Realmente he sido muy afortunada al nacer en un hogar multirracial, con visiones tan diferentes de la religión y sus costumbres.
Mi padre, era un inmigrante japonés, pobre y casi analfabeto de nuestro idioma local, por lo que no pudo insertarse nunca en la vida laboral debido a su incapacidad de expresarse.
Durante su larga travesía en barco desde Japón hacia América, había aprendido el oficio de peluquero. Aunque su primer puerto fue el de Perú, en donde fue llevado al campo junto a otros conciudadanos, para trabajar en la tierra en condiciones miserables.
Como no pudo soportar esta situación huyó, sobreviviendo con los escasos alimentos con los que algún campesino lo compensaba por arriar ganado o levantar frutos de la cosecha. Ingresó a Argentina desde el norte y en Tucumán, logró ser empleado en una barbería para asistir al dueño quien le ayudaría a perfeccionar sus habilidades como peluquero. Hasta que su destreza manual realmente le permitió merecer el empleo, cortando cabellos o afeitando barbas en la elegante ciudad de San Miguel.
Fue allí en donde conoció a mi madre, quien integraba una numerosa familia de clase media, con una casa propia en plena ciudad. Su padre era un carpintero italiano, hombre próspero y disciplinado, con reglas rígidas e inalterables.
La peluquería en donde mi padre trabajaba, estaba a pocas cuadras de la casa de mi madre. Ella pasaba por la puerta del local casi todos los días, para ir a misa o hacer algún mandado.
Así fue que un día se conocieron y se enamoraron…
Mi papá entonces, decidió pedir la mano de mi madre, lo que resultó un rotundo fracaso, ya que la primera pregunta que le hizo mi abuelo fue respecto a la religión que profesaba y al enterarse de que mi padre no era católico, le pidió de inmediato que se fuera…
Eso no impidió que se amaran, hasta que finalmente se fugaron y solo se separaron cuando la muerte lo requirió…
Pero mientras vivieron juntos compartieron vida y costumbres, puedo decir con absoluta certeza que mi padre con extraordinaria paciencia, admitió que nosotros, sus hijos, fuéramos sometidos a todos los ritos de la religión católica, bautismo, comunión, confirmación y boda bendecida por el espíritu santo!
Aunque debo admitir que no había tradición religiosa que mi padre disfrutara más que las Pascuas…
Visto que en estos festejos pascuales los católicos, en su gran mayoría, consumimos productos del mar, lo cual mi padre disfrutaba plenamente ya que las costumbres gastronómicas de los japoneses casi en su totalidad, requieren de estos alimentos pues Japón es una isla y esto es lo que más abunda para satisfacer a una población que triplica la de nuestro país…
Por lo tanto, un día antes de comenzar la consabida Pascua, muy temprano en la mañana mi padre se dirigía al mercado de San Isidro, que en ese entonces se extendía sobre la calle Cosme Beccar, en donde había una fabulosa pescadería en la cual adquiría los productos que luego cocinaba, para delicia de toda la familia…
Aún me parece sentir el entusiasmo, con el que mi padre se instalaba en la cocina, desplegando sus dotes de gourmet para luego convocarnos a la mesa, ofreciendo fabulosos platos, que famélicos consumíamos con gran voracidad…
Siempre recuerdo esa mesa generosa, servida con tanto esmero por mi madre, con mi padre en su papel de chef y pensaba entonces, que no había sido en vano que en este mundo de violencia predominante, Jesús haya dejado su huella para reunirnos en la mesa y consumir un exclusivo plato de comida, servido con tanta algarabía con toda la familia reunida…
Y en absoluta paz…
Llevando a cuestas todo lo vivido, los convoco a reconocer que el mundo ya ha sido vapuleado con tanta violencia, que debemos ser capaces de reflexionar en esta travesía al levantar la copa, sintiendo desde nuestro corazón que ya hay demasiados motivos para celebrar el extraordinario milagro de estar vivos…
Si además hemos tenido la fortuna de compartir un hogar, de convivir con otra persona bajo un mismo techo y de merecer mediante nuestro propio esfuerzo, un plato de comida en nuestra mesa, eso ya es un absoluto privilegio de lo que solo algunos seres humanos de este impredecible planeta, podemos disfrutar…
FELICES PASCUAS…
4 comentarios:
Que linda descripcion de algo tan propio, gracias por compartirla. Amen
Precioso el recuerdo Marta. Muchísimas felicidades en estas Pascuas.-
Mirta nos dijo: GRACIAS!
Elsa nos dijo: Marta me gustó mucho conocer a tu padre através de tu historia.
Qué amor más profundo y qué determinación la de tu madre de abandonar su casa, su familia y sus comodidades para seguir al hombre que había sabido llegar a su corazón.
Me gustaría saber si algún día tú madre regresó a su casa y cómo fué ese reencuentro ( si lo hubo)
Lastima no poder conversar personalmente de tantas cosas !
Abrazos y felices Pascuas!
Publicar un comentario