jueves, 30 de mayo de 2024

Otra vez misceláneas

La ética de la emergencia

Está claro para cualquiera que utilice medianamente sus neuronas, que los “planes asistenciales” no sacan de la pobreza a los supuestos beneficiarios, por el contrario, allí los mantienen envileciéndolos.

Seguramente que las almas caritativas que tanto abundan dirán que no se puede dejar morir de hambre a tanta gente ni condenar a los niños a una infancia de privaciones con consecuencias siempre indeseables para su vida de adultos.

Pues bien, la respuesta cae de su peso: ante una emergencia (incendio, epidemia, inundaciones no previstas, descarrilamiento de trenes o naufragios), la ayuda no solo es deseable sino necesaria y de sentido común. Pero si la pobreza es una situación permanente y el número de pobres aumenta constantemente, es porque algo funciona mal. 

Lo que debemos preguntarnos es cómo llegamos a esta situación en que hay tantos argentinos que necesitan en forma endémica estos salvavidas y cómo fue que tantos niños van a la escuela para comer, porque en su casa no lo harían.

Recordemos que, en los tan vilipendiados años del “Régimen falaz y descreído”, anterior a la Ley Sáenz Peña, y algunos años más tarde aún,  llegaban legiones de pobres, de pobreza absoluta desde otros países; no obstante, en pocos años salían de esa condición con su esfuerzo y no con subsidios del gobierno. Ni hablar de la escuela pública gratuita y obligatoria, que tanto nos ha distinguido en el mundo que también fue obra de dicho régimen.

Vemos cómo, con su esfuerzo sostenido, construyeron sus casas y los barrios mismos, –en los que no solían faltar sociedades de fomento y de socorros mutuos– y cómo, en décadas más recientes vino la migración interna y solo construyó villas miseria sin lograr, la mayoría, jamás salir de ellas. 

¿Qué fue lo que produjo tal diferencia? ¿Eran los migrantes internos genéticamente inferiores, o simplemente fueron víctimas de regímenes que le hicieron creer que todo les sería dado por un Estado bonachón?

Ese Estado bonachón, jamás les dio las herramientas para salir de la pobreza y, además, con mucho éxito, se dedicó a la tarea de usar como herramienta de propaganda fascista a la educación que fuera uno de los pilares de nuestro prodigioso progreso en aquellos años. Y nuestro gran orgullo.

Estamos en una espiral viciosa que nos llevará a competir con la caribeña Venezuela, ya que al haber cada vez más gente que recibe planes, son cada vez menos, proporcionalmente, los que producen para sostenerlos. Luego, la solución reiterada es aumentar los impuestos y la inflación con lo que más gente pasa a la condición de receptor de subsidios y…

Dijo Ayn Rand en “La ética de la emergencia” (no es textual, sino como lo recuerdo)

«La “ayuda” permanente es una falta de respeto por los “ayudados”, dado que se los considera como una caterva de mendigos inútiles que claman permanentemente por ayuda».

Poco para agregar.

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¿Son o se hacen?

Antes de comenzar, quiero contarles la historia de Prudencio Gil.

Al fin habían llegado sus esperadas y merecidas vacaciones. Don Prudencio no podía estar más feliz; había poco tránsito en la ruta y él disfrutaba del manejo en esas condiciones. En el asiento trasero, los chicos no se estaban peleando, su mujer no estaba enojada, en la radio pasaban algunos de sus tangos favoritos, iba mascando su chicle preferido; nada podía ser mejor.

Pero, siempre algo tiene que salir mal. Y así fue que en el tablero de mando se encendió una incómoda luz roja: ¡la presión de aceite estaba peligrosamente baja!

Don Prudencio lanzó procaces improperios, no habituales en él y que no voy a transcribir porque mi recato no me lo permite. Pero nuestro protagonista, que de Gil tenía más que de Prudencio, no iba a permitir que una miserable lucecita roja le arruinara las soñadas vacaciones y tuvo una idea que le pareció genial: sacó el chicle de su boca y lo pegó en el tablero tapando la endemoniada luz y ¡a disfrutar del viaje!

