A pedido de los amables lectores, publicamos este cuento de Marta Tomihisa.
Día de la primavera
El 21 de septiembre, inevitable día de la primavera para el almanaque, amaneció nublado y lluvioso como ocurre en esta fecha en la que la gente, y sobre todo los chicos, se aprestan a concurrir al habitual picnic al aire libre para gozar de un atisbo de la tibieza del verano. No se puede, porque siempre llueve y hay que buscar reparo, todos terminan refugiándose en un McDonalds y listo…
Pero bueno, Ricardo estaba tomando una merienda tardía en una cafetería del Puerto de Frutos, ubicada al final de una calle que desemboca en el río.
Debido al mal tiempo, el lugar no estaba tan colmado de gente como era frecuente y el entorno humedecido por la llovizna persistente, tenía una luminosidad y colorido increíbles.
Además lo acompañaba Elsa, una dama (aunque debía decir que era toda una señora!) con la que había entablado una relación hacían pocos meses.
Para ser exactos: dos meses, porque la había conocido en el cumpleaños de un compañero de oficina que casualmente cumplía años en su mismo día. Por lo que, cuando brindaron, también lo saludaron a él y hasta tuvo que soplar las velas que en realidad eran del dueño de casa. Hacía mucho tiempo que no festejaba nada, además nunca lo hacía en su departamento porque era tan chiquito que apenas cabían dos personas. Pero ahora estaba aquí, sonriente y contemplándola con cariño porque se había cansado de estar solo, no quería seguir meditando con la mirada fija sobre un mueble, olvidándose de cómo entablar una conversación. Aunque siendo separado y con un hijo adulto que se había ido a vivir al sur, ya no le quedaban afectos tan cercanos y casi se había acostumbrado a tanta soledad.
Hasta que tuvo la oportunidad de relacionarse con ella, que era viuda y no tenía otra familia más que una tía que vivía lejos y a la que no visitaba nunca.
Jugando con una servilleta que había doblado infructuosamente, tratando de convertirla en una flor, ya que el arte de transformar algo insípido en un objeto lindo no era tarea fácil para él, tan rutinario y apático con sus costumbres.
Buscó su mano y preguntó:
–¿Y vos, cuándo cumplís años…?
Ella lo miró y sin sonreír dijo:
–Hoy…
–Pero…¿cómo…? No lo sabía…¿Por qué no me lo dijiste?
–Vos no me lo preguntaste…
La mirada de la mujer, se volvió distante…
Era cierto, él había sido tan indiferente al indagar sus datos, que ni siquiera había averiguado algo tan elemental…
–¡Entonces…lo tenemos que festejar…!-Dijo avergonzado.
–Bueno, éste podría ser el festejo…
Ricardo sintió que había un poco de fastidio en esa frase, apenas pagó la cuenta se levantó y juntos recorrieron la calle colmada de puestos de regalos, en los cuales ya quedaban pocas personas. Mucha gente había huido del mal tiempo, pero algunos locales aún permanecían abiertos esperando a esos últimos visitantes que pasaban apurados eludiendo la llovizna. Ricardo la invitó a entrar en uno de ellos; tenía que enmendar su error y comprarle un presente. En cuanto ella mostrase interés por algo él aprovecharía el momento para obsequiárselo y quedar como un caballero. Elsa caminaba entre las repisas colmadas de cosas, observando todo sin interesarse por nada en particular. Él la seguía mirando los objetos diversos, pensando en corregir su falta.
En un estante vio un par de velas encendidas sobre un hornito de cerámica decorado, extendió la mano y tomó una de las velas…
La llevaría hasta donde estaba Elsa, le pediría que la sople y en ese preciso momento le daría un beso…
Todo un galán, esta idea no le podía fallar…
Avanzó con la vela encendida esquivando adornos, agachándose para no llevarse por delante las figuras coloridas de cartón que caían desde las vigas del techo decorando el lugar. Siguió abriéndose paso con su habitual torpeza, para buscarla a ella que había desaparecido entre los canastos de mimbre, pero en un descuido arrastró la vela muy cerca de una inquieta cinta roja que se prendió fuego de inmediato…
Ante la mirada aterrada de Ricardo, la llama fue elevándose veloz por las guirnaldas, los faroles de papel y el resto de los colgantes…
El incendio se propagó con tal rapidez, devorando con sus lengüetazos voraces todo lo que estaba en su camino, invadiendo enseguida el puesto vecino y el siguiente y el siguiente…Los dueños de los locales desesperados, corrían al baño llenando tachos hasta que alguien se avivó de usar un recipiente, jarrón o lo que hubiese a mano para recoger agua del río y arrojarla sobre las llamas.
Por supuesto ya habían llamado a los bomberos, pero se demoraban más de la cuenta y el siniestro seguía avanzando con ferocidad arremetiendo contra todo a su paso…Había gente sofocada, algunos permanecían dentro de los comercios tratando de salvar la recaudación de las cajas registradoras, intentando recuperar algo de lo que habían ganado en el día. También acudían los comedidos y los oportunistas, que robaban cosas en medio del tumulto.
Elsa tuvo que ser asistida y terminó sentada en un banco tosiendo, mientras él trastornado, solo atinaba a mirar el desastre sin animarse siquiera ayudar a los que todavía insistían en rescatar aquellos objetos de valor, que ardían presurosos en las llamas.
Todo un caos…
Ricardo se alejó, subiendo unas escalinatas que lo llevaban a un muelle.
Desde allí apabullado, contempló el fuego implacable destruyendo por completo las instalaciones del Puerto de Frutos, iluminando con chispas danzarinas el cielo gris. Todo el predio se había convertido en una gran masa oscura, humeante…
Llegaban ambulancias para asistir a los maltrechos y se oía cada vez más cerca el sonido de las sirenas de los bomberos, que se aproximaban al lugar aunque ya no quedaba nada por hacer…
Un rato después sacó un pañuelo de su bolsillo, con mucha bronca se limpió la cara humedecida por la lluvia y cubierta de cenizas, secó sus ojos lacrimosos…
Luego se fue caminando cabizbajo, inevitablemente solo, otra vez…
5 comentarios:
Gracias por tus cuentos ficción .
Elsa nos dijo: Te felicito Marta, tus relatos son siempre de interés porque tu imaginación es una fuente inagotable de situaciones que hacen que el lector desee leer más de tus historias. No dejes de escribir nunca y de darnos el placer de conocer tus personajes y sus conflictos.
Mirta nos dijo: Me encanto. gracias.
Hola Martita! Qué lindo cuento! Escribís tan lindo! Gracias! Beso!
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