miércoles, 30 de diciembre de 2020

Lecturas

Enigmas de la Tierra y el espacio al alcance de todos. De Isaac Asimov. 

Como siempre, el autor nos regala una serie de conceptos y explicaciones, generalmente fuera de nuestro alcance, pero interesantes y “disparadores” de inquietudes. Esta vez es en todo lo relacionado con la astronomía, la ciencia de las distancias, dimensiones y velocidades inconmensurables, que suelen escapar a nuestra capacidad de comprensión. Aprendemos con él a tener una idea de la edad de nuestro sistema planetario, a valorar lo fugaz de nuestra existencia (no me refiero a la nuestra como individuos, extremadamente fugaz, sino a la de la civilización toda) y aún de la vida en la Tierra, así como lo infinito del conocimiento que aún nos falta. No obstante lo anterior, no podemos dejar de asombrarnos por la increíble capacidad de observación y de investigación de los hombres de ciencia. Hace muchos siglos, antes de contar con instrumentos de la sofisticación, de calidad y precisión de los actuales, ya había quienes miraban al cielo y veían lo que el común de la gente no es capaz siquiera de imaginar. 

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Mentirás tus muertos . De José D’Angelo

Notas que fui tomando mientras leía:

Introducción: Página 20: El autor justifica y legitima a las FFAA porque el estado “debe defenderse”, pero no hace distingo entre los gobiernos legales y los ilegales. No obstante, de lo anterior no debe inferirse que justifique los hechos aberrantes cometidos por los militares.

Explica que la sola denuncia de la “desaparición” fue prueba suficiente para obtener indemnización. Solo la Secretaría de DDHH sabe cuánto y a quién se le pagó. Esta Secretaría no da información al respecto. Todo ello cubre de un manto de sospecha de discrecionalidad en el otorgamiento de las compensaciones. La reaparición de un “desaparecido” no es causal de nulidad de lo actuado y, por tanto, de devolución de la indemnización.

Se considera víctima a cualquier persona que haya sido matada (aún en combate y durante gobiernos constitucionales). Pero solo lo son los participantes del bando Nac&pop.

Están considerados desaparecidos o víctimas de “ejecución sumaria” aún aquellos que murieron en combate o fueron “ajusticiados” por los propios terroristas, por traición, delación o deserción. Presumiblemente esto se hizo con la clara intencionalidad de cobrar las jugosas indemnizaciones.

Todas las afirmaciones que hace el autor y que avala con pruebas documentales, nos llevan a pensar en que es absolutamente cierto que su usaron los DDHH para hacer buenos e infames negocios. 

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Historia de Mayta. De Mario Vargas Llosa. 

Notable novela del genial autor peruano. No figura habitualmente entre los hitos más mencionados de su trayectoria, aunque debería. El autor hace una interesante pintura del desarrollo de la militancia de izquierda en el Perú, pero que bien podría aplicarse a tantos de nuestros países.

Hay una muy minuciosa caracterización del aquellos teóricos de la Revolución marxista que se disuelven en luchas retóricas acerca de cuestiones cada vez más puntuales que los llevan inexorablemente a dividirse innumerables veces hasta llegar a formar partidos de pomposos nombres que en la realidad cuentan con menos de una decena de afiliados. Están por otra parte aquellos que, como el alférez de la novela, son todo acción y buenas intenciones y de la noche a la mañana, pergeñan y llevan a cabo un intento revolucionario que resulta tan minúsculo y delirante que dura solo 12 horas. El autor nos muestra también cuál fue el destino, muchos años después, de aquellos militantes, alguno llegó a diputado, otro a director de una pomposa ONG para el desarrollo, que le permite vivir muy bien de los fondos aportados por el imperialismo y por la URSS.

La historia que da unidad a la narración es la de un escritor (el que es claramente el propio MVL), que va entrevistando a todos quienes puedan proporcionarle datos de Mayta, implicado en aquel alzamiento, a efectos de escribir una novela al respecto. Y nos da alguna de sus típicas reflexiones: «…en mis novelas trato siempre de mentir con conocimiento de causa».

Todo ello transcurriendo en el ámbito de su Perú tan conocido, donde nos recrea los paisajes naturales y humanos con una vívida crítica a sus injusticias y violencias ancestrales.

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El conde de Montecristo. De Alejandro Dumas.

Estando en vena de volver a leer libros ya leídos anteriormente, le tocó el turno al famoso conde.

Luego de su lectura, lo primero que me viene a la memoria es “La tentación de lo imposible” título de Mario Vargas Llosa para su ensayo acerca de “Los miserables” de Víctor Hugo. Es que, al igual o en mayor medida que en la memorable obra de Hugo, Dumas recurre aquí a coincidencias rayanas con lo inverosímil, sin que eso moleste a la estructura de la obra ni a sus ávidos lectores. Que el protagonista sea llevado ante el procurador, acusado de crímenes que no cometió, justo cuando celebraba la ceremonia de su casamiento, y que el procurador también haya sido interrumpido durante su comida de esponsales, es solo una mínima prueba de ello. Hay infinitas coincidencias más, tan insólitas como la mencionada, y que sin embargo uno no puede menos que festejarlas, mientras va leyendo con una ansiedad por lo que sucederá a continuación que cuesta explicar a quien no haya leído obras de ficción de esta envergadura. El autor hace gala de su manejo de las situaciones en las que nos entrega abundantes historias secundarias dentro de la principal. Todo ello condimentado con tesoros dignos de “Las mil y una noches”, obra a la que no se plagia, por cuanto en todo momento se le rinde tributo, mencionándola una y otra vez.

Es un verdadero desperdicio no leer semejante maravilla.

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Por qué no soy cristiano. De Bertrand Russell.

