Sinuhé
el egipcio. De Mika
Waltari,
La
segunda lectura me dejó tan maravillado como la primera. Cuesta entender que
esta verdadera joya de la literatura no esté permanentemente mencionada entre
las mejores que se hayan escrito. Bueno, eso opino yo comparándola con lo mejor
que he leído, que no es tanto, pero es algo. Una auténtica novela histórica de
aventuras y de reflexiones filosóficas. Recuerda un tanto a las andanzas de
aquel de la Triste Figura y su inefable escudero. En efecto, Sinuhé es un médico
egipcio (contemporáneo de Akhenaton y Tutankhamon) que recorre gran parte del
mundo conocido por los egipcios, practicando su arte, curando enfermos
generalmente pobres y desposeídos, siempre desinteresándose de la recompensa
por sus servicios, aunque también llega a ser médico de los faraones. En esas
andanzas, nos hace participar en batallas, hambrunas, catástrofes naturales y
sociales inimaginables, siempre en el entorno de las sociedades de esa época.
El conocimiento de la vida cotidiana de entonces que demuestra el autor es
notable.
A
pesar de su desinterés por lo material, el protagonista llega a ser
inmensamente rico gracias a las picardías de su esclavo que, sin su
conocimiento, le hace redondear enormes fortunas con toda clase de
especulaciones y trapisondas. Por más que reiteradamente Sinuhé lo hace regalar y distribuir
sus bienes entre los necesitados, Kaptah, que así se llama este leal servidor,
siempre se las ingenia para rehacer las fortunas de su amo. Este desinterés por
lo material y amor al prójimo, no le impidió a Sinuhé dejar a sus padres en la
indigencia más absoluta, pretendiendo obtener los favores de una cortesana de
lujo. Todo esto pesará sobre su conciencia hasta el final de la obra.
Algunos
pasajes:
Dice
Kaptah acerca del vino:
«A mi juicio, el oficio de tabernero es
también el más seguro de todos porque la sed del hombre permanece inalterable
pase lo que pase, y aunque se tambalease el poderío de los faraones, y los
dioses se cayesen de sus tronos, las tabernas y las hosterías no estarían más
vacías que antes. Porque el hombre bebe vino en su alegría y lo bebe en su
tristeza; en el éxito alegra su corazón con el vino y en el fracaso lo consuela
de igual modo; bebe cuando está enamorado y bebe cuando su mujer lo apalea.
Acude al vino cuando los asuntos van mal; riega sus beneficios con el vino. Ni
tan solo la pobreza impide al hombre beber vino».
Y
acerca la pretensión de lograr la igualdad entre los hombres:
«Si llega un día en que no haya ricos ni
pobres, existirán siempre los cuerdos e imbéciles, astutos e ingenuos. Así ha
sido siempre y siempre será. El fuerte pone su pie sobre la nuca del débil; el
astuto se lleva la bosa del cándido y hace trabajar al simple por su cuenta,
porque el hombre es un animal engañador e incluso su bondad es incompleta, de
manera que solo el hombre que está tendido para no levantarse más es
completamente bueno. Ya ves lo que la bondad del faraón ha causado. Los que más
lo bendicen son seguramente los cocodrilos del río y los cuervos ahítos de las cornisas
del templo».
Acerca
de la venganza, reflexiona Sinuhé:
«…pero quiero decir aquí que la venganza
embriaga y su sabor es delicioso, pero de todas las flores de la vida es la que
más pronto se marchita, y bajo las delicias de la venganza ríe siniestramente
una calavera. [...] y esto me demostró que la venganza no procura ninguna
satisfacción, sino que su dulzura es
efímera y se vuelve contra su autor, abrasándole el corazón a fuego lento».
Gritar
con los demás:
«Entonces comprendí que la mayor alegría del
pueblo era poder gritar todos a la vez, sin que importara nada lo que se grita
ni por qué se grita, pero al gritar con los demás uno se siente fuerte y está
convencido de la justicia de la causa por la cual se grita. Horemheb estaba muy
satisfecho y levantaba los brazos para saludar al pueblo».
