lunes, 24 de febrero de 2020

El espejo

Ficción por Marta Tomihisa


–¡Estás divina, Emilita!
Se miró en el espejo… Ante la mirada entusiasta de su madre, con una expresión de tristeza reflejada en la comisura de su boca, intentó sonreír. Su cuerpo lucía desgarbado, de contextura musculosa un tanto masculina y la piel pálida, seca, proclive a las irritaciones. Se irguió y dio media vuelta, el solero de tela floreada escotado, le dejaba la espalda descubierta, llena de lunares…
Era mentira…No era divina, ni linda, ni nada parecido…
Todos la engañaban, necesitaban repetirle estas cosas porque no eran ciertas…
Oyó el sonido del agua que venía de la ducha, a Andrea, su hermana menor, nunca la halagaban. No hacía falta, era tan bonita y atractiva que preferían ignorarla, para evitar lamentables comparaciones.
–¡Apúrense chicas, ya llegan los invitados!
Festejaban el cumpleaños del padre, venían parientes y amigos de la familia.
Salió al jardín, caminó hacia el quincho en donde el agasajado y un vecino, mantenían el fuego constante mientras asaban la carne en la parrilla. El día era luminoso, un sol generoso extendía su claridad por todos los rincones de la casa. Si al menos fuese de noche… A plena luz la cosa se ponía peor, la piel tan delicada se le irritaba y, aunque la sometía a infinidad de cremas y ungüentos, no mejoraba para nada. Cuando el padre la vio, una sonrisa se dibujó en su cara y exclamó como para que se oyera en toda la casa:
–¡Llegó la princesa!
¡Pobre papá! Ni siquiera sabía mentir, siempre tenía que decirle alguna pavada…
Se abrazaron sonriendo.
–¿Y tu hermana?
Le respondió con un movimiento de hombros. Luego ordenó la mesa, mientras la madre traía las ensaladas. Enseguida tocaron el timbre y aparecieron otros parientes, además de la esposa e hijos del vecino que permanecía junto a su padre, al lado de la parrilla.
Los adolescentes recién llegados, se acercaron para saludarla y casi sin mirarla le preguntaron:
–¿Y Andy, todavía duerme?
No les respondió, se dio media vuelta. Cuando ya todos los invitados se habían acomodado en la mesa, la figura menuda y grácil de su hermana, se recortó en el marco de la entrada al quincho. Vestía una remera musculosa con la cara de Snoopy estampada sobre la tela, un short y ojotas. Tenía el pelo mojado cayendo sobre la espalda, una expresión somnolienta y sonriente en el rostro.
–¡Pero, Andy, ni siquiera te pusiste el vestido! Le reclamó la madre.
Caminando despacio se acercó al padre mientras los invitados la saludaban con las manos en alto, alguien silbó…
Ella ignorando el entorno, como si apenas recordase el festejo del cumpleaños de su progenitor se acercó a él y le dio un beso.
–¡Hola, Pa, feliz cumple!
El hombre sonrió complacido, pero la instó a sentarse porque ya estaba sirviendo el asado y no quería descuidar a sus comensales. Los adolescentes la llamaron, indicándole que había una silla vacía junto a ellos pero Andrea buscó a su hermana con la mirada y se ubicó a su lado. Emilia estaba desvastada, muda. En forma  incesante metía comida en su boca para no tener que hablar con nadie. Cuando el almuerzo terminó, la madre puso la torta sobre la mesa y encendieron las velitas. Mientras cantaban el feliz cumpleaños ella los observaba a todos, también les envidiaba su alegría.
–Andy, traé la cámara y nos sacás algunas fotos…
Se lo pedían a su hermana, la experta en fotografía que hasta había ganado un premio en el concurso del colegio. Los padres le habían regalado una Nikon muy costosa, se la habían encargado a un amigo que solía viajar al extranjero.
Andrea la cuidaba celosamente, era lo más valioso que poseía.
De inmediato, Emilia se ofreció:
–Te la traigo yo…
Andy la miró con una expresión de alivio porque el día anterior jugando al hockey, le habían dado un golpe en el tobillo y aún le dolía el pie.
–Bueno, si no te molesta subir a buscarla…
Emilia solo quería huir de la reunión, entró en la habitación que compartía con su hermana, abrió la puertita de la mesa de luz y tomó la cámara. Por un momento se quedó mirándola, era tan pequeña y perfecta, sacaba unas fotos excelentes. Ya que estaba allí decidió ir al baño, la dejó sobre el lavatorio y se puso a orinar. Cuando se acercó nuevamente a la pileta para lavarse las manos vio su imagen en el espejo, el rostro húmedo y enrojecido. Solo había tomado dos vasos de cerveza y ya tenía la cara encendida como un farol. Horrible, esa era la única expresión que le cabía. Se refrescó un poco y al cerrar la canilla en un mal movimiento, casi tira la cámara a la pileta.
En ese instante, un pensamiento oscuro la estremeció de placer…
Abrió la llave del agua, puso el tapón y esperó que hubiera suficiente líquido, lentamente hundió la Nikon hasta que desapareció de la superficie. Durante unos minutos la mantuvo sumergida, luego la sacó y la secó cuidadosamente, se encaminó hacia el quincho… Andrea le agradeció a su hermana esta imprevista amabilidad. Los padres se acomodaron en el centro de la escena para que les tomaran una buena fotografía, luego pidieron otras más con todos los invitados. Emilia esperaba con satisfacción las consecuencias de su accionar, Andy dejaría de sonreír, se lo tenía merecido…
Cuando los invitados se fueron, vio a Andrea conectar la cámara a la computadora para seleccionar algunas fotos.
Emilia se metió de inmediato en la cama, tenía una siniestra sensación de placer, había descargado su bronca y ahora aguardaba el resultado…
Luego de una hora de hacerse la dormida oyó los pasos de su hermana entrando al cuarto, la miró de reojo.
–¿Emi, todavía estás despierta?
–Más o menos…–simuló un bostezo.
–¿Sabés que la cámara estaba mojada, se te mojó a vos?
Respiró profundamente satisfecha, tratando de mostrarse sorprendida respondió:
–¿Mojada? ¿Entonces, las fotografías se arruinaron?
–No, quedate tranquila. Esta es una cámara que hasta puede sacar fotos bajo el agua… Impresionante, ¿no?
Ni siquiera respondió. No hablaron más, Andy se durmió enseguida.
Una saliva amarga le inundó la boca anticipando la náusea, furiosa y desencajada, Emilia se levantó para ir al baño.
Al pasar frente al espejo se contempló de cuerpo entero, apretó los dientes y apagó la luz…

4 comentarios:

Charles dijo...

Antonio nos dijo; Muy bueno!!!!

JELEJALDE dijo...

Las historias de Marta siempre resultan amenas e interesantes. Para ella, mi sincera felicitación.

Charles dijo...

Elsa nos dijo: Muy bien Marta! Qué puedo decir? Una joya! Tenía que ser una cámara japonesa.
Cada uno de tus cuentos es mejor que el otro y no sabría escoger cual me gusta más!
Espero que algún día decidas publicar una antología de tus trabajos, seria un best seller.

Jacqueline dijo...

Hola Martita! Me encantó el cuento! Felicitaciones! Beso, Jackie

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