Cuento
Autora: Marta Tomihisa
Bueno, finalmente van a conocer a mi novio.
Bueno, finalmente van a conocer a mi novio.
Se llama Valerio.
¡Qué nombre tan original!
No puedo creer que
el destino me haya dado la oportunidad de encontrarlo en mi camino. Desde el
primer día, sentimos que éramos el uno para el otro.
Como para que
vayan imaginándolo, es un hombre alto, delgado y elegante.
Por supuesto, la
atracción fue inmediata y mutua.
Sin embargo tuve
cierto temor de no interesarle, pero él con su sencillez y generosidad, se
comportó siempre como un caballero y me demostró lo mucho que yo le gustaba. Aunque
su trato era medido y formal, en el local donde trabajamos todos se dieron
cuenta enseguida.
Observé que él
demoraba en irse, esperaba que yo buscara mi cartera para ponerse el saco y me
acompañaba hasta la parada del colectivo con cualquier pretexto. Íbamos
charlando, después nos despedíamos y él parado en la vereda aguardaba mi saludo
desde la ventanilla. Vive en el sentido contrario a mi domicilio. Trabajamos desde
hace varios años en una gran ferretería en el centro de la ciudad. Yo atiendo
la caja y Valerio es el encargado de que nada falte y siempre sabe dónde
encontrar cada producto.
Nuestra relación
prosperó y hasta fuimos a comer a una pizzería muy elegante, que él ya conocía.
Por supuesto pagamos a medias, con los tiempos que corren no es cosa de andar
derrochando plata por ahí…
También fuimos a
escuchar un concierto al aire libre, me sorprendió todo lo que sabe de música
clásica. Realmente es un hombre culto.
Les va a encantar
su conversación amena, su caballerosidad.
Es verdad que le
costó un poco tomar la decisión de conocer a mi familia, pues no anda por ahí
haciendo alardes. Pero lo convencí y hoy viene a almorzar con nosotros. En un
par de meses ambos cumplimos treinta y nueve años, nacimos el mismo mes del
mismo año. Hasta esa casualidad nos une.
Ya no somos niños,
así que no queremos dejar pasar la oportunidad de compartir nuestra vida…
Suena el timbre, estoy
emocionada, seguro que es él…!
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Bueno, finalmente
conocimos al novio de mi hermana, se llama Valerio.
¡Qué nombre tan feo!
Feo como él, flaco
y desprolijo, con una expresión bobalicona, los dientes separados y el cabello
ralo.
¡Justo mi hermana
se lo tuvo que encontrar en su camino…!
Hace un par de
años que lo conoce, pero recién ahora se animó a traerlo a casa.
No es para menos,
semejante sujeto…
Cuando nos ubicamos
en la mesa, a mí me tocó sentarme a su lado, así que pude mirarlo de cerca. Es
tan torpe que cuando le sirvieron algo de beber, sacó el vaso antes de tiempo y
derramó el líquido sobre el mantel.
Se puso tan
nervioso que buscó un pañuelo arrugado de su bolsillo, quiso secar lo que había
derramado. Yo me reí bastante hasta que miré la cara de amargada de mi hermana,
entonces me aguanté la risa.
Luego comió los tallarines
sin levantar la vista del plato, aunque todos estábamos esperando que al menos
hiciera algún comentario. Pero era evidente que estaba muerto de hambre, fue el
primero en terminar y aceptó un segundo plato que devoró de la misma forma.
Mi madre había
puesto un CD de música clásica, sin embargo no pareció interesarle, tan ocupado
estaba en engullir la comida que tenía frente a él.
Si alguien le
preguntaba algo, acompañaba la breve respuesta con una risita nerviosa. No
sabíamos si estaba contento o si solo era un tic, que no podía reprimir.
Al terminar el
almuerzo, mi hermana propuso un brindis a modo de bienvenida. Él nos miraba a
todos, como si no comprendiera qué estaba ocurriendo a su alrededor.
Más tarde, los dos
se sentaron en unos sillones de mimbre que hay en el patio.
Mientras ayudaba a
mi madre a ordenar la cocina, los observé por la ventanita, oculta detrás de las
cortinas. Valerio se había quedado dormido con la boca abierta y profería unos
ronquidos horribles, mi hermana tenía una expresión de incomodidad que no podía
disimular. Cuando fui a llevarles el café, avancé por el pasillo tarareando una
canción, caminando despacito…
Sentí pena, quise
darle tiempo a ese insignificante ser, a recomponerse y convertirse en el pretendiente
soñado, tan solo imaginario…
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Y bueno, al fin
ligué “algo”…
La mina no es para
nada fachera, es bastante gorda aunque parece buena…
No demoró nada en
invitarme a su casa, para que conozca a su vieja y a la hermana. La casa no es
alquilada, el viejo palmó hace ya varios años…
Tengo la sensación
de que estas mosquitas muertas, tienen guita.
Con cuarenta años (aunque
a la gorda le dije que todavía no los cumplí), no puedo pretender mucho, llego
a fin de mes arañando los bolsillos para pagar la pensión…
Pero esta
solterona está para el cachetazo, si no liga ahora se le va el tren…
Además, desde que
llegó al laburo me anduvo fichando, me espera mientras busco el saco para ir
juntos hasta la parada del cole.
Una vez, salimos
tarde del laburo y fuimos juntos a comer pizza. La gorda le dio con todo a la
muzza, casi la convenzo de que ella pagara la cuenta, al final es la que más
morfó…
Pero la verdad, es
que me tomó bastante desprevenido que me invitara a su casa un domingo, es que
hace rato que ninguna mina me da calce…
Lo que pasa es que
la gorda está jugada, si no engancha algo ahora, se queda soltera…
La vieja tiene
cara de velorio, pero la hermana parece bastante chusma, aunque es bastante más
joven y está para darle, porque tiene algunos gestos que me dicen que le caigo bastante
bien…
Pero no pienso
dejar pasar esta oportunidad, si hay que bancarse al bagallo miro para otro
lado y dale que va…
¡Los sacrificios
que tiene que hacer uno, para sobrevivir…!