Autora: (Marta Tomihisa)
La chica estaba a punto de cruzar la calle cuando sintió su presencia, lo miró de reojo para no parecer atrevida.
La chica estaba a punto de cruzar la calle cuando sintió su presencia, lo miró de reojo para no parecer atrevida.
Continuó su camino, tratando de oír si sus pasos seguían
acompañándola. No era la primera vez que lo veía, siempre tan serio y silencioso,
con esos ojos claroscuros que trasmitían a su mirada una expresión extraña,
perdida en algún espacio irreal, inalcanzable… ¿Andaría de visita por la
ciudad?
Lo había encontrado por primera vez hace un par de
semanas, en esta misma esquina cercana a su casa. Quedó impactada por esa
figura tan especial, alta y delgada, pero él ni siquiera la había mirado. Pero
no era un habitante de este pueblo, de eso estaba segura, ella había nacido aquí
y con sus catorce años ya conocía a casi todos los lugareños y a él no lo había
visto nunca. Siempre vestido con su saco oscuro, corbata al tono y ese andar
taciturno, tan enigmático e indiferente al entorno. Este forastero, no parecía
ser un turista.
¿A quién se le ocurriría venir a conocer San Carlos
de Bolívar, un lugar tan aburrido y monótono? El verano había prolongado su
clima caluroso y espléndido, hasta final de febrero. En marzo se reiniciarían
las clases, el tedio de volver al colegio lo invadiría todo. Se dio vuelta,
comprobó que ya no estaba…
Tenía muchas incógnitas sobre este desconocido, indiferente
a su presencia.
Ella sabía que era una chica atractiva que jamás
pasaba desapercibida, sin embargo él no la miraba nunca, ni siquiera ese día en
que soltó su cabello y se puso la blusa azul, que tan bien le quedaba. Le
intrigaba mucho este sujeto, por lo que decidió investigar y se lo comentó a su
mejor amiga, Marisa, quien estaba al tanto de todas las novedades del barrio
pero sin embargo no sabía nada de este personaje.
–¿Y qué edad tiene el “misterioso”?– Le preguntó
ella.
¿Cómo podía saberlo, si nunca había hablado con él?
Tenía que averiguar algo pronto, después las tareas escolares no le permitirían
hacerlo. Entró apurada a su casa y de inmediato oyó la radio, su madre estaba
en la cocina planchando:
–Hola Elenita, casi llegás para la merienda…
–Bueno, fui a visitar a Marisa y el tiempo voló…
Observó que la madre estaba planchando su camisa,
que era parte del uniforme de la escuela. Faltaba más de una semana para el inicio
de las clases y ella ya estaba preparando
todo, para no olvidar ningún detalle. Se sintió abrumada, su madre era muy
exigente con respecto a la escuela. Su padre había muerto hacía ya cuatro años
y su hermano mayor, apenas obtuvo el título de contador público, se había
casado y mudado a Buenos Aires.
Ellas vivían solas en esta casa modesta, pero demasiado
grande para dos personas. Se mantenían con la pensión que había dejado el padre,
además la madre cosía, lo que aportaba un ingreso extra a la casa. Ambas eran
austeras y a decir verdad, no había en un pueblo tan pequeño, carente de
tentaciones, posibilidad alguna de malgastar el dinero. A lo sumo iban dos
veces por mes a la matinée del cine del barrio, esa era una salida
impostergable que compartían con mucho placer. Se sirvió un poco de arroz con
leche, luego fue a su cuarto para meditar sobre el encuentro con el forastero. Recostada
en la cama, abrió una revista que tenía sobre la mesa de luz.
Leyó su horóscopo, Escorpio: “Tendrás un encuentro
interesante…”
Su corazón palpitó entusiasmado. ¿Era un vaticinio
de lo que acontecería, o quizás una advertencia?
Los días transcurrieron sin que lo volviese a ver,
hasta que una mañana alcanzó a divisar su singular figura, doblando en sentido
contrario a donde ella iba.
Por supuesto se dispuso a seguirlo, aceleró el
paso, pues él con sus largas piernas le llevaba una considerable ventaja. Repentinamente,
el hombre se detuvo e ingresó en el único hotel del pueblo. Desde la vereda del
frente, pudo observar el edificio austero de dos plantas. De pronto, por el
balcón del primer piso él se asomó y abrió su ventana de par en par, estaba
fumando. En ese fugaz instante, ella sintió que él la miraba, pero después
desapareció…
No lo volvió a ver, pero era evidente que él residía
allí.
¿Se habría percatado ahora, de su presencia? ¿La
había mirado realmente?
Volvió sobre sus pasos, fue a comprar lo que su
madre le había encargado. Estaba eufórica, finalmente había descubierto donde
se hospedaba, aunque le preocupó pensar que si se trataba de un hotel, ese
alojamiento era temporario…
Por el momento disfrutó del descubrimiento, entró a
su casa cantando.
Estaba tan entusiasmada con el encuentro, que hasta
colaboró en la preparación del almuerzo.
–Parece que algo te cambió el ánimo, puedo saber
qué es…?– Preguntó su madre.
Como única respuesta, ella se acercó y le dio un
beso en la mejilla. Después de ese suceso, pasaba con frecuencia por la vereda
del frente del hotel, mirando su ventana, la cual siempre permanecía abierta. Pero
no lo volvió a ver, lo que la sumergió en un estado de absoluta ansiedad.