Se trata de una compilación de conferencias y ensayos del autor. El título no es muy representativo del contenido, si bien el primer capítulo lleva el nombre del libro y trata de ese tema, en los siguientes se aboca a otros temas. Aunque por momentos se me va de las manos (mejor sería decir que se me va de las neuronas) por lo profundo y elevado de los temas filosóficos en los que discierne; todo lo que está a mi alcance es absolutamente maravilloso para mis oídos. Demás está decir que se trata de un liberal a carta cabal. Suelo subrayar los libros de ensayos en las frases o párrafos que llaman mi atención; en este caso debería haber subrayado la práctica totalidad de la obra. Como el libro era prestado, me conformé con tomar notas aparte para reflexionar luego acerca de tamañas definiciones. Iba a decir “verdades”, pero, si algo entendí del autor es que un liberal tiene pocas certezas y muchas dudas, por eso prefiero decir “definiciones” o posturas y no verdades. Es notable el apéndice, en el que el compilador trae una reseña de los inicuos ataques que sufrió cuando fue designado profesor de filosofía en la Universidad de Nueva York, de parte de personajes conspicuos del pensamiento conservador y dogmático. A propósito de esa polémica, Albert Einstein dijo: «Los grandes espíritus han encontrado siempre violenta oposición por parte de las mediocridades. Estas no pueden entender que un hombre no se someta irreflexivamente a los prejuicios hereditarios y use honrada y valientemente su inteligencia». 

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Juan Domingo. De José Ignacio García Hamilton.

Como no se podía esperar otra cosa, el autor nos brinda una semblanza del personaje, que lo muestra en la intimidad tanto como en los aspectos políticos como gobernante, como conspirador y conductor y componedor de tantos y tantos intereses y personajes que circulan por las antesalas de los despachos del poder. De personalidad seductora como pocos, su conducta siempre sinuosa y ventajera, lo llevaron al pináculo del poder que ejerció en modo despótico, por más que sus innumerables seguidores no lo quieran admitir. El autor, que claramente es crítico de las políticas fascistas de Juan Domingo, no deja por ello de mostrar aspectos positivos de su personalidad. Es la primera vez que leo algo de esa infancia tan poco conocida, donde muestra numerosas frustraciones recibidas (no solo de la sociedad sino también dentro de la propia familia) que, a la postre, marcaron en mucho sus conductas y anhelos. Hay un paralelismo notable con la infancia de Eva. 

Algunas citas: 

Hablando de Eva Perón: 

Además profundizó su intervención en el terreno del espectáculo, donde se mostró fanática y vengativa: grandes artistas como Libertad Lamarque, Niní Marshall, Francisco Petrone, Arturo García Buhr, Orestes Caviglia y la bailarina María Ruanova, terminaron en el exilio o en el silencio. El folklorista Atahualpa Yupanqui y el escritor Alfredo Varela, autor de la novela Río oscuro, que luego Hugo del Carril llevara al cine bajo el título de Las aguas bajan turbias, fueron detenidos al entrar a la embajada rusa para ver la película La caída de Berlín, por el solo hecho de ser afiliados al Partido Comunista. Los llevaron a la comisaría y, como se negaron a firmar un acta aceptando que eran “culpables de haber originado disturbios en la vía pública”, el comisario Cipriano Lombilla los hizo golpear con bastones de goma y los envió a la cárcel de Villa Devoto, donde Yupanqui escribió su “Coplas del prisionero”. El director de orquesta Osvaldo Pugliese fue detenido varias veces por su misma afiliación política y su conjunto solía actuar con el atril vacío, en discreta pero elocuente protesta.

Hablando de la identificación total entre partido y estado, cita el caso de la ley 13,529 que manifestaba que:

 …la doctrina peronista era la doctrina nacional, que todo se sacrificaba al servicio de Perón, sin admitir críticas al respecto, con la necesidad de organizar un registro de opositores que todo ciudadano tenía la obligación de denunciar.

Otra: 

Luego de tres años de bienestar económico, en el país empezaron a sentirse algunos síntomas propios de una crisis: los precios subían y escaseaban algunos productos. En el país tradicional de la abundancia, la carencia de bienes resultaba sorprendente.

El autor cita una arenga de Perón, luego del fallido golpe de junio de 1955, en la que dijo: 

No quieren pacificación: a la violencia hemos de contestar con una violencia mayor. Aquel que en cualquier parte intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, la ley o la Constitución, ¡puede ser muerto por cualquier argentino! La consigna para todo peronista es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos. 

Todo un pacifista.


Hablando de la JP, García Hamilton comenta: 

Estos jóvenes de familias católicas no habían vivido la violencia y el autoritarismo existentes desde 1943 hasta la caída de Perón en 1955, ni escuchaban las narraciones de algunos mayores sobre el pensamiento y el estilo fascista del creador del justicialismo. No habían sido perseguidos por sus ideas religiosas o políticas; ni habían sufrido los ataques de la Policía en los actos opositores; ni habían sido picaneados en los sótanos de las comisarías o la llamada Sección Especial; ni se les había prohibido expresarse en las asambleas gremiales; ni se los había obligado a cantar la marcha oficialista, a llevar luto por Eva o a afiliarse al partido para conservar el empleo público. Por eso, cuando el general exiliado hablaba en Madrid sobre la conveniencia de establecer el "socialismo nacional" le creían, ilusionados con la idea de luchar por esos ideales comunes. 


martes, 22 de diciembre de 2020

Trafalgar de Benito. Pérez Galdós (y otras guerras).

 

El autor retrata la famosa batalla desde la óptica de un chico de 15 años, bisoño en estas lides, que, como paje de un viejo marino, se embarca en tamaña aventura. Pero no es solo eso el contenido de la obra. Ese muchacho, ya devenido anciano, es el narrador que el autor elige para contar la historia. En muchas ocasiones, ese narrador, reflexiona acerca de las dudas, temores, amores e ideales de aquella lejana juventud, con una fina sensibilidad y nostalgia que envuelven al lector en una atmósfera tan intimista, que no puede uno dejar de retrotraerse a similares momentos de su adolescencia. Desde luego que pocos han transitado situaciones tan críticas y dramáticas como el narrador de la historia. 