¿Cómo creen que terminaron las vacaciones de nuestro buen amigo?

Ahora vamos nuestras realidades. Solemos ver que, en un intento de frenar la inflación, nuestros preclaros dirigentes solían salir a controlar los precios, muchas veces con jóvenes militontos.

¿Encuentran los amables lectores alguna semejanza entre la realidad y mi pequeña ficción?

¿Terminará esta situación como imaginamos la historia del chicle?

¿Deberé de dejar definitivamente el tintillo?

Muchas preguntas sin respuesta.

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La clase media 

Desde que yo era joven (de esto hace muuuucho tiempo) vengo oyendo la prédica “progre” contra la clase media que es despistada, enamorada de Miami, seducida por cantos de sirena, queriendo ser “clase alta” y siempre actuando y votando contra el interés de las abnegadas clases populares (como si ser de clase media no fuera ser “pueblo”). Lo más notable del caso es que esos esclarecidos izquierdosos progres ¡son mayoritariamente de clase media!

Pero esa clase media, además de viajar a Miami –cuando los esclarecidos populistas favorecieron esta conducta– son los que en gran medida, con sueldos muchas veces exiguos, deben afrontar expensas y alquileres, pero no salen con la cara cubierta y blandiendo garrotes a reclamar una “vivienda digna”. Son los que deben también hacerse cargo del costo de escuelas privadas porque los gobiernos nacionales y populares destruyeron sistemáticamente la calidad de nuestra escuela pública (por muchos “abrazos simbólicos” que hayan realizado en distintas oportunidades). Esa escuela pública a la que igualmente tienen que seguir sosteniendo con los impuestos que pagan.

Y ese afán por la educación de sus hijos, no solo les asegura a ellos un futuro algo mejor, sino que contribuye al mejoramiento de la sociedad en su conjunto. ¿O hay algún ejemplo en el mundo de países exitosos sin educación de calidad al alcance de todos? Y, desde luego, que todos esos países tienen grandes clases medias, a diferencia de los postergados del mundo donde esa capa social no existe.

Si es tan mala y descaminada la clase media; ¿por qué no cerramos todas las escuelas secundarias, que son la fábrica de ciudadanos de dicha clase?

¿Será que el tintillo me obnubila la mente?

viernes, 24 de mayo de 2024

Misceláneas

Tomo este párrafo de un artículo de Alberto Benegas Lynch (h) publicado en «La Nación»:

«Autores como Anthony de Jasay –tal vez el pensador liberal más sofisticado de nuestro tiempo– recuerdan que “no estamos en la búsqueda de un sistema perfecto”, ya que tamaña meta no resulta posible para los mortales. Y eso es lo contrario de lo que ocurre con todas las utopías socialistas que tantas masacres y sufrimientos han provocado con su pretensión de torcer la naturaleza del ser humano en la busca de ese engendro que sería el “hombre nuevo” que se exime de contrariedades en un mundo idílico».

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En el Documento de la Independencia de USA se delinea la cosmovisión moral y doctrina política de la libertad: 

«Todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad. Que para asegurar estos Derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres, los cuales derivan sus Poderes legítimos del Consentimiento de los Gobernados».

Es muy importante notar que garantiza el derecho a “la búsqueda de la felicidad” y no a que alguien se la proporcione.

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Veo con frecuencia en debates televisivos que se agreden, no respetan las opiniones contrarias hablando y hasta aún gritando cuando el oponente tiene la palabra, en una clara falta de respeto, no solo a quien opina distinto, sino también a la teleaudiencia. Pero una cosa que me parece evidente, y admito que puede haber excepciones, es que los opinantes liberales o de «derecha», piensan que, los simpatizantes de las izquierdas en general, son personas que defienden ideas equivocadas; mientras que, en el caso inverso, opinan que son perversos que solo aspiran a defender intereses de las «clases opresoras» y que solo pretenden ver al proletariado cada vez más sumergido.

¡Vaya una diferencia! De este modo, es difícil que de un intercambio de ideas se pueda obtener algo de provecho.

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«Al enemigo no hay que destruirlo, sino que hay que construirlo».

