Las
lecturas:
Esta vez no haré un comentario acerca
de libros o notas que he leído, sino simplemente, dejaré que los autores hablen
por sí. Extracté algunos párrafos que me impresionaron lo suficiente como para
no resistir la tentación de compartirlos. Los subrayados son de mi
responsabilidad.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
-o-o-o-o-o-o-o-o-
Ortega
y Gasset,
En La rebelión de las
masas (escrito en 1929, cuando el fascismo de Mussolini
estaba en pleno ascenso), nos regala, entre otros aciertos, el siguiente
párrafo:
«La
perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos
órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren
como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo
estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y
al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no
ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos,
que solo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel
se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En
los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el
medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como
símbolo del comportameitno que en vastas y sutiles proporciones usan las masas
actuales frente a la civilización que las nutre».
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Mario Vargas Llosa,
En La llamada
de la tribu, hace una revisión de distintos pensadores que influyeron en
su formación.
Del capítulo que destina a Isaiah Berlin, extracté lo
siguiente:
1) Teorías y realidad.
«Hace ya bastantes años perdí el gusto por las utopías políticas, esos
apocalipsis —como el de Sendero Luminoso en el Perú de los años ochenta del siglo
pasado— que prometen bajar el cielo a la tierra y, más bien, provocan
iniquidades peores que las que quieren remediar. Desde entonces pienso que el
sentido común es la más valiosa de las virtudes políticas. Leyendo a Isaiah
Berlin vi con claridad algo que intuía de manera confusa. El verdadero
progreso, aquel que ha hecho retroceder o desaparecer los usos y las
instituciones bárbaras que eran fuente de infinito sufrimiento para el hombre y
han establecido relaciones y estilos más civilizados de vida, se ha alcanzado
siempre gracias a una aplicación sólo parcial, heterodoxa, deformada, de las
teorías sociales. [...] El requisito fue siempre que esos sistemas fueran
flexibles, pudieran ser enmendados, rehechos, cuando pasaban de lo abstracto a
lo concreto y se enfrentaban con la experiencia diaria de los seres humanos.
[...] No deja de ser una paradoja que alguien como Isaiah Berlin, que amaba
tanto las ideas y se movía en ellas con tanta solvencia, fuera un convencido de
que son éstas las que deben someterse si entran en contradicción con la
realidad humana, pues, cuando ocurre al revés, las calles se llenan de
guillotinas y paredones de fusilamiento y comienza el reinado de los censores y
los policías».
2) Verdades contradictorias.
«Todas las utopías sociales —de Platón a Marx—han partido de un acto de fe: que
los ideales humanos, las grandes aspiraciones del individuo y de la
colectividad, son capaces de congeniar, que la satisfacción de uno o varios de
estos fines no es obstáculo para materializar también los otros. Quizás nada
expresa mejor este optimismo que el rítmico lema de la Revolución francesa:
Libertad, Igualdad, Fraternidad. El generoso movimiento que pretendió
establecer el gobierno de la razón sobre la tierra y materializar estos ideales
simples e indiscutibles demostró al mundo, a través de sus repetidas
carnicerías y sus múltiples frustraciones, que la realidad social era más
tumultuosa e impredecible de lo que suponían las abstracciones de los filósofos
prescribiendo recetas para la felicidad de los hombres. La más inesperada demostración —que aun hoy muchos se niegan a
aceptar— fue la de que estos ideales se repelían uno al otro desde el instante
mismo en que pasaban de la teoría a la práctica; de que, en vez de apoyarse
entre sí, se excluían. Los revolucionarios franceses descubrieron, asombrados,
que la libertad era una fuente de desigualdades y que un país en el que los
ciudadanos gozaran de una total o muy amplia capacidad de iniciativa y gobierno
de sus actos y bienes sería tarde o temprano un país escindido por numerosas
diferencias materiales y espirituales. Así, para establecer la igualdad no
habría otro remedio que sacrificar la libertad, imponer la coacción, la
vigilancia y la acción todopoderosa y niveladora del Estado. Que la injusticia
social fuera el precio de la libertad y la dictadura de la igualdad —y que la
fraternidad sólo pudiera concretarse de manera relativa y transitoria, por
causas más negativas que positivas, como en el caso de una guerra o cataclismo
que aglutinara a la población en un movimiento solidario— es algo lastimoso y
difícil de aceptar. Sin embargo, según Isaiah Berlin, más grave que aceptar
este terrible dilema del destino humano, es negarse a aceptarlo (jugar al
avestruz). [...] [Por eso cree]
que en cuestiones sociales son siempre preferibles los éxitos parciales pero
efectivos a las grandes soluciones totalizadoras, fatalmente quiméricas. [...]
Significa que debemos tener conciencia de la importancia de la libertad de
elegir. Si no hay una sola respuesta para nuestros problemas sino varias,
nuestra obligación es vivir constantemente alertas, poniendo a prueba las
ideas, leyes, valores que rigen nuestro mundo, confrontándolos unos con otros,
ponderando el impacto que causan en nuestras vidas, y eligiendo unos y
rechazando otros, o, en difíciles transacciones, modificando los demás. Al
mismo tiempo que un argumento a favor de la responsabilidad y de la libertad de
elección, Isaiah Berlin ve en esta condición del destino humano una irrefutable
razón para comprender que la tolerancia, el pluralismo, son, más que
imperativos morales, necesidades prácticas para la supervivencia de los
hombres. Si hay verdades que se rechazan y fines que se niegan, debemos
aceptar el error en nuestras vidas y ser tolerantes para con los demás.