La obra se lee con la facilidad y encanto que solo un gran autor nos puede obsequiar. Tiene un lenguaje sencillo, cargado de términos náuticos que, a pesar de no conocerlos, uno entiende en todo momento el mensaje de Pérez Galdós. De todos modos, para quien se interese en conocerlos, hay al final (al menos en la edición que manejo) un glosario explicativo. También hay numeras citas, en la citada edición, que nos ubican en el contexto histórico en que se desarrollan los hechos. 

La novela no solo abarca la Batalla de Trafalgar, sino que el narrador nos cuenta su triste historia desde la infancia. Siendo huérfano a temprana edad, entra al servicio, como paje de una familia noble, donde el padre es el marino retirado que antes mencioné. La descripción de la familia, compuesta por el marino de marras, su mujer y una hija de la misma edad del muchacho (su amor imposible), es absolutamente convincente, con las quejas permanentes de la mujer hacia la guerra, ese monstruo que mutila, mata y enloquece a maridos, prometidos, hijos y criados al que, sin embargo, se rinden apasionadamente a su embrujo, con la pasión de las grandes causas del país y el rey. 

La novela intercala personajes ficticios con reales, y a estos los retrata de una manera tal que los tratados de historia difícilmente puedan describir con mayor poder de convicción. 

Lo anterior lo escribí hace muchos años, pero lo que ahora quiero rescatar es la aguda reflexión que hace Pérez Galdós acerca de los sentimientos de los participantes de la guerra. 

Dice el narrador: 

Entonces vi a algunos ingleses ocupados en poner el pabellón británico en la popa del Santísima Trinidad. Como cuento con que el lector benévolo me ha de perdonar que apunte aquí mis impresiones, diré que aquello me hizo pensar un poco. Siempre se me habían representado los ingleses como verdaderos piratas o salteadores de los mares, gentezuela aventurera que no constituía nación y que vivía del merodeo. Cuando vi el orgullo con que enarbolaron su pabellón, saludándole con vivas aclamaciones, cuando advertí el gozo y la satisfacción que les causaba haber apresado el más grande y glorioso barco que hasta entonces surcó los mares, pensé que también ellos tendrían su patria querida, que ésta les habría confiado la defensa de su honor; me pareció que en aquella tierra, para mí misteriosa, que se llamaba Inglaterra, habían de existir, como en España, muchas gentes honradas, un rey paternal, y las madres, las hijas, las esposas, las hermanas de tan valientes marinos; los cuales, esperando con ansiedad su vuelta, rogarían a Dios que les concediera la victoria. 

Y, en otro brillante párrafo, hace esta reflexión narrando lo que acontece a los náufragos, de ambos bandos, rescatados en un bote:

No acabó aquella travesía sin hacer, conforme a mi costumbre, algunas reflexiones, que bien puedo aventurarme a llamar filosóficas. Alguien se reirá de un filósofo de catorce años; pero yo no me turbaré ante las burlas, y tendré el atrevimiento de escribir aquí mis reflexiones de entonces. Los niños también suelen pensar grandes cosas; y en aquella ocasión, ante aquel espectáculo, ¿qué cerebro, como no fuera el de un idiota, podría permanecer en calma? Pues bien: en nuestras lanchas iban españoles e ingleses, aunque era mayor el número de los primeros, y era curioso observar cómo fraternizaban, amparándose unos a otros en el común peligro, sin recordar que el día anterior se mataban en horrenda lucha, más parecidos a fieras que a hombres. Yo miraba a los ingleses remando con tanta decisión como los nuestros; yo observaba en sus semblantes las mismas señales de terror o de esperanza, y, sobre todo, la expresión propia del santo sentimiento de humanidad y caridad, que era el móvil de unos y otros. Con estos pensamientos, decía para mí: "¿Para qué son las guerras, Dios mío? ¿Por qué estos hombres no han de ser amigos en todas las ocasiones de la vida como lo son en las de peligro? Esto que veo, ¿no prueba que todos los hombres son hermanos?" Pero venía de improviso a cortar estas consideraciones la idea de nacionalidad, aquel sistema de islas que yo había forjado, y entonces decía: "Pero ya: esto de que las islas han de querer quitarse unas a otras algún pedazo de tierra, lo echa todo a perder, y sin duda en todas ellas debe de haber hombres muy malos que son los que arman las guerras para su provecho particular, bien porque son ambiciosos y quieren mandar, bien porque son avaros y anhelan ser ricos. Estos hombres malos son los que engañan a los demás, a todos estos infelices que van a pelear; y para que el engaño sea completo, les impulsan a odiar a otras naciones; siembran la discordia, fomentan la envidia, y aquí tienen ustedes el resultado. Yo estoy seguro –añadí– de que esto no puede durar: apuesto doble contra sencillo a que dentro de poco los hombres de unas y otras islas se han de convencer de que hacen un gran disparate armando tan terribles guerras, y llegará un día en que se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia". Así pensaba yo. Después de esto he vivido setenta años y no he visto llegar ese día.

No hay mucho para agregar a tan atinadas palabras. Solo recordar que he leído que, hace unos pocos años, aviadores argentinos y británicos, excombatinetes de la guerra de 1982, se reunieron –creo que en nuestro país– para confraternizar y compartir experiencias y recuerdos. Creo que en esto caben, una vez más las atinadas palabras de PG.

