domingo, 27 de mayo de 2018

Siempre la lectura...


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Eugenia Grandet.  De Honore de Balzac
Fantástica recreación de la vida y personalidad de un avaro empedernido. Llevando una vida casi miserable, a la que condenaba a vivir a su mujer, su hija y su sirvienta, no dejó de atesorar oro hasta su muerte. Su pasión era la contemplación del metal. Antes de morir, dijo a su hija y única heredera: «¡Cuida bien todo! Allá arriba me rendirás cuentas». Su prosa, muy del siglo XIX, se regodea en descripciones, no solo de los ambientes (que los caracteriza muy bien, ya sean provincianos o parisinos) sino en las prendas morales de sus personajes.
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El tercermundismo.  De Carlos Rangel
Ya el prólogo, de Jean-François Revel, es una auténtica pieza de oratoria, un alegato para la libertad y contra los “contrabandos ideológicos”, que con el barniz de conocimiento nos meten ideología o simplemente opinión.
De movida, nomás, nos espeta el prologuista lo siguiente:
«El objetivo del Tercermundismo es acusar y si fuere posible destruir las sociedades desarrolladas, no desarrollar las atrasadas».
¡Contundente! Y luego:
«Mientras el comunismo sea una fuerza y el socialismo una idea respetable, no habrá solución de conjunto posible para el problema del sub-desarrollo».
El mismo Revel, en su “Introducción”, nos dice:
«Desde el Primer período Colonial Moderno podemos citar entre las potencias imperiales a dos países, España y Portugal, quienes durante largo tiempo poseyeron los imperios más extensos y ricos, y que sin embargo, entre todos los países de Europa Occidental, han sido los que han tenido el desarrollo más tardío y más débil. A la inversa, Alemania ejemplo cásico de país sin imperio significativo, comenzó a sobrepasar a Inglaterra, ya a fines del siglo pasado. “El tercermundismo” replicará que no hacía falta poseer colonias directamente para que países como Alemania, Suecia o Suiza “saquearan” al futuro Tercer Mundo de sus riquezas, mediante el mecanismo de la disparidad de los términos del intercambio. Pero con ello caemos en la historia del huevo y la gallina: ¿Cuál de los dos fenómenos precede al otro? Sin capitales, sin materias primas y sin energía no hay desarrollo industrial posible. Pero sin desarrollo industrial, las materias primas y la energía no tienen ninguna salida, ningún uso, ningún valor. Y no olvidemos que el primer auge industrial de Europa estuvo basado sobre el carbón, extraído de su propio suelo».
Este libro, escrito en 1982, es de una contundencia argumental, que uno no puede menos que preguntarse cómo es que tiene tanta prensa la izquierda con sus trasnochadas propuestas.
Y los argumentos no son solo teóricos, sino que están respaldados por la experiencia empírica que, una y otra vez, demuestra no solo el fracaso económico y la miseria a que se condena a los pueblos bajo estos regímenes, sino también la infaltable tendencia a la supresión de libertades, la concentración del poder, el personalismo y el despotismo.
En esos países
«…hallamos los rasgos ya consabidos de una dictadura totalitaria asentada sobre un aparato militar hipertrofiado y una policía política omnipresente; el sometimiento compulsivo a una ideología estrecha, anquilosada y repelente; la economía larga en promesas y corta en realizaciones; el cierre de las fronteras para evitar el éxodo en masa de la población».
Por el contrario,
«¿Qué ha sucedido, entretanto, con el “podrido” capitalismo? Contra todas las predicciones, no ha cesado de funcionar».
Cuando se pregunta ¿Qué es el socialismo? Nos dice:
«Entre los componentes persistentes del pensamiento y del sentimiento socialistas está la convicción de que existe una contradicción insoluble entre los intereses de la colectividad y el egoísmo de los particulares. Hay una distancia muy corta y muy fácilmente franqueada entre esa idea y la de la encarnación de la colectividad en el Estado, al cual se supone con ligereza impersonal, desinteresado, virtuoso y forzosamente preocupado por el bien general, en contraste con el egoísmo natural de los seres humanos de carne y hueso. Desafortunadamente las prácticas políticas que se han cobijado bajo el calificativo de "socialistas" han estado muy alejadas de las esperanzas puestas en la ilusión del Estado sobrehumano. Esto está claro en los países donde imperan regímenes inspirados en ese "Socialismo perfecto" que es el Marxismo-Leninismo; y más dolorosamente todavía en el llamado Tercer Mundo, donde cada grupo que asalta el poder y se dedica a oprimir a la población y a arruinar la economía encuentra provechoso hacerlo en nombre del Socialismo».
Destaca la enorme similitud entre fascismo y socialismo, siendo ambos “obreristas” y enemigos mortales del liberalismo capitalista. Donde quiera que estas ideas triunfen y tomen el poder, los resultados son similares. No son polos ideológicos opuestos, sino “hermanos enemigos”, según palabras del autor, quien afirma que la diferencia es que el fascismo no cree que el motor del cambio sea la lucha de clases sino el nacionalismo y el racismo, pero ambos comparten la vocación expansionista.
«En el choque eterno entre el bien y el mal, el marxista, con solo serlo, se ubica del lado de los ángeles».