Voces
de Chernóbil. De Svetlana
Alexiévich.
El
libro contiene una serie de testimonios, en forma de monólogos, de distintos
protagonistas de esta verdadera hecatombe. No obstante, comienza con una somera
“Nota histórica”, en la que se da una idea en cifras de esta tragedia, que
continúa. Si bien la central nuclear está ubicada en Ucrania, por su cercanía
con Bielorrusia y los vientos predominantes en ese momento, fue este país el más
afectado de todos. Cerca de un cuarto de su territorio quedó en zona de
desastre y sin posibilidades, en términos de vida humana, de recuperación. La
mortalidad por cáncer de la población aumentó de 82 a 6.000 casos cada 100.000
habitantes…
El
resto del libro son, como dije al principio, testimonios de bomberos,
liquidadores, científicos, maestros, campesinos, etc. cada uno con su
desgarradora historia, algunas heroicas. Pero la generalidad es la mentira y el
ocultamiento oficial respecto de la magnitud de la catástrofe; en muchos casos
se prefirió dejar a la gente librada a su suerte para “no crear pánico en la
población”.
Entre
los testimonios, abundan los críticos del gobierno comunista y del permanente
ocultamiento por parte de las autoridades de la verdadera magnitud de los
daños. Mandaron a bomberos y “liquidadores” a una muerte segura, prometiéndoles
mejor paga y medallas de reconocimiento al mérito. El reclutamiento era
forzoso, pero se los llamaba “voluntarios”.
Muchos
también, comunistas convencidos, se muestran nostálgicos del estalinismo,
creyendo que con mano dura, esto no hubiese ocurrido. También están los que
creen que Gorbachov trabajaba para la CIA y todo fue un atentado orquestado
desde Washington para contribuir al derrumbe de la URSS.
Algunas
citas de los innumerables testimonios:
El átomo militar y el átomo para la paz:
«Seguramente nos hubiéramos acostumbrado
mejor a una situación de guerra atómica como lo sucedido en Hiroshima, pues
justamente para esa situación nos preparábamos. Pero la catástrofe se produjo
en un centro atómico no militar, y nosotros éramos gente de nuestro tiempo y
creíamos, tal como nos habían enseñado, que las centrales nucleares soviéticas
eran las más seguras del mundo, que se podrían construir incluso en medio de la
Plaza Roja. El átomo militar era Hiroshima y Nagasaki; en cambio el átomo para
la paz era una bombilla eléctrica en cada hogar. Nadie podía imaginar aún que
ambos átomos, el de uso militar y el de uso pacífico, eran hermanos gemelos.
Eran socios. Nos hemos hecho más sabios, todo el mundo se ha vuelto más
inteligente, pero después de Chernóbnil. Hoy en día, los bielorrusos, como si
se tratara de “cajas negras” vivas, anotan una información destinada al futuro.
Para todos».
Besar o no besar:
«Ahora, en lugar de las frases habituales de
consuelo, el médico le dice a una mujer acerca de su marido moribundo: “¡No se
acerque a él! ¡No puede besarlo! ¡Prohibido acariciarlo! Su marido ya no es un
ser querido, sino un elemento que hay que desactivar”. ¡Ante esto, hasta
Shakespeare se queda mudo! Acercarse o no, esa es la cuestión. Besar o no
besar».
El humor, negro pero humor al fin, no está ausente en los testimonios:
«Una ucraniana vende en el mercado unas
manzanas rojas, grandes y grita: “¡Compren mis manzanas! ¡Manzanitas de
Chernóbli!”. Y alguien le recomienda: “Mujer, no digas que son de Chernóbil,
que nadie te las comprará”. “¡Pero qué dices! ¡Las compran y cómo! ¡Unos, para
la suegra; otros, para su jefe!”».