Esta parece ser la proposición axiomática de todo buen populista. Porque es evidente que hay que tener un buen enemigo enfrente a quien responsabilizar por los fracasos que, inevitablemente, se producen con estas políticas.

Y esto es así, porque, según bien dice Ortega y Gasset, es más fácil aunar voluntades para empresas ruines, o con bajos propósitos. 

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Hace unos meses leí en el "Clarín Rural" una nota firmada por Héctor A Huergo, de la que extraigo el siguiente párrafo:

«Aún cuando la mácula ominosa del hambre nos sopapea con demasiada frecuencia, la cuestión quedó circunscripta a sociedades que se empeñan en guerras civiles, desorden administrativo y malas decisiones políticas».

Eso es así porque la revolución tecnológica de la agricultura fue capaz de aumentar la producción total de alimentos más que el aumento de la población mundial. 

Entre esas sociedades que menciona el firmante de la nota, está emblemáticamente la nuestra. De otra manera no se puede entender que, en un país productor de alimentos por excelencia, haya que dar de comer a los niños en las escuelas, porque en su casa no lo harían...

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No recuerdo de dónde lo tomé:

«La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles».

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Seguramente bien intencionados (algunos) en su afán de llevar voluntades hacia su candidato favorito, no paran de decir sinsentidos o afirmaciones más imaginadas que asentadas en hechos concretos.

Dicen que los recursos en las sociedades capitalistas son escasos, como si en los países con regímenes socialistas se nadara en la abundancia.

Dicen que la política es conflicto, cuando en realidad es la vía para llevar ese conflicto inevitable por vías lo más armónicas posible. Por eso existen los parlamentos en los que las propuestas extremas, suele limarse para lograr consensos (eso, donde los parlamentos funcionan como tales). 

Dicen que en las sociedades capitalistas, los empresarios ganan más mientras menos sueldos pagan, afirmación que, si no fuese malintencionada, sería de una ingenuidad increíble. Ya Henry Ford, capitalista como pocos, decía que cuanto más ganaran sus obreros, más autos le comprarían. En las sociedades capitalistas más exitosas, ¿ganan poco los obreros? ¿Quién consumirá los productos que manufacturan a diario las empresas de los capitalistas desalmados?  ¿Es que sus empresas solo producen para los millonarios?

Dicen que los trabajadores crean partidos que luchan por su sueldo en contraposición a los partidos de los “capitalistas”. En nuestro país, el partido típicamente obrerista, ¿logró erradicar la miseria y la marginalidad?

Y podemos ver que, desde la Provincia de Buenos Aires, con gobiernos «de los obreros» acuden a atenderse a la ciudad donde desde hace mucho gobierna «la derecha» ¿quién presta mejores servicios a los pobres y desposeídos?

La pelea de fondo es república Vs. autocracia. Poder limitado o irrestricto. Las ideologías vienen después, y en una sociedad un poco más seria que la nuestra, se avanza, tal vez con cierta lentitud, pero sostenidamente. Y los cambios a derecha o izquierda no son giros de 180º que nos dejan siempre en el mismo lugar.

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Al capitalismo y al liberalismo suelen culparlos de todos los males que aquejan a la humanidad; hasta el propio papa se encarga de ello en sus habituales discursos.

Mucho se habla del “capitalismo liberal salvaje” que acarrea tanta miseria en nuestros pueblos de América Latina. Pero pocos se detienen a analizar que de liberal, nuestros gobiernos tienen poco o nada. Por tanto, el capitalismo es de amigos y no liberal: las consecuencias están a la vista.

¿Qué tiene de liberal un sistema político en el que el Estado no para de crecer y manipular la economía en forma indiscriminada? Pero, ante los reiterados fracasos, no dudan en aumentar la dosis de las medicinas que fallaron. “fue porque no se aplicó lo suficiente”. Y, además, siempre hay un malo de la película a quien acusar: la oligarquía, el imperialismo, los cipayos, etc.

Y que el papa acuse, entre otras cosas, a la propiedad privada, es un absoluto contrasentido si tenemos en cuenta que dos de los mandamientos defienden la propiedad privada: «No robar» y «No codiciar los bienes ajenos».