Frases de tanta elocuencia, son abundantes en esta verdadera obra de arte.
Hago una última cita, sabiendo que queda muchísimo por comentar, por lo que recomiendo su fascinante lectura:
«Tanto Alemania como Japón intentaron y lograron efímeramente la construcción de imperios coloniales; pero derrotados en guerras y despojados de sus conquistas, quedaron desde 1945 no solo privados de su dominio sobre otros pueblos, sino devastados, ocupados, amputados territorialmente. Y sin embargo, por sus cualidades intrínsecas y por haberse desenvuelto a partir de entonces dentro de una economía de mercado digna de ese nombre, lograron su mayor crecimiento económico justamente después de esas catástrofes, comparables o peores que casi cualquiera de las conocidas por otros pueblos a través de la historia».
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Dios en el laberinto.  De Juan josé Sebreli
Vastísimo análisis de las cuestiones relacionadas con la existencia de Dios que, desde el principio de la humanidad, desvelan al hombre. Es algo extenso e intenso por momentos para quien no tiene gran formación filosófica. Ello lleva a perderse en estos meandros del razonamiento y de las citas a tantos y tantos autores. No obstante, es muy jugoso por momentos en los que hace reflexiones muy agudas.
Menciono solo algunos de sus pensamientos.:
Los dogmas afirman lo que no se puede demostrar.
Eutanasia, divorcio, orientación sexual y aborto son libertades individuales básicas para usar nuestro propio cuerpo.
El hombre tiende más a la dependencia que a la libertad. Obedecer no exige pensar mucho; es la tiranía sutil de la costumbre.
Los libros sagrados incitan a la violencia. Jehová era cruel, vengativo, y ególatra. Tiende trampas a los mortales para castigarlos.
El antiguo testamento propició la discriminación, persecución y exterminio por parte de los judíos y luego se les volvió en contra.
Perón y Montoneros: equívoca alianza de engañadores engañados.
La lógica aconseja optar por el argumento que tenga el menor número de incógnitas, y por eso es preferible admitir el misterio del universo y detenerse ahí sin ir a buscar el misterio de Dios, que no explica el misterio inicial sino que lo sustituye por otro.
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La vuelta al mundo en 80 días.  De Julio Verne
Fantástica novela de aventuras con una caracterización del caballero inglés con la particular mirada de un francés, que es, además, un genio como Verne. Nos lleva de la mano a dar la vuelta al mundo y –sin descuidar el tratamiento de la trama de la novela, por demás interesante– nos describe con detalles, no siempre veraces pero sí cautivantes, el paisaje, las costumbres, la fauna y los personajes de los variados países y continentes que recorre en su loca apuesta este circunspecto gentleman. Hay que ubicarse en la época en que fue escrito para tener una idea del impacto que pudo provocar entre los sorprendidos lectores de entonces. Hoy en día, esos paisajes, fauna y costumbres son cotidianos en nuestras pantallas, pero el público del siglo XIX, seguramente ignoraba mayoritariamente esas cuestiones. A pesar de haberla leído anteriormente, de haber visto la extraordinaria película protagonizada por David Niven e Shirley Mac Laine y por ello estar en conocimiento del final de la historia, uno no deja de sufrir y asombrase con los peligros que acechan a sus personajes durante la desmesurada travesía. El autor nos regala pasajes memorables que sería largo reproducir, pero me quedo con este breve diálogo que pinta cómo ve un francés a un flemático gentleman inglés. 
«–Pero, ¡es usted un hombre de buen corazón!– dijo sir Francis Cromarty.
–Algunas veces– respondió simplemente Phileas Fogg–: cuando tengo tiempo».
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El mar que nos trajo.  De Griselda Gambaro
Conmovedora y tierna historia de migrantes. Contada con sencillez, nos permite imaginar un poco las historias, nostalgias y extrañamientos de nuestros padres o abuelos. Lo poco o mucho que dejaron allá y lo poco o mucho que lograron aquí, con sus enormes sacrificios y penurias en un país que, si bien les abrió una puerta a una realidad con límites desmesurados, también es cierto que nada les regaló. Y si algunos apenas superaron aquella pobreza que los expulsó de su tierra natal, también es cierto que algunos lograron “hacer la América”; pero, ni aún estos, cumplieron ese sueño inicial de lograrlo para volver a su querida y lejana Patria.
Tiene, además, un final inesperado y conmovedor. ¡No dejen de leerlo!
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El estallido del populismo.  De Álvaro Vargas Llosa (Coordinador)
Se trata de una serie de artículos, referidos a distintos países en los que impera el populismo o, al menos, se corre el peligro de caer en su trama letal. Contiene interesantes definiciones y ejemplos acerca del tema, pero cae en detalles que solo pueden ser interesantes o aún comprensibles, para los avezados en economía o bien para el lector del país en cuestión.
Luego de la introducción, a cargo de Mario Vargas Llosa, el coordinador escribe un artículo dedicado al populismo de Trump en USA, y luego una serie de autores escriben acerca de muchos países de América Latina y de Europa. Todos muy interesantes y con conocimiento crítico de sus respectivos países.
