lunes, 24 de febrero de 2020

El espejo

Ficción por Marta Tomihisa


–¡Estás divina, Emilita!
Se miró en el espejo… Ante la mirada entusiasta de su madre, con una expresión de tristeza reflejada en la comisura de su boca, intentó sonreír. Su cuerpo lucía desgarbado, de contextura musculosa un tanto masculina y la piel pálida, seca, proclive a las irritaciones. Se irguió y dio media vuelta, el solero de tela floreada escotado, le dejaba la espalda descubierta, llena de lunares…
Era mentira…No era divina, ni linda, ni nada parecido…
Todos la engañaban, necesitaban repetirle estas cosas porque no eran ciertas…
Oyó el sonido del agua que venía de la ducha, a Andrea, su hermana menor, nunca la halagaban. No hacía falta, era tan bonita y atractiva que preferían ignorarla, para evitar lamentables comparaciones.
–¡Apúrense chicas, ya llegan los invitados!
Festejaban el cumpleaños del padre, venían parientes y amigos de la familia.
Salió al jardín, caminó hacia el quincho en donde el agasajado y un vecino, mantenían el fuego constante mientras asaban la carne en la parrilla. El día era luminoso, un sol generoso extendía su claridad por todos los rincones de la casa. Si al menos fuese de noche… A plena luz la cosa se ponía peor, la piel tan delicada se le irritaba y, aunque la sometía a infinidad de cremas y ungüentos, no mejoraba para nada. Cuando el padre la vio, una sonrisa se dibujó en su cara y exclamó como para que se oyera en toda la casa:
–¡Llegó la princesa!
¡Pobre papá! Ni siquiera sabía mentir, siempre tenía que decirle alguna pavada…
Se abrazaron sonriendo.
–¿Y tu hermana?
Le respondió con un movimiento de hombros. Luego ordenó la mesa, mientras la madre traía las ensaladas. Enseguida tocaron el timbre y aparecieron otros parientes, además de la esposa e hijos del vecino que permanecía junto a su padre, al lado de la parrilla.
Los adolescentes recién llegados, se acercaron para saludarla y casi sin mirarla le preguntaron:
–¿Y Andy, todavía duerme?
No les respondió, se dio media vuelta. Cuando ya todos los invitados se habían acomodado en la mesa, la figura menuda y grácil de su hermana, se recortó en el marco de la entrada al quincho. Vestía una remera musculosa con la cara de Snoopy estampada sobre la tela, un short y ojotas. Tenía el pelo mojado cayendo sobre la espalda, una expresión somnolienta y sonriente en el rostro.
–¡Pero, Andy, ni siquiera te pusiste el vestido! Le reclamó la madre.
Caminando despacio se acercó al padre mientras los invitados la saludaban con las manos en alto, alguien silbó…
Ella ignorando el entorno, como si apenas recordase el festejo del cumpleaños de su progenitor se acercó a él y le dio un beso.
–¡Hola, Pa, feliz cumple!
El hombre sonrió complacido, pero la instó a sentarse porque ya estaba sirviendo el asado y no quería descuidar a sus comensales. Los adolescentes la llamaron, indicándole que había una silla vacía junto a ellos pero Andrea buscó a su hermana con la mirada y se ubicó a su lado. Emilia estaba desvastada, muda. En forma  incesante metía comida en su boca para no tener que hablar con nadie. Cuando el almuerzo terminó, la madre puso la torta sobre la mesa y encendieron las velitas. Mientras cantaban el feliz cumpleaños ella los observaba a todos, también les envidiaba su alegría.
–Andy, traé la cámara y nos sacás algunas fotos…
Se lo pedían a su hermana, la experta en fotografía que hasta había ganado un premio en el concurso del colegio. Los padres le habían regalado una Nikon muy costosa, se la habían encargado a un amigo que solía viajar al extranjero.
Andrea la cuidaba celosamente, era lo más valioso que poseía.
De inmediato, Emilia se ofreció:
–Te la traigo yo…
Andy la miró con una expresión de alivio porque el día anterior jugando al hockey, le habían dado un golpe en el tobillo y aún le dolía el pie.
–Bueno, si no te molesta subir a buscarla…
Emilia solo quería huir de la reunión, entró en la habitación que compartía con su hermana, abrió la puertita de la mesa de luz y tomó la cámara. Por un momento se quedó mirándola, era tan pequeña y perfecta, sacaba unas fotos excelentes. Ya que estaba allí decidió ir al baño, la dejó sobre el lavatorio y se puso a orinar. Cuando se acercó nuevamente a la pileta para lavarse las manos vio su imagen en el espejo, el rostro húmedo y enrojecido. Solo había tomado dos vasos de cerveza y ya tenía la cara encendida como un farol. Horrible, esa era la única expresión que le cabía. Se refrescó un poco y al cerrar la canilla en un mal movimiento, casi tira la cámara a la pileta.
En ese instante, un pensamiento oscuro la estremeció de placer…
Abrió la llave del agua, puso el tapón y esperó que hubiera suficiente líquido, lentamente hundió la Nikon hasta que desapareció de la superficie. Durante unos minutos la mantuvo sumergida, luego la sacó y la secó cuidadosamente, se encaminó hacia el quincho… Andrea le agradeció a su hermana esta imprevista amabilidad. Los padres se acomodaron en el centro de la escena para que les tomaran una buena fotografía, luego pidieron otras más con todos los invitados. Emilia esperaba con satisfacción las consecuencias de su accionar, Andy dejaría de sonreír, se lo tenía merecido…
Cuando los invitados se fueron, vio a Andrea conectar la cámara a la computadora para seleccionar algunas fotos.
Emilia se metió de inmediato en la cama, tenía una siniestra sensación de placer, había descargado su bronca y ahora aguardaba el resultado…
Luego de una hora de hacerse la dormida oyó los pasos de su hermana entrando al cuarto, la miró de reojo.
–¿Emi, todavía estás despierta?
–Más o menos…–simuló un bostezo.
–¿Sabés que la cámara estaba mojada, se te mojó a vos?
Respiró profundamente satisfecha, tratando de mostrarse sorprendida respondió:
–¿Mojada? ¿Entonces, las fotografías se arruinaron?
–No, quedate tranquila. Esta es una cámara que hasta puede sacar fotos bajo el agua… Impresionante, ¿no?
Ni siquiera respondió. No hablaron más, Andy se durmió enseguida.
Una saliva amarga le inundó la boca anticipando la náusea, furiosa y desencajada, Emilia se levantó para ir al baño.
Al pasar frente al espejo se contempló de cuerpo entero, apretó los dientes y apagó la luz…

