sábado, 24 de abril de 2021

La grieta y los estereotipos (o los estereotipos y la grieta)

 

Vemos a diario en las redes sociales que se insulta y descalifica en las discusiones sin recurrir a la argumentación. Es así que, de un lado rápidamente se recurre a algunos de los siguientes calificativos: negro de m…ala entraña, cabecita negra, choripanero o planero, con una facilidad que asombra. Y no se duda en crear el estereotipo de que todo el mundo del otro lado de la grieta es un descerebrado y/o corrupto de siete suelas para poder así cohonestar su posición.

De la otra orilla, por su parte, se (des) califica con alguno de los siguientes epítetos: cipayo, oligarca, neoliberal, gorila, vendepatria, etc. Y el estereotipo que se construye es el de un ricachón con los colmillos chorreando sangre de explotados proletarios, gozando de su sufrimiento y deseando verlos cada vez más sumergidos (si son morochos, mejor).  

Estas conductas, tan generalizadas en las redes obedecen, creo yo, a que  para argumentar se requiere leer, estudiar, comparar, etc., que es siempre un esfuerzo intelectual mayor que simplemente hacer acopio de insultos y rótulos.

Y todo ello es causa y agravamiento de la famosa grieta, o como se la quiera llamar. Desde luego que no es lo mismo oír alguna de estas agresiones verbales en doña Paca de la otra cuadra, que de la boca de un funcionario más o menos encumbrado. A doña Paca le podemos perdonar o pasar por alto estos desafueros verbales de un signo o del contrario; pero el caso de los funcionarios es siempre de una gravedad mayor. La actitud de la vecina suele ser la consecuencia de las actitudes de los dirigentes. 

No recuerdo ninguna actitud de fomento de la grieta por medio de la descalificación, por parte de funcionarios de los gobiernos de Alfonsín, De La Rúa o Macri, para solo mencionar los no peronistas desde la recuperación de la democracia. 

Pero sí recuerdo a un Jefe de Gabinete del/la entonces presidente decir que: «De un lado estamos quienes defendemos el modelo nacional y popular de defensa de la industria nacional, bla bla bla; y del otro están los enemigos del país» (no es textual sino lo que recuerdo). También recuerdo a un destacado líder piquetero que agredió a golpes a manifestantes opositores y al día siguiente compartía el palco oficial con el/la primer/a mandatario/a y ninguna señal de reprobación. Y, más recientemente, una funcionaria que nada dijo acerca de los desafueros –propiciados desde la Casa Rosada– en oportunidad del sepelio de Maradona, pero que, refiriéndose a quienes no estaban de acuerdo con la cuarentena, decía que los quería ver presos y que se podían meter el barbijo en el ort… Si estas actitudes no fomentan la grieta, sería bueno que me dijesen qué cosa sí la fomenta.

Y también quisiera detenerme en quién fue el que tiró la primera piedra. Difícil saberlo, pero recuerdo: en los lejanos días de la primera década peronista, allá por los 50 del siglo pasado, no había oposición posible que pudiera manifestarse; estaba prohibido a cualquier partido, que no fuera el oficial, expresarse por radio; se expropió el principal diario opositor y a los restantes se les restringió la cuota diaria de papel; se desaforó y encarceló al diputado Balbín, por “desacato”, pero hoy mantenemos a una vicepresidente con numerosas causas penales y no se la desafuera para que enfrente esos juicios. También tuvimos a un senador con sentencia en al menos dos instancias pero se esperaba a que la Corte se expida definitivamente. Solo la muerte pudo extinguir la causa. 

Las varas con que se mide, suelen ser elásticas o flexibles.

¿Aprenderemos algún día a discutir con argumentos sin descalificar al oponente? ¿Aprenderemos que quienes no opinan como nosotros puede que tengan algo de razón y que sus argumentos nos pueden enriquecer? ¿Aprenderemos que unos y otros son argentinos para los que también hay que gobernar y respetar? 

Creo que no llegaré a verlo. 



sábado, 17 de abril de 2021

Lo previsible es la imprevisibilidad:

Yo creo que es una rotunda falacia afirmar que no vienen inversiones a nuestro país por la imprevisibilidad de las reglas de juego en política y economía. 