Algunos párrafos para destacar.:
«¿Qué es el populismo? Ante todo, la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. En el tercer mundo, viene disfrazado de progresismo». Mario Vargas Llosa.
Yoani Sánchez, una conocida bloguera de Cuba, es la responsable de las dos siguientes reflexiones
«Al binomio de una conquista irrenunciable y de un líder indiscutible, se le sumó la amenaza de un enemigo externo para completar la santísima trinidad del populismo revolucionario».
«Como todo populismo que llega al poder, necesitaba además, moldear conciencias, imponer su propia visión de la historia y sacar de los laboratorios docentes un individuo que aplaudiera mucho y cuestionara poco».
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El cartero de Neruda.  De Antonio Skármeta.
Exquisita ficción ambientada en Chile de los tempranos 70. Es la historia de Mario, un cartero con ansias de poeta que admira a Neruda pero está asimismo obsesivamente enamorado de Beatriz, la hija de la concesionaria de la fonda de un pueblo de pescadores, cercano a la vivienda del vate. Mario recurre a los buenos oficios del poeta y, sobre todo al encanto de la poesía para conquistar a su amada. ¡Y vaya si lo consigue! La madre de la niña, poseedora de una sabiduría a toda prueba le había dicho: «Mijita, no me cuente más, estamos frente a un caso muy peligroso. Todos los hombres que primero tocan con la palabra, después llegan más lejos con las manos».
Es enternecedora la escena en que Mario acude a la fonda con Neruda para que vea al objeto de su obsesión con el fin de inspirarse para un poema que le dedicaría a la niña. La impresión que le causa al poeta es tan profunda, y el autor tan maquiavélicamente inspirado, no necesita decirlo; cuando Beatriz se acerca a la mesa y pregunta a Mario qué desea servirse, este se queda callado, impactado por su presencia. Cansada de esperar, Beatriz repite la pregunta a Neruda y este, ten impactado como Mario, responde: “Lo mismo que él”.
También es deslumbrante la descripción que hace de su belleza; solo cito una pequeña frase: «Poseedora de una cintura de esas que se cogen para bailar tango hasta que la madrugada y el vino se agotan».
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Trafalgar.  De Benito Pérez Galdós.
A este libro, tan rotundo y fascinante, volví a leerlo después de 5 años y me pareció tan bueno como la primera vez.
El autor retrata la famosa batalla desde la óptica de un chico de 15 años, bisoño en estas lides, que, como paje de un viejo marino, se embarca en tamaña aventura como es la participación en la Batalla Naval de Trafalgar. Pero no es solo eso el contenido de la obra. Ese muchacho, ya devenido anciano, es el narrador que el autor elige para contar la historia. En muchas ocasiones, ese narrador, reflexiona acerca de las dudas, temores, amores e ideales de aquella lejana juventud, con una fina sensibilidad y nostalgia que envuelven al lector en una atmósfera tan intimista, que no puede uno dejar de retrotraerse a similares momentos de su propia adolescencia. Aunque, desde luego pocos han transitado situaciones tan críticas y dramáticas como el narrador de la historia.
La obra se lee con la facilidad y encanto que solo un gran autor nos puede obsequiar. Tiene un lenguaje sencillo, cargado de términos náuticos que, a pesar de no conocerlos, uno entiende en todo momento el mensaje de Pérez Galdós. De todos modos, para quien se interese en conocerlos, hay al final un glosario explicativo. También hay numeras citas, al menos en esta edición, que nos ubican en el contexto histórico en que se desarrollan los hechos.
La novela no solo abarca la Batalla de Trafalgar, sino que el narrador nos cuenta su triste historia desde la infancia. Siendo huérfano a temprana edad, entra al servicio, como paje de una familia noble, donde el padre es el marino retirado que antes mencioné. La descripción de la familia, compuesta por el marino de marras, su mujer y una hija de la misma edad del muchacho (su amor imposible), es absolutamente convincente, con las quejas permanentes de la mujer hacia la guerra, ese monstruo que mutila, mata y enloquece a maridos, prometidos, hijos y criados y que, sin embargo se rinden apasionadamente a su embrujo, con la pasión de las grandes causas del país y del rey.
No se conforma Pérez Galdós con contarnos las historias que he mencionado; por boca de su narrador, hace certeras y conmovedoras reflexiones acerca de la guerra, de la solidaridad entre soldados que, momentos antes se mataban con ahínco y, luego de cesado el fuego, se asisten mutuamente ante la adversidad de un mar inclemente.
La novela intercala personajes ficticios con reales, y a estos los retrata de una manera tal que los textos de historia difícilmente puedan describir con mayor poder de convicción.
Cito:
«En honor del pueblo de Cádiz, debo decir que jamás vecindario alguno ha tomado con tanto empeño el auxilio de los heridos, no distinguiendo entre nacionales y enemigos, antes bien, equiparando a todos bajo el amplio pabellón de la caridad. Collingwood consignó en sus memorias esta generosidad de mis paisanos. Quizá la magnitud del desastre apagó todos los resentimientos. ¿No es triste considerar que solo la desgracia hace a los hombres hermanos?»