Acerca de la mentalidad soviética:
Respondió todo el mundo. Aceptaron acoger y
tratar a nuestros niños en Italia, Francia, Alemania... La compañía aérea
Lufthansa los trasladó a Alemania por su cuenta. [...] El padre de unos niños
irrumpió en mi despacho y me exigió que le devolviera los documentos del
chaval. «Allí a nuestros hijos les van a sacar la sangre. Van a hacer
experimentos con ellos». Está claro que el recuerdo de la terrible guerra aún
no se ha borrado. El pueblo recuerda. Pero aquí hay además otra cosa. Durante
mucho tiempo hemos vivido tras una alambrada. En el campo socialista. Y
teníamos miedo del otro mundo. No lo conocíamos. [...] La Unión Soviética cayó.
Se derrumbó. Pero muchos siguieron esperando ayuda durante mucho tiempo de un
gran y poderoso país que había dejado de existir. Mi diagnóstico es... ¿Quiere
oírlo? Una mezcla de prisión y jardín de infancia: esto es el socialismo. El
socialismo soviético. El hombre entregaba al Estado el alma, la conciencia, el
corazón, y a cambio recibía una ración. La ración de Chernóbil.
Napoleón
en Chamartín. De Benito Pérez Galdós.
Siempre
muy interesantes los relatos de PG de la historia de España de los años
napoleónicos mezclados con la historia de Gabriel e Inés. Un poco largo y
enrevesado el coloquio entre personajes acerca de la política del momento y, en
cambio, fugaces los lances de los enamorados.
Acerca
de la plebe, el autor nos regala:
Ayer ídolo, ayer amigo, ayer compañero de la vil plebe, cuyo traje y
costumbre, y hablar y modos imitaba, hoy inmolado por ella con barbarie
inaudita, con esa cruel presteza que ella emplea, ¡la infame furia!, en todas
sus cosas.
Pero lo espantoso, lo abominable y más que abominable vergonzoso para
la especie humana, fue lo que ocurrió después. La plebe tiene un sistema especial
para celebrar las exequias de sus víctimas, y consiste en echarles una cuerda
al cuello y arrastrarlas después por las calles, paseando su obra criminal, sin
duda para presentarse a los piadosos ojos en la plenitud de su execrable
fealdad. Esto pasó con el cadáver del infeliz regidor, a quien conocimos amante
de Lesbia, amante de la Zaina, amante de todas, pues no hubo otro que como él
prodigara su hermosa persona en altas y bajas aventuras; esto pasó con el
cadáver del infeliz a quien llamo don Juan de Mañara, [...]. Pero apartemos los
ojos; no miremos, no, ese despojo sangriento que por la calle de la Magdalena,
y después por la del Avapiés, abajo, arrastran en inmunda estera unos cuantos
monstruos, hombres y mujeres tan solo en la apariencia; cerremos los oídos a
sus infames gritos y, sobre todo, no miremos ese destrozado cuerpo, aún
caliente, a quien las puñaladas, los golpes, el frecuente tropezar, van
quitando la figura humana, haciendo un girón lastimoso de lo que fue, de lo que
era pocos minutos antes, hombre gallardo y gentil, y lo que es más digno de
consideración, hombre dichoso y amable. Y mientras pasa esa salvaje bacanal,
ese río de sangre y de infamia y de crimen, meditemos sobre las mudanzas
mundanas, y especialmente sobre las cosas populares, las más dignas de
meditación estudio.
¿Era [la víctima] el autor de la traición indudable descubierta [...]?
Os diré francamente que yo tampoco lo sé.
La
llamada de la tribu. De Mario Vargas
Llosa.