miércoles, 19 de febrero de 2020

Dios y la Teología

Hace unos años publiqué esto que me vuelve a la cabeza
¿Creo en Dios?
Después de algunos Padrenuestros que mi madre me había enseñado, el primer contacto que tuve con la religión fueron las clases de catequesis.
Sobre todo me asombraba la historia de Moisés, salvándose a flote en una canasta, recibiendo ¡de Dios! las famosas tablas, o abriendo las aguas del océano… no me costaba tanto creerlo en ese momento, como me costó después.
Llegué a pensar que tal vez me lo pasaba fornicando, ya que al interrogar a la desprevenida catequista acerca del significado de la palabra, me dijo que ya lo sabría cuando fuese grande. Pero ¿y mientras tanto? ¿cómo evitar el pecado sin saber en qué consiste? Y al ser uno de los mandamientos, su no cumplimiento era pecado mortal.
También me tenía preocupado el darme cuenta de que estaba permanentemente pecando. ¡Todo era pecado! La envidia, los celos, el egoísmo, las malas palabras, las mentiritas. ¿Cómo hacían los buenos para no pecar, si eran cosas de cada momento…? Un cura que vino a darnos unas charlas llegó a hacernos prometer que seguiríamos el sacerdocio. Y lo que se promete, ¡es para cumplir o arder en el infierno!

El infierno quedaba a la vuelta de la esquina. Se podía ir dando un paseo. […] si esa noche te habías masturbado y morías, ibas al infierno. Si habías chupado un caramelo antes de comulgar y morías, ibas al infierno. Si te atacaba en medio de la clase de Lengua un pensamiento impuro y morías, ibas al infierno. Era más fácil terminar en el infierno que en la prisión, pese al premonitorio «acabarás en la cárcel» de las madres de la época. Afortunadamente la confesión ponía el contador a cero. […] Y bien, Dios estaba ahí todo el tiempo para lo bueno y para lo malo, generalmente para lo malo, porque se trataba de un Dios colérico, violento, castigador, fanático. Dios era un fanático de sí porque vivía entregado a su causa de un modo desmedido, como si en lo más íntimo desconfiara de la legitimidad de sus planes o de sus posibilidades de éxito. Podríamos decir que era un nacionalista de sí mismo.*
Juan José Millás: El mundo