domingo, 20 de mayo de 2018

Reflexiones filológico-veterinairas


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Repasando viejos archivos, me encuentro con estas reflexiones que conjugan algunas de mis experiencias profesionales al frente de un consultorio veterinario con mi afición por temas relativos al lenguaje:
¿Quién no se equivoca al hablar? ¿O al escribir?
Supongo que todos lo hacemos. Algunos errores del tipo de “haiga” o “estea” gozan de buena salud y se generalizan al punto que llegan a ser aceptados, al menos en ciertos estamentos.
Pero quiero referirme a errores de tipo individual, que no llegan a “hacer carrera” y que pueden estar originados en malas dicciones o incomprensión de algunos vocablos. En algunos casos, y al decir de Borges, son más correcciones que errores.
Una señora me decía: «Las encontraron tiradas en la calle… ¡Pobres criaturitas! Eran drogaditas». A esto, bien podríamos llamarlo una corrección, ya que, si cambiamos eran por estaban (pequeña cosa) la frase sería correctísima: «Estaban drogaditas ¡pobres criaturitas!» Y “drogaditas” es mejor, ya que a la otra, claramente le sobra una “c”.
Yendo a mi experiencia profesional, recuerdo clientes que decían raza “Dorman”, por Dobermann o “Sirio libanés” por Siberiano. Más allá de lo mucho o poco simpático que se encuentre a estas confusiones, está claro que son eso: errores. Pero decir: “raza pequeñez”,  en vez de “raza pekinés” ya suena a clara corrección borgeana.
Muchos conocerán una enfermedad que a los perros les produce, entre otras cosas, gastroenteritis hemorrágica, que es causada por un parvovirus y que se conoce comúnmente como parvovirosis canina.  Pues bien, esta patología resultó ser una fuente inagotable de errores, correcciones y, hasta me animaría a decir, genialidades. Todas ellas derivadas de lo poco que le importa al usuario el significado del prefijo “parvo”.
Doctor, quiero que me lo vacune contra el virus pardo. Claro error, salvo que intentásemos ver la asociación con el color (a veces) pardo de las deposiciones que se producen en el curso de la enfermedad.
Y una serie de correciones:
Déle la vacuna para el virus. ¿Para qué, si no?
Déle la paravirósica. O bien: Dele la paravirus.  Estas son verdaderas correcciones, sobre todo si considerásemos el prefijo “para” como inflexión del verbo parar en su acepción de detener o frenar. “Frenavirus” sería un nombre, para esta vacuna, muchísimo más acertado que otros que pasan por más sesudos.
Déle la vacuna por si un virus. Como quien dice “por si las moscas”
Y, la frutilla del postre: Doctor ¡mi perro tiene una parva de virus!
Sublime. ¡Ah, si Borges viviera…!




