Hace unos años publiqué esto que me vuelve a la cabeza
¿Creo en Dios?
Después de algunos Padrenuestros que mi madre me había enseñado, el primer contacto que tuve con la religión fueron las clases de catequesis.
Sobre todo me asombraba la historia de Moisés, salvándose a flote en una canasta, recibiendo ¡de Dios! las famosas tablas, o abriendo las aguas del océano… no me costaba tanto creerlo en ese momento, como me costó después.
Llegué a pensar que tal vez me lo pasaba fornicando, ya que al interrogar a la desprevenida catequista acerca del significado de la palabra, me dijo que ya lo sabría cuando fuese grande. Pero ¿y mientras tanto? ¿cómo evitar el pecado sin saber en qué consiste? Y al ser uno de los mandamientos, su no cumplimiento era pecado mortal.
También me tenía preocupado el darme cuenta de que estaba permanentemente pecando. ¡Todo era pecado! La envidia, los celos, el egoísmo, las malas palabras, las mentiritas. ¿Cómo hacían los buenos para no pecar, si eran cosas de cada momento…? Un cura que vino a darnos unas charlas llegó a hacernos prometer que seguiríamos el sacerdocio. Y lo que se promete, ¡es para cumplir o arder en el infierno!
El infierno quedaba a la vuelta de la esquina. Se podía ir dando un paseo. […] si esa noche te habías masturbado y morías, ibas al infierno. Si habías chupado un caramelo antes de comulgar y morías, ibas al infierno. Si te atacaba en medio de la clase de Lengua un pensamiento impuro y morías, ibas al infierno. Era más fácil terminar en el infierno que en la prisión, pese al premonitorio «acabarás en la cárcel» de las madres de la época. Afortunadamente la confesión ponía el contador a cero. […] Y bien, Dios estaba ahí todo el tiempo para lo bueno y para lo malo, generalmente para lo malo, porque se trataba de un Dios colérico, violento, castigador, fanático. Dios era un fanático de sí porque vivía entregado a su causa de un modo desmedido, como si en lo más íntimo desconfiara de la legitimidad de sus planes o de sus posibilidades de éxito. Podríamos decir que era un nacionalista de sí mismo.*
Juan José Millás: El mundo
Poca huella me quedó, por suerte, de aquellos temores inculcados. No sé si alguna vez se me hubiese ocurrido seguir la carrera del sacerdocio, pero ciertamente, aquellas conminaciones –cuando tuve consciencia del atropello que significaban– me produjeron un rechazo visceral.
En mi casa no predominaba un ambiente religioso. Más tarde supe que había otras religiones. Dentro del cristianismo, una legión de protestantes, evangélicos, testigos de Dios en sus diversos nombres, mormones, pentecostales, anglicanos, luteranos, calvinistas, etc, etc. También hay judíos y musulmanes, que, a su vez tienen no sé cuántas sectas. Y todo esto para limitarnos solo a las religiones nacidas en cercano oriente; que en el extremo oriente tendrán lo suyo.
El común denominador que les encuentro es la convicción dogmática de que la suya es La Verdad. La Verdad Revelada. La Verdad Única. La Verdad Verdadera, podríamos decir. Cuando no un desmedido afán de autoconsiderarse el Pueblo Elegido.
Lo curioso es que las diferencias entre estas religiones suelen ser de liturgia; si se descansa en sábado o en domingo; si el bautismo es por inmersión total o si bastan unas gotas de agua sobre la cabeza; si los santos son santos o no; si la misa se debe decir en latín o en idioma local; si se puede reproducir la figura humana o no; si se ayuna tal o cual día…
Y en nombre de ese Dios piadoso, bondadoso e infinitamente sabio, y de esas pequeñas diferencias litúrgicas, van a la guerra, matan, torturan, queman vivos a sus semejantes y otras cositas más.
…porque combate contra todos los dogmas y supersticiones, la inteligencia es capaz de comprender lo que hay de verdad en cada uno de ellos; un hombre inteligente no se caracteriza porque no comete errores sino porque está dispuesto a rectificar los cometidos; los hombres que no cometen errores y que tienen todo definitivamente resuelto son los dogmáticos: se caracterizan por tener siempre una Iglesia, una Ortodoxia, un Papa infalible, una Inquisición [...]. La creación de estas Iglesias es lo que hace tan difícil la búsqueda de la verdad. Porque entonces no basta la inteligencia: se requiere intrepidez.