Y ya que hablamos de guerras, veamos estas sabias e irónicas palabras de Jonathan Swift en Gulliver's travels cuando explica las causas de las guerras:

A veces la ambición de los príncipes que piensan que nunca tienen tierras o pueblos suficientes que gobernar, a veces la corrupción de los ministros que comprometen a sus señores en la guerra a fin de ahogar o distraer el clamor de los súbditos contra su mala administración. Las diferencias de opinión han costado muchos millones de vidas; por ejemplo; si la carne es pan o el pan es carne; si el jugo de cierta baya es sangre o vino; si el silbar es un vicio o una virtud; si es mejor besar un madero o arrojarlo al fuego; [...] y otras muchas más. Ninguna guerra es más furiosa y sangrienta, o de más larga duración, que las ocasionadas en diferencias de opinión, en especial si tiene por objeto cuestiones sin importancia. A veces la disputa entre dos príncipes es para decidir cuál de ellos desposeerá a un tercero de sus dominios, sobre los cuales ninguno de ellos tiene el menor derecho. A veces un príncipe se pelea con otro por miedo a que el otro se pelee con él. A veces se entra en guerra porque el enemigo es demasiado fuerte y otras porque es demasiado débil. A veces nuestros vecinos desean las cosas que nosotros tenemos o tienen las que nosotros deseamos y combatimos hasta que ellos se quedan con las nuestras o nos dan las suyas. Una causa de guerra muy justificable es invadir un país después de que su pueblo ha sido asolado por el hambre, destruido por la peste o desgarrado por la lucha intestina de las facciones. Es justificable entrar en guerra contra nuestro aliado más próximo cuando nos resulta conveniente una de sus ciudades o una porción de sus tierras pueden redondear nuestros dominios o volverlos compactos. Si un príncipe envía fuerzas a una nación donde el pueblo es pobre e ignorante, puede legalmente dar muerte a la mitad de ellos y esclavizar al resto con el fin de civilizarlos y sacarlos del estado de barbarie en que viven. Una práctica muy honorable, frecuente y propia de los reyes cuando un príncipe desea la ayuda de otro contra una invasión es que el príncipe que vino en su ayuda, cuando el invasor ha sido expulsado, se apodere él mismo de los dominios y mate, encarcele o destierre al príncipe a quien vino a socorrer. La alianza por sangre o matrimonio es causa suficiente de guerra entre los príncipes, y cuanto más próximo es el parentesco, mayor su disposición a la lucha; las naciones pobres tienen hambre y las naciones ricas son orgullosas, y el hambre y el orgullo estarán siempre en desavenencia. 

 

¡Qué buena es la buena literatura! 



martes, 15 de diciembre de 2020

Acerca de la interrupción voluntaria del embarazo


1. La cuestión principal

Toda la polémica acerca de este tema, basa sus contradicciones en que dos derechos o valores a proteger son incompatibles. Por un lado está el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo y, sobre todo, de su proyecto de vida que irremediablemente se verá afectado por la crianza del hijo por venir. Por el otro está el derecho a la vida de la criatura por nacer. Creo que esta es la cuestión única de discordia entre ambas posiciones.

2. Los argumentos a favor y en contra 

Los defensores del proyecto de ley, ofrecen múltiples argumentos que, a mi criterio, en su mayoría son improcedentes; veamos:

El aborto clandestino se practica y se seguirá practicando: Seguramente la violación, el robo, el asesinato o la simple inobservancia de la luz roja del semáforo, se practican y se seguirán practicando. ¿Debemos legalizarlos por eso? 

Libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo: Toda libertad se debe ejercer con responsabilidad. Tuvo la libertad de tener sexo con alguna prevención contra el  embarazo, pero no hizo uso de ella, aún sabiendo que ese sería el resultado probable; total, ahora otro se hará cargo de las consecuencias. 

Es un problema de salud pública: Me gustaría conocer las cifras de muertes y problemas asociados con abortos clandestinos. Supongo que más serios problemas de salud enfrentan las mujeres respecto del cáncer de mama, de útero y, en décadas más recientes, de pulmón. Esto me lleva a pensar que tanto alboroto no es una preocupación seria por los problemas de salud de las mujeres. Todo apunta a resolver rapidito uno de los temas de la agenda “progre” sin mayores reflexiones, para no decir “con aviesas intenciones”.

Debe ser gratuito porque las “pibas pobres” tienen que tener igualdad de oportunidades que las “chetas”: Actualmente, según afirman los propios defensores o propulsores del proyecto de ley, se llevan a cabo numerosísimos abortos clandestinos. Yo me pregunto: si esas “pibas pobres” tienen recursos para enfrentar el aborto clandestino, que no es gratuito, ¿por qué no pueden pagar un aborto legal? ¿Por qué el Estado (para mejor decir, el conjunto de la sociedad) a quien no le sobran recursos para la Salud Pública, debe hacer frente a los gastos que demanda la irresponsabilidad de algunos? ¿Por qué incluso las “chetas” van a tener atención gratuita? ¿Por qué hablan siempre de las “pibas pobres” cuando las militantes de verdes pañuelos son, casi exclusivamente, de clases medias? Claro, porque son progres y esnobs. La gratuidad de la prestación fomenta la irresponsabilidad de las relaciones sexuales.

Los métodos anticonceptivos no son 100% seguros: Eso es verdad, pero también es verdad que, si todos los embarazos no deseados fueran por fallas en los métodos, el problema sería insignificante y no de la magnitud que esgrimen los impulsores de la ley. Por otra parte, el aborto, por más que se practique con todas las previsiones del caso, tampoco es seguro al ciento por ciento. Una operación menos cruenta como una endoscopía, practicada en un establecimiento de alto nivel, llevó a la muerte a una conocida periodista y legisladora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Qué le espera al médico que, aún tomando todas las previsiones del caso, tuviese la desgracia de que se le muera una paciente?

No somos incubadoras: Claramente no lo son. Las incubadoras son inocentes absolutas en lo que ocurre en su interior; no toman decisiones al comienzo del proceso, cosa que sí hacen las mujeres cuando deciden tener sexo irresponsablemente sin una protección de las que tanto abundan para prevenir embarazos. Las incubadoras no tienen por qué hacerse cargo de decisiones que otros tomaron por ellas.

Seguramente habrá más explicaciones o fundamentaciones, pero esto es más o menos lo que he oído.

Por parte de quienes se oponen a la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, solo he oído un argumento: No se debe matar a un ser humano.