Se
lee con verdadero placer al ir conociendo el pensamiento de los autores que
marcaron la vida de Mario Vargas Llosa. En un primer capítulo, La llamada de la tribu, hace una
recorrida por su orientación política desde su adolescencia hasta el presente y
menciona a los autores que más influyeron en su pensamiento y postura
filosófica. También hace una notable descripción y defensa del liberalismo,
como doctrina profundamente humana. Nos cuenta su desencanto con Sartre, a
quien tanto había admirado, cuando dijo que los escritores africanos debían
«dejar la literatura para hacer la revolución y crear un país donde aquella
fuera posible». (Yo me pregunto: ¿Cuándo dejó de escribir Sartre y qué
revolución hizo? Y también me pregunto: ¿Qué literatura se produjo en los
regímenes marxistas?). También su desencanto con la Revolución Cubana al
enterarse de los campos de concentración donde recluían a trabajos forzosos a
homosexuales, delincuentes comunes y opositores al régimen. En su acercamiento
al liberalismo, mucho tuvieron que ver Thatcher y Reagan, que con sus políticas
económicas liberales produjeron un verdadero relanzamiento de sus respectivos
países. No por ello deja de criticarlos por su conservadurismo en temas sociales
(aborto, homosexualidad, eutanasia y matrimonio igualitario). Ambos fueron
grandes estadistas –dice– y contribuyeron notablemente al derrumbe de la URSS.
Ninguno de ellos fue un líder carismático del tipo de Hitler, Mussolini, Fidel
o Perón, pero precisamente no necesita serlo un estadista no populista, siendo
que estos recurren al «espíritu de la tribu», según expresión de Karl Popper.
Ese espíritu es el que mueve al hombre a arroparse en la pandilla, la hinchada
o el nacionalismo, llevándolo a cometer atrocidades que en solitario no
cometería. Menciona, exaltándolos, a Alberdi y a Carlos Rangel, ambos
latinoamericanos, entre otros.
En su
explicación del liberalismo, nos dice que «…no es una ideología más, esos actos
de fe laicos tan propensos a la irracionalidad, a las verdades dogmáticas,
[...] Es una doctrina que no tiene respuestas para todo como pretende el
marxismo».
Los
siguientes siete capítulos, los dedica sucesivamente a Adam Smith, José Ortega
y Gasset, Friederich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y
Jean-François Revel, autores estos que marcaron su vida “ideológica”.
Adam Smith: es considerado como el padre del liberalismo,
aunque también como «el padre de la Economía», cosa que, Vargas Llosa dice que
hubiera dejado estupefacto a Adam Smith, quien se consideró a sí mismo como un
moralista y un filósofo. Luego pasa revista sus principales obras:
·
La
teoría de los sentimientos morales. Ya el título nos dice que es cierto que AS no se
consideraba a sí mismo un economista. Se preocupa en él por dilucidar por qué
las sociedades humanas se mantienen en cierta cohesión siendo como son los
individuos tan disímiles. Ensaya acerca de la empatía y cree que, a pesar de
los horrores de que el hombre es capaz, los buenos sentimientos prevalecen.
Dice AS que «La naturaleza, cuando formó al ser humano para la sociedad, lo
dotó de un deseo original de complacer a sus semejantes y una aversión original
a ofenderlos». Tiene una fuerte aversión hacia los nacionalismos porque a
menudo «nos predisponen a mirar con los celos y la envidia más malignos la
prosperidad y grandeza de cualquier nación cercana».
·
La
riqueza de las naciones. En
este libro, AS buscó entender las causas que mantienen el orden natural y
social y explicó las leyes del mercado, razón por la que se lo suele encasillar
como economista. Y este “descubrimiento” del mercado como factor de progreso,
fue lo que más ha trascendido de su obra, por más que en ella haya tratado
numerosos temas. A diferencia de las teorías de Marx, esto se trató de una
descripción de hechos y conductas humanas existentes y no de imaginaciones
teóricas acerca del “hombre nuevo” y del devenir “inevitable” de la sociedad humana,
todas afirmaciones de Marx que nunca se pudieron verificar en la realidad. Los
intercambios libres y la división del trabajo permiten la mejor asignación de
recursos; en esta tarea intervienen tanto compradores, como vendedores y
productores, todos ellos sin mayor conciencia de lo que están aportando al bien
común. Es el egoísmo –«la mano invisible»– y no el altruismo lo que permite el
progreso y el bienestar generalizado. Esto es un sistema espontáneo y los
enemigos del mercado libre son los privilegios, los controles y las
prohibiciones. «Por regla general, el ciudadano no intenta promover el
bienestar público ni sabe cuánto está contribuyendo a él. Prefiriendo apoyar la
actividad doméstica y en vez de la foránea, solo busca su propia seguridad, y
dirigiendo esa actividad de forma que consiga el mayor valor, solo busca su
propia ganancia, y en este como en otros casos está conducido por una mano
invisible que promueve un objetivo que no entra en sus propósitos».