Poca huella me quedó, por suerte, de aquellos temores inculcados. No sé si alguna vez se me hubiese ocurrido seguir la carrera del sacerdocio, pero ciertamente, aquellas conminaciones –cuando tuve consciencia del atropello que significaban– me produjeron un rechazo visceral.
En mi casa no predominaba un ambiente religioso. Más tarde supe que había otras religiones. Dentro del cristianismo, una legión de protestantes, evangélicos, testigos de Dios en sus diversos nombres, mormones, pentecostales, anglicanos, luteranos, calvinistas, etc, etc. También hay judíos y musulmanes, que, a su vez tienen no sé cuántas sectas. Y todo esto para limitarnos solo a las religiones nacidas en cercano oriente; que en el extremo oriente tendrán lo suyo.
El común denominador que les encuentro es la convicción dogmática de que la suya es La Verdad. La Verdad Revelada. La Verdad Única. La Verdad Verdadera, podríamos decir. Cuando no un desmedido afán de autoconsiderarse el Pueblo Elegido.
Lo curioso es que las diferencias entre estas religiones suelen ser de liturgia; si se descansa en sábado o en domingo; si el bautismo es por inmersión total o si bastan unas gotas de agua sobre la cabeza; si los santos son santos o no; si la misa se debe decir en latín o en idioma local; si se puede reproducir la figura humana o no; si se ayuna tal o cual día…
Y en nombre de ese Dios piadoso, bondadoso e infinitamente sabio, y de esas pequeñas diferencias litúrgicas, van a la guerra, matan, torturan, queman vivos a sus semejantes y otras cositas más.

…porque combate contra todos los dogmas y supersticiones, la inteligencia es capaz de comprender lo que hay de verdad en cada uno de ellos; un hombre inteligente no se caracteriza porque no comete errores sino porque está dispuesto a rectificar los cometidos; los hombres que no cometen errores y que tienen todo definitivamente resuelto son los dogmáticos: se caracterizan por tener siempre una Iglesia, una Ortodoxia, un Papa infalible, una Inquisición [...]. La creación de estas Iglesias es lo que hace tan difícil la búsqueda de la verdad. Porque entonces no basta la inteligencia: se requiere intrepidez.
Ernesto Sábato: Uno y el Universo

La obra de Dios, si es que realmente existe, la veo en cuanto me rodea. Está en la estructura del ADN, en su forma de replicarse, en la misteriosa alquimia de la vida, en el milagroso equilibrio de las pequeñas y grandes cosas, que permite que un pájaro vuele o que un cachalote se sumerja a dos mil metros de profundidad. Y ello para no hablar del perfume y colorido de las flores, de los amaneceres y de tantas lindezas que dejo para la poesía.
Darwin explica todo lo concerniente a la vida con su extraordinaria Teoría de la Evolución de las Especies. Para los grandes interrogantes cósmicos, habrá otras teorías igualmente acertadas (o desacertadas). Pero, al ver tan sutil complejidad, cuesta creer que no haya una mano conductora.

¿Qué sería de mí […] si me hubiera decidido a meterme a cura? ¿Habría ganado o habría perdido? No tendría hijos […], no tendría oficina, no tendría horario, no tendría jubilación. Tendría Dios, eso sí, y tendría religión. Pero, ¿es que no los tengo? Francamente no sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no habría de disgustarle esta duda. En realidad, los elementos que él (¿o Él?) mismo nos ha dado (raciocinio, sensibilidad, intuición) no son en absoluto suficientes como para garantizarnos ni su existencia ni su no-existencia. Gracias a una corazonada, puedo creer en Dios y acertar, o no creer en Dios y también acertar. ¿Entonces? Acaso Dios tenga un rostro de croupier y yo solo sea un pobre diablo que juega a rojo cuando sale negro, y viceversa.
Mario Benedetti: La tregua

