lunes, 26 de febrero de 2018

Tres temas de hoy

El aborto

Hay una intensísima campaña para legalizar el aborto.
Entiendo (o al menos eso creo, puesto que habría que se mujer y llevar en las entrañas un embarazo no deseado para saber realmente lo que significa) el anhelo de muchas mujeres por interrumpir su embarazo. 
Entre la prohibición absoluta y la permisividad también absoluta, hay una serie de posiciones que sería bueno analizar.
Estoy convencido de que es un debate que se debe dar, poniendo sobre la mesa todos los argumentos que haya, tanto a favor como en contra.
Una muchacha que pare un niño y lo estrangula o lo ahoga es acusada de homicida y, por muchos atenuantes que pueda esgrimir, es claro que lo es. Matarlo unos meses antes; ¿no es homicidio?  ¿Cuántos meses antes del parto deja de serlo? Esas preguntas son las que, en un debate serio, sin preconceptos, deben analizarse.
Es muy liviano decir que, puesto que tal ley no obliga a nadie a abortar, debería dejarse hacerlo libremente, tal como se permite hoy el divorcio. Lo que no se analiza en este planteo es que el divorcio es entre dos personas capaces de decidir por sí mismas. En el caso de un aborto, hay un involucrado (quien resulta el perjudicado absoluto) a quien no se consulta para nada.
Quienes están a favor del aborto gratuito dicen que hay que legalizarlo porque la clandestinidad lleva a la muerte a muchas muchachas, sobre todo de escasos recursos que no puede pagar una clínica, pero no dicen que sí puenden pagar al médico o curandera que hace el trabajo, porque eso no se hace gratis. Es realmente un tema preocupante pero (siempre hay un pero), no creo que se deba derogar un ley porque quienes no cumplen con ella se estén exponiendo a un riesgo. No es ese el argumento para la legalización. Con criterio parecido, deberíamos quitar los semáforos porque, quienes no los respetan, suelen morir en el intento. Si la legaización es moralmente aceptable para la mayoría, bueno es que se permita; pero si no lo es, debe permanecer vigente la prohibición. Y, para mitigar ese problema, atendible por cierto, habría que poner todos los esfuerzos en una campaña de educación para una sexualidad responsable, con o sin ley permisiva.
También se debe tener en cuenta que un aborto puede dejar secuelas psicológicas de tal magnitud como las que se quieren evitar con la continuidad del embarazo.
Con respecto a la gratuidad de la intervención, no me parece razonable. Hay muchas y variadas maneras de prevenir un embarazo, incluso la pastilla del día después. Si, además de facilitar el aborto con la libre decisión, lo hacemos con la gratuidad, no estamos fomentando esa responsabilidad frente al sexo. Ello sin contar con que nada es gratis. El costo de la poca responsabilidad o previsión de unos, lo pagamos todos (una vez más). Que paguen, al menos, lo que actualmente pagan a quien o hace. Tampoco parece serio el argumento de que ningún método anticonceptivo es 100% eficaz. Son lo suficientemente eficaces como para que esas cifras abultadas de casos fatales, se redujeran a casos verdaderamente aislados. No puedo creer que la mayoría de los casos de aborto sean producto de fallos en los métodos anticonceptivos.
Yo sé que todo lo anterior, y cualquier postura que no esté a favor del aborto libre y gratuito, me condenará (por parte de las filosas espadas que defienden estas posturas, tan bien sostenidas por más de 12 páginas) al más abyecto de los avernos ni siquiera imaginados por Dante…
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La sexualidad responsable.
Podríamos decir que el sexo es la sal de la vida. Podemos llenar muchas páginas analizando los múltiples sentidos que su práctica le da a la existencia sana, aparte del ineluctable de la procreación.
Pero el sexo también tiene consecuencias no deseadas y el embarazo es solo una de ellas y no siempre la peor.
La transmisión de enfermedades es una de ellas. Y hoy, aunque el SIDA no tiene un pronóstico tan negro como hace algunas décadas gracias a la tan denostada industria médico-farmacéutica (denostada precisamente por muchísimas de las sensibles mentes que propugnan el aborto libre y gratuito), igualmente sigue siendo una verdadera pesadilla para quien lo sufre.
Pero no solo embarazos y enfermedades se sufren por un sexo no responsable, sino que también hay daños morales o psicológicos que se pueden infligir y no estoy hablando solo de violaciones. ¿Cuántas veces vemos auténticas frustraciones por relaciones terminadas en las que uno solo de los integrantes de una pareja tenía puestas esperanzas más allá de un par de noches de placer?
Si se pusiera el mismo empeño que para proponer la ley de la liberación y gratuidad del aborto, en una educación seria y muy responsable en estos aspectos tal vez no tendríamos tantas muertes (de las que sirven de sustento hoy a quienes proponen estas medidas) de muchachas y criaturas por nacer.
El tema este que nos ocupa, depende en mucho de la calidad de la educación de nuestro país, que sigue siendo la madre de todos los problemas.
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Donde estén nuestros tesoros, estará nuestro corazón.
Hemos visto muchas veces que los dirigentes sindicales se muestran remisos, cuando no directamente contrarios y enemigos declarados, de que se les pidan DDJJ de su parimonio.  El gran Cervantes hacía decir a don Quijote que «al buen pagador no le duelen prendas». En nuestro caso, a quien ganó su patrimonio en forma decente y clara, no le duelen DDJJ. Si tanto se niegan, por algo será.
Y oímos sus descargos que se fundan en argumentos tales como: «¿El laburante no tiene derecho a progresar y ganar dinero?».
Pero, más allá de que pudiesen todos ellos haber ganado su patrimonio honestamente, cabe plantearse que, para ello, debieron transformarse en empresarios (tal vez solo sus cónyuges, hermanos o hijos, pero da lo mismo), y ello nos lleva a preguntarnos si no hay allí un clarísimo conflicto de intereses; ¿se puede ser empresario y representante de los trabajadores al mismo tiempo? Para estos personajes; ¿cuál interés será prioritario cuando entren en conflicto?
Pordríamos citar a La Biblia (Mateo 6:21) «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
¿Dónde estará el corazón de estos vitalicios dirigentes?
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