No hay conquista social que pueda sostenerse sin prosperidad económica.
Toda conquista, beneficio, subsidio o derecho que se otorgue a un sector, es a expensas del resto de la población. Mientras más subsidios se otorguen, más pesada es la carga para el resto de los contribuyentes, lo que obliga a que más personas abandonen su situación de "aportantes" para pasar al sector de "beneficiados". esto lleva inevitablemente a más pobreza y exclusión, cuando los recursos no alcanzan.
La distribución del ingreso
Debemos tener en claro que cualquier distribución de bienes o servicios que se pretenda, es posterior a la creación de ese bien o servicio; nadie puede distribuir, a título gratuito u oneroso, algo que no fue creado aún.
Luego, es de buen criterio que se debería dar fomento a las condiciones para que se cree la mayor cantidad de bienes en la sociedad. Si todo es escaso, por muy buena distribución que se haga, solo habrá escasez para repartir.
Y es el afán de lucro privado lo que genera la riqueza, no solo del empresario o el innovador sino también de sus trabajadores, proveedores y clientes.
En síntesis, no hay conquista social genuina que pueda sustentarse sin prosperidad económica. Sin este requisito cualquier beneficio que se logre, será para un sector a expensas de otro o de una crisis futura.
Hay que proteger la industria nacional
Supongamos que Alemania o cualquier país superdesarrollado, fabrica camisas de gran calidad y las vende a 20 euros la unidad. Pero, imprevistamente ingresan al mercado unas camisas coreanas (del Sur) a 10 euros y la calidad no es inferior; incluso tienen algún detalle que las hace más deseables.
Los consumidores festejan de alegría, pero los industriales y el Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria Camiseril Alemana (SOEICA), ponen el grito en el cielo clamando por protección arancelaria para que no queden 300 (o 500 o 1000) familias sin trabajo. «¡No podemos competir porque los coreanos tienen trabajo esclavo y nosotros tenemos que defender nuestras conquistas sociales!». Esta frase suena más argenta que teutona, pero es solo un divague.
Aquí se abren dos caminos:
1) El gobierno es progre (populista, dirán los liberales de la derecha recalcitrante) e inmediatamente pone un arancel del 100% a las camisas importadas. Los sindicalistas y los industriales aplauden y los consumidores, en general no están muy contentos que digamos, porque ahora tienen 10 euros menos para gastar en ir al cine o comprarse un kilo de asado los domingos (o salchichas, ya que son alemanes) o en cualquier otra cosa que, tal vez, provendría de una industria local más eficiente. Con el tiempo, otros sindicatos quisieron igualar estas “conquistas” y todo se encareció, quedando bien posicionados los que estaban amparados, mafiosamente, por sindicatos con poder de fuego y siempre a expensas de desocupados, jubilados, etc.
2) El gobierno es liberal (de derecha endemoniada, dirán los progres) y no accede a tal cosa, diciendo: «Tengan en cuenta que los coreanos pagan los sueldos que su economía permite pagar. Si Uds. pretenden seguir cobrando los salarios de que disfrutan actualmente, aumenten la productividad de su trabajo o bien dedíquense a aparatología médica, a la industria farmacéutica o a la robótica; si van a seguir haciendo camisas, ganen lo mismo que los coreanos y compitan con ellos».
Los alemanes se dedicaron a otras cosas y con eso van tirando, aunque hay quien diga que tienen más pobres que nosotros…
Los coreanos, con el tiempo, comenzaron a ganar mejores sueldos y sus camisas no se encarecieron gracias a una mayor capitalización que permitió aumentar la eficiencia de su trabajo. A pesar de ello, llegaron los vietnamitas con camisas a menor precio y... Entonces, los coreanos se pusieron a fabricar teléfonos celulares y con eso van tirando. Y la rueda de la historia nos demostró quién tenía razón en este problema.
Como decía un autor que leí hace un tiempo. «Una medida económica, para ser considerada positiva, debe sostenerse en el tiempo y debe ser buena para el conjunto de la sociedad y no para un sector». [ "La economía en una lección" de Henry Hazlitt]. Traducido sería: dejen de hacer camisas y dedíquense a otra cosa o bien ganen lo que ganan los vietnamitas y compitan con ellos.
El salario mínimo y los precios máximos
Con sanísimas intenciones, una y otra vez se recurre a estos artificios por los que se obliga a vender por debajo de lo que uno quisiera y a contratar por encima de tal pretensión. En el caso de los precios máximos, su reiterado fracaso no desalienta a los poseedores de aquellas sanas intenciones que antes mencionábamos. Nadie se pregunta de dónde surge el derecho a obligar al dueño de una mercadería a venderla por un precio que no lo satisface. Lo que invariablemente se consigue es el desabastecimiento o la baja de la calidad del producto. Se trata siempre de administrar febrífugos en lugar de atacar las causas. Lo que ocurre es que las causas son provocadas, invariablemente, por quien luego quiere bajar la fiebre. Hay algunos ejemplos para demostrar este terrible error; sirve para ello la Alemania de la inmediata posguerra, donde la miseria generalizada persuadió a los interventores aliados a fijar precios máximos. Ni bien pudieron las autoridades alemanas tomar el control y liberaron los precios, se acabó con el mercado negro, el desabastecimiento y ¡los precios bajaron!
Algo parecido podemos decir del salario mínimo. Todos quisiéramos que cualquier salario alcanzara para que el que lo recibe pueda vivir dignamente. Pero el valor del salario, no se puede establecer por decreto. Lo que se consigue con ello, es que, quienes se quedan sin empleo, son los menos calificados, que aceptarían trabajar por algo menos que el mínimo establecido. Y, el potencial empleador no contrata a alguien para tareas de baja calificación, si tiene que pagar por encima de ese mínimo arbitrario.
Hace poco leí una comparación muy lograda: "El salario mínimo se asemeja a una ciudadela sitiada. En su interior, los que trabajan y que no esperan compartir nada, han construido en torno de la ciudadela una muralla lo más alta posible: se llama salario mínimo". [tomado de "La solución liberal" de Guy Sorman]. Demás está decir que los custodios de dicha muralla, son los sindicalistas.
Y colorín colorado, seguimos aplicando recetas que han fracasado una y otra vez y no aplicamos las que sí han demostrado ser exitosas.
1 comentario:
Mirta nos dijo: siempre tan actual.especialmente ahora que se vendra el despilfarro de papeles pintados. Abrazo
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