Sentimiento antiimperialista
El sentimiento antiimperialista reinante en América Latina, suele
justificarse éticamente por la oposición entre el “mercantilismo materialista
del imperio” Vs. la “espiritualidad de nuestras culturas latinas o aborígenes”.
Supongo, entonces, que el desposeído de una villa miseria o de una favela
está orgulloso y contento con la realidad que le toca vivir y de sus carencias
materiales, porque conserva su esencia espiritual.
Nuestros gobiernos, conscientes de esa realidad, trabajan incansablemente
para conseguir y mantener estos logros. ¡Somos sociedades muy exitosas!
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Inefable Página/12
Estos son algunos de los mensajes que en la portada de Página/12 digital
aparecieron, hace ya algunas semanas, a propósito de la detención de Boudou:
«Mensaje mafioso de
disciplinamiento».
«Presión a los jueces».
«La mano del gobierno en
Comodoro Py».
No tengo archivos del pasquín en otras épocas, pero me pregunto si habrá
mostrado su preocupación por los sobreseimientos exprés otorgados a la pareja
presidencial o la remoción de fiscales y jueces ante las denuncias contra el
vicepresidente.
Otro:
«El derecho a la información
en peligro».
No le mereció parecidos conceptos cuando durante la “Década”, se persiguió
a la prensa no alineada mediante atropellos de la DGI, ley de medios, etc. Ni
hablar de la absoluta falta de pluralidad en los medios oficiales y el abuso
propagandístico en las emisiones de “Fútbol para todos”.
Más:
«Se está derrumbando la
república».
No era muy republicano el comportamiento del Congreso cuando mantuvieron
las mayorías absolutas. No critico tales mayorías por su existencia, ya que
surgieron del voto popular; sí lo hago respecto de sus comportamientos, al
votar a libro cerrado cualquier proyecto del Ejecutivo, fuera o no razonable, y
el otorgamiento de facultades estraordinarias durante tantos años. Teniendo
tales mayorías, ¿era necesaria tal delegación? ¿Tan poca fe tenían en su propio
criterio que no fueron capaces de legislar por sí mismos?
Y también:
«Política del miedo».
Así llaman a los procesos inciados contra funcionarios de su corrupto
gobierno. Los jueces que tenemos no son una maravilla, desde luego, pero son
los que tenemos y que estuvieron al frente de sus juzgados durante la famosa
década, cuando los pudieron haber removido, si eran tan malos. Ahora, podrán
defenderse los probos funcionarios acusados con todas las garantías que la ley
les acuerda.
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La justicia de los reclamos
Cuando Margaret Thatcher, por
mucho que no nos guste, encaró exitosamente la recuperación de las Malvinas
para el Reino Unido, estaba atendiendo a los intereses de sus representados.
Cuando Hugo Moyano conseguía
notables aumentos para los afiliados a su gremio, también estaba atendiendo sus
intereses.
En cualquiera de los ejemplos
mencionados, ambos dirigentes no se detuvieron mayormente en analizar la
justicia de su accionar. Y si fuera el caso, hubieran esgrimido argumentos muy
meditados acerca de los intereses y derechos de los isleños y en los de los
camioneros, respectivamente.
No les importaron, en un
caso, los hechos históricos, y en el otro, si el nivel de la economía podía
absorber esos aumentos sin un traslado directo al costo de vida del resto de
los argentinos. Margaret tenía poder bélico y Hugo el poder de paralizar al
país.
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Mal pronóstico
En la disciplina médica se
enseña que, en la consulta, el profesional debe hacer un diagnóstico y
establecer un pronóstico, requisitos estos para cualquier tratamiento racional.
En las sociedades ocurre algo
parecido. No pretendo explayarme en los posibles diagnósticos que imagino para
establecer las causas de nuestro estado permanente de frustración. Tampoco
pretendo hoy reflexionar acerca de posibles tratamientos. Solo me focalizaré en
elementos para el pronóstico que no parece muy alentador.
Veamos lo siguiente:
- · La declinante calidad de la educación pública no molesta mayormente a nadie, ni a los gobernados (votantes) y, como consecuencia de ello, a los gobernantes. Si aquellos lo tuvieran como objetivo primordial, estos lo tendrían un poco más en cuenta.
- · En consonancia con ello, en nuestro país, una amenaza o agresión a un docente (no para que cumpla sino ¡para que incumpla con sus obligaciones!) es una noticia de segundo orden, mientras que la devolución de una billetera con dinero, sí es noticia destacada.
- · Los piquetes son cotidianos y despliegan toda una estrategia para obstaculizar lo más posible la vida diaria y pacífica de transeúntes (paseantes o trabajadores). Pretender garantizar los derechos de todos, es tomado como represión de la protesta, cuando en realidad lo que se pretender es restablecer el orden necesario para el funcionamiento de cualquier sociedad razonable.
- · El nivel de los comentarios de lectores del diario (no me refiero a la ortografía y redacción que no suelen llegar a niveles de comprensión, sino a la cuestión conceptual) es paupérrimo y abunda en insultos más que en ideas.
- · La justicia es lenta y tendenciosa; con escasas excepciones, falla a favor de los vientos políticos.
- · La dudosísima muerte de un fiscal poco antes de efectuar una denuncia contra el poder, no desata una crisis institucional de primer orden y la absoluta falta de profesionalismo en la investigación en el lugar del hecho, solo preocupa (y no mucho) cuando cambia el signo del gobierno.
- · El poco aprecio y cuidado de nuestro entorno es alarmante; basta ver la acumulación de papeles, cartones, botellas y bolsas de plástico en cualquier esquina medianamente concurrida. Y ni hablar del vandalismo al mobiliario urbano y la agresión de los grafitis a las paredes, fachadas y puertas de los desdichados frentistas. No faltan los defensores de esta modalidad argumentando que es “arte popular”.
