viernes, 24 de mayo de 2024

Misceláneas

Tomo este párrafo de un artículo de Alberto Benegas Lynch (h) publicado en «La Nación»:

«Autores como Anthony de Jasay –tal vez el pensador liberal más sofisticado de nuestro tiempo– recuerdan que “no estamos en la búsqueda de un sistema perfecto”, ya que tamaña meta no resulta posible para los mortales. Y eso es lo contrario de lo que ocurre con todas las utopías socialistas que tantas masacres y sufrimientos han provocado con su pretensión de torcer la naturaleza del ser humano en la busca de ese engendro que sería el “hombre nuevo” que se exime de contrariedades en un mundo idílico».

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En el Documento de la Independencia de USA se delinea la cosmovisión moral y doctrina política de la libertad: 

«Todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad. Que para asegurar estos Derechos se instituyen Gobiernos entre los Hombres, los cuales derivan sus Poderes legítimos del Consentimiento de los Gobernados».

Es muy importante notar que garantiza el derecho a “la búsqueda de la felicidad” y no a que alguien se la proporcione.

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Veo con frecuencia en debates televisivos que se agreden, no respetan las opiniones contrarias hablando y hasta aún gritando cuando el oponente tiene la palabra, en una clara falta de respeto, no solo a quien opina distinto, sino también a la teleaudiencia. Pero una cosa que me parece evidente, y admito que puede haber excepciones, es que los opinantes liberales o de «derecha», piensan que, los simpatizantes de las izquierdas en general, son personas que defienden ideas equivocadas; mientras que, en el caso inverso, opinan que son perversos que solo aspiran a defender intereses de las «clases opresoras» y que solo pretenden ver al proletariado cada vez más sumergido.

¡Vaya una diferencia! De este modo, es difícil que de un intercambio de ideas se pueda obtener algo de provecho.

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«Al enemigo no hay que destruirlo, sino que hay que construirlo».

Esta parece ser la proposición axiomática de todo buen populista. Porque es evidente que hay que tener un buen enemigo enfrente a quien responsabilizar por los fracasos que, inevitablemente, se producen con estas políticas.

Y esto es así, porque, según bien dice Ortega y Gasset, es más fácil aunar voluntades para empresas ruines, o con bajos propósitos. 

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Hace unos meses leí en el "Clarín Rural" una nota firmada por Héctor A Huergo, de la que extraigo el siguiente párrafo:

«Aún cuando la mácula ominosa del hambre nos sopapea con demasiada frecuencia, la cuestión quedó circunscripta a sociedades que se empeñan en guerras civiles, desorden administrativo y malas decisiones políticas».

Eso es así porque la revolución tecnológica de la agricultura fue capaz de aumentar la producción total de alimentos más que el aumento de la población mundial. 

Entre esas sociedades que menciona el firmante de la nota, está emblemáticamente la nuestra. De otra manera no se puede entender que, en un país productor de alimentos por excelencia, haya que dar de comer a los niños en las escuelas, porque en su casa no lo harían...

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No recuerdo de dónde lo tomé:

«La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles».

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Seguramente bien intencionados (algunos) en su afán de llevar voluntades hacia su candidato favorito, no paran de decir sinsentidos o afirmaciones más imaginadas que asentadas en hechos concretos.

Dicen que los recursos en las sociedades capitalistas son escasos, como si en los países con regímenes socialistas se nadara en la abundancia.

Dicen que la política es conflicto, cuando en realidad es la vía para llevar ese conflicto inevitable por vías lo más armónicas posible. Por eso existen los parlamentos en los que las propuestas extremas, suele limarse para lograr consensos (eso, donde los parlamentos funcionan como tales). 

Dicen que en las sociedades capitalistas, los empresarios ganan más mientras menos sueldos pagan, afirmación que, si no fuese malintencionada, sería de una ingenuidad increíble. Ya Henry Ford, capitalista como pocos, decía que cuanto más ganaran sus obreros, más autos le comprarían. En las sociedades capitalistas más exitosas, ¿ganan poco los obreros? ¿Quién consumirá los productos que manufacturan a diario las empresas de los capitalistas desalmados?  ¿Es que sus empresas solo producen para los millonarios?

Dicen que los trabajadores crean partidos que luchan por su sueldo en contraposición a los partidos de los “capitalistas”. En nuestro país, el partido típicamente obrerista, ¿logró erradicar la miseria y la marginalidad?

Y podemos ver que, desde la Provincia de Buenos Aires, con gobiernos «de los obreros» acuden a atenderse a la ciudad donde desde hace mucho gobierna «la derecha» ¿quién presta mejores servicios a los pobres y desposeídos?

La pelea de fondo es república Vs. autocracia. Poder limitado o irrestricto. Las ideologías vienen después, y en una sociedad un poco más seria que la nuestra, se avanza, tal vez con cierta lentitud, pero sostenidamente. Y los cambios a derecha o izquierda no son giros de 180º que nos dejan siempre en el mismo lugar.

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Al capitalismo y al liberalismo suelen culparlos de todos los males que aquejan a la humanidad; hasta el propio papa se encarga de ello en sus habituales discursos.

Mucho se habla del “capitalismo liberal salvaje” que acarrea tanta miseria en nuestros pueblos de América Latina. Pero pocos se detienen a analizar que de liberal, nuestros gobiernos tienen poco o nada. Por tanto, el capitalismo es de amigos y no liberal: las consecuencias están a la vista.

¿Qué tiene de liberal un sistema político en el que el Estado no para de crecer y manipular la economía en forma indiscriminada? Pero, ante los reiterados fracasos, no dudan en aumentar la dosis de las medicinas que fallaron. “fue porque no se aplicó lo suficiente”. Y, además, siempre hay un malo de la película a quien acusar: la oligarquía, el imperialismo, los cipayos, etc.

Y que el papa acuse, entre otras cosas, a la propiedad privada, es un absoluto contrasentido si tenemos en cuenta que dos de los mandamientos defienden la propiedad privada: «No robar» y «No codiciar los bienes ajenos».

También es bueno recordar que el propio Jesús decía que uno debe entregar su capa al desnudo y dar alimento al hambriento. Siempre dar lo propio, pero nunca dijo que había que apropiarse de lo ajeno para repartirlo.

3 comentarios:

Charles dijo...

Mirta nos djo:
Debo reconocer que "el Berty" es un poco demasiado para mí.No se nada de sus ideas pero menos en quienes dio origen a sus ideas.Y a esta altura de la partitura no se si me vale la pena el esfuerzo.De todas maneras por tu esfuerzo de "educar al soberano."
Abrazo

Charles dijo...

Antonio nos dijo:
Excelente!!!

Charles dijo...

Antonio nos dijo:
Excelente!!!

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