sábado, 21 de abril de 2018

Papá se fue (relato de no ficción)


-Autora: (Marta Tomihisa)
Cuando yo nací, mis padres contaban con más de cuarenta años de vida y la menor de mis hermanas ya tenía nueve, mis días se desplegaban entonces en un mundo de adultos que consentían mis gustos y me trataban con especial consideración.
Mi padre había sido bautizado con el nombre Carlos, aunque su verdadero nombre era Tatsuzo que para la iglesia católica era considerado pagano y como mi madre deseaba casarse por el rito católico, aceptó cambiarlo aunque le costaba bastante pronunciarlo.
Mi papá me llevaba y traía de  la escuela todos los días, tenía demasiado tiempo libre porque no conseguía un trabajo formal en su oficio de peluquero, a pesar de que en mi barrio había una próspera peluquería cuyo dueño solía pedirle a mi padre que afilara sus tijeras y navaja ya que él no sabía hacerlo. Mi padre tenía una piedra y otros elementos, con los cuales realizaba esa tarea.
Pero el peluquero se negó a emplear a mi papá, ya que para esa época no eran bien vistos los inmigrantes japoneses, eran los finales de los años ’40 y luego de que Japón perdiera la guerra…
Mi padre entonces, solía hacer algunas tareas de lavado en la tintorería de mi hermana mayor ya casada, con lo cual obtenía algún ingreso monetario pero además tejía redes para pescar, armaba cañas para esa actividad y las vendía en el puerto de Tigre a algunos pescadores.
Además había armado una huerta en el fondo de mi casa, de la cual obteníamos gran parte de las legumbres que consumíamos, también había construido un gallinero del cual recogíamos huevos para consumir y vender en el barrio y con frecuencia alguna gallina para el puchero.
Aunque mi padre parecía estar siempre de buen humor, supongo que la frustración de no poder colaborar con un ingreso fijo en el hogar debe haberlo angustiado bastante, ya que mis hermanas mayores tuvieron que salir urgente a trabajar…
A punto de cumplir mis nueve años, un sábado por la mañana vi a mi madre correr hacia el baño en el que se suponía mi padre estaba afeitándose, luego volvió hacia el lavadero con la camisa de papá manchada de sangre…