También es bueno recordar que el propio Jesús decía que uno debe entregar su capa al desnudo y dar alimento al hambriento. Siempre dar lo propio, pero nunca dijo que había que apropiarse de lo ajeno para repartirlo.

miércoles, 15 de mayo de 2024

Falsas disyuntivas

En las discusiones, tanto de café como en los medios de comunicación, suele discutirse acerca de muy variados temas y vemos con frecuencia falsas disyuntivas como:

Panelistas Vs. economistas

La salud Vs. la economía

Igualdad Vs. libertad

Analicemos:

Panelistas Vs. economistas

Es frecuente ver a destacados economistas participar en programas televisivos donde panelistas y periodistas, no menos destacados e imbuidos de generosos ideales altruistas, los interrogan e interpelan.

Entre los economistas los hay de distintas tendencias y, sobre todo, de variada forma de debatir, algunos con mucha –tal vez excesiva– vehemencia, y otros no tanto.

Pero lo que veo casi invariablemente, es que cuando los economistas exponen sus muy técnicas razones para explicar nuestras reiteradas crisis y las soluciones para evitarlas y, ante su requerimiento de bajar el gasto público, la respuesta de los compungidos panelistas suele ser de este tipo:

Pero la educación y la salud no son gasto sino inversión.

Pero ¿cómo van a hacer los viejitos jubilados si no se les da un bono extra?

Hay que quitarle a los que más tienen para darle a quienes lo están pasando mal.

Ante esos cuestionamientos, veo con pesar, que los economistas ensayan respuestas muy técnicas, pero poco convincentes. A mí no me tienen que convencer, porque ya estoy convencido, pero entiendo que una buena parte de los televidentes, se pondrán del lado de los panelistas.

Las respuestas que yo, poco versado en cuestiones económicas, hubiese querido oír serían de este tipo:

Cuando se habla de “gasto” es referido a erogaciones totales (en física, equivale a caudal o flujo). Reducirlo no quiere decir que se tenga que hacer de áreas sensibles como la salud, la educación, justicia y otras ineludibles del Estado. Y aún en estas áreas, lo que se requiere es mayor eficiencia en el gasto, para lo que es imprescindible efectuar las correspondientes auditorías. Es bueno recordar que, por mucho que se haya afirmado que se ha aumentado el gasto (o inversión si se prefiere) en educación, los resultados son pésimos. Otro tanto podemos decir de las otras áreas de competencia del Estado.

Respecto a los “pobres viejitos”, habría que preguntarle al condolido panelista de dónde se sacarían esos mayores recursos; ¿estaría dispuesto él a resignar un porcentaje de su salario? ¿Por qué pretende que se haga vía mayores impuestos a otros? También cabe preguntar ¿qué fue lo que llevó a esos pobres ancianos y a tantos excluidos del sistema a estar en forma permanente en situación crítica, si no el enorme gasto público así como la aniquilación de las recordadas AFJP y el retorno a un sistema que, es evidente, no da ni dio resultados? Cualquier gobierno, por perverso que fuese, si tuviera la varita mágica, pagaría de un día para otro unas jubilaciones espléndidas. 

Quitarle a los que más tienen estaba bien para Robin Hood, porque le quitaba a los que, supuestamente, estaban explotando al resto de la población. Hoy, si de quitar se trata, habría que comenzar por los políticos, los empresarios prebendarios y los sindicalistas y no aumentando exageradamente los impuestos a los generadores de la riqueza.

La salud y la educación Vs. la economía

Cuando esos economistas de los que hablé pretenden hacernos ver los desaguisados que se hacen en materia económica, tanto en plena pandemia de COVID, como antes y, después, suelen retrucarle que “la salud es más importante que la economía” o bien “Que antes que preocuparse por que los números ‘cierren’, debe tenerse en cuenta que sea con la gente adentro”. Parece ser que no se anoticiaron que el fin último de la economía es, precisamente, la gente. Y que cuando los números “no cierran”, invariablemente la gente queda afuera.