Ernesto Sábato: Uno y el Universo
La obra de Dios, si es que realmente existe, la veo en cuanto me rodea. Está en la estructura del ADN, en su forma de replicarse, en la misteriosa alquimia de la vida, en el milagroso equilibrio de las pequeñas y grandes cosas, que permite que un pájaro vuele o que un cachalote se sumerja a dos mil metros de profundidad. Y ello para no hablar del perfume y colorido de las flores, de los amaneceres y de tantas lindezas que dejo para la poesía.
Darwin explica todo lo concerniente a la vida con su extraordinaria Teoría de la Evolución de las Especies. Para los grandes interrogantes cósmicos, habrá otras teorías igualmente acertadas (o desacertadas). Pero, al ver tan sutil complejidad, cuesta creer que no haya una mano conductora.
¿Qué sería de mí […] si me hubiera decidido a meterme a cura? ¿Habría ganado o habría perdido? No tendría hijos […], no tendría oficina, no tendría horario, no tendría jubilación. Tendría Dios, eso sí, y tendría religión. Pero, ¿es que no los tengo? Francamente no sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no habría de disgustarle esta duda. En realidad, los elementos que él (¿o Él?) mismo nos ha dado (raciocinio, sensibilidad, intuición) no son en absoluto suficientes como para garantizarnos ni su existencia ni su no-existencia. Gracias a una corazonada, puedo creer en Dios y acertar, o no creer en Dios y también acertar. ¿Entonces? Acaso Dios tenga un rostro de croupier y yo solo sea un pobre diablo que juega a rojo cuando sale negro, y viceversa.
Mario Benedetti: La tregua
No sé si Dios existe. No sé si creo en un ser superior. Me deja tan perplejo su existencia como su inexistencia.
Pero lo que sí tengo claro es que no creo en ninguna religión.
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Y hoy agrego, ya que estamos con temas teológicos:
Entre otros mandamientos, la Biblia nos impone como los dos grandes y mayores mandamientos:
· Amarás a Dios por sobre todas las cosas
· Amarás a tu prójimo como a ti mismo
También dice:
· No cometerás actos impuros
· No mentirás
Pues bien, sin entrar a analizar la ambigüedad de lo que quiere decir “actos impuros” y suponiendo que significa lo que creemos que significa, estamos ante mandatos que son, si no imposibles, al menos muy difíciles de cumplir.
¿Alguien puede decir honestamente que se ha pasado toda la vida sin mentir?
¿Serán muchas las personas que no han cometido “actos impuros”?
Ni qué hablar de los dos primeros; van contra la naturaleza humana y parecen hechos a propósito para que nadie los cumpla y, por tanto, que todos estemos siempre en pecado y con culpa, forma muy entendible para la dominación que, rápidamente, la Iglesia supo usar en su provecho.
Al hombre real, de carne y hueso, ¿se le puede pedir que ame al prójimo como a sí mismo o a Dios por sobre todas las cosas?
No nos engañemos, eso está perfectamente diseñado para que no se pueda cumplir; y de allí a la Inquisición, solo hay un paso.
Y aquí transcribo un párrafo de El largo atardecer del caminante, de Abel Posse. El autor pone esta reflexión en boca de Alvar Núñez Cabeza de Vaca:
Los hombres, en el fondo de su alma están más bien convocados por el pecado y el crimen. No me excluyo. Por eso nuestro Dios, nuestro Cristo, no es un dios de la realidad. Es una eterna imposibilidad, una aporía, una renovada frustración.
¿Y cómo no citar a Borges?
«¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica. [...] Creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género».
2 comentarios:
Mirta nos dijo: Interesante,me gustó.
Hola Charly!!!
Que tema fascinante y que poco se yo de las religiones!!
Si puedo hablar de mi,mi ser espiritual,en el que mi Dios no es mas que yo frnte a la vida tanto en lo malo como en lo bueno y estoy totalmente de acuerdo con el genio del Sr.Jorge Luis Boeges,leer sobre cualquiera de las religines me hace a que las asocie a lis cuentos fantasticos,donde me provocan una atraccion del momento,manejando mi imaginacion y siempre en un plano de intensa y enorme irrealidad!!!
Y me siento muy bien pudiendome preguntar de todo lo que nos rodea,la naturaleza misma,su belleza,sus grandes manifestaciones de destruccuion,llamese sunami,terremotos,erupcion de volcanes etc,etc,quien las creo?
De mi Dios que llevo en mi alma seguro que no,soy una pequeñisima parte de semejante grandeza!!
Cuanto me queda por aprender,conocer,vivir y creo absolutamente en mis pares,en su total imperfeccion,que valoro cada dia mas!!
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