¿Quién dijo que en Argentina no es previsible un control de precios? ¿Alguien puede no prever que en nuestro país, de la noche a la mañana, se pueden cerrar las importaciones de clips para abrochadoras o de medicación contra el cáncer, así como de Biblias y calefones? Solo un argentino poco previsor puede no imaginarse que en algún momento no podrá extraer dinero de su cuenta bancaria cuando veranea en Uruguay. No me van a decir que nadie imaginó que irían por todo en la Justicia y en cuanta institución pueda suponer un obstáculo a sus planes.

Cuando, en épocas del finado Néstor, los precios comenzaban a “reacomodarse”, ¿no era previsible que terminaríamos con “sensaciones” superiores al 20%? Y, cuando ya estamos con tales “sensaciones”, ¿no nos estamos ya imaginando…? Mejor no decirlo.

Los que somos baquianos en estas cuestiones ya sabemos que todo esto es absolutamente previsible.  

¿No era previsible que interviniesen en la libre contratación de los alquileres? Desde luego que era previsible la infinita bondad de nuestro gobierno progre saliendo en ayuda de los locatarios y arruinando a los locadores, de tal manera que disminuirá la oferta de inmuebles para alquilar, lo que terminará perjudicando, también, a los locatarios. Conociendo los genes del “movimiento nacional” esta intervención era absolutamente previsible. ¿Por qué esa insistencia en obligar a un particular a hacer beneficencia? Sería bueno tener una ley que mande a los legisladores a que, antes de votar leyes que obligan a terceros a ser filántropos, lo hagan ellos mismos con su patrimonio. Pero esto solo se me puede ocurrir bajo los vapores etílicos del tintillo nuestro de cada día; estando sobrio, me percataría de que son ellos mismos los que legislan. 

Si se pincha un caño de agua, podemos tapar la pérdida con el dedo o con un chicle. También podemos cerrar la llave de paso. Pero está claro que ninguna de esas medidas soluciona el problema. También es evidente que la culpa no es del agua, a la que no podemos acusar de malvada ni caprichosa. Uno debe garantizarle al vital elemento un cauce seguro y natural por donde fluir de modo que no se le ocurra tomar caminos inconvenientes.

Parece ser que en Uruguay, además de buenos plomeros, hay mejores políticas económicas, porque a nuestros vecinos no se les ocurre comprar dólares a pesar de que, libremente, se venden por doquier. Tampoco los veo desesperados tratando de traer sus ahorros a la Argentina. Y eso me da que pensar que los técnicos que asesoran a nuestro gobierno son de los que creen que el problema se soluciona con el dedo o el chicle en la pinchadura. Por ello, en vez de averiguar por qué la gente prefiere ahorrar en dólares, le ponen restricciones a la compra; en vez de pensar por qué los argentinos quieren llevar sus ahorros al Uruguay (o a Bahamas), nos ponen todo tipo de restricciones a la adquisición de divisas. Cuando las cuentas no cierran, cuando los dólares se fugan, no analizan los porqués, sino que actúan sobre los efectos limitándonos en nuestras libres decisiones.

Controles de precios: Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Fiel a este apotegma, nuestros esclarecidos dirigentes se embarcan en cruzadas de controles de precios que nos llevarán a tropezar, no por segunda, sino por enésima vez con semejante obstáculo. No importa que, ya en época de los romanos, se intentara este tipo de intervención en la economía (se llegó hasta aplicar la pena de muerte) con resultados desastrosos. No importa que en épocas más recientes de nuestro país, se haya aplicado políticas semejantes con iguales resultados. Total, ante el previsible fracaso, fácilmente se encontrarán responsables entre los especuladores, agiotistas, capitalistas, cipayos y vendepatrias de siempre. Controlar, un poquito aunque sea, el gasto o la corrupción hubiese sido lo imprevisible.

Escasez de productos importados: 

El siguiente es un divague de mi cosecha para ejemplificar cómo una medida aparentemente positiva (para algunas mentes nobles y progres) puede tener consecuencias imprevisibles (para esas mentes) pero muy previsibles para quien se detenga un momento a pensar.