Ortega y Gasset: A pesar de no haber sido liberal en lo
económico, cosa que deja a su liberalismo rengo, su aporte a estas ideas fue
muy importante.
España invertebrada: en esta obra anticipa los problemas de los
separatismos vasco y catalán. Rescata la colonización por sobre la conquista,
entendiendo que no ha sido obra de la monarquía ni de la nobleza, sino del
pueblo.
La rebelión de las masas: La masa no tiene clase social; pertenece a
la tribu. Se han deshumanizado. Comunismo y fascismo son ejemplos de regresión
del individuo al hombre-masa. Predijo con medio siglo de anticipación que solo
la unión europea salvaría al continente del naufragio. Anticipó que el
crecimiento de los estados llevaría a la ruina de las naciones. De esta misma
obra son los siguientes párrafos, recopilados por mí:
1.- «La forma que en política ha
representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal. [...]
El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el Poder
público, no obstante ser omnipotente, se limita a si mismo y procura, aun a su
costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni
piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El
liberalismo –conviene hoy recordar esto– es la suprema generosidad: es el
derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble
grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el
enemigo, más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana
hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan
acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente
parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil
y complicado para que se consolide en la tierra.
»¡Convivir con el enemigo! ¡Gobernar con la
oposición! ¿No empieza a ser ya incomprensible semejante ternura? Nada acusa
con mayor claridad la fisonomía del presente como el hecho de que vayan siendo
tan pocos los países donde existe la oposición. En casi todos, una masa
homogénea pesa sobre el Poder público y aplasta, aniquila todo grupo opositor.
La masa –¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario?– no desea
la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella».
2.- «Nos encontramos, pues, con la misma
diferencia que permanentemente existe entre el tonto y el perspicaz. Este se
sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un
esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la
inteligencia. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo; se parece
discretísimo y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e
instala en su propia torpeza. [...] El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso
decía Anatole France que un necio en mucho más funesto que un malvado, porque
el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás».
3.- La misión del llamado «intelectual» es,
en cierto modo, opuesta a la del político. La obra del intelectual aspira, con
frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político
suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de
izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre
puede elegir para ser imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia
moral».
Friederich von Hayek: En The
road of serfdom, señala que «la planificación centralizada socava de manera
inevitable los cimientos de la democracia y fomenta el fascismo y el comunismo,
que son dos expresiones del mismo fenómeno. Define al mercado como un sistema
que nadie inventó, que se fue dando y
perfeccionando por azar por la irrupción en la historia humana de ese
accidente que es la libertad. «… reglas de juego que privilegien al consumidor
por sobre el productor, al productor sobre el burócrata, al individuo frente al
estado y al hombre vivo de aquí y ahora por sobre aquella abstracción con la
que justifican todos sus desafueros los totalitarios: la humanidad futura
(MVLL)». «…nuestra civilización es en gran medida un resultado imprevisto y no
pretendido de nuestro sometimiento a las reglas morales y legales que no fueron
nunca inventadas con un resultado prefijado, sino que crecieron porque las
sociedades que poco a poco las fueron desarrollando se impusieron en cada caso
sobre otros grupos que seguían reglas diferentes, menos favorables al
desarrollo de la civilización».
Es
verdaderamente un regalo para el espíritu, la divagación acerca de “La Verdad”
que hace Karl Popper, así como del gradualismo Vs repentismo o revolución, tema
este que también aborda Ortega y Gasset en La
rebelión de las masas.
Sería
largo seguir transcribiendo y comentando párrafos de este importante alegato en
defensa del liberalismo como fuerza verdaderamente progresista en el mejor
sentido que a esta palabra se le pueda dar.
