En una discusión con un amigo, yo opinaba que el modelo político y económico de Chile, era muy superior al nuestro. A este planteo, él me retrucó que, habiendo estado en Chile, pudo apreciar que hay una miseria espantosa, muy superior a la nuestra…
Eso me recuerda las opiniones de quienes vuelven de una visita a Cuba que, no casualmente, concuerdan con la posición política previa; los amantes del progresismo de izquierdas, cuando no de la izquierda más radicalizada, no paran de cantar alabanzas a lo que allá vieron. Por su parte, quienes son más amigos de las democracias liberales, nos cuentan las privaciones sin cuento que en la caribeña isla se padecen.
La discusión con mi amigo a que hago referencia ocurrió allá por 2015 o 16. Lo aclaro para que no se piense que dejo fuera al gobierno de Macri en un intento de protegerlo. No es así, incluso creo que durante ese mandato, no se cambió en lo sustancial, esta forma de hacer política económica.
Decidí entonces recurrir a datos concretos. Hice una comparación de la evolución del PBI y del PBI/h de varios países de Sudamérica, para ver cómo hemos hecho las cosas en las últimas décadas. La comparación está hecha con datos del FMI y de Naciones Unidas, desde 1980 para acá, para no ir tan lejos.
Es importante tener en cuenta que esos 36 años son más que suficientes para que un país pueda mostrar una tendencia y, si fuera el caso, salir de una profunda crisis para elevarse a niveles de primer mundo. Digo esto porque, tanto Alemania como Japón, después de la devastación sufrida en la Segunda Guerra Mundial, al cabo de un período similar, ya eran nuevamente potencias en lo económico y habían sacado a la casi totalidad de sus habitantes de la pobreza a que habían llegado al final del conflicto. Ni hablar del espectacular progreso de Corea del Sur que de ser, hace algo más de 50 años, una economía agrícola con una población muy pobre, llegaron a ser lo que hoy son.
Algunos datos. El PBI de Argentina creció de 1980 a 2015 un 175%. Muy modesto si lo comparamos con Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay. Uruguay, que es quien tuvo el crecimiento más leve de los mencionados, creció un 474%. Siguen, en orden ascendente, Colombia con 541%, Chile y Perú con algo más de 880% y Brasil con un sorprendente ¡1008%! (a pesar de la fortísima caída del 31% en el último quinquenio).
Si analizamos el PBI/h, que es un dato que nos acerca más a la calidad de vida de los habitantes, también tenemos sorpresas: en 1980, Argentina lideraba con holgura el lote de estos países con U$S 8.800, cuando Uruguay, el segundo, alcanzaba un humilde U$S 3.800.
En 1990, seguíamos liderando el grupo (a pesar del importante retroceso sufrido llegamos a ese año con U$S 5.122), pero ya no tan holgadamente porque Uruguay, que mantenía el 2º puesto, mostraba un retroceso muy leve y llegaba con U$S 3.328. Brasil, por su parte, fue el que mostró un progreso más importante pasando de U$S 1.257 a U$S 3.180 (253% de incremento).
Durante los 90, Argentina no hizo tantos papelones; si bien no mostró el mayor incremento en este rubro (aumentó un 178% contra un 213% de Uruguay), le alcanzó, sin embargo, para seguir liderando el grupo con U$S 9.126, quedando el 2º puesto otra vez para Uruguay, pero ya más cerca con U$S 7.091.
En 2010, ya fuimos relegados ¡al cuarto puesto! detrás de Chile, Uruguay y Brasil, en ese orden. Para 2015, recuperamos el tercer puesto merced al brutal retroceso de Brasil.
Todo ello me lleva a pensar que estamos haciendo las cosas francamente mal. Tengo la sensación de que nos pasamos la vida pensando que la culpa la tiene este o aquel gobierno. Que si no fuese por tal o cual desdichado político de hoy o de hace 70 años, estaríamos mucho mejor. Que el origen de todos los males radica en la política llevada a cabo por los militares, por los civiles, por los de la derecha o por los de la izquierda. Que la culpa es del imperialismo o de los términos del intercambio.
Si echamos una mirada al mundo, veremos que algunos países han progresado genuina y sostenidamente. Por suerte, en este lote de países prósperos, no se encuentran solamente los llamados países centrales, con su fama de imperialistas y de haber conseguido su bonanza a expensas del resto del mundo. Por el contrario, hay numerosos países que nada tienen de ello y han prosperado. Solo para mencionar algunos: Nueva Zelanda, Corea del Sur, Singapur, Irlanda, Canadá, Australia. Y más cercanos a nosotros, vemos que Chile, Brasil, Uruguay y Perú (y probablemente haya más ejemplos), han tenido mejor desempeño que nosotros. En muchos aspectos, todavía podemos pensar que estamos mejor que ellos y es cierto. Pero si analizamos los puntos de partida, veremos que no tenemos mucho para enorgullecernos.
Esos países existen en el mismo mundo con las mismas reglas internacionales y conviven con los mismos imperialismos que nosotros. Cuesta creer que seamos tan especiales que los imperios se dedican impedirnos crecer y desarrollarnos solamente a los argentinos.
Podríamos entonces imitar a aquellos países en algunas políticas.
Datos de la realidad:
Se discute largamente si es preferible el modelo socialista, marxista o estatista al modelo capitalista, liberal o de mercado. Más que la discusión teórica sería bueno comparar el desempeño de los países que tomaron uno u otro camino y veremos que la realidad (que es la única verdad, según dijo alguien a quien suele citarse como fuente de toda sabiduría) nos muestra claramente cuál es el mejor camino a seguir. Como dijo una estadista de primer orden: «El peor enemigo del comunismo no es el capitalismo; es la realidad».
No soy experto en economía, nadie lo duda, pero me aventuro a incursionar en algunos temitas que carcomen mi menguado caletre.
Creo que algunos conceptos de la teoría económica, son contraintuitivos. Hemos oído hasta el cansancio que “hay que proteger nuestra industria” y, para ello, se toman una serie de medidas en ese sentido, como ser la protección arancelaria para las importaciones, las políticas de “compre argentino”, cuando no el cierre liso y llano de las importaciones.
A primera vista, hacer todo lo contrario va contra lo que parece evidente; si abrimos las importaciones, parece inevitable que nuestra industria no podrá competir y finalmente sucumbirá, con lo que quedará mucha gente sin trabajo.
Hasta allí la cantinela que hemos oído hasta el hartazgo y que va a favor de lo que parece tan evidente…
Pero ¿nos hemos puesto a pensar cómo hicieron otros países para tener industrias que sí pueden competir y con éxito? La primera respuesta es que ellos primero se industrializaron y luego abrieron sus economías a la competencia internacional. Bien, eso podría ser cierto para los países que primero llegaron a ese estatus, pero no es aplicable a países como Corea del Sur, que hace poco más de medio siglo tenía una economía agrícola de subsistencia y hoy exhibe un poderío industrial que compite en todo el mundo. Y no es un país imperialista. También tenemos los ejemplos de Australia, Canadá o Nueva Zelanda, que no solo no fueron imperialistas sino que sí fueron colonias y hoy exhiben un estándar de vida envidiable.
Entonces, una vez más conviene recurrir a datos fríos de la realidad: Si analizamos las economías más libres y abiertas del planeta, vemos que los países más ricos y con menos desigualdades sociales son aquellos que tienen las economías más abiertas del planeta. La correspondencia entre estos distintos datos, nos lleva a pensar que, necesariamente hay una relación causa/efecto. ¿O debo dejar el tintillo?