También admitir que la diversidad –de ideas, de acciones, costumbres, morales,
culturas– es la única garantía que tenemos de que el error, si se entroniza, no
cause demadiados estragos, ya que no existe una solución para nuestros
problemas, sino muchas y todas ellas precarias».
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Bertrand
Russel
En Misticismo y lógica, dice,
a propósito de la libertad:
«En
eso reside la auténtica libertad del hombre: en adorar sólo al Dios creado por
nuestro propio amor al bien, en respetar sólo al cielo que inspira la lucidez
de nuestros mejores momentos. En la acción, en el deseo, debemos someternos
perpetuamente a la tiranía de fuerzas exteriores; pero en el pensamiento, en la
aspiracion, somos libres, libres con respecto a nuestros prójimos, libres
con respecto al mezquino planeta en que se arrastran impotentes nuestros
cuerpos, libres incluso, mientras vivimos, de la tiranía de la muerte. Hagamos
nuestro entonces ese poder de la fe que nos capacita para vivir constantemente
en la visión del bien; y descendamos, en la acción, al mundo de los hechos,
siempre con esta visión delante de nosotros. [...] de la libertad de nuestros
pensamientos surge todo el mundo del arte y la filosofía y la visión de la
belleza mediante la cual, por fin, reconquistamos a medias el mundo renuente.
Pero la visión de la belleza sólo es posible para una contemplación liberada,
para unos pensamientos no lastrados por el peso de deseos vehementes; y así
la libertad sólo les llega a aquellos que dejan de pedirle a la vida que les
proporcione alguno de los bienes personales que están sujetos a las mudanzas
del tiempo».
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Ayn
Rand
De La
virtud del egoísmo extracté esto:
Solo
en situaciones de emergencia uno debería ofrecerse a ayudar a desconocidos, si
esto está dentro de sus posibilidades. Por ejemplo, el hombre que valora la
vida humana y se encuentra en medio de un naufragio debería ayudar a los otros
pasajeros a salvarse (aunque no a costa de su propia vida). Pero esto no
significa que, una vez que todos hayan alcanzado tierra firme, deba dedicar sus
esfuerzos a salvar a sus compañeros de viaje de la pobreza, la ingorancia, la
neurosis o cualquier otro problema que tengan. Tampoco significa que deba pasar
su vida naveganso por todos los mares en busca de náufragos a quienes salvar.
-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-
El
hecho de vivir en sociedad, en lugar de hacerlo en una isla desierta, no
libera al hombre de la responsabilidad de mantener su propia vida. La única
diferencia reside en que lo hace intercambiando
(comerciando) sus productos o servicios por los productos y servicios de otros.
Y, en este proceso de intercambio comercial, un hombre racional no busca ni
desea más, ni tampoco menos, que lo que puede ganar con su propio esfuerzo.
¿Quién determina sus ganancias? El mercado libre, es decir: la elección y el
juicio voluntairos de los hombres que están dispuestos a intercambiar con él
sus propios esruerzos. [...] en este sentido, un hombre racional, jamás desea
algo, o persigue una meta, que no pueda alcanzar a través de propio esfuerzo.
Intercambia un valor por otros. Nunca busca ni desea lo que no ha ganado. Si trata de lograr un objetivo que requiere
la cooperación de muchas personas, jamás contará con otra cosa que no sea su
capacidad para persuadirlas y lograr su acuerdo voluntario.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Al capitalismo y al liberalismo suelen culparlos de todos
los males que aquejan a la humanidad. Y en este sentido el propio papa se
encarga de ello en sus habituales discursos.
Al respecto me limito a reproducir algunos párrafos del
artículo de Alberto Benegas Lynch en La Nación del 19/2/18:
«…se
trata de consideraciones del Papa en el Palacio Episcopal de Lima, declaraciones
que destacamos porque constituyen el eje central de su pensamiento en materia
social. El núcleo de lo dicho es su alusión al "capitalismo liberal
deshumano", que, según el Papa, es lo que hace daño en nuestra región y en
otras partes del mundo.
»Actualmente
hay pocos vestigios de capitalismo liberal puesto que los gastos públicos, los
endeudamientos estatales y los intervencionismos gubernamentales se elevan en
grados exponenciales. Los nacionalismos y el consecuente proteccionismo están haciendo
estragos en Europa. [...] América Latina también se viene debatiendo en estos
menesteres desde hace décadas.
»Lo
que prima no es el capitalismo, sino las recetas estatistas. No resulta del
todo claro si Francisco pondera la pobreza material o si la condena. Pero lo
que sí debe resultar claro es que la inmensa mayoría de los pobres de esta
tierra apuntan a salir lo más rápido posible de esa condición y lo han hecho en
la medida en que se ha aplicado el "capitalismo liberal", es decir,
el respeto recíproco y la liberación de la energía creadora».
Y, haciendo referencia
a lo que al respecto dice la Biblia:
«Es
de gran importancia tener presentes consideraciones bíblicas sobre pobreza y
riqueza material para constatar el significado de estos términos en el contexto
de los valores morales que deben primar sobre toda otra consideración, en
concordancia con dos de los Mandamientos que hacen referencia a la
trascendencia de la propiedad privada ("no robar" y "no codiciar
los bienes ajenos"), lo cual es del todo armónico con los postulados de
una sociedad abierta. Si la pobreza material fuera una virtud, habría que
condenar la caridad puesto que mejora la situación del receptor».
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