Papá fue llevado por mi madre hacia su dormitorio, para ser acostado en su cama y cuando me acerqué a verlo tenía los ojos cerrados y una extraña palidez. Mi madre preparó un té y le pidió a una de mis hermanas que llamara a mi hermana mayor, para que le preguntara al médico que tenía por vecino si podía venir a ver a mi padre. Por la tarde llegó un señor, con un maletín de cuero y luego de haber revisado al enfermo habló con mi madre. No existían para ese entonces las emergencias médicas, por lo que no recibió una asistencia física demasiado esmerada, aunque durante la semana siguiente parecía estar mejorando, igual estaba pálido y casi no hablaba, solo movía su mano cuando quería que cerráramos su ventana…
Días después, su situación física empeoró y fue internado en el hospital público en donde murió…
Recuerdo a mi padre en su funeral, recuerdo haber pensado que solo estaba bromeando ya que su cara tenía una expresión tan plácida que parecía dormido, también recuerdo que alguien me alzó para que pudiera despedirme de él y yo toqué su brazo, tan familiar y cálido y ahora tan tieso y frío…Pero como mi padre era un gran bromista, imaginé que en otro momento despertaría para volver a casa y llevarme a la escuela…
Mi hogar cambió, mi mamá se volvió más taciturna de lo que era, mis hermanas solo escuchaban la radio muy bajito y yo iba a la escuela con otros chicos más grandes del barrio, que a pedido de mi madre me llevaban y me traían de vuelta a casa. Mi vida se sumergió en una tristeza insoportable, porque mi hogar se oscureció y se colmó de silencios con mi familia vistiendo de negro, con llantos disimulados en un inexplicable final que nadie había imaginado…
El tiempo pasó, un año después de casarme mi madre también murió…
Yo trabajaba en el municipio de mi pueblo cuando se cumplieron los veinte años del fallecimiento de mi padre, por lo que me informaron desde la oficina correspondiente que sus restos debían ser removidos de su tumba. Con una de mis hermanas me dirigí al cementerio, para colocar sus huesos en una urna y luego ponerlos en el nicho junto a mamá.
Era una mañana de primavera, había un sol plácido iluminando ese extraño espacio con sus cruces irregulares y tiesas como flechas señalando el destino final de los que aquí habían llegado…

Mi hermana y yo nos sentamos al borde de la tumba, a la espera de los peones que debían cavar en la tumba de mi padre. Aparecieron dos hombres con sus palas y su ropa de grafa, a uno lo conocía de haberlo visto por mi oficina, nos saludamos y ellos de inmediato se pusieron a trabajar manteniendo una charla en la que de vez en cuando se sonreían. Mi hermana ya lloraba pero yo no podía hacerlo, porque aún no había tomado conciencia de que estaba por recibir en mis manos los últimos restos de mi padre…
Mi hermana había traído una manta y una bolsa, además de un pequeño cepillo, eran elementos que seguramente nos servirían en la extraña tarea que debíamos realizar. Luego de hacer un montículo de tierra considerable, uno de los hombres entregó a mi hermana el primer hueso sucio y oscuro que ella acomodó sobre la manta. Yo solo observaba la escena, sin poder relacionar esos pedazos embarrados con el cuerpo de mi padre. Mi hermana seguía sollozando en silencio y de vez en cuando se sonaba la nariz, el hombre que me conocía me sonreía intentando relajar la tensión. De pronto sacó una calavera, allí mi entereza se desintegró…
Es difícil explicar con palabras la sensación que me invadió, fue inútil intentar considerar que esa frágil osamenta que estaba aferrando con mis dos manos, era mi padre…
Mi hermana me indicó que debíamos transportar los restos a la pileta más cercana, para tratar de limpiarlos del barro adherido, por lo que fuimos con la manta y el cepillo a cuestas hacia ese lugar que por suerte estaba cerca. Debajo del agua, los huesos empezaron a aclararse, pero para nuestro desconsuelo a la simple fricción del cepillo se partían…
Oí que uno de los peones me llamaba y volví a la tumba, cuando me acerqué me entregó un tazón de laca que mi madre había puesto en el cajón de papá durante su velorio, era el único elemento que había traído de su país natal…Entonces lo tomé entre mis manos y lloré desconsoladamente, como si en ese instante hubiera tomado conciencia de que ya no quedaba nada por buscar, que esto era lo último que rescataríamos de él, ya que ni siquiera los huesos podríamos preservar porque solo nos quedaban pedazos de su esqueleto, manchados de barro y nada más…
Los hombres siguieron cavando hasta que ya no había nada por hallar, el que me conocía me dijo a modo de despedida y viéndome llorar: “Tan linda y tan llorona, ¡qué va a decir tu papá!”
Le sonreí por su intención de consolarme, les agradecimos su paciencia ante nuestro dolor…
Pusimos los huesos en una bolsa y luego en una urna de madera, que había sido de algún familiar y la llevamos al nicho de mi madre para que volvieran a estar juntos, como lo habían estado durante toda su existencia…
La vida y la muerte se entrecruzan irremediablemente en nuestro camino, los seres que amamos se van aun cuando el tiempo que compartimos jamás sea suficiente para despedirlos…
Sayonara Papá…





Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...