Este solo y sólido precepto, ha desatado una feroz controversia acerca de si se trata de un ser vivo o siquiera si es humano. Imagino que si no es un ser vivo no llegará a desarrollarse hasta nacer y, si no fuese humano, habría mujeres que parirían cabras, ratones, canguros o, como mucho, gorilas (sin connotaciones políticas).

Antes de analizar los contenidos de la ley, una última consideración.

Cualquier asesinato violento merece el repudio y la condolencia de una persona de bien. Pero claramente no nos afecta de igual manera enterarnos que fue brutalmente agredido y asesinado el vecino o pariente a quien tanto apreciamos, que un hecho semejante ocurrido en Indonesia o incluso en un municipio cercano. Y es porque no conocemos a la víctima, su cara, sus aficiones, sus virtudes y sus gestos. Imagino que es por eso que con tanta liviandad se legaliza la supresión de la vida del humano en gestación: ocurre  que no conocemos aún su carita, sus monerías y gracias ni sus talentos y gustos. ¿Eso nos autoriza a descartarlo sin mayores escrúpulos?

3. Análisis de la ley

Veamos algunas cuestiones:

En su artículo 1º solo enuncia el objetivo buscado haciendo referencia a los derechos humanos de las mujeres y de personas con otras identidades de género con capacidad de gestar. Lo que no entiendo es cuáles son las “otras identidades de género con capacidad de gestar”, sería bueno que lo aclaren y que hicieran alguna mención a los derechos del niño por nacer. Pero eso sería pedirle al canguro que deje de saltar.

En su artículo 2º reiteran el concepto de “otras identidades de género con capacidad de gestar”, establecen que el aborto es decisión de la persona gestante y enumeran los servicios que se le deben prestar a su solicitud.

En su artículo 4º insisten, por si no quedó claro, que esta ley está dirigida a las “mujeres y otras personas con identidades de género con capacidad de gestar”. Semejante estupidez necesita ser repetida para ver si, finalmente, queda. Pero la esencia del artículo es el límite de la semana 14; antes de eso, el embrión o feto es algo totalmente descartable, pero, en esa notable semana, adquiere mágicamente, su condición de humano y, por tanto, sujeto de derecho, pero no tanto, ya que en ciertos casos se puede igualmente acceder a la “prestación”. Y entonces habla del caso de violación como causal para poder hacerlo con embarazos más avanzados. Parece que la mujer violada necesita más de catorce semanas para decidirse y, para ello, con solo una declaración jurada lo resuelve. Es decir que, si se pasó el plazo, porque tal vez la mujer o “persona de otra identidad de género con capacidad de gestar” estaba muy ocupada agitando verdes pañuelos, lo soluciona con una simple declaración jurada. Lo razonable sería que, en caso de violación, debería contarse con una denuncia formal del delito efectuada en los primeros días de ocurrido y aún antes de saber si el hecho terminaría en embarazo. Pero, parece que el Congreso Nacional no está para tratar cuestiones razonables.

Todo apunta a resolver rapidito uno de los temas de la agenda “progre” sin mayores reflexiones, para no decir “con aviesas intenciones”.

El artículo 5º establece un plazo máximo de diez días desde que se solicita la práctica para realizarla. Otras cirugías pueden esperar meses. 

El artículo 6º dice que el establecimiento de salud pondrá a disposición de las personas gestantes que así lo requieran toda la información que sea necesaria acerca del procedimiento a realizarse, y de los cuidados posteriores, así como de los métodos anticonceptivos. Pero, ¡siempre hay un pero!: “Estos servicios no son obligatorios para la paciente ni condición para la realización de la práctica”. Quiere decir que se le brindará atención gratuita, con dinero de todos, pero no se le exigirá que aprenda a cuidarse. 

El artículo 8º habla de las personas menores de edad y, entre otras cosas dice que: “Las personas mayores de DIECISÉIS (16) años de edad tienen plena capacidad por sí para prestar su consentimiento, a fin de ejercer los derechos que otorga la presente ley”. Curioso resulta que, quienes sostienen que niñas de esa edad tienen madurez suficiente para tamaña decisión, sostengan con tenacidad que esas mismas niñas no son penalmente responsables de delitos que pudieran cometer. 

El artículo 11º garantiza la gratuidad de la prestación, definiendo los establecimientos que están alcanzados por la medida. Acerca del despropósito de efectuar la prestación en forma gratuita, ya me explayé cuando analizaba los argumentos que esgrimen los abortistas por lo que no insistiré, pero sí agrego lo poco razonable que es la medida, por cuanto favorece o estimula la irresponsabilidad de las relaciones sexuales al garantizar que los costos de la decisión no correrán por cuenta de quien así actúa. Al menos, podría exigirse, como requisito previo, la asistencia y aprobación de un curso exhaustivo y obligatorio acerca de métodos anticonceptivos. Luego de la prestación gratuita se le aclararía que es por única vez e ingresará a un registro oficial para garantizarnos a los contribuyentes que no se premiará la reiteración de una conducta irresponsable.

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Curiosidad aparte de los contenidos de este proyecto de ley: Si una niña, a los dieciséis años tiene madurez suficiente, ¿por qué un varón tiene que esperar hasta los dieciocho años para donar su esperma? (y es de tener en cuenta que, a esa edad, los varones son muy generosos con el vital fluido). Nadie los penaliza cuando reparten esperma para embarazos que terminarán en abortos, pero no se les permite hacerlo para embarazos que lleguen a buen término. Y, más curioso aún (aclaro que estos temas pertenecen a otra ley), no pueden donar esperma a los 17 años, pero sí votar a quienes dictan esa ley. ¡Necesito un psicólogo urgente!






martes, 8 de diciembre de 2020

El momento indicado


 El niño está tomando la leche, arrodillado sobre la alfombra frente a la mesa ratona. Tiene una hilera de galletitas que ha sacado de una bolsa, las acomoda en fila sobre una servilleta que le ha puesto su madre. Su cara está sucia, como si le hubieran dibujado una gran sonrisa de chocolate.