Ficción: El Sr. Juan Pérez (Inspirado en el Sr. González de Rolando Hanglin.  Le cambié el nombre, porque si no, sería plagio en lugar de homenaje).

El Señor Juan Pérez, con la indemnización que le dieron por despido, decidió jugarse a una inversión de riesgo. Puso un sushi bar, teniendo en cuenta el furor que esa dieta está haciendo por estos días. Contrató a un sushiman, dos ayudantes de cocina, un par de mozos y algún motoquero, para el delivery. Todo marchaba sobre rieles (no me refiero a los rieles de TBA, desde luego), los productos eran excelentes, la atención esmerada, el local estaba puesto con muy buen gusto y los precios resultaban razonables. El Sr. Pérez pensaba que, después de todo, había sido buenísimo que lo despidieran; le estaba yendo razonablemente bien y, además, podía dar trabajo a varias personas, lo que era su gran orgullo… 

Nuestros siempre esclarecidos gobernantes, decidieron, previsiblemente, ante la falta de dólares, que habría que cerrar la importación de salmón. Después de todo, ¿a quién le importa que algunos chetos no puedan comer sushi? El interés del país está por encima de esas pequeñeces. 

Cuando el Sr. Pérez vio que no podía conseguir salmón, la cosa se le puso fea. Todos los clientes entendieron perfectamente que el tema era ajeno a su voluntad. Las otras variedades que ofrecía el Sr. Pérez eran también muy buenas, pero… francamente, para comer sushi sin salmón, era preferible una muzza con anchoas y fainá, que sí se consigue (por ahora). El Sr. Pérez tuvo que cerrar. Los motoqueros, mozos, y ayudantes, allá fueron a tratar de conseguir otra colocación. El Sushiman no tuvo tanta suerte, porque muchos sushi bares también cerraron y solo consiguió empleo como lavacopas. Ahora el Sr. Pérez está sin trabajo y se “comió” la indemnización. Pero tiene mucha suerte: lo mantiene la suegra… La última vez que lo vi, fue a la orilla de una dársena, en Dock Sud. Mientras se ataba un adoquín al cuello, alcanzó a decirme: «A esto se le llama previsibilidad en las reglas de juego, ¿vio?.

Cualquier parecido con la realidad puede interpretarse a gusto del lector. Por lo visto, para el Sr. Pérez y sus empleados, no es tan superficial ni frívolo quedarse sin salmón.

miércoles, 7 de abril de 2021

Lecturas...

 La trampa populista. De Enrique Szewach. 

Aguda disección de las entrañas del populismo con ideas que uno intuye pero que están aquí bien explicadas. Vale la pena extenderse sobre algunos conceptos.

Algunas citas:

Desconocer las formas básicas de la convivencia política establecidas en normas constitucionales y legarles y actuar de espaldas al respeto a las formas, nos ha generado algo mucho peor: miles de muertos, mucha violencia, mucho odio.

Otra:

Cuando las instituciones se vuelven limitantes de la discrecionalidad, ante cualquier problema, la política argentina, al menos a través de sus representantes mayoritarios, no duda en acabar con las instituciones, en borrar con el codo lo que se escribió con la mano.

Otra, algo extensa, pero muy didáctica acerca de la estatización de las AFJP:

Siempre contando con la complicidad explícita o implícita del resto del populismo local, el populismo kirchnerista encontró la "solución". La forma de inventar un fondo anticíclico de la nada fue expropiar los fondos de pensión que administraban las AFJP y terminar con el régimen de 14 años del sistema de capitalización de los aportes jubilatorios. Esta expropiación le permitió reducir, de un día para el otro, la deuda pública en poder del sector privado en unos 150 mil millones de pesos y, a la vez, convertir en un impuesto, en ingresos del fisco, los aproximadamente 12.000 millones de pesos anuales que, hasta ese momento, eran "ahorro" de aportantes a las AFJP y que se convirtieron en un impuesto para financiar el gasto público presente contra la promesa de recibir una jubilación en el futuro. Es decir, se redujo la deuda pública explícita en los bonos que poseían los futuros jubilados a través de las administradoras de fondos de pensión, pero se incrementó la deuda pública implícita con el nuevo compromiso del Estado de pagar una jubilación a los nuevos contribuyentes al sistema público de reparto. [...]