- · La impunidad de que gozan los funcionarios públicos es notable; no solo por hechos de corrupción manifiesta sino también por la desidia en el (des)manejo de la cosa pública. Para dar un ejemplo: la usurpación de terrenos públicos, cuando ya ha llegado a proporciones importantes, se convierte en un hecho consumado al que nos rendimos todos casi sin protestar. Pero yo no puedo dejar de preguntarme: quien era el responsable de esas tierras fiscales (que eran de todos y ya no lo son más) cuando se instaló la primera vivienda precaria, ¿encendió todas las luces de alarma? ¿Nadie le pidió que rindiera cuentas de su inacción?
A la vista de lo anterior y
otros ítems que seguramente no mencioné, creo que el pronóstico para nuestro
país es absolutamente sombrío. Porque no está en la conciencia colectiva que no
se sale de la postración sin esfuerzo y sacrificio. No hay maná del cielo (ni
del gobierno) que pueda durar lo suficiente como para dejar atrás
definitivamente estas cuestiones y poder dedicarnos a lo verdaderamente
importante.
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Inefable D’Elía
El iluminado D’Elía, hace unos días, repitió como un mantra que el gobierno
de Macri está blindado por los medios hegemónicos, palabras más o menos. Parece
no darse cuenta que los que él llama hegemónicos, si es que lo fuesen, llegan a
serlo por la decisión cotidiana de lectores y televidentes. No supe jamás que a
alguien se lo obligue a comprar tal o cual diario o sintonizar determinado
canal de TV o estación de radio. Pero, además, lo que oculta es que en esos
propios medios podemos oír críticas a la actuación de los ministros y del
propio presidente. Como esas críticas no son lo suficientemente punzantes para
su elevado criterio, cree que no existen. Por otra parte, durante el gobierno
que él defiende con uñas y dientes, se intentó por todos los medios legales y
no tanto, asfixiar a toda la prensa disidente, y se utilizaron de manera
descarada los medios oficiales como agencias de propaganda del gobierno y de
descalificación sistemática de la oposición.
En lugar de hacer una defensa jurídica de las acusaciones que pesan sobre
los funcionarios del gobierno K, insiste en denunciar supuestas persecuciones
políticas y en ensuciar, sin mayores argumentos a los funcionarios actuales.
Como si la corrupción hipotética de hoy, pudiese atenuar la pasada.
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¿Envidia o ignorancia supina?
Leo con frecuencia noticias acerca de Japón, que no pueden menos que
sorprendernos. También vemos algunos comentarios despectivos de lectores que
imagino se fundan en un afán de descalificar lo distinto, o de minimizar los
logros de otros para que nuestra propia decadencia no sea tan evidente o por
otras oscuras cuestiones del cerebro que no alcanzo a discernir. Así, es
frecuente que al leer un artículo donde habla de la gastronomía nipona, no
falta quien diga: «Los boludos comen
arroz. ¡Tirales un bife de chorizo y me contás!».
Es particularmente notable este fenómeno cuando se habla de la educación.
Allá, los alumnos limpian sus propias aulas al terminar las clases, y son los
mismos alumnos quienes, rotativamente, sirven a sus propios compañeros el
almuerzo escolar, y no falta un comentario como este: «Son tan miserables que lo hacen para ahorrarse el personal de limpieza
y de cocina».
El hecho de que Japón todavía no haya sufrido la epidemia de obesidad
infantil que afecta a tantas otras naciones económicamente desarrolladas puede
ser, no en poca medida, gracias a las saludables comidas de la escuela, que
suponen casi un tercio de las comidas de los estudiantes.
Y no es que vayan a la escuela para poder comer, como suele pasarnos a
nosotros; van para aprender, entre otras cosas, a comer saludable, y a respetar
al prójimo, cuidando, entre todos, el aseo de los espacios comunes.
Claro, ellos no cuentan con la ventaja de tener a Baradel & Cía…
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La educación:
Todos mis devaneos mentales acerca de los porqués de nuestra persistente
decadencia, me llevan a una conclusión: La educación.
¿Qué tienen en común todos los países desarrollados? Podemos buscar muchas
variables de esas sociedades y, seguramente, sus sistemas económicos de libre
mercado estarán presentes en mayor o menor medida.
Pero lo que no falta, y aún es previo al desarrollo económico (lo que
obliga a pensar en que es la causa o motor de ese desarrollo) es la educación
de calidad para la (casi) totalidad de su población. No hay país desarrollado
que no tenga un pueblo educado previamente.
Por eso, la educación debería ser una preocupación prioritaria y obsesiva
de todos los gobiernos, cosa que no veo que haya ocurrido, al menos en las
últimas décadas.
Podemos imaginar que ello obedece a desidia o, si pensamos un poco peor, a
una deliberada intención de lograr mentes poco críticas.
Una vez logradas esas mentes poco críticas, es lógico que las mayores
demandas no sean por la educación de calidad sino por las dádivas que, con una
generosidad mal entendida, da el gobernante de turno. Y, si no hay demanda
social (léase votos) no habrá mejoras sustantivas en la educación.
Es cierto que no es fácil luchar contra docentes mañosos, padres
prepotentes, alumnos indisciplinados y desaliñados baradeles. Pero, aún así, no
veo una preocupación prioritaria, obsesiva y prevaleciente sobre todas las
otras cuestiones que nos atañen, ni por parte del gobierno ni de la sociedad.
1 comentario:
Norberto nos dijo: Lo que escribiste sobre Japón y la educación, es impagable. siempre leo tus artículos e insisto que tendrías que tener una columna en alguna revista o periódico .- Gracias Charly,
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