La causa y el efecto
El femicidio
No soy jurista, abogado ni siquiera conocedor profundo de temas legales; no obstante, creo que el derecho descansa sobre una base de sentido común o racionalidad. Y, por supuesto, eso me da pie para opinar sobre estos temas.
No sé si el «femicidio» como tal figura en nuestro código penal, pero si así fuese, me parecería una aberración total. ¿Por qué la muerte de una mujer a manos de un hombre, por sí misma, tiene que requerir un tratamiento especial? Estamos ante un claro caso desigualdad ante la ley.
Cualquier homicidio puede contar con agravantes y atenuantes. Entre los primeros ya está legislado el vínculo; ya sea un novio, un exnovio, un esposo, un hermano, etc. Y lo mismo vale para el caso de la mujer que mata a un hombre. En todos esos casos podemos hablar de violencia familiar, mucho mejor que violencia de género. También se encuentra la alevosía entre los agravantes. Y esta alevosía suele estar presente por estar el homicida armado o ser manifiestamente de una fortaleza física superior. Y lo mismo vale para el caso de la mujer que mata a un hombre, aunque suela ocurrir menos frecuentemente.
Creer que se trata de hombres que matan mujeres por el hecho de ser mujeres, es una pretensión arbitraria que no tiene sustento alguno. Si hay casos, seguramente sin importancia cuantitativa, se trata evidentemente de un severo trastorno mental y no inherente a la condición masculina.
Pretender que se va a conseguir disminuir este tipo de delitos creando una figura penal que aumente las penas es un claro ejemplo de acción contra el efecto y no contra la causa. Y creo que está probado que el aumento de las penas no disuade al delincuente.
El aborto
Más allá de la posición que se tome frente a la conveniencia o no de aprobar el «aborto libre y gratuito» y de la mayor o menor cantidad de disparates que le encontremos a la ley recientemente aprobada, es evidente que es mucho mejor prevenir el embarazo no deseado que recurrir al aborto. A pesar de lo fácil, cuando no gratuito, acceso a los variados métodos de prevención, no veo que se haya puesto tanto empeño para conseguir una ley de educación sexual orientada a este tema y no a alocadas teorías o perspectivas de género, como sí se luchó denodadamente para aprobar el aborto. Una vez más, actuando sobre el efecto y no sobre la causa. Con el agravante, en este caso, de que se fomenta la irresponsabilidad en las relaciones sexuales: «¿Para qué me voy a cuidar, si otro se hará cargo de las consecuencias?».
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¿El fin justifica los medios?
La Ley Sáenz Peña
Si bien fue interrumpida reiteradas veces, la aplicación de La Ley Sáenz Peña no parece habernos proporcionado grandes beneficios. Tanto así es que, hoy, no podemos decir que estemos mejor que hace 100 o 120 años. Yo sé que esta afirmación me traerá severas críticas de parte de los adalides de lo políticamente correcto. No obstante, no puedo negar que dicha ley ha otorgado legitimidad a los gobiernos nacidos a su amparo.
Muchos «demócratas» que rasgan hoy sus vestiduras al recordar el «fraude patriótico» de la llamada Década infame por no respetar la soberana decisión popular, no dudan en perpetrar toda suerte de engaños, triquiñuelas y hasta descarado fraude –aunque sea en pequeñas proporciones o no tanto– sin que por ello crean ser distintos de aquellos que lo hicieron a mayor escala.
Ellos se perciben ahora como únicos portadores de la Verdad Revelada e impulsados por las mejores intenciones y por el claro objetivo de las causas populares; aunque los resultados de sus políticas demuestran reiteradamente rotundos fracasos y un constante empobrecimiento de esas mayorías.
Es otro ejemplo de lo descaminado que es creer que el fin justifica los medios.
El terrorismo de izquierda y el terrorismo de estado
En los tristemente recordados años 70 del siglo pasado, tanto unos como otros eligieron sin dudarlo métodos incalificables en sus acciones, animados por la causa que pretendían justa. El resultado de creer que el fin justifica los medios nos lleva, una vez más, a la barbarie perpetrada tanto por unos como por otros.
Y este es el más claro ejemplo de lo atroz del apotegma de que «el fin justifica los medios».
¿Aprenderemos algún día?
1 comentario:
Mirta nos dijo:
Totalmente de acuerdo. ademas de super interesante.Abrazo
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