Viejas historias de Castilla la
Vieja. De Miguel Delibes.
Austeros
y por momentos desgarradores relatos de la vida de pueblo en esas tierras de
desmesuras y ascetismo al mismo tiempo. Sus personajes, tan identificados con
el paisaje magro de las tierras del Quijote, no dejan de sorprendernos con sus
empecinamientos.
Cito
un párrafo donde nos dice lo que es morir en el pueblo:
… tomé el camino de Pozal de la Culebra, con el hato en el hombro y
charlando con el Cosario de cosas insustanciales, porque en mi pueblo no se da
demasiada importancia a las cosas y si uno se va, ya volverá; y si uno enferma,
ya sanará; y si no sana, que se muera y que le entierren. Después de todo, el
pueblo permanece y algo queda de uno agarrado a los cuetos, a los chopos y a
los rastrojos. En las ciudades, se muere uno del todo; en los pueblos, no; y la
carne y los huesos de uno se hacen tierra, y si los trigos y las cebadas, los
cuervos y las urracas medran y se reproducen es porque uno les dio su sangre y
su calor y nada más.
Operación
Traviata. De Ceferino Reato.
Al
igual que en Disposición final, el
autor nos entrega una obra periodística notable. Con el telón de fondo del
asesinato de Rucci, nos muestra los entresijos de la política de esos
tumultuosos meses de la llegada de Perón hasta su muerte. En ningún momento (o
casi en ninguno) el autor da opiniones sobre lo que está ocurriendo, sino que
transcribe testimonios de algunos de sus protagonistas, y reconstruye las
situaciones y disputas del momento. Las opiniones corren por cuenta del lector,
que, a poco que lea críticamente la obra, podrá ver con palmaria seguridad las
pasiones poco reflexivas que animaban a la mayoría de ellos. La violencia era
vista como el único, o al menos el más eficiente método de hacer política. No
pasaba por las mentes afiebradas de algunos de ellos el hecho de que la inmensa
mayoría del famoso y tan mentado pueblo no compartía tales métodos ni tales
fines. O al menos los ignoraba. A tal punto llegaba su mesianismo, que, siendo
como eran los Montoneros un grupo de elites de clases acomodadas, que
pretendían sin embargo representar al proletariado, lanzaban consignas como:
«¡La clase obrera dirige la batuta para que bailen los hijos de puta!». Y esta
actitud, por más quee se dijeran peronistas, estaba claramente inspirada en Lenin
cuando afirmaba que «…un pequeño grupo sin raíces en la clase trabajadora,
tenía derecho, por el solo hecho de profesar la doctrina marxista, de
proclamarse como único representante del proletariado y exclusiva encarnación
de la conciencia proletaria».
Cuando
sí el autor da opinión es cuando reflexiona (pág. 132) acerca de la historia
contada por los liberales o por los revisionistas.
Con la notable salvedad del riojano Ángel
Vicente Peñaloza, "El Chacho", un caballero que se destacó por
respetar la vida de sus prisioneros, también los caudillos federales se
apasionaron en derramar sangre de hermanos. Los historiadores
"revisionistas" y "progresistas" suelen olvidar eso:
recortan al peor Sarmiento, el que el 20 de septiembre de 1861 aconsejó a Mitre
por carta que "no trate de economizar sangre de gauchos", pero
ocultan al peor Juan Manuel de Rosas, el que prometió vengar el asesinato de su
aliado Juan Facundo Quiroga asegurando que "la sangre argentina correrá en
porciones". (Además, hay que tener en cuenta que, poco tiempo después de
esas palabras severas, el 26 de octubre de 1837, Santos Pérez, el ejecutor de
ese crimen, gritó: "iRosas es el asesino de Quiroga!", antes de que
lo fusilaran en la Plaza de la Victoria por orden, precisamente, del Restaurador
de las Leyes). Lo mismo sucede con el Chacho Peñaloza: los
"revisionistas" y "progresistas" cuentan en detalle sus
luchas contra el "centralismo porteño" de Mitre y Sarmiento, pero
olvidan que también se había levantado contra otro "centralismo
porteño", el de Rosas. En nuestras feroces guerras civiles los prisioneros
quedaban a merced del vencedor, que generalmente los pasaba a degüello porque
era el método más económico y popular de sellar la victoria, aunque algunos
autores distinguen que los unitarios preferían castrar a sus rivales, mientras
que los federales se inclinaban por cortar las cabezas de sus adversarios.