Sus padres están junto al piano, tocando una melodía y, de vez en cuando, el hombre se acomoda los anteojos, tararea una canción y sonríe feliz...

Hasta que de pronto, los dos adultos se  preparan para salir y se abrigan bastante porque afuera hace frío, el invierno ha llegado. El padre levanta en brazos a su hijo y besa su cara melosa. El chico rezonga porque quiere ir con ellos, pero se quedará con su niñera hasta la hora de irse a la cama, cuando ellos regresen... Desde el marco de la puerta, el hombre promete traerle una golosina y le arroja besos con la mano. Entonces el niño también sonríe y saluda agitando su mano...

Ignora que esta será la última vez que verá a su papá, ya que esa noche todo cambiará para él, porque su padre será asesinado...

Acompañado por su mujer, que camina aferrada a su brazo, el hombre enfundado en un saco de cuero negro baja con lentitud la escalinata. Un auto los espera junto a la vereda, sin embargo, antes de subir, ambos se detienen junto a un sujeto que los mira sonriente y les pide un autógrafo.

Luego se alejan abrazados, caminando tranquilos hasta el vehículo que parte raudo, perdiéndose en el tráfico constante de esa tarde gris. El desconocido los sigue con la mirada, sin desesperarse porque sabe que es inevitable que regresen a este mismo lugar. Durante el tiempo que permanece aquí parado esperando, departe amablemente con los que pasan, admiradores y curiosos. Un fotógrafo obeso se acerca a conversar, pero luego de sacar algunas fotos más, guarda todo su equipo en un bolso y también se apresta a irse. El sujeto le pregunta por qué se va, si sabe que él retornará y podrá tomar otras fotografías, pero el reportero responde que está cansado y que volverá al día siguiente. Entonces, por unas tediosas horas, el individuo se queda solo aguardando el momento en el que llevará a cabo su plan...

No siente nada, no alberga odio, ni temores, pero tiene esa idea macabra martillando su cerebro y no puede ignorarla porque es como un zumbido constante dentro de su cabeza. Le agrada haberlo visto sonriente, apacible como siempre se lo imaginó. Los ídolos suelen estar ausentes al entorno, pero él no, con esa profundidad en la mirada y las manos firmes escribiendo sobre la tapa del disco. Sin embargo, por un breve instante piensa desistir y dejar este plan para otro día, aunque comprende que solo está buscando excusas para no cumplir sus propios deseos. Mientras permanece expectante frente al edificio donde vive su víctima, nadie se interesa por su persona ni se preocupa por su presencia.

A pesar de la hora, ninguna sombra atraviesa sus pensamientos, ningún temor altera su pulso. Está dispuesto a asesinar al hombre que admira, aunque lo haya elegido por expresar sus sentimientos respecto a la violencia y el materialismo.

Su muerte será como la suya propia, no habrá necesidad de castigo porque él también dejará de existir... no se imagina la vida después, sin duda el tiempo se detendrá para siempre en ese preciso instante...

Al desplegarse la noche, irrumpiendo entre las sombras difusas de la calle, el automóvil regresa, se estaciona silenciosamente sin alterar la calma circundante. La puerta del vehículo se abre, permitiendo que la mujer menuda baje precedida por él.

El sujeto que los espera en la vereda, el mismo al que le firmó el autógrafo, mete de inmediato sus manos en la campera para sujetar el arma. 

Aún alberga el fugaz deseo de que su ídolo no se detenga.

Sin levantar la voz, pronuncia su nombre...

–Señor Lennon...

En el séptimo piso, un niño acostado en su cama espera una golosina...





viernes, 23 de octubre de 2020

La realidad que duele

Por muy reiterativo que resulte, es bueno recordar que cualquier distribución que se pretenda hacer de la riqueza, siempre será un hecho posterior a su creación.

Y, por una cuestión de lógica elemental, la producción de bienes y servicios debe ser estimulada o fomentada por todos los medios posibles. Si hay poca riqueza, poco se podrá distribuir por muy buenas que sean las intenciones del "distribuidor".  

Nosotros nos hemos empeñado desde hace varias décadas (y lo estamos consiguiendo) en lograr un país pequeño, donde la mediocridad parece ser más aceptada que el mérito.

Como es más redituable políticamente ser generoso, aunque siempre sea con dinero ajeno, los sucesivos gobiernos se han dedicado a aumentar la carga impositiva, hasta niveles insólitos, sobre los que producen y trabajan para premiar a quienes no lo hacen.

La mera existencia en constante aumento de los planes asistenciales sin contraprestación (actitud que se "vende" como solidaria) es la evidencia del fracaso reiterado de las políticas económicas que venimos aplicando. No veo que los opinólogos diversos que defienden estas políticas, se pregunten seriamente por qué la pobreza no para de crecer, por mucho que proclamen su "opción por los pobres". Parece que lo que quieren no es sacar a los pobres de su condición, sino de hacerles su pobreza más confortable.

Y para seguir asistiendo a una población creciente de pobres, aumentan paralelamente la emisión de dinero y la presión impositiva, ¿sobre quiénes? Precisamente sobre los que producen, logrando así desalentar las inversiones de capital e iniciativas o animando al éxodo liso y llano. 

Y el resultado es que no solo emigran las empresas y los capitales, sino también los jóvenes. Pero no cualquiera de ellos, sino los más capacitados, que buscan su salida en los consulados o en Ezeiza. Despilfarro de recursos humanos que cuesta calificar, sobre todo teniendo en cuenta que los formamos a muchos de ellos en universidades públicas que pagamos todos y disfrutan los ciudadanos de otras latitudes.

La voracidad de la política

Todo esto lleva a una insaciable hambre de recaudación por parte de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales. Me permito dar un pequeño ejemplo de esa desmesura recaudatoria por parte del municipio en que habito hace varias décadas. Y es bueno aclarar que no está entre lo peores en cuanto a gestión sino todo lo contrario.