No sé si Dios existe. No sé si creo en un ser superior. Me deja tan perplejo su existencia como su inexistencia.
Pero lo que sí tengo claro es que no creo en ninguna religión.
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Y hoy agrego, ya que estamos con temas teológicos:
Entre otros mandamientos, la Biblia nos impone como los dos grandes y mayores mandamientos:
·       Amarás a Dios por sobre todas las cosas
·       Amarás a tu prójimo como a ti mismo
También dice:
·       No cometerás actos impuros
·       No mentirás
Pues bien, sin entrar a analizar la ambigüedad de lo que quiere decir “actos impuros” y suponiendo que significa lo que creemos que significa, estamos ante mandatos que son, si no imposibles, al menos muy difíciles de cumplir.
¿Alguien puede decir honestamente que se ha pasado toda la vida sin mentir?
¿Serán muchas las personas que no han cometido “actos impuros”?
Ni qué hablar de los dos primeros; van contra la naturaleza humana y parecen hechos a propósito para que nadie los cumpla y, por tanto, que todos estemos siempre en pecado y con culpa, forma muy entendible para la dominación que, rápidamente, la Iglesia supo usar en su provecho.
Al hombre real, de carne y hueso, ¿se le puede pedir que ame al prójimo como a sí mismo o a Dios por sobre todas las cosas?
No nos engañemos, eso está perfectamente diseñado para que no se pueda cumplir; y de allí a la Inquisición, solo hay un paso.
Y aquí transcribo un párrafo de El largo atardecer del caminante, de Abel Posse. El autor pone esta reflexión en boca de Alvar Núñez Cabeza de Vaca:
Los hombres, en el fondo de su alma están más bien convocados por el pecado y el crimen. No me excluyo. Por eso nuestro Dios, nuestro Cristo, no es un dios de la realidad. Es una eterna imposibilidad, una aporía, una renovada frustración.
¿Y cómo no citar a Borges?
«¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica. [...] Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género».

viernes, 7 de febrero de 2020

La casa

Ficción por Marta Tomihisa

El camión de la mudanza, llegó a las ocho en punto de la mañana.
Ya habían ordenado todo en cajas y bolsas, para facilitar el traslado.
Estaban dichosos de abandonar el modesto departamento, rumbo a una casa tan grande y espaciosa como la que habían comprado.
Por supuesto que en donde vivían actualmente, tenían un centro comercial y varios medios de transporte, en cambio la propiedad recién comprada se erguía enhiesta en un paraje bastante alejado de toda población.
Debido a esto la adquirieron por un precio razonable, tomando solo un pequeño préstamo, además del dinero de la venta del departamento. El vendedor era ya una persona mayor que vivía en otra ciudad, no le interesaba residir en un lugar tan solitario.
Ellos en cambio, casados hace solo cinco años y padres de un niño de dos, Mateo, estaban dispuestos a aumentar la familia mientras compartían una vida tranquila lejos de los ruidos de la ciudad. Fernando, trabajaba para una empresa extranjera, cuya sede se encontraba en Australia. Hacía una tarea virtual a través de su PC, por lo que podía estar donde quisiese ya que toda la información se activaba vía internet. Laura había renunciado a su empleo en el banco, poco tiempo después del nacimiento del niño. Su padre ya había fallecido, por lo que solo iba a extrañar el contacto asiduo con su madre, Emilia, quien adoraba a su nieto. Viuda por segunda vez, la anciana vivía sola a pocas cuadras del departamento. Pero era precisamente ella, quien había hallado el aviso de venta de esta casa y los había animado a mudarse.
Era un cambio ideal, para una familia en vías de crecimiento.

