Recuerdo haber leído hace muchas décadas el Manual de Zonceras argentinas de Arturo Jauretche, obra esta cargada de ingenio e ironías, que me cautivó, aunque hoy, al releerla, no concuerde con muchas de sus afirmaciones. Más recientemente, el inefable Aníbal Fernández hizo lo propio y me excuso de hacer comentarios. Pero, si AF lo hizo; ¿por qué no podría yo hacer otro tanto?
Una aclaración ortográfica: escribo sonseras y no zonceras com Jauretche, porque es completamente válido para nuestra forma de pronunciar la "Z".
La distribución de dádivas
Hace varias décadas, un famoso presidente y su esposa regalaban (con el dinero de todos) bicicletas, pelotas o muñecas a los niños. Niños que, ahora, son abuelos. Y sus nietos se apegan a esos recuerdos y votan en consecuencia. Esa supuesta generosidad llevó a que en pocos años se esfumara esa riqueza acumulada en períodos anteriores. Hoy, reparten «planes sociales» en vez de bicicletas, también con nuestro dinero. Y lo que es peor, es que nos llevaron a que esos planes sean necesarios por haber destruido la cultura del trabajo. Y todo para maquillar la pobreza e indigencia resultantes de tales actitudes.
Los logros sindicales
Cuando un sindicalista de un gremio con poder de fuego (léase aquellos gremios que, como camioneros, pueden paralizar el país) logra imponer a las cámaras empresarias correspondientes un aumento notable.
No faltará quien diga «¡Qué gran sindicalista es fulano, miren lo que logró para sus afiliados!». Estos empresarios trasladarán inmediatamente esos mayores costos al precio de venta de su producto o servicio… y el resto de los consumidores pagaremos con mayor carestía ese «logro» sindical.
Los aumentos por decreto
De vez en cuando, algún funcionario sensible se conduele con las necesidades de su amado pueblo y emite el consabido «decretazo» mediante el que otorga un generoso aumento.
Todo aumento que no venga de la mano de mayor eficiencia o productividad, invariablemente redundará en perjuicio de aquellos a los que se pretende beneficiar, tal vez no en lo inmediato, porque solo hará que aumenten los costos de los empleadores y lo trasladarán a los precios.
Pero el funcionario pasará a la historia como el alma noble que otorgó ese «beneficio».
Pero no hay dudas de que estas políticas rinden beneficios electorales. Es así que, todavía hoy, hay quienes tienen su voto cautivo de aquel que, a su abuelo o abuela, les regaló la primera bicicleta, pelota, muñeca o máquina de coser.
La protección de la industria nacional
Hace muchas décadas que en nuestro país se «protege» a la industria nacional con barreras arancelarias a los productos de importación que podrían hacerle competencia. Lo que se logró, con esas medidas, es tener una industria raquítica que, salvo en contadas excepciones, no puede competir con los productos de importación. Y, además, nos obliga a los consumidores a pagar más por productos que suelen ser inferiores. Ese dinero que pagamos de más, podríamos destinarlo a consumir otros bienes elaborados mediante procesos más eficientes. ¡Y todos saldríamos ganando! Con las políticas actuales, los que ganan son los denominados «empresaurios» que salen beneficiados por un mercado consumidor cautivo (y los políticos que lo permiten).
Las autopercepciones
Hoy en día se pretende (y se logra) imponer incluso con fuerza de ley el respeto al «género autopercibido» de una persona. Se pretende que, al dirigirme a un interlocutor, yo tenga que utilizar los artículos, adjetivos y pronombres que correspondan a esa autopercepción, aunque toda su apariencia física no se corresponda con ese anhelo. Claramente no se está respetando la «percepción» que YO pueda tener de esa persona. Por otra parte, quien se autopercibe de un sexo distinto del biológico, con solo manifestarlo, tiene derecho a que su deseo se consigne en el documento. Si un documento es prueba de fe de lo que allí se consigna, estamos ante algo manifiestamente irregular. Con igual criterio, yo podría decir que me autopercibo de 25 años y tendrían que asentarlo en el documento aunque no se corresponda con la realidad.
Por otra parte, para que uno se perciba de cualquier cosa, tiene que tener una idea de qué es esa cosa. Si me autopercibo canguro o rana, tengo que saber que andan a los saltos; si me creo elefante sabemos que tienen una notable trompa. Del mismo modo, sabemos que las mujeres son seres humanos con potencialidad de gestar. A su vez, los varones también somos humanos (aunque algunas feministas parecen ponerlo en duda) con potencialidad de fecundar al sexo opuesto. Si un anoréxico, que está piel y huesos, se autopercibe gordo, creo que no está en su sano juicio. ¿Qué se puede decir de un ser humano con barba, espaldas anchas, voz gruesa y portando pene y testículos (a la vista, por si fuera poco) que se autopercibe mujer?
El lenguaje inclusivo
Está claro que el idioma tiene tantos «dueños» como hablantes hay. Está claro también que todos tenemos el derecho de hablar como se nos venga en gana. Si a los interlocutores les agrada o no nos entienden es otro tema. También es cierto que todos los idiomas cambian y evolucionan «de abajo hacia arriba» y no al revés, a pesar de que muchos, creyendo que son las academias quienes dirigen el lenguaje, pretenden que se incluyan en los diccionarios todas las ensoñaciones que se les ocurren. Si el día de mañana estas estrafalarias formas de hablar hacen carrera y las adopta un número suficiente de hablantes, allí estarán los diccionarios incorporándolas. Y esto es lo que ocurre y ha ocurrido siempre (en otros tiempos la palabra correcta era "murciégalo". A fuerza de hablar "incorrectamente" se transformó en "murciélago", como la conocemos hoy).
Lo que no resulta razonable ni tolerable es que se quieran imponer por medio de leyes, decretos o resoluciones de las autoridades.
Los inmigrantes
Muchos argentinos somos hijos, nietos o bisnietos de inmigrantes. Inmigrantes que vinieron, mayoritariamente pobres de pobreza absoluta y en pocos años, la mayoría de ellos, gracias a su trabajo y esfuerzo, pudieron lograr distintos grados de prosperidad y mejora social. Todo ello no fue obra de una casualidad, sino que hubo una política seria de inmigración que trascendió a muchos turnos presidenciales. (Invito a quienes se interesen en estos temas a visitar el Museo de los inmigrantes y háganlo con una visita guiada porque, de otro modo, se perderían lo mejor. No se lo pierdan).
Hay otro tipo de inmigración, producto de la falta de una política seria y estudiada al respecto, que viene solo a disfrutar de la salud y educación gratuita que, irresponsablemente, dispensamos y que no es recíproca en ninguno de sus países de origen. Criticar este tema, nos expone inmediatamente a que nos acusen de xenófobos y toda la retahíla de epítetos que ya conocemos.
Quiero dejar en claro que estoy de acuerdo en no negar atención a urgencias que surjan de improviso y que me parece perfectamente aceptable y honorable dispensar todos los beneficios que disfrutamos los argentinos a cualquier inmigrante que esté radicado y trabajando legalmente. Pero lo que no es concebible es que se atienda una enfermedad crónica, un parto programado o se dé educación superior a quienes vienen solo para eso y que, nomás obtenido el tratamiento médico o el título universitario, regresen a sus países a disfrutar de lo que aquí les proporcionamos. ¡Como si nos sobraran recursos!
3 comentarios:
Vivi nos dijo:
Gracias! Muy interesante siempre lo q escribes. Beso
Mirta nos dijo:
GRACIAS!
Mirta nos dijo:
todas estas zonzceras son verdades como la copa de un pino. gracias.
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