Por eso, como bien dijo uno de esos versados economistas, “Salud Vs. Economía” es una falsa disyuntiva. Y es precisamente al enfrentar una emergencia cuando más hay que prestarle atención a la economía, para evitar, entre otras cosas, el colapso de las prestaciones sanitarias. ¿De dónde saldrían los recursos humanos y materiales para enfrentar una tragedia si no se atiende a la Economía?

–¿Usted prioriza la economía por sobre la Salud? – machacan esas sensibles mentes.

Parece mentira que, en los medios de comunicación, casi todos los periodistas, panelistas y opinólogos varios, invariablemente insistan sobre este tema.

No hay posibilidad de prestar buenos servicios de salud sin una economía sana.

No hay posibilidad de tener una educación razonable sin una economía sana.

No hay posibilidad de reducir la pobreza sin una economía sana.

No hay posibilidad de reducir la inseguridad sin una economía sana.

No hay posibilidad de mejorar la inclusión social sin una economía sana.

No hay posibilidad de mejorar las jubilaciones sin una economía sana.

¿Se entiende por qué no se puede dejar de hablar de economía, ni en los peores momentos de aquella eterna cuarentena?

¿Y cómo se logra esa economía sana?

Con un giro de 180º en las políticas que se han seguido ya durante décadas.

Tomando como guía lo que hacen otros países que sí prosperaron. Y los ejemplos cubren todo el abanico de raza, religión, historia, y geografía; es decir que ninguna de estas condiciones es obstáculo para lograr un despegue definitivo.

Claro que, con los niveles de corrupción e impunidad que padecemos, fracasará incluso la mejor política económica que pudiera implementarse.

Igualdad Vs. libertad

Se ve con angustiante frecuencia que se clama por una mayor igualdad sin entender que el verdadero problema contra el que hay que luchar es la pobreza. Nadie se muere de «desigualdad», sí de hambre o enfermedades asociadas a la pobreza. Y esto se ve con claridad patética en Chile, donde en forma totalmente organizada, las izquierdas, hace ya unos años, han acometido contra un régimen que ha sacado de la pobreza en pocas décadas a un enorme número de chilenos. Y que está hoy en los primeros puestos de América Latina en materia de Desarrollo Humano, PBI/h, educación, acceso a la salud e, incluso, en materia de jubilaciones, que ha sido una de las grandes excusas para promover la ola de barbarie.

Lo que generalmente logran estas izquierdas dogmáticas, y tal vez sea lo que buscan, es acabar con los ricos, en vez de acabar con los pobres.

Pero no hay remedio, ellos no pueden mostrar un solo ejemplo de éxito en sus intentos por traer el Paraíso a la Tierra. Y, si analizamos los países más exitosos en su lucha contra la pobreza, veremos que son precisamente los que tiene una economía más libre; es decir, los más alejados de sus trasnochadas teorías.


miércoles, 8 de mayo de 2024

Siempre es bueno leer

 

Retomando la costumbre de contarles algo de lo que he leído:

La neoinquisición. De Axel Kaiser 

En la sinopsis inicial el autor nos explica en forma somera acerca de la “corrección política” que podría ser comparada con la persecución a las brujas en otra épocas. Así, el subtítulo es muy expresivo: “Persecución, censura y decadencia cultural en el siglo XXI”.

Luego se explaya más a fondo acerca del fenómeno de la cacería de brujas en siglos anteriores en los que, bastaba una denuncia, para que la condena fuese segura, con o sin confesión del acusado; si no confesaba se lo torturaba hasta que lo hiciera. Si aún así no lo hacía, le esperaba una muerte más atroz, como si esto fuese posible. Y hace un paralelismo con nuestra realidad actual, en la que, si bien a nadie se lo lleva a la hoguera, suele ser suficiente una denuncia, para arruinar definitivamente la reputación del acusado. Y eso cuando lo que pierde es solo la reputación.

Este tipo de políticas hace sumamente beneficioso afiliarse a algún colectivo minoritario que se declare discriminado, para obtener una serie de beneficios que, claramente, van en contra del principio de igualdad ante la ley.

