domingo, 21 de enero de 2018

Dichos de estos días

Graciela Camaño dijo: «No se puede juzgar al movimiento obrero por un par de rufianes».
Tiene razón la diputada, al menos en parte. Seguramente habrá algún dirigente gremial que cumple acabadamente su deber, como deben haber habido militares durante el Proceso que no mataron ni torturaron y algún policía bonaerense que no coimea. Pero de allí a afirmar que se trata de un “par de rufianes”, hay un notable trecho. Debería explicar la legisladora cómo es posible que los dirigentes sindicales sean poco menos que vitalicios, ni bien acceden a su cargo. Y, para peor, suelen ser colocaciones dinásticas; ejemplos no faltan. Como si en nuestro país no se hubiesen abolido las prerrogativas de sangre. Quisiera saber cuántos de estos reyes sindicales pueden resistir una auditoría a su patrimonio. Si se hiciera y se confirmara que se trataba solo de “un par”, le daría la razón a la Sra. de Barrionuevo.

Barrionuevo dijo«Alfonsín y De La Rúa atacaron a los sindicatos y no terminaron su mandato». Para este monárquico jeque gastronómico, pretender cambiar la ley de asociaciones profesionales por la vía parlamentaria legal, es atacar a los sindicatos. ¿No sería que sentía atacado su reinado? En el caso de De La Rúa, no tengo claro cuál fue su osadía, pero recuerdo que la entonces Ministra de Trabajo pretendía precisamente una auditoría como la que mencioné antes. Si estas referencias no son una amenaza “destituyente” (como gustaba calificar la inefable presirreina a cualquier crítica, por leve que fuera), me gustaría que me ayuden a calificarlas.

Zaffaroni dijo: «Quisiera que este gobierno se vaya lo antes posible». Otro ejemplo de “discursos destituyentes” que se encuentra en línea con los deseos del sector que vio relegados sus privilegios cuando no sus curros descarados. Antes de que el gobierno actual pudiera haber desarrollado cualquiera de sus políticas y mucho antes todavía de que sus resultados fuesen palpables, ya todo el clan de aplaudidores dogmáticos del “modelo”, anhelaban, deseaban y necesitaban que todo fuese malo, feo, corrupto, miserable y perverso. Así se calificará a cualquier medida que tome el actual gobierno. Ni hablar de los traspiés (innegables) que puedan cometer sus funcionarios. Es terriblemente más condenable el maltrato verbal de un ministro a su empleada que la posesión de una red de prostíbulos en sus propiedades de ¡un juez de la Corte Suprema! Claro, se trata de un ministro del odiado, derechista y explotador ingeniero y de un juez adicto al “modelo”. Si hubiese sido un juez amigo del actual gobierno y un ministro del anterior, se volverían las tornas.

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