Lo curioso, o no tanto, es que esta expropiación no generó un conflicto de magnitud, como lo había sido el intento de fines del 2001 y principios del 2002 de "acorralar" primero y de pesificar después los depósitos bancarios. No generó demasiadas protestas, porque las cuentas personales de los fondos de pensión, ya sea por mala difusión o por poca información, o por la larga tradición "cortoplacista" ya comentada, siempre fueron vistas como un intangible. Se vieron como una dudosa promesa futura, más que como una concreta realidad, de manera que la expropiación de dichas cuentas y su pase al Estado no fue percibida por la mayoría de la sociedad como un ataque directo a su bolsillo.

Algo similar ocurre con la transformación del "ahorro mensual" que significaba el aporte a una AFJP, por un "impuesto" contra la promesa futura de una jubilación. Aquí tampoco fue afectado el bolsillo de corto plazo. Es el mismo dinero el que nos sacan hoy como impuesto, que el que nos sacaban ayer como aporte. Nuestro ingreso disponible no ha variado. 

El recurso de la expropiación de las AFJP como alternativa a un fondo anticíclico que no existía, o a un incremento conflictivo de los impuestos, para financiar la suba del gasto público en un contexto recesivo resultó, entonces, una elección poco conflictiva comparada con el intento de la 125 y, además, apoyada por un amplio espectro político que, independientemente del método, se opuso siempre a la existencia de un sistema de capitalización en las jubilaciones, al no entender que la demografía y los cambios en la expectativa de vida impiden que se sostenga un sistema de reparto razonable en el tiempo. Pero el populismo, como vimos, maximiza el corto plazo y prefiere tener otro grupo cautivo, como los jubilados, apropiarse de esos fondos para repartirlos ahora y después se verá. 

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La Templanza. De María Dueñas. 

Otra estupenda novela de esta autora a la que habrá que tener muy en cuenta. Ambientada en México, Cuba y España de mediados del siglo XIX, nos cuenta las aventuras y desventuras de un exitoso minero español, radicado en México, que, por cuestiones inesperadas pierde la casi totalidad de su fortuna. En garras de un usurero, a quien acude empeñando lo poco que le queda, tiene que correr una carrera contra reloj, para poder devolver el dinero prestado. Esa carrera loca lo lleva a Cuba, donde en una afortunada noche de apuestas insólitas, se hace con propiedades de gran valor en España, a donde va en busca de vender todo para saldar sus deudas. Lo que allí ocurre está fuera de toda previsión del lector, pero la acción que maneja la escritora con soltura, transcurre entre previsibles amores, dramas familiares, estafas, imposturas y otros condimentos que hacen la lectura sumamente atractiva. Es notable el conocimiento de Dueñas de los usos y costumbres de esos lugares, en aquellas épocas, así como también los entresijos de la minería mexicana, el comercio de La Habana y la industria del vino en Jerez, España

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Eminencia. De Morris West. 

La trama de desenvuelve ágilmente a través de los embrollos de la política vaticana, las secuelas de la Guerra Sucia de Argentina, las pasiones personales y sentimentales del protagonista (un cardenal con alto rango en el Vaticano) y un enredo de corte policial con un ayuda de cámara del papa que, a su fallecimiento, roba ciertos documentos con los que obtiene buenos réditos vendiéndolos a la prensa. Se cuentan pormenores de lo que es y cómo se desenvuelve la elección del nuevo papa con un lujo de detalles que, en mi ignorancia, no sé si son ficción o corresponden a la verdad. Lo curioso es que en la ficción ocurren cosas que luego pasaron en forma parecida en la realidad.   

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Celín. De Benito Pérez Galdós. 