La casa estaba circundada por un gran parque, con una frondosa arboleda, había árboles frutales y una huerta un tanto abandonada en los fondos de la propiedad. Antigua y espaciosa, poseía tres habitaciones en la planta alta y un enorme cuarto de baño. Además tenía una escalera caracol, pegada a la puerta de la habitación principal, que iba a un altillo. Su acceso era una puerta pequeña, debían agacharse para ingresar al ambiente que solo contaba con un ventanuco y estaba lleno de trastos viejos. En la planta baja, luego de un gran hall de entrada, había una sala con una enorme biblioteca amurada a la pared junto a la chimenea. Algunos libros permanecían todavía en los estantes superiores, como si sus dueños hubieran estado demasiado apurados para llevárselos. Permanecían allí olvidados, cubiertos de polvo. A continuación, por una puerta doble se accedía a un ambiente enorme, que suponían había sido utilizado como comedor, desde ese lugar entraban a la cocina que era suficientemente espaciosa y albergaba una mesa, seis sillas y un gran aparador de roble, para la vajilla.
Por una pequeña arcada se ingresaba a una amplia alacena, para guardar víveres debajo de la cual se hallaba el sótano. Los muebles que poseían no podían compararse con éstos que heredaban, de tan buena calidad.  Así que ellos también, decidieron abandonar su mobiliario en el departamento, para usar estos que encontraron en la casa, incluyendo la cama matrimonial de madera tallada y exquisitos relieves. Con respecto al cuarto que habían elegido para Mateo, todo lo que encontraron en él era utilizable, pues allí también había vivido un niño... Luego de hacer una limpieza profunda, ya que la vivienda estaba cubierta de polvo y telarañas, iniciaron una vida apacible y hogareña. Durante mucho tiempo habían estado inmersos en ruidos y otras molestias mundanas, por lo que de inmediato se adaptaron al inmenso silencio que era parte del paisaje.
Solo de vez en cuando, el gorjeo de algunas aves que anidaban debajo del alero, irrumpía esa monotonía.


Mateo parecía sentirse cómodo, aunque no podía saberse mucho al respecto,  pues casi no hablaba, no padecía ningún impedimento físico para expresarse, pero por el momento no le interesaba hacerlo. En una visita guiada, Laura lo llevó pacientemente a conocer la casa para que se familiarizase con ella. Miraba todo con sumo interés y pareció gustarle, de vez en cuando señalaba con su dedo índice, algún objeto que llamaba su atención. Lo insólito ocurrió en el altillo, a pesar de estar casi en penumbras ya que la única lámpara que iluminaba el ambiente estaba quemada, a Mateo le encantó y cuando su madre quiso salir de este sitio, el niño comenzó a quejarse indicando que quería permanecer allí.
Por supuesto ella lo consoló, descendió con él en brazos entre sollozos de desaprobación…
Cuando la casa estaba totalmente habitable, ordenada y limpia, incursionaron en la huerta, quitando malezas y cortando el pasto que había crecido en el abandono. Los árboles frutales estaban exultantes, pues ya era verano.
Tenían allí una buena provisión de frutas y verduras. Realmente estaban encantados y cómodos en su nuevo hogar. Una o dos veces por semana, según las necesidades, Fernando iba hasta el pueblo y compraba el resto de los víveres que precisaban. Un día al volver a la casa, perfectamente sentado sobre un sillón encontraron un gato gris que los miró lánguidamente sin asustarse, se quedó con ellos como parte del mobiliario. Así fue que reiniciaron sus vidas, rodeados de objetos que no les pertenecían, alejados de toda actividad mundana. Pero ocurrió que en una oportunidad, mientras Laura preparaba la cena, se distrajo un momento y cuando buscó a Mateo no lo halló por ningún lugar…Asustada, llamó a Fernando para que la ayudara a encontrarlo, luego de revisar todos los ambientes en la planta baja, decidieron inspeccionar la planta alta aunque reconocían que era imposible que él estuviera allí, ya que todavía no subía solo las escaleras. Sin embargo, al salir del dormitorio principal oyeron voces provenientes del altillo, ascendieron con gran apuro hacia ese lugar. La pequeña puerta estaba entreabierta, cuando ingresaron vieron con alivio al niño sentado en el piso. Estaba absorto mirando unas piezas de rompecabezas, que había encontrado dentro de una caja. Las iba sacando y acomodado sobre el piso, como si tratara de armar algo. Laura respiró aliviada, luego de regañarlo por esa travesura lo levantó en brazos y bajó las escaleras. El niño lloró fastidiado…
Esta situación se repitió con frecuencia, entonces decidieron cerrar definitivamente el ático, poniéndole una traba que hallaron en un mueble abandonado. Pero de alguna forma Mateo, que apenas llegaba con sus manitas al picaporte de la puerta la abría y entraba al ático. Preocupados por este hecho, vigilaban con atención al niño, pero al mínimo descuido se las ingeniaba para trasladarse a ese lugar. Transcurridos varios meses, desistieron en su actitud y permitieron que el niño estuviera en el altillo, todo el tiempo que deseaba. Entonces Mateo dejó de ser taciturno, para convertirse en una personita mucho más comunicativa y alegre, además empezó a hablar fluidamente. La abuela festejó estos logros, adjudicándole a esta nueva casa los logros adquiridos por su nieto. Por esta situación, decidieron ordenar las cosas que había en el ático, dejando suficiente espacio para que el niño jugase allí. Pusieron una mesita con una silla pequeña que habían encontrado en el dormitorio, para que estuviese cómodo y continuara armando su rompecabezas. Frecuentemente tomaba allí la merienda, había días en los que solo bajaba para que su madre lo higienizara y luego se iba a la cama. Una noche tormentosa, después de que todos los habitantes de la casa se fueran a dormir, Fernando se levantó para cerrar algunas ventanas que habían quedado abiertas en la planta baja, al ascender nuevamente se asomó al cuarto de Mateo para asegurarse de que los truenos no lo habían despertado, comprobando anonadado que el niño no estaba en su cama…