Los municipios cobran tasas que, en principio, son el pago por servicios concretos que brindan.  La tasa que se cobra a los comercios e industrias es la llamada "Seguridad e Higiene" (tasa esta que no exime del pago del tradicional ABL) y que debiera ser para sufragar los gastos que demanda el servicio de la inspección de tales establecimientos para garantizar a los clientes y empleados tanto la seguridad (no estamos hablando de seguridad policial sino respecto al posible daño que puedan ocasionar máquinas o instalaciones) así como la higiene, en particular de los alimentos.

Cuando la municipalidad otorga un certificado de habilitación, se supone que está garantizando al público y empleados esa seguridad e higiene mediante la inspección periódica que debiera realizarse. 

Es evidente que es mucho más compleja y, por lo tanto, costosa, la inspección que demanda un aserradero, un matadero o una estación de servicio que la que requiere una mercería, para dar un ejemplo. Y también es claro que los peligros a evitar en esos lugares son ciertos y de muy serias consecuencias respecto de accidentes o siniestros. 

Pues bien, en nuestro municipio, esa tasa se ha aumentado en años recientes de una manera considerable. No obstante, a quien explota o pretende habilitar un establecimiento de estas características, se le exige un estudio por parte de un profesional del área de Seguridad Industrial que certifique que se cumple con la totalidad de las regulaciones exigibles. Por supuesto que ese estudio lo paga el contribuyente quien no está eximido por eso de pagar al abultada tasa por una supuesta inspección que no se realiza o bien se hace solo administrativamente. 

Eso, si no es una doble imposición, se le parece bastante. 

La burrocracia

Si lo anterior fuese poco, quien pretende habilitar un establecimiento de cierta complejidad debe, además, solicitar una habilitación provincial previa, trámite este que demanda mucha paciencia, muchos meses de demora y eso contando con una buena dosis de suerte o de buenos contactos. Mientras tanto se le prohíbe realizar actividades.

Con todo ello, es probable que el osado que quiera invertir y realizar un proyecto productivo, además del contador, del gestor (habida cuenta de la complejidad de cada uno de los trámites que se exigen), del arquitecto que vise y apruebe los planos, el ingeniero en seguridad industrial, deberá requerir los servicios de un psiquiatra.

O bien, recurrir a una buena dosis de tintillo.



domingo, 20 de septiembre de 2020

Picnic en primavera


Relato de no ficción por Marta Tomihisa

El 21de septiembre de 1969, amaneció tan cálido y luminoso, que realmente parecía un día perfecto porque además era domingo…
Encantada, me aprestaba a gozar de un picnic en una isla del delta, acompañada por una amiga. Iría con Norma, mi compañera de oficina a un recreo muy popular, de un club bastante concurrido al que se podía llegar en lancha colectiva, desde la estación fluvial del partido de Tigre.
Nos sorprendió la numerosa cantidad de personas, que ya estaban haciendo fila para embarcar con nuestro mismo destino. Por supuesto, no había ningún apuro, por lo que la primera lancha partió sin nosotras, aunque en la siguiente pudimos viajar gozando del soleado recorrido. La plácida calma del río se sometía generosa a la bulliciosa invasión de tantos seres humanos, que ansiaban disfrutar de tan espléndido día. Muchas lanchas fuera de borda nos ganaban la delantera, dejando surcos y meciendo nuestra embarcación, mientras se abrían paso por el sendero exultante del agua con sus reflejos dorados, circundado por los sauces remolones con sus desordenadas cabelleras, acariciando la hierba o lamiendo el río…
Finalmente llegamos; el recreo ya estaba invadido por una cantidad notable de personas, que al igual que nosotras buscaban un sitio para reposar junto a la costa. Por suerte hallamos enseguida, un rincón adecuado bajo un árbol de cuyas ramas colgamos nuestras bolsas. Luego de extender una lonita sobre la hierba, nos acomodamos mirando hacia el agua, apacible remanso bajo el cielo de tan hermosa mañana. Como ya teníamos puestas nuestras mallas, nos sacamos la ropa y enseguida nos tendimos al sol, contemplando el paisaje y oyendo el incesante paso de las lanchas. Resonaban por doquier, las risas de los niños jugueteando o chapoteando ya en el agua, disfrutando con algarabía del espléndido día.
Ambas traíamos vituallas, para compartir en el almuerzo y la merienda.
Sin apuro, consumimos los alimentos mientras apreciábamos el apacible ondular del agua, meciéndose acompasada…
Ya estábamos gozando de la placidez de la siesta, cuando vimos llegar a nuestro amigo Marcos en su bote de remo, acompañado por un chico llamado Miguel. Recordamos que él nos había dicho que saldría a remar y vendría a unirse a nuestro picnic, por lo que nos alegró verlos. Norma preparó mate, los chicos habían traído facturas para compartir la merienda, mientras recordábamos cosas del laburo, ya que Marcos, Norma y yo trabajábamos en la misma oficina.
Cuando el atardecer fue apagando la luminosidad del cielo, nos aprestamos a volver. Nos vestimos, guardamos nuestras cosas y nos encaminamos hacia el muelle para abordar la lancha colectiva que nos llevaría hasta la estación fluvial.
Nuestros amigos nos acompañaron.
Pero resultó que las embarcaciones venían tan colmadas de pasajeros, que solo se detenían para que alguien bajara pero no admitían el ascenso de ninguna persona. Pasaron un par de horas, sin poder abordar ninguna lancha…
La tarde fue tiñéndose de sombras y entonces Marcos, nos propuso llevarnos en su canoa hasta el club desde donde había partido, el cual se hallaba a pocas cuadras de mi casa.
Me pareció una idea genial, aunque el bote era solamente para dos personas…
Nos acomodamos de inmediato, cargando nuestros bolsos y bastante contrariadas ante esta situación tan inesperada.
Los chicos se pusieron a remar con energía, mientras docenas de lanchas repletas de pasajeros circulaban velozmente junto a nosotros, sometiendo a nuestra canoa a un constante vaivén. Además, ese continuo balanceo provocaba que el oleaje introdujera demasiada agua a nuestra embarcación…
Sin poder evitarlo, todos comprendimos que la situación se tornaba peligrosa…
Al llegar a la intersección del río Sarmiento y Luján, dos lanchas colectivas pasaron tan raudas y cercanas que inundaron casi por completo nuestro bote. Desesperados, empezamos a sacar agua con nuestras propias manos y ya ni siquiera se veían nuestros zapatos…
Era evidente que todo estaba fuera de control, Marcos con buen tino, enfiló con notable vehemencia hacia la orilla más cercana y casi llegando a ella, el bote colapsó… Como si fuera en cámara lenta, sentí como mi cuerpo se sumergía en el agua helada, sin poder evitarlo...
Pero alguien me levantó jalando mi cabello, aunque yo sentía que mis movimientos eran limitados, porque la ropa empapada me pesaba demasiado…
Aunque como habíamos sucumbido tan cerca del muelle, pude sujetarme de un poste que sostenía la escalera. 
Al final, en medio de la oscuridad y hundidos en las gélidas aguas del rio, comprendimos que a pesar de la catástrofe, los cuatro habíamos sobrevivido…
Luego, aferrada a una estaca, vi venir a una persona portando una linterna y avanzando hacia nosotros, por un sendero de la isla. Era la propietaria de esa vivienda, quien con inesperada amabilidad nos ayudó a subir a tierra y nos ofreció entrar en su hogar. Allí, esos isleños dueños del lugar, nos dieron algunas prendas secas y como poseían una lancha nos ofrecieron a Norma y a mí, llevarnos hasta la costa. Marcos y su amigo se quedaron, intentando recuperar los remos y rearmar el bote, para devolverlo al club.
Ya era de noche cuando llegué a mi casa, maltrecha y vestida con ropa de hombre, deseando que mi madre no me viera en ese estado. Por suerte, a esa hora mamá ya estaba en su dormitorio por lo que me limité a llamar a la puerta (mis llaves habían desaparecido con mi cartera!) y una de mis hermanas vino a abrir.
Quedó atónita ante mi indumentaria…
Entonces, le expliqué a grandes rasgos lo que me había ocurrido, ella me recomendó no comentar lo sucedido para no angustiar a mamá .
Por supuesto, seguí su consejo…
Recuerdo que esa noche, me costó bastante conciliar el sueño pues aún estaba muy alterada por el suceso, además de sentir mucho fastidio por haber perdido la cartera con todos mis documentos.
Durante la semana siguiente, no podía dejar de pensar que ese soleado día de primavera, había concluido de tan penosa manera.
Pero me tomé unos días de respiro, antes de encarar el trámite de mis nuevas credenciales.
Una mañana, estaba atareada en la oficina, cuando un compañero vino a buscarme porque alguien requería mi presencia en el mostrador…