Testículos versus cabezas, una muestra de salvajismo nacional muy extendido.
También
opina, por supuesto, en el epílogo, a cuyos conceptos adhiero francamente con
la pequeña salvedad de su opinión acerca de la teoría de los dos demonios:
SUPERIORIDAD MORAL
No existe ningún “ideal"
que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un
militante o de un policía. El principio que funda toda comunidad es el No matarás. No matarás al hombre
porque todo hombre es sagrado y cada hombre es todos los hombres. La maldad,
corno dice Levinas, consiste en excluirse de las consecuencias de los
razonamientos, el decir una cosa y hacer otra, el apoyar la muerte de los hijos
de los otros y levantar el No matarás
cuando se trata de nuestros propios hijos.
Oscar del Barco en una carta a la revista cordobesa La Intemperie.
Muchos de quienes se reivindican ahora como
los herederos de los montoneros y de la década del setenta adoptan un estatus
de superioridad moral con relación al resto de la sociedad. Han construido un
relato histórico que los libera de los pecados cometidos gracias a una memoria
selectiva, que acomoda los hechos y les proporciona un autoconsuelo y una
autoabsolución. Cuando son confrontados con sus errores y con sus crímenes,
echan mano a los sueños y a los ideales que los animaban en aquellos años
dorados, que eran tan grandiosos como cruentos: se pueden resumir en la
construcción de una sociedad de hombres nuevos, iguales y libres, pero que
debía surgir sobre el abono de mucha sangre, propia y ajena. Si eso no basta,
convocan a los muertos, a los desaparecidos y a los torturados de la dictadura,
como si la salvaje represión de los militares alcanzara para redimirlos
integralmente. Una vez que los argumentos se acaban, optan por pasar al ataque
e intentan descalificar a sus interlocutores, acusándolos, por ejemplo, de
respaldar la teoría de los dos demonios. (Aclaro, por las dudas, que estoy en
contra de esa teoría porque la barbarie del Terrorismo de Estado, de la
dictadura, no puede ser equiparada con nada1). Confío en que la reconstrucción del
asesinato de Rucci y la descripción de sus terribles consecuencias sirvan para
poner en duda esa idea de un grupo particular que concentra el monopolio de la
moral y de la ética, que es capaz de determinar con infalibilidad papal sobre
lo bueno y lo malo. Un sector que, por ejemplo, segrega esos sumos sacerdotes,
y sacerdotisas, que se ocupan de purificar a unos y de demonizar a otros,
distribuyendo aureolas y cuernitos.
Me gustará agradecer a todos los que han
colaborado con este libro, en especial a los ex montoneros que han admitido el
error cometido por la Organización a la que pertenecían. Ellos ya se han
reciclado, llevan una vida normal y no están conformes con esa visión
pasteurizada de los grupos guerrilleros que predomina ahora, que los muestra
casi como organizaciones no gubernamentales que se dedicaban a la promoción de
los derechos humanos, las libertades civiles, la igualdad de género y la
democracia. Su valentía contrasta con la actitud de otros, que incluso estaban
colocados por encima de ellos en la jerarquía de la Orga. [Luego siguen
agradecimientos].
- - - -
1) Cuando digo que no comparto su opinión
sobre este tema es porque creo firmemente que la única diferencia entre unos y
otros fue cuantitativa. Unos lograron el poder y tuvieron más capacidad de
daño. Pero ambos creían que luchaban por un objetivo superior, que
representaban el “sentir nacional” y no les preocupaba ni poco ni mucho lo que
opinara en realidad el pueblo, al que tanto proclamaban representar.