Hoy se persigue a quienes pongan en tela de juicio que el género no es exclusivamente una construcción cultural, y algo parecido con la genética, con el patriarcado, con la brecha salarial y con la “culpabilidad de Occidente” en cualquiera de las desgracias que ocurren en el mundo actual.

Así, con esa facilidad con que se destruye el crédito y prestigio de una persona, lo que se consigue es una autocensura, por temor a herir la sensibilidad de algún ofendido profesional.

Uno de los conceptos que bien maneja el autor es la patraña de que el capitalismo se basa en la explotación de la clase obrera y de la mujer. Lo de la explotación de la clase obrera, si bien no es el tema de este trabajo, hay que reconocer que en la actualidad, nadie puede seguir sosteniendo este dislate, cuando es precisamente en los regímenes auténticamente capitalistas donde mejor nivel de vida alcanzan los proletarios. Respecto de la explotación de la mujer, nada más alejado de la realidad:

… el capitalismo, creado esencialmente por hombres, es decir, por el supuesto patriarcado opresivo, ha sido la principal fuerza liberadora de la mujer. 

Otro de los temas que la neoinquisición ataca es el de la inmigración, dando por sentado que en todos los casos es beneficiosa para el país receptor. Para demostrar que esto no es así, da ejemplos en Alemania y otros países europeos donde ciertas colectividades, lejos de integrarse a la cultura que las acoge, se mantienen aisladas e incluso quieren imponer sus hábitos y creencias. Tal el caso de los musulmanes que ni siquiera se esfuerzan por capacitarse (a diferencia de los vietnamitas en este ejemplo) y recurren abusivamente a la seguridad social. Incluso la autocensura no permite difundir el caso de que, una inmensa mayoría de ataques sexuales a mujeres alemanas, son perpetrados por personas de esa cultura.

Respecto de la esclavitud y el perverso rol del hombre blanco en el tráfico de esclavos:

… lo más asombroso de la historia de la esclavitud que abarca todo el mundo y todas las razas (yo agrego: y todas las épocas hasta hace muy poco) es que antes del siglo XVIII no se planteó ninguna pregunta seria sobre si la esclavitud era correcta o incorrecta. A finales del siglo XVIII esta pregunta surgió en la civilización occidental, pero en ningún otro lugar». (Cita de Thomas Sowell). Los primeros en el mundo en ilegalizar la esclavitud fueron los británicos y no solo eso sino que ejercieron el poder de policía internacional en los mares. 

Como no se ajusta a la narrativa antioccidental, se prefiere ignorarlo. 

Y siguiendo con el “antioccidentalismo” y su voracidad colonial:

Tampoco puede hablarse de la culpa occidental por los crímenes cometidos sin reconocer que los males perpetrados por los occidentales eran también comunes, e incluso más extendidos, en otras culturas y que fue precisamente la civilización occidental con su cultura liberal y humanista, la única que puso fin a muchos de ellos… [...] Sin dejar de lado las manchas de nuestra historia, podemos concluir que los occidentales tenemos buenas razones para estar orgullosos por la contribución sin precedentes que hemos hecho a la humanidad en términos morales, económicos, democráticos, científicos y culturales, pues todo ello ha transformado para mejor la vida de toda nuestra especie sobre el planeta.

En el epílogo, tiene una contundente frase final:

Si hay algo que se puede aprender del pasado es que, cuando se ponen en marcha procesos revolucionarios y cacerías de brujas, nadie, ni siquiera aquellos que los promovieron desde los inicios y que celebraron mientras veían arder a sus adversarios, se encuentra libre de ser el próximo en ser arrojado a la hoguera. 

A lo anterior, yo agregaría: "Si no, que le pregunten a Robespierre.

Solo haría una crítica; se extiende demasiado, en algunos casos, en describir ejemplos ocurridos a propósito de persecuciones inicuas a destacados científicos o profesores por haber dicho algo que pudo herir alguna susceptibilidad exacerbada. Esto no invalida la lectura de esta valiosa obra de Axel Kaiser.