Breve fantasía acerca del sueño de una muchacha. Interesantísima forma de contar la historia, en la que el narrador, parece basar todo el relato en los escritos de otro narrador (algo parecido al Quijote), supuestamente muy versado en esta historia. Incluso, a veces, inserta comentarios del tipo de: “En esto, Gaspar Diez de Turris (el segundo supuesto narrador) no es muy explícito”. Cosas maravillosas que ocurren en el relato (como la “movilidad” de la ciudad y de su fantástico río), nunca llegamos a saber si ocurren en el sueño de la niña o si forman parte de la realidad contada por Diez de Turris. No deja de estar presente le ironía de BPG al contar que se anunciaba como si fuese una romería, los fastos que habría en la ciudad a propósito de ajusticiamientos y corridas de toros. Transcribo: 

Espléndidos Autos de fe en Turris, los días 2 y 5 de brumario. Sesenta víctimas a la parrilla. Toros el 3, de la ganadería de Polvoranca. Congreso de la Sociedad de la Continencia. Juegos Florales. Torneo. Veladas con manifiesto en el Ateneo. Regatas. Iluminaciones y Tinieblas, Gran Rosario de la Aurora, con antorchas, por las principales calles, etc, etc. 

También, en otro párrafo, hace mención a que estaban todavía en el cadalso los ajusticiados «por ser salteadores de caminos o periodistas que criticaron al gobierno».

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El padrino. De Mario Puzo. 

Gran libro sobre el que se hizo esa magnífica película. Su lectura es apasionante y nos va llevando por los tortuosos mecanismos de las organizaciones mafiosas, con detalles y características de sus personajes que, el cine, por su propio lenguaje, no podría describir con tal grado de detalle. Incluso nos cuenta un poco la historia, poco conocida, del origen de la Mafia en Sicilia, como una organización, delictuosa claro está, formada por gente humilde del pueblo para protegerse de los poderosos a los que siempre la ley favorecía. Esta organización, poco a poco, fue transformándose en lo que terminó siendo: protectora de sus propios intereses. Magnífica la caracterización de los personajes, con sus debilidades, fortalezas, mezquindades y también grandezas.

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Crónicas africanas. De Fernando Duclos.

Interesantes crónicas de viaje de un joven argentino que recorre algo así como catorce países de África, con su mochila al hombro. Para un grado de cultura como el mío (no quiero hacer generalizaciones), todo el continente, al sur del Sahara es una confusión de nombres de países que no se pueden ubicar en el mapa, y cuyas costumbres, etnias, religiones, suelen estar muy estereotipadas gracias a algunas fotos y videos de turistas que nos muestran “guerreros” Masai haciendo danzas rituales o mujeres con una criatura enancada en sus caderas y sus pechos al descubierto. Todo muy pintoresco pero poco realista. En el relato vemos cuán distintas costumbres, idiomas y religiones puede haber entre países muy cercanos entre sí. No todo son leones y elefantes en el atractivo del misterioso continente. 

En un arranque de inmodestia, me siento tentado a compartir algo que yo escribí acerca de la fascinación del África en mis fantasías infantiles. 

…Mis lecturas finalmente alcanzaron la historia del Hombre desde sus orígenes, y esos orígenes llevan inexorablemente al continente de mis sueños. Por ello creo que al África no se va;  al África se vuelve. ¿Volveré algún día?

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Martín Aldama. De Félix Luna. 

En su faceta de historiador, FL demuestra siempre la calidad de su prosa y lo atinado de sus observaciones, con la mayor objetividad que se pueda pretender de un historiador. Aquí, en cambio, nos regala una novela ambientada en los años previos y posteriores a la Revolución de Mayo; desde las Invasiones Inglesas hasta la muerte de Belgrano.

Elige como narrador de la novela a un joven porteño que, siendo muy joven, adhiere a los ejércitos en formación de la época con el objeto inmediato de repeler dichas invasiones y el superior motivo de la independencia y la formación de una Nación. Este “porteñito” escribe sus memorias que terminan conformando la novela. Aquí FL demuestra que por ninguna razón sería capaz de abandonar su esencia de historiador y nos relata pormenorizadamente los sucesos de esos convulsos años vistos desde adentro, contándonos lo que las historias formales no suelen contar, como ser la vida de los soldados en el día a día, sus angustias y sus privaciones sin cuento. También la existencia de esclavos que, por ser nuestra estructura económica y productiva tan distinta a la de los países tropicales, recibían un trato muchísimo más considerado y humano, si cabe la expresión para quien no posee su libertad. Los pormenores e intereses que se tejían y destejían en esos tan revueltos años son relatados con cierto detalle. 