Se dirigió enseguida al ático y lo halló, acurrucado, durmiendo plácidamente.
Para no despertarlo trajo unas mantas para abrigarlo y lo dejó allí.
En ese momento, no le contó lo ocurrido a Laura pues no deseaba preocuparla, lo hizo recién por la mañana, cuando se despertaron. Unos días después, decidieron mudar la cuna hasta el altillo para así evitar que Mateo, en la oscuridad de la noche corriera el riesgo de caerse por las escaleras.
En otro orden de cosas la vida se desarrollaba en armonía, el gato se había convertido en un acompañante fiel del niño, siempre estaba junto a él especialmente en el altillo. El otoño llegó exultante de colores y luz, los habitantes de la casa sentían que hasta lo más cotidiano encajaba perfectamente en sus vidas, esa placentera sensación de que todo era absolutamente familiar, cada hecho parecía haber sido vivido en otra oportunidad. El niño crecía saludable, alegre, subía y bajaba las escaleras del ático con tanta seguridad que ya no se preocuparon por él y lo dejaron en libertad de acción. Cuando Mateo aparecía en algún lugar de la casa, ya sabían que detrás de él venía el gato, se comportaban como verdaderos amigos, eran inseparables.
Una mañana lluviosa y fresca, estaban desayunando todavía cuando oyeron venir un vehículo por el sendero, al asomarse a la ventana comprobaron que un auto negro y lujoso, había estacionado en la entrada de la casa. Fernando se dirigió presuroso al encuentro del inesperado visitante. El chofer al volante lucía un traje oscuro y prolijo, bajó inmediatamente para abrir la puerta a quien viajaba en el asiento trasero. Un anciano descendió del mismo, parecía una figura surgida del pasado y hasta llevaba sombrero el cual se quitó a modo de saludo.
–Mi nombre es Ernesto Suárez Prado, soy la persona que les ha vendido esta casa.
Nunca habían visto a este personaje, ya que solo conocían al abogado que oficiaba de apoderado del mismo, con quien habían realizado el trámite inmobiliario.
–Ah, bienvenido…Desea entrar?
El hombre ingresó en la vivienda, con una mirada recelosa y nostálgica.
-Solo estaré unos breves momentos…
Laura se unió a su marido, saludando al recién llegado con una expresión de sorpresa. Se ubicaron en el living.
–Relataré los hechos tal cual ocurrieron, pues no está en mi ánimo preocuparlos, tan solo creo que siendo los nuevos dueños de esta casa, deben saberlo…
Esta propiedad fue heredada de generación en generación por mi abuelo, por mi padre y finalmente por mí. Aquí viví junto a mi familia, pasamos momentos muy dichosos hasta que la desgracia truncó nuestras vidas…
Mi hijo de tan solo tres años, falleció en esta casa…
El anciano respiró hondo, se sacó los lentes para secar las lágrimas que ya asomaban a sus pupilas.
–Estaba jugando en el altillo y… fue arrojado por el ventanuco, por su propia madre, mi esposa…
Respiró profundamente, como para recuperar el aliento.
–Todavía no puedo comprender lo que ocurrió, pues amábamos a nuestro hijo y solo atino a creer que en un momento de locura ella cometió tan terrible acto…
No lo sé, aún no lo sé…
Del bolsillo de su saco extrajo una foto, que les entregó para que miraran.
Un niño pequeño sonreía sentado en el umbral de la casa, a su lado el gato gris lo observaba atento. Era asombrosamente parecido a Mateo. Laura y Fernando sintieron que había algo tan familiar en esa fotografía, al mirar en el reverso, leyeron con sorpresa lo que había escrito:
“Mateo a los tres años de edad.”
La mujer soltó la foto que cayó sobre la alfombra, corrió desesperadamente al altillo en busca de su hijo…

