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Imaginemos que el mundo fuese tal cual lo
conocemos, con sus civilizaciones post industriales y el desarrollo de sus
idiomas. Imaginemos solo que la escritura no hubiese evolucionado a lo que hoy
es, sino que se hubiese estancado en la etapa pictórica, cuneiforme o, a lo
más, ideográfica.
Es de suponer que habría algún problema
con los teclados de las computadoras, ya que tendrían que contar con algo así
como quince mil teclas y ocuparían la superficie de una mesa de ping pong.
Imaginamos que las impresoras tendrían
también sus complicaciones. Entonces, las computadoras en general serían un
artículo costosísimo. Y los operadores serían una verdadera casta como lo
fueron los escribas en civilizaciones pasadas y no tan.
Imaginemos también que una mente
brillante, nacida en alguna tierra hispanohablante, hubiese concebido la
existencia de un abecedario. Antes de darle la forma definitiva y –como es
brillante también es humilde– decide exponer su idea a las academias de la
lengua, para que se hagan los profundos estudios necesarios para darle la forma
definitiva que fuese más aconsejable.
Nuestro brillante y humilde personaje,
explica las virtudes de su elucubración: «Se trata de signos que son una
abstracción de los sonidos, no de las ideas o conceptos. Por ello, se podrán
escribir neologismos, palabras extranjeras, imitar voces de animales y hasta
sonidos guturales o inexistentes, que con los ideogramas son dificultosos,
cuando no imposibles».
«Tendremos que manejar un número reducido
de signos o caracteres. Algo así como media docena de vocales y una veintena de
consonantes». (Nuestro héroe ya había inventado los nombres de ambos tipos de
letras). «Ello reducirá en forma drástica las teclas de las computadoras, y
facilitará el aprendizaje de la lectoescritura. Se logrará que en cada casa
haya una computadora o más». Tengamos en cuenta que, en la época de la Olivetti
o Remington mecánicas, de quince mil teclas cada una, solo contaban con ellas
la CIA, la NASA, el Kremlin y la KGB. Luego, con el advenimiento de las
computadoras, y mediante algunas simplificaciones, se había logrado llegar a
teclados de solo seis o siete mil teclas y ya cada gobierno (tercer mundo
incluido) contaba con una computadora; algunos con dos.
La posición de los académicos resultó de
lo más variada. En un extremo estaban los que, como el Ilustrísimo Charlie
Marenghi, aplaudían fervorosamente, imaginándose a las multitudes de personas
que, en pocos años dejarían de ser analfabetas. Se imaginaban también la
irrupción de computadoras personales, laptops, Palms, Ipads etc. que entrarían
vigorosamente en nuestras casas. Y ¡cuántas fuentes de trabajo se crearían por
la industria, venta y service de
tales máquinas!
Claro que también estaban los que,
acaudillados por Dejátodo Komoestaba, pensaban que era mejor dejar todo como estaba.
Después del denodado esfuerzo que les había costado aprender quince mil
ideogramas y otros recónditos secretos de la escritura, era cosa de locos
permitir que toda esa chusma viniera a ocupar tan sacros espacios y a
disputarles su bien ganado lugar en la sociedad.
Pero tan brillante era el invento, que
finalmente se impuso, no sin muchísimos debates. «Si los sonidos van a ser
representados por signos, lo ideal es que a cada signo le corresponda un
sonido, y a cada sonido un signo. Sencillito y de alpargatas. ¿A quién se le puede ocurrir que un mismo
signo tenga distintos sonidos o que inventemos una letra que no suena?» Era lo que sostenían con ardor los seguidores
de Marenghi.
«¡Pero así cualquiera va escribir bien!».
Clamaban al cielo los seguidores de Komoestaba. «No se va a notar la diferencia
entre quienes, abnegadamente y con mucho sacrificio, hemos entregado nuestra
vida a este sublime apostolado, y quienes, haciendo culto de una haraganería
inveterada, irrumpirán para igualarlo todo».
De la solución de compromiso entre ambas
posturas fue que quedaron la ge y la jota compartiendo un mismo sonido y, para
peor, la ge, además, puede sonar de dos maneras distintas. Y la ve y la be. ¿Y
la hache? Ni opina, ¡es muda! O la ce, que tiene conflictos de competencia con
la zeta, con la cu, con la ka y hasta con la ese, al menos en los territorios
seseantes.
1 comentario:
Cuánta sofisticación gráfica, siglos de evolución de cada idioma... y nos están invadiendo los EMOJIS...
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