Exalta, como pocas veces he leído, la personalidad del General Belgrano, visto desde la intimidad y dejándonos ver, sin contarlo, la grandeza y desinterés personal en toda su carrera.

Esto es una lección de historia sin dejar de ser una novela en toda regla. 

Y todo eso sin dejar de citar a Samaniego, a Calderón de la Barca o a Lope de Vega, en atinados párrafos que vienen a cuento de lo que está sucediendo. Todos ello recitados por un personaje muy erudito de oídas, pero certero en el recitado. 

Soliloquio de Segismundo de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca.

Soneto de Lope de Vega: “Quiere, aborrece, trata bien, maltrata…”

Samaniego: Subió una mona a un nogal/y cogiendo una nuez verde…

Incluso se permite una ironía cuando dice: “No nos une el amor, sino el espanto”. A lo que el narrador le pregunta a quién pertenece esa sentencia y él responde: “Ese verso no se escribió todavía…”


viernes, 2 de abril de 2021

La batalla cultural


La batalla cultural está siendo ganada por la izquierda en su versión progre y Nac&pop.

Las izquierdas en general tomaron conciencia de que la vía armada no era la solución, habida cuenta de la sistemática derrota frente a ejércitos regulares o, en algunos casos, un empate que solo sirve para adecentar a los asesinos vestidos de revolucionarios. Asimismo, pensar que la clase obrera sería quien llevaría a cabo la famosa Revolución, pasó a ser una amarga decepción, viendo no solo que los proletarios de las naciones desarrolladas no están de acuerdo con estas mesiánicas ideas, porque viven cada día mejor pagados, sino que los pobres de naciones periféricas arriesgan sus vidas para llegar a países donde se practica una economía razonablemente libre (sobre todo libre de ideas socializantes) y donde se puede acceder a un aceptable grado de prosperidad mediante el esfuerzo personal. 

Entonces tuvieron que plantear la lucha en otros términos; ¡y la están ganando!

Por un lado, la cooptación de la cultura, tanto en medios académicos –sobre todo en carreras humanísticas– como en medios literarios o artísticos. 

Es así que, en estos ámbitos, prevalecen en forma absoluta los pensamientos de izquierda. Esto no sería criticable si ese fuera el resultado de estudios serios que contrasten estas doctrinas con otras, como las liberales o aún las conservadoras o si no fuese por la frecuencia con que se mete ideología disfrazada de conocimiento. 

Por otro lado, creando conflictos a partir, no ya del proletariado, sino de minorías étnicas, sexuales, de nacionalidades u otras. 

Es por ello que impulsan (y hasta creo que subvencionan) movimientos de minorías real o supuestamente explotadas, marginadas o perseguidas, con el único propósito de crear o agravar conflictos destinados de demoler el orden social, económico y cultural. Esto ocurre sobre todo en Occidente y culpando al capitalismo como fuente de toda injusticia, desigualdad o discriminación. Poco dicen, por ejemplo, de la brutal marginación y maltrato que sufren las mujeres en Oriente Medio solo porque no es Occidente. 

Insertas en esta estrategia, hacen campañas contra el lenguaje, contra la «sociedad patriarcal», contra el «sexo binario» y a favor del «género autopercibido» entre otras. Y en todas ellas van logrando éxito en mayor o menor grado. 

La «Sociedad Patriarcal»: por más que en Occidente sea donde la sociedad le da mayor libertad a la mujer, es allí donde el movimiento feminista actúa con mayor furor. Reclaman contra una supuesta desigualdad salarial que no pueden comprobar de ningún modo. 

El movimiento feminista se ha radicalizado con distintos recursos, como por ejemplo el lenguaje inclusivo (ese estrafalario invento que nadie puede explicar de qué manera ayudará a una supuesta inclusión de las mujeres) ya ha sacado carta de ciudadanía y lo hemos visto en más de un documento oficial. Sabido es que las lenguas se modifican en forma constante y no debería asustar a nadie que ello ocurra. Pero la modificación de ellas viene de abajo para arriba y no al revés, con imposiciones autoritarias.