Finalmente las clases comenzaron. Las puertas del
Colegio Nacional se abrieron para dar paso a docenas de alumnos que fueron
amontonándose en el patio, hasta ubicarse frente al aula. Allí se reencontró
con sus compañeros del año pasado y su amiga Marisa, a quien veía con
frecuencia pues vivían cerca.
En el acto de bienvenida, la directora no perdió la
oportunidad de leerles un discurso que aunque fue breve, resultó como siempre
aburrido. La preceptora los hizo entrar al aula, ellas se acomodaron en el
último banco de la primera hilera, que estaba junto a la puerta. Todos
hablaban, el murmullo era tal que daba la sensación de un zumbido de abejas, sostenido
y apacible. La preceptora abrió una carpeta y pidió silencio golpeando las
manos, lentamente las voces se acallaron y ella fue leyendo los horarios de las
distintas materias. Mientras lo hacía una mujer de mediana estatura, que
tendría unos cincuenta años de edad, de cabello enrulado y entrecano, entró en
el aula. Se presentó como la profesora de Lengua, por lo que la preceptora se
retiró dejándola a cargo de la clase.
Así transcurrieron
las horas, conociendo a los profesores de cada materia.
Algunos le parecieron más interesantes que otros,
que siendo tan poco comunicativos eran incapaces de trasponer, la intrincada distancia
que separa al alumno del docente. Al ingresar al aula en la última hora, Marisa
que siempre estaba al tanto de las novedades, le contó que la profesora de
Geografía se había jubilado y que no sabían quién iba a sustituirla. La
preceptora entró y nadie le prestó demasiada atención, siguieron charlando
hasta que la puerta se abrió totalmente, para dar paso a una figura masculina, longilínea,
absolutamente familiar para ella…
¡Era él! El profesor, con actitud solemne pero
entusiasta, saludó a la preceptora estrechando su mano, luego mirando hacia la
clase dijo con un tono de voz enérgico y claro:
-Buenos días, alumnos…
El hombre de sus desvelos, el nuevo profesor de
Geografía estaba allí, a pocos pasos de su banco…Se quedó inmóvil, muda ante su
presencia.
Sin embargo, oyó perfectamente cuando decía:
-La geografía es una materia importante porque nos
ubica, nos abre un panorama de nuestro lugar en el mundo…
Sus palabras eran de una sonoridad admirable, no
podían ser ignoradas.
Por supuesto, le pareció que la hora de geografía había
sido la más breve de todas. Ya en la calle, miró nuevamente el horario que les
había dictado la preceptora, dos veces por semana tendría geografía, los lunes
y jueves.
Estaba eufórica, no necesitaba seguirlo, lo
encontraría esos días en el aula a escasos metros de su persona. Pensó en
contárselo a Marisa, pero luego prefirió guardar su preciado secreto. Averiguando
un poco, supo que él había venido de Buenos Aires, del Colegio Normal con otros
compañeros que también se integraron al plantel del profesorado.
Por supuesto los lunes y jueves, ella se peinaba diferente,
levantaba prolijamente sus medias y estaba tan atenta a la clase de geografía,
como no lo estaba en las demás. El profesor dictaba su materia con mucho entusiasmo,
su estilo era tan personal y entusiasta, que no había alumno que pudiera
ignorarlo.
Obtuvo su mejor nota en geografía, en especial en
los exámenes escritos, pues cuando el profesor la llamaba a pasar al frente, su
desempeño no era muy lucido, sus piernas temblaban y le costaba hablar de la
emoción que sentía.
Se quedaba mirándolo, esperando que él la
descubriera e hiciera alusión a las veces que ella lo había seguido, pero eso
jamás ocurrió. Solo en sueños se atrevía a preguntarle, si recordaba aquella
oportunidad en la que se asomó al balcón de su cuarto y ella estaba allí,
parada en la vereda esperando que él la mirase…
Este año su rendimiento escolar fue excelente, hasta
tuvo una asistencia perfecta. Su madre estaba feliz, planeando una linda fiesta,
para agasajarla al cumplir sus quince años. Su hermano vendría para esta
oportunidad, además había prometido hacerse cargo de los gastos del festejo, pues
le estaba yendo muy bien en su profesión. Sin embargo, a ella no le
entusiasmaba la organización de la fiesta, no podía dejar de pensar que las
clases terminarían un mes después, en noviembre. Ya no podría ver con la misma
frecuencia al profesor, ni compartir esas inigualables horas.
El 24 de octubre día de su cumpleaños, jueves para
más datos, ya estaba sentada aguardando la llegada del profesor, cuando Marisa
en representación de los demás compañeros le hizo entrega de una tarjeta de felicitaciones.
Estaba firmada por todos, incluyendo la preceptora,
con mensajes alusivos.
Mientras leía algunos entró al aula el profesor, quien
fue informado del festejo. Luego los alumnos se ubicaron en sus respectivos lugares
y por primera vez él la miró con una actitud más personal, incluso extendió su
mano pidiéndole la tarjeta. Se la entregó de inmediato y observó emocionada, como
él también se aprestaba a escribir algo.
Luego, el profesor se acercó a su banco y sonriendo
le devolvió la tarjeta, mientras posaba la mano sobre su cabeza con
incomparable ternura…
Emocionada, ella leyó el mensaje que él le había
escrito:
“Que
este Ángel Guardián elija siempre el buen camino, afectuosamente”:
Julio
Florencio Cortázar
2 comentarios:
Norberto nos djo:
Muy bueno Marta.- Cariños.-
Elsa nos dijo:
Hermoso relato!
Les mando un abrazo
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