miércoles, 5 de enero de 2022

La ética de la emergencia

Hace poco publiqué esto en FB, pero como nuestra realidad no cambia, estos comentarios no pierden actualidad y es por ello que insisto. Es que nos empeñamos en aplicar siempre las mismas "recetas" a los problemas sin que los reiterados fracasos nos convenzan de buscar otros remedios para la misma enfermedad. Llego a creer que no se busca erradicar la pobreza sino "maquillarla" o esconderla porque, según dijo un esclarecido ministro, hoy devenido gobernador, publicar los índices de pobreza "estigmatiza a los pobres". Yo creo que esos índices estigmatizan a los responsables de las políticas económicas.

Está claro para cualquiera que utilice medianamente sus neuronas, que los “planes asistenciales” no sacan de la pobreza a los supuestos beneficiarios, por el contrario, allí los mantienen envileciéndolos.

Seguramente que las almas caritativas que tanto abundan dirán que no se puede dejar morir de hambre a tanta gente ni condenar a los niños a una infancia de privaciones con consecuencias siempre indeseables para su vida de adultos.

Pues bien, la respuesta cae de su peso: ante una emergencia (incendio, epidemia, terremoto, inundaciones no previstas, descarrilamiento de trenes o naufragios), la ayuda no solo es deseable sino necesaria y de sentido común. Pero si la pobreza es una situación permanente y el número de pobres aumenta constantemente, es porque algo funciona mal y en el análisis del problema y búsqueda de la solución es donde se debería trabajar con ahínco.

Lo que debemos preguntarnos es cómo llegamos a esta situación en que hay tantos argentinos que necesitan en forma endémica estos salvavidas y cómo fue que tantos niños van a la escuela solo para comer, porque en su casa no lo harían.

Recordemos que, en los tan vilipendiados años del “Régimen falaz y descreído”, anterior a la Ley Sáenz Peña, y muchos años más tarde aún, llegaban legiones de pobres, de pobreza absoluta desde otros países y, no obstante, en pocos años salían de esa condición con su esfuerzo y no con subsidios del gobierno.

Vemos cómo, con su esfuerzo sostenido, construyeron sus casas y los barrios mismos, –en los que no solían faltar sociedades de fomento y de socorros mutuos– y cómo, en décadas más recientes, vino la migración interna y solo construyó villas miseria sin lograr, la mayoría, jamás salir de ellas.

¿Qué fue lo que produjo tal diferencia? ¿Eran los migrantes internos genéticamente inferiores, o simplemente fueron víctimas de regímenes que les hicieron creer que todo les sería dado por un Estado bonachón?

Ese Estado bonachón, jamás les dio las herramientas para salir de la pobreza pero sí, con mucho éxito, se dedicó a la tarea de usar como instrumento  de propaganda fascista a la educación, que fuera uno de los pilares de nuestro prodigioso progreso en aquellos años. Y nuestro gran orgullo.

Estamos en una espiral viciosa que nos llevará a competir con la caribeña Venezuela, ya que al haber cada vez más gente que recibe planes, son cada vez menos, proporcionalmente, los que producen para sostenerlos. Luego, la solución reiterada es aumentar los impuestos y la inflación con lo que más gente pasa a la condición de receptor de subsidios y…

Dijo Ayn Rand en “La ética de la emergencia” (no es textual, sino como lo recuerdo).

«La “ayuda” permanente es una falta de respeto por los “ayudados”, dado que se los considera como una caterva de mendigos inútiles que claman permanentemente por ayuda».

Poco para agregar. Solo una pregunta: ¿no sería hora de revisar las causas de la pobreza y atraso y actuar en consecuencia?

 

 

 

 

1 comentario:

Charles dijo...

Mirta nos dijo: Y...? Si! Me remito a la gran Fi!osofa del siglo pasado que generó la genial observación ante una repetición. "otra vez sopa!"
Acá no es cuestión de tropezar con la misma piedra la cuestión es seguir repitiendo recetas inútiles.
Un abrazo y Feliz Año(como mejor se pueda)

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