La política de género ha logrado insertar en la espantosa ley de aborto frases como esta: «toda mujer u otras identidades con capacidad de gestar…». Semejante esperpento, con toda seguridad obra de algunos cacasenos redomados, no merece mayor análisis, pero en algún formulario que tuve que llenar, decía: Sexo y daba tres opciones; Masculino, femenino y «otros».

Hace rato que se veía como inevitable que el aborto se legalizaría y así fue, por más que se hayan esgrimido argumentos absolutamente falaces como que «de todos modos se seguirán practicando abortos…». Con parecido criterio deberíamos legalizar la violación. Y para esto, por ridículo que parezca, habría argumentos más sólidos: si la violación fuese legal, el violador no se vería forzado a matar a la violada ya que no tendría temor a que lo denuncie. Con ello salvaríamos algunas vidas, tal vez más de las que se salvarían con el aborto legal. Pero que, además sea gratuito, es un atropello a todos aquellos que practican una sexualidad responsable y un notable estímulo a la irresponsabilidad en las conductas sexuales.

Otro mamarracho que se ha impuesto, es el del «género autopercibido». Con ello pretenden que uno pueda adoptar el «género» que se le ocurra. Es obvio decir que por más que yo me perciba mujer, no dejaré de tener los genitales masculinos y produciré solo espermatozoides y jamás óvulos. Y este engendro permite, por ejemplo, que un futbolista mediocre, sin poder ubicarse en un equipo masculino, se autoperciba mujer y exija que lo admitan en la liga femenina. Ni qué hablar de un boxeador… O del caso, tal vez no real pero sí probable, del violador que se “autopercibe” mujer y lo llevan a una cárcel de mujeres, con los resultados previsibles. 

También se ha instalado la figura penal del «Femicidio». No pretendo entrar en un análisis técnico de la figura legal que intenta prevenir estas conductas, pero imagino que cualquier código penal contempla el agravamiento de un homicidio por el vínculo entre el homicida y la víctima, como así también se contempla la alevosía en caso de ostensible disparidad de fuerzas o recursos defensivos. Es así que nos encontramos con una manifiesta desigualdad ante la ley, porque igual delito, si es cometido por una mujer contra su pareja, no es sancionado con igual pena.

También sacó carta de residencia el Garantismo, mediante el que se trata al delincuente como víctima de la sociedad y merecedor de consideraciones que no suelen tenerse con sus víctimas cuando, en un intento de defenderse, el agresor resulta abatido o lesionado. Entiendo que no es lo mismo la legítima defensa que la justicia por mano propia. Pero también hay que tener en cuenta que nada hubiese ocurrido sin la agresión del delincuente. También hay que considerar, en este último caso, que el «justiciero» actúa generalmente bajo una emoción violenta y no premeditada. Este justiciero no suele andar por la vida atacando ni violentando a sus semejantes como sí hace el ladrón que hace del delito su forma de vida. 

Con respecto los Derechos humanos, es obvio, y avergüenza tener que decirlo, que deben ser para todos sin distinción de banderías políticas o ideológicas, cosa que está lejos de ocurrir en nuestra sociedad.

Otro espantoso mamarracho es el cupo femenino. Mediante esta aberración jurídica, se premia a ciertas personas solo por portar ciertos genitales. Imaginemos que un partido político pequeño no cuenta con suficientes mujeres capaces para la función: ¿deberá recurrir a la primera que pase por la puerta de su local partidario? ¿Y si fuese al revés? Si no cuenta con suficientes varones, ¿ocurriría otro tanto? Por lo que se debe luchar es por la igualdad ante la ley (en este y en todos los casos), luego se tratará de vencer ciertas prácticas culturales y de conductas particulares que pueden quedar vigentes un la sociedad. Es obvio que la igualdad debe ser ante la ley y no mediante la ley.

A la vista de estas incongruentes ideas, no faltará mucho tiempo para que esas «otras identidades de género» reclamen su cupo en puestos políticos o gerenciales. Tendremos entonces un cupo para varones, otro tanto para mujeres y lo mismo para transexuales, homosexuales (de uno y otro sexo), intersexuales, polisexuales, asexuales y otros. Eso sí; ¡todos con igual porcentaje!


Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...