedad de la joven Florencia. Asmimismo, nadie con algo de mente crítica,
puede pensar que, por ser hija de quien es y por no haber seguido los pasos de
sus padres en política no deba ser citada por la justicia cuando hay certeza de
su participación en puestos y decisiones de relevancia en empresas de sus padres
que son, hoy, investigadas. Y no es, como su madre afirma, que se pueda invocar
la inevitabilidad de la posesión por herencia como situación exculpatoria. Se
la investiga por decisiones tomadas en función de los cargos que desempeñó.
Y no se trata de canallas de los medios quienes ven en
este proceso de viaje a Cuba una maniobra para eludir a la justicia. Es
altamente sospechoso que esa enfermedad no pueda tratarse aquí y sí en un país
donde, casualmente o no, hay un gobierno amigable con el que encabezó la
expresidente y no hay tratado de extradición.
4 comentarios:
Norberto nos dijo: Charly, los últimos artículos que has publicado ,es el reflejo de la vivencia actual; personalmente de acuerdo pero como hacemos para que MAS del cincuenta por ciento lo entienda y practiquen para bien de ellos mismos y del resto que lo esperamos.
Mirta nos dijo: Muy bueno. Carlos siento tanto que esto no lo lean mucha gente pensante, poderosos y poderosillos podria se aprendieran algo.
Albeto nos dijo: Muy bueno
Muy buena tu publicación Carlos, FELICITACIONES!!! Estaría muy bueno y sería de mucha utilidad, si lo hicieras público tal vez en otra red social como Facebook. Un afectuoso saludo!!!
Susana María Barbery
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