sábado, 16 de febrero de 2019

El infinito, Borges y yo



El infinito, tanto del espacio como el tiempo, suelen ser conceptos que nuestra mente (o, al menos, la mía) no es capaz de comprender cabalmente.
Sin embargo, hay experiencias que lo aproximan a uno a ese concepto tan abstracto: hace un par de semanas, unos vecinos nuevos que padecemos o disfrutamos, según se vea, festejaban algo para festejar.
Por la ventana de mi dormitorio entraba, con énfasis, una canción de ritmo repetitivo, con una letra que decía:
«Menea, menea/ menea la cola. Menea, menea/ menea la cola».
En una reiteración que me hizo comprender, en un instante, la noción de lo infinito.
Inmediatamente recordé una anécdota en la que Borges dice:
«Estábamos conversando con Macedonio Fernández, que explicaba que el alma es inmortal, mientras tocaban en la pieza de al lado una estupidez que me parece se llama La Cumparsita. Entonces le dije a Macedonio: “¿Qué te parece si nos suicidamos para librarnos de esa música tan pobre?”».
Allí comprendí no solo la noción de infinito, sino también que Borges probablemente no hablaba con ironía sino muy en serio. En vano busqué en mi mesa de luz la cápsula de cianuro que nunca tuve y en el desván de los trastos esa soga que resistiera mis más de 80 Kg (que tampoco tuve jamás; me refiero a la soga, porque los 80 Ks sí los tengo). Creo recordar que, por esa razón, no me suicidé.
Pero el tiempo (infinito) suele tener sus mudanzas, y como suele decirse hay “una de cal y una de arena”. Nuestros vecinos se reivindicaron totalmente, porque anoche en otro festejo, pusieron una melodía que envidiarían hasta Mozart y Verdi o, para no ir tan lejos, Lennon y McCartney, y la letra… ¡Ah!, tan sublime que dejaría muy chiquito a Lepera en su vuelo poético y a Discépolo en su profundidad filosófica.
La transcribo íntegra porque merece ser admirada en su totalidad:
«Tocame la cola/con la pistola. Tocame la cola/con la pistola. Tocame la cola/con la pistola. Tocame la cola/con la pistola».
Allí comprendí que Dios existe y que su propósito no puede ser otro que regalarnos los sentidos con estas muestras gigantes de talento.
Podría decir, plagiando a Borges: «No sé si nos suicidamos… no me acuerdo».



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