Allí, un adolescente me miró atentamente y luego dijo:
 -¿Vos sos Marta?
-Así es…respondí yo…
Entonces, él puso sobre el mostrador mi cartera, en su interior y aún húmedas, estaban todas mis pertenencias…
Mi cartera había quedado enganchada en el muelle de su isla, él había tenido la cortesía de traérmela…

Eso fue todo, la primavera había llegado accidentadamente y pude disfrutarla. Porque aquí estoy, sana y salva, recordando esa anécdota de la que fui protagonista. Complacida de apreciar, la increíble oportunidad que la vida me concedió, para seguir respirando aun plácidamente, otro día primaveral…
…Feliz vida!

martes, 25 de agosto de 2020

La camisa de papá

Relato de no ficción por Marta Tomihisa
 

Llegamos a la provincia de Buenos Aires, allá por los años ’50.

Veníamos de la ciudad de Tucumán a probar suerte en este espacio tan dinámico del multitudinario conurbano bonaerense, tan generoso en sus diversas posibilidades.

Mis hermanos ya eran adolescentes, yo apenas una niña…

Habíamos alquilado una casa en San Fernando, en un barrio ubicado a escasas cuadras de la costa del río. Era una vivienda sencilla, en una zona inundable, cercana a un club de gran actividad social para la clase media.

Los primeros días, nos dedicamos a ordenar nuestro nuevo hogar, el caos de muebles y objetos acorde a nuestra familia numerosa, con perro incluido.

Descubrimos asombrados, que en el patio de esa casa, sus anteriores ocupantes habían acumulado un considerable montículo de basura, latas y restos de verduras que impregnaban el ambiente de olores nauseabundos. De inmediato mi padre, se propuso a sacar esos desechos, visto que el recolector de residuos pasaba cada noche por nuestra calle, por lo que resultó bastante fácil librarnos de ellos. En ese espacio que ahora lucía prolijo, mi padre con la ayuda de mis hermanos mayores, construyó un gallinero, luego trajo un par de gallinas y un gallo. Así fue que no tardamos en ver nacer a nuestros propios pollitos, que luego retozaban alegres por nuestro patio…

El alquiler de esa casa resultó muy económico para mi familia, debido a que la propiedad estaba ubicada en una zona inundable. Pero, además de las vicisitudes de las frecuentes mareas que nos aislaban en la planta alta, la vida era sencilla y mi familia disfrutaba de tan generoso espacio, con notable optimismo.

El barrio era un conglomerado de buenos vecinos, en su mayoría inmigrantes como nuestro padre, gente de trabajo y sacrificio que compartían nuestros desvelos para llevar adelante sus vidas, con auténtica gratitud hacia esta tierra tan generosa en todos sus matices.

En ese barrio fui por primera vez a la escuela, ubicada a pocas cuadras de mi hogar, acompañada por papá que con absoluta paciencia dedicaba su tiempo en llevarme y traerme, todos los