La ética de la emergencia
Está claro para cualquiera que utilice medianamente sus neuronas, que los “planes asistenciales” no sacan de la pobreza a los supuestos beneficiarios, por el contrario, allí los mantienen envileciéndolos.
Seguramente que las almas caritativas que tanto abundan dirán que no se puede dejar morir de hambre a tanta gente ni condenar a los niños a una infancia de privaciones con consecuencias siempre indeseables para su vida de adultos.
Pues bien, la respuesta cae de su peso: ante una emergencia (incendio, epidemia, inundaciones no previstas, descarrilamiento de trenes o naufragios), la ayuda no solo es deseable sino necesaria y de sentido común. Pero si la pobreza es una situación permanente y el número de pobres aumenta constantemente, es porque algo funciona mal.
Lo que debemos preguntarnos es cómo llegamos a esta situación en que hay tantos argentinos que necesitan en forma endémica estos salvavidas y cómo fue que tantos niños van a la escuela para comer, porque en su casa no lo harían.
Recordemos que, en los tan vilipendiados años del “Régimen falaz y descreído”, anterior a la Ley Sáenz Peña, y algunos años más tarde aún, llegaban legiones de pobres, de pobreza absoluta desde otros países; no obstante, en pocos años salían de esa condición con su esfuerzo y no con subsidios del gobierno. Ni hablar de la escuela pública gratuita y obligatoria, que tanto nos ha distinguido en el mundo que también fue obra de dicho régimen.
Vemos cómo, con su esfuerzo sostenido, construyeron sus casas y los barrios mismos, –en los que no solían faltar sociedades de fomento y de socorros mutuos– y cómo, en décadas más recientes vino la migración interna y solo construyó villas miseria sin lograr, la mayoría, jamás salir de ellas.
¿Qué fue lo que produjo tal diferencia? ¿Eran los migrantes internos genéticamente inferiores, o simplemente fueron víctimas de regímenes que le hicieron creer que todo les sería dado por un Estado bonachón?
Ese Estado bonachón, jamás les dio las herramientas para salir de la pobreza y, además, con mucho éxito, se dedicó a la tarea de usar como herramienta de propaganda fascista a la educación que fuera uno de los pilares de nuestro prodigioso progreso en aquellos años. Y nuestro gran orgullo.
Estamos en una espiral viciosa que nos llevará a competir con la caribeña Venezuela, ya que al haber cada vez más gente que recibe planes, son cada vez menos, proporcionalmente, los que producen para sostenerlos. Luego, la solución reiterada es aumentar los impuestos y la inflación con lo que más gente pasa a la condición de receptor de subsidios y…
Dijo Ayn Rand en “La ética de la emergencia” (no es textual, sino como lo recuerdo)
«La “ayuda” permanente es una falta de respeto por los “ayudados”, dado que se los considera como una caterva de mendigos inútiles que claman permanentemente por ayuda».
Poco para agregar.
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¿Son o se hacen?
Al fin habían llegado sus esperadas y merecidas vacaciones. Don Prudencio no podía estar más feliz; había poco tránsito en la ruta y él disfrutaba del manejo en esas condiciones. En el asiento trasero, los chicos no se estaban peleando, su mujer no estaba enojada, en la radio pasaban algunos de sus tangos favoritos, iba mascando su chicle preferido; nada podía ser mejor.
Pero, siempre algo tiene que salir mal. Y así fue que en el tablero de mando se encendió una incómoda luz roja: ¡la presión de aceite estaba peligrosamente baja!
Don Prudencio lanzó procaces improperios, no habituales en él y que no voy a transcribir porque mi recato no me lo permite. Pero nuestro protagonista, que de Gil tenía más que de Prudencio, no iba a permitir que una miserable lucecita roja le arruinara las soñadas vacaciones y tuvo una idea que le pareció genial: sacó el chicle de su boca y lo pegó en el tablero tapando la endemoniada luz y ¡a disfrutar del viaje!
¿Cómo creen que terminaron las vacaciones de nuestro buen amigo?
Ahora vamos nuestras realidades. Solemos ver que, en un intento de frenar la inflación, nuestros preclaros dirigentes solían salir a controlar los precios, muchas veces con jóvenes militontos.
¿Encuentran los amables lectores alguna semejanza entre la realidad y mi pequeña ficción?
¿Terminará esta situación como imaginamos la historia del chicle?
¿Deberé de dejar definitivamente el tintillo?
Muchas preguntas sin respuesta.
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La clase media
Desde que yo era joven (de esto hace muuuucho tiempo) vengo oyendo la prédica “progre” contra la clase media que es despistada, enamorada de Miami, seducida por cantos de sirena, queriendo ser “clase alta” y siempre actuando y votando contra el interés de las abnegadas clases populares (como si ser de clase media no fuera ser “pueblo”). Lo más notable del caso es que esos esclarecidos izquierdosos progres ¡son mayoritariamente de clase media!
Pero esa clase media, además de viajar a Miami –cuando los esclarecidos populistas favorecieron esta conducta– son los que en gran medida, con sueldos muchas veces exiguos, deben afrontar expensas y alquileres, pero no salen con la cara cubierta y blandiendo garrotes a reclamar una “vivienda digna”. Son los que deben también hacerse cargo del costo de escuelas privadas porque los gobiernos nacionales y populares destruyeron sistemáticamente la calidad de nuestra escuela pública (por muchos “abrazos simbólicos” que hayan realizado en distintas oportunidades). Esa escuela pública a la que igualmente tienen que seguir sosteniendo con los impuestos que pagan.
Y ese afán por la educación de sus hijos, no solo les asegura a ellos un futuro algo mejor, sino que contribuye al mejoramiento de la sociedad en su conjunto. ¿O hay algún ejemplo en el mundo de países exitosos sin educación de calidad al alcance de todos? Y, desde luego, que todos esos países tienen grandes clases medias, a diferencia de los postergados del mundo donde esa capa social no existe.
Si es tan mala y descaminada la clase media; ¿por qué no cerramos todas las escuelas secundarias, que son la fábrica de ciudadanos de dicha clase?
¿Será que el tintillo me obnubila la mente?
1 comentario:
Mirta nos dijo:
Muy bueno. pero quizas podria hacer algun que otro comentario misceláneo.
Al gobierno argentino le conviene que "aiga" planes es la mejor manera de tener bajo su férula a los receptores de planes .Es más que obvio que no sacan de la pobreza y,si de neuronas hablamos, los que las tienen en funcionamiento son los que otorgan los planes que son suficientes para simplemente para subsistir.
yo diria que ante una situación como la presentada se está tapando el sol con las manos. Como ya se expresó en la Ley de Murphy si algo tiene que salir mal, saldrá mal.
El Berty es demasiado para mi,
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