Vargas Llosa dijo que lo más importante que había ocurrido en su vida fue aprender a leer.
Borges, con su inveterada ironía, dijo que la culpa de su antiperonismo la tenía una maestra de la primaria, porque le había enseñado a leer…
Sin estar a la altura de ellos, y sin pretensiones de ser un crítico literario quiero compartir mis impresiones de algunos libros que leí.
Cortés. De Richard Lee Marks.
Es más que obvio que para escribir un libro acerca de un personaje histórico, hay que tener admiración y apasionamiento por tal personaje. Y el apasionamiento con fanatismo no conduce, generalmente a nada bueno, ni en literatura ni en ninguna otra actividad. En el caso que nos ocupa, el autor (norteamericano) muestra admiración por Cortés, por la cultura hispánica, y por las culturas aborígenes de América. Nada de ello le impide juicios de valor críticos, toda vez que lo considera. Siempre hay que juzgar las conductas del pasado teniendo en cuenta el contexto de la época y no con los criterios actuales. Increíbles aventuras pueblan la vida del protagonista, al punto de parecer inconcebibles. Se relata la Conquista de México con un grado de detalle notable pero sin perder de vista al lector, que no se desatiende en ningún momento. Y uno se siente, desde el principio, atrapado por la prosa bien escrita (en donde ciertamente hay también mérito del traductor). Y, cuando tiene que dar opiniones o conjeturas personales acerca de intenciones y conductas, lo deja bien aclarado que se trata de eso: opiniones.
Merece la pena reproducir el último párrafo de la obra:
«Estos eran los pensamientos que acompañaban al conquistador de México a un paso de su tránsito a la eternidad: no el recuerdo de las privaciones o recompensas de su espectacular carrera, sino la preocupación por sus hijos y la reflexión sobre la corrección de su conducta ante los ojos de Dios».
Dice esto el autor a propósito de la confección del testamento del conquistador. En las instrucciones que da a sus hijos, les recomienda con énfasis que el trato para con los indios encomendados a su custodia y cristianización, debe ser siempre justo y no cruel, y que las compensaciones por los trabajos que para ellos realizan los encomendados deben ser justamente retribuidas.
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La princesa azteca. De Colin Falconer.
Otra vez ¡con Hernán Cortés!: es que su vida es una novela. ¿Qué se puede agregar a otra novela acerca de la increíble hazaña de Hernán Cortés? Es un libro apasionante como lo es la historia del personaje. Pero, para serlo, debe estar bien escrito y bien llevado. En este caso, sin soslayar las intrépidas aventuras de HC, el libro da un protagonismo especial a La Malinche, concubina amante del conquistador, quien lo consideraba un Dios, y por tanto imbatible. Muy recomendable.
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Cornelio Saavedra. El destacado líder de Mayo. De Biografías Planeta.
Interesante estudio de la vida de Cornelio Judas Tadeo Saavedra. Para quienes nos acercamos a la historia como simples aficionados, no deja de sorprendernos cuántas versiones hay de cada hecho que se estudia. Los historiadores, humanos al fin, con sus particulares opiniones, que se nutren de fuentes que se supone verídicas, hacen su propia interpretación de los hechos. En este caso, la versión no parece ser apologética del personaje, sino más bien mesurada. No obstante, el cuadro que se pinta es bastante disímil con respecto a la idea que nos ha llegado de la historia “morenista”. No parece ser un personaje pusilánime ni mucho menos; sí un moderado. Si bien es cierto que la Primera Junta estaba manejada por Moreno, y que Saavedra, en tanto presidente, firmaba resoluciones de corte netamente morenista, de la lectura del texto surge que don Cornelio, jugaba sus propias fichas y estaba esperando su momento, que no tardó en llegar, si bien poco duró. Muy jugosos los textos insertos de historiadores varios y notas autobiográficas del propio Saavedra, y de Belgrano. Podemos en algunos de estos adjuntos leer verdaderas pinturas de lo que era la vida en nuestras ciudades y campaña, así como lo azaroso de los viajes por nuestro extenso territorio.
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En la arena estelar. De Isaac Asimov.
Del mismo autor yo había leído libros de divulgación científica. Aquí nos encontramos con su faceta de escritor de ciencia ficción. Si bien no es mi fuerte este género, no dejó de entretenerme el relato.
Es interesante ver cómo se imagina lo que sería una civilización transplanetaria, con los viajes a otros mundos habitables y ya colonizados por humanos, que huyeron del planeta primigenio luego de un holocausto nuclear. Termina con una apología de la civilización americana citando el prólogo de su constitución. Cuál no sería mi sorpresa al ver que el nuestro es “calcado” de aquel, con solo ciertos retoques como el agregado de “… y para todos los hombres de buena voluntad…”
Transcribo el prólogo:
«Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer para la defensa común, estimular el bienestar general y asegurar los bienes de la libertad para nosotros y para nuestra posteridad, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América».
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Tercermundismo, mito burgués. De Juan José Sebreli.
Fue escrito en la época en que el autor abrazaba ideas marxistas o semejantes; creo que hoy no escribiría este libro. No obstante, tiene interesantes y pormenorizados análisis de distintos autores, de la problemática socio/ideológica del llamado tercer mundo. Hace una muy razonada y creíble crítica al régimen castrista (y hay que recordar que su pensamiento estaba con el socialismo) que vale la pena. Régimen al que cataloga de “Capitalismo burocrático” dado que allí sigue existiendo la plusvalía famosa de Marx, solo que queda en manos de la clase burocrática, que reemplazó a la burguesía. Estos burócratas, no necesitan títulos de propiedad, ya que igualmente disfrutan de todas las ventajas de una vida regalada, dice el autor:
Si por ejemplo Castro pretende llamarse socialista por su muy loable lucha por la alfabetización de las masas, con el mismo criterio, un viejo burgués argentino como Sarmiento debería llamarse también socialista.
Critica con acierto esa tendencia de las ideologías a querer que la realidad se adapte a sus premisas y opiniones, así como de ciertos intelectuales que, sin pensamiento crítico, aceptan una verticalidad por suponer que responde a la “voluntad popular”, citando a los estalinistas de los años 30 y 40 y a importantes sectores del peronismo.
También analiza el mito del “buen salvaje”, mediante el que se idealiza el modo de vida de las comunidades primitivas, creyendo que gozaban de una existencia paradisíaca, olvidando o, peor aún, ocultando el canibalismo, la esclavitud y otras crueldades tan extendidas en dichas comunidades, para no hablar de las pestes y la elevada mortalidad infantil.
3 comentarios:
Un lindo "popurrí" con anécdotas de varios escritores. Gracias y saludos.
Mirta nos dijo: tus reseñas, invaluables.
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