El amante japonés. De Isabel Allende 

Otra vez Allende nos entrega una novela ágil, entretenida y con un final inesperado. Cuenta mucho de las costumbres en el medio en el que actualmente vive –California– y de la forma como dichas costumbres fueron evolucionando. Desgarradora es la narración de la suerte que vivieron los inmigrantes japoneses y aún sus hijos nacidos y reconocidos como ciudadanos americanos durante la 2ª Guerra Mundial. La historia de un amor imposible, para su época, enlazada con otras historias de varias familias a su alrededor. 

Falcó.  De Arturo Pérez Reverte

Muy interesante novela de acción y suspenso que transcurre durante la Guerra Civil Española. El protagonista, es un mercenario que, en este caso trabaja para los fascistas. En todo momento nos deja ver los entresijos de la mezquindad y maldad humana que, como siempre, no está toda de un solo lado, así como el heroísmo y el idealismo también se reparten en ambos bandos. Rescato la siguiente reflexión del personaje que es, desde luego, la reflexión del autor:

Quizá todo eso, se dijo Falcó, marcaba la diferencia entre dos Españas. Entre dos barbaries paralelas. Ni siquiera se trataba de un asunto de coraje; materia de la que, de eso no cabía la menor duda, ambos bandos estaban provistos. Lo que se daba del otro lado era una planificada represión bajo mando único, un exterminio sistemático de cuanto oliese a democracia, libertad y ateísmo, con la idea de una nación unida, religiosa y fuerte por encima de todo. Por eso en Salamanca empezaba a hablarse de Cruzada: una guerra total hecha por militares profesionales que usaban el terror y la sangre corno arma definitiva, y mientras, lo que había por parte de la República era un disparate de improvisación, oportunismo y demagogia, con las cárceles abiertas el 18 de julio arrojando chusma a las calles -convertida en milicianos que se gastaban en juergas y mujeres lo que robaban asesinando a mansalva-, y el pueblo armado, soberano en el caos, ajustando cuentas; un odio homicida no sólo hacia el ejército de Franco, sino también hacia los miembros del propio bando, partidos y facciones enfrentadas entre sí, indecisos entre ganar la guerra o hacer la revolución, incapaces de coordinar un esfuerzo común; fuera del control de unos gobernantes y políticos ajenos a la realidad, divididos, impotentes e incapaces. Por eso ganarían los otros, concluyó, ecuánime, Falcó. Los fachistas, como decía la miliciana. Carecían de escrúpulos democráticos, eran los más criminalmente disciplinados y los más fuertes. Iban a ganar, sin duda, por mucho que tardara aquello. Y él esperaba seguir vivo para comprobarlo. Cuando todo acabara iban a faltar tumbas. 

El autor deja, con astucia, la puerta abierta para continuar con esta saga.

Los que vivimos.  De Ayn Rand 

A pesar de ser panfletaria, es una excelente novela, llena de los condimentos necesarios para mantener el entusiasmo en todo momento. Los personajes están muy bien delineados en sus respectivas personalidades y nos pinta un aterrador panorama de la Rusia soviética, aunque la autora dice, y hay que creerle, que es un alegato contra todas las dictaduras y a favor del valor de la vida humana y del valor del individuo.

Ya en el prólogo, la autora se remite a la propia prensa soviética para mostrar la gran mentira del régimen, que ya desde el principio, se vanagloriaba de sus enormes conquistas. Pero, cada varios años, anunciaba que el período anterior había sido de escasez por la impericia cuando no la corrupción de los primeros líderes. Y a los pocos años, de nuevo y así sucesivamente defenestrando a su turno a Trotsky, luego a Stalin, etc. 

Veamos este diálogo entre la protagonista, decididamente contraria al régimen y un agente de la policía secreta que, no obstante serlo, es intelectualmente honesto:

–¿No comprende –preguntó él–  que no podemos sacrificar a millones por el bien de unos pocos?

–¿Pueden sacrificar a unos pocos cuando estos son los mejores? Niéguele a los mejores el derecho a llegar a la cima y no quedará ninguno de ellos. [...] Odio sus ideales porque no conozco peor justicia que la justicia de dar lo no merecido. Porque los hombres no han nacido iguales, y no sé por qué hay que querer que lo sean. 


Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...