El niño que aún no se había levantado, la miró como si hubiera estado oyendo toda la conversación, dijo enojado:
–Quiero quedarme aquí…
Pero no se atrevieron a pasar ni un día más en este siniestro lugar, tomaron la drástica decisión de abandonar esa casa para dejar atrás este extraño y tenebroso suceso. La coincidencia del nombre de su hijo con el del niño muerto, su semejanza física les producía inevitables escalofríos…

Finalmente la casa ya lucía el cartel de venta, los tres se acomodaron como pudieron en el departamento de Emilia, la madre de Laura.
Era cuestión de esperar a que se vendiera, comprarían una vivienda más pequeña nuevamente en la ciudad. Esa mañana, Fernando había decidido poner el aviso también en un diario, se marchó temprano regresando recién por la tarde, luego de efectuar algunas compras. Le sorprendió encontrar el departamento vacío, supuso que Laura junto a su madre y el niño habían salido de paseo. Mientras intentaba prepararse un café, la luz de la cocina se apagó y quedó a oscuras en ese sector de la casa. Enseguida pensó en reemplazar la bombita, revisó todos los lugares en los que supuso hallaría una. Pero fue inútil y finalmente fue al dormitorio de su suegra, abrió el placard tratando de encontrar lo que buscaba. Arriba, en un compartimiento casi inaccesible por su altura, vio un par de cajas y sospechó que podía encontrar en ellas una bombita, arrimó una silla y las bajó. Solo halló papeles, una caja estaba llena de cartas, la otra tenía algunas postales y fotos viejas. Pero no halló lo que necesitaba, se dispuso a ponerlas en su lugar. Al subir nuevamente a la silla, ésta se tambaleó y la caja que contenía fotos cayó al piso. Las levantó presuroso hasta que de pronto, algo llamó poderosamente su atención. Era la misma foto del aquel niño, junto a su gato…!
¿Qué hacía esto en poder de su suegra?
Conmocionado por la sorpresa, dejó las cajas otra vez en el piso y se puso a revisarlas con más atención…Las otras fotos no le decían nada, pero en las cartas descubrió algo que lo paralizó, estaban dirigidas a una Sra. Emilia de Suárez Prado…!
Aunque no comprendía todo lo que estaba descubriendo, sintió que su cuerpo se estremecía de terror…
Creyó escuchar la puerta de calle abriéndose, se asomó con cautela.
Laura venía caminando hacia él, estaba sola…
–¿Dónde esta Mateo!!!?
Exclamó, sin siquiera saludarla…Sorprendida, ella le respondió:
–Pero… qué pasa? Mateo se fue de paseo con mamá…

Las sombras del atardecer caían lánguidamente sobre el sendero, la anciana apuró el paso y caminó más erguida que de costumbre.
El niño reconoció de inmediato el lugar, esto le encantó pues volver a esta casa y ahora en brazos de su abuela, era muy divertido. La mujer retiró el candado, se encaminó silenciosamente al ático. Enseguida el gato gris les hizo compañía, juntos subieron los escalones sintiendo tan solo el crujir de las pisadas sobre la madera añeja.
El invierno ya había llegado y como siempre, la casa se había sumergido en esa perfecta armonía en la que inevitablemente, se confunde el tiempo presente con el pasado…



miércoles, 5 de febrero de 2020

¡Tanta pavada!



Lenguaje inclusivo
Aunque no veo de qué manera esta estrafalaria forma de hablar pueda incluir a las mujeres, sí entiendo que cada uno es dueño de hablar como se le venga en gana y tanto me espantaría que se intentara prohibir este mamarracho como me espanta que en algunos ámbitos se intente imponerlo por decreto.
Que se le exija a la Real Academia que acepte, bendiga, consagre o incorpore esta forma de hablar, solo nos dice la ignorancia de quienes lo proponen acerca de las verdaderas funciones de una academia de la lengua y de su diccionario.
Y esta forma de hablar presenta algunas inconsistencias notables: por ejemplo, si la “E” es inclusiva; ¿por qué insisten con tanta vehemencia en imponer “La presidentA”? Entiendo que el uso corriente, hoy, incluye tal expresión, pero de ninguna manera permite imponerla, como se pretende. Con criterio parecido, debiéramos decir “El presidentO”. ¿Y por qué no decir “el pianistO?
Género Vs. sexo.
Hasta donde yo estudié, el género es un accidente gramatical. La mesa no tiene ovarios como el banco no tiene testículos. En el caso de la perra y el perro, el género gramatical concuerda con el sexo de la especie perruna. No obstante, como la lengua evoluciona, hoy se le asigna a la palabra “género” una semántica diferente, y se suele hacer un guiso indigesto con género y sexo.
Ideología de género
Enorme cantidad de disparates y encendidas polémicas presenciamos cuando se discuten estos temas. Y es así, sobre todo porque suelen adoptarse posiciones extremas y dogmáticas al respecto. «Sos un ignorante que no tenés la capacidad de comprender lo que es evidente» es una frase que he oído en discusiones sobre el tema. Sin negar que pueden aplicarse en ambas direcciones de la polémica, lo concreto es que siempre las he oído partiendo de quienes se identifican con estas teorías. Y los defensores de esta ideología son, en exclusiva, de la izquierda marxista. Por más que hoy se autoproclamen los campeones de estas "teorías inclusivas", sería bueno recordarles que, hasta hace pocas décadas, perseguían a los homosexuales con igual saña que a los opositores políticos. Y en esto, como en tantas cosas, no se diferenciaban sustancialmente de los nazis o los fascistas. Hoy, por moda o por conveniencia política, son sus más fervientes defensores. Muy distinta es la posición de los liberales que, invariablemente, defenderán los derechos inalienables del individuo, en tanto ser humano.
Sexo “autopercibido”
Relacionado con lo anterior, no es lo mismo comprender y tolerar las preferencias sexuales de cada quien, que pretender que cada uno tiene el sexo con el que se “autopercibe”. Las diferencias entre los sexos existen y están a la vista. Quienes no nos tragamos el verso de que no hay diferencia entre los sexos, no necesariamente negamos las posibles asimetrías sociales entre los sexos y el inexcusable derecho a la no discriminación.
Una vez más, cada quien tiene el derecho a percibirse a sí mismo como mejor le acomode, pero de allí a pretender que se los valide con un documento público, hay un trecho que el sentido común no debiera permitir que se transite.
Hay casos citados que, si no son ciertos, podrían serlo y demuestran las inconsistencias que estas leyes permitirían:
·      Un señor, al llegar a los 60 años, se autopercibe mujer, y se jubila cinco años antes de lo que le corresponde a su sexo.
·      Un señor, en prisión por violación y violencia de género, se autopercibe mujer y lo trasladan a un penal para su sexo. Allí, viola a varias reclusas.
·      Un señor, maltrata a su mujer y, en medio del juicio que se le hace por violencia de género, se autopercibe mujer e inmediatamente, se cae la causa.
Podríamos encontrar más “huecos” en estas extravagantes y alocadas teorías, pero creo que, como muestra, basta un botón.
Violencia de género
No me resulta razonable que se legisle especialmente la violencia que se ejerce sobre las mujeres. Toda violencia en condenable, excepto la ejercida en defensa propia. Puede sí, considerarse un agravante el hecho de la disparidad de fuerzas que implican alevosía. O la que se ejerce desde una posición de mando o poder. Pero eso es condenable y está contemplado (al menos eso creo y espero) en los códigos penales y no debería haber distingos entre los sexos. ¿O acaso no hay mujeres que son más fuertes que muchos hombres? Y en ese caso ¿no habría violencia de género o alevosía?
Cupo femenino
Otorgar cupos para llenar cargos legislativos o de cualquier índole por el solo hecho de ser mujer, es un insulto a la inteligencia de las propias mujeres. ¿Quién podría sentirse cómodo ocupando un puesto por el solo hecho de tener ovarios o autopercibirse como portador de tales gónadas? Solo alguien con poca dignidad y, probablemente, no capacitado para esa función. Esto daría lugar, desde luego, a que algún muchacho se autoperciba mujer y exija colocación dentro del cupo. Y podríamos preguntarnos: ¿Por qué no exigen cupo femenino en el sindicato correspondiente para ocupar cargos de albañil en las obras en construcción?
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Todos los comentarios son bienvenidos, aún los críticos, que de ellos se aprende. No se publicarán los que contengan insultos o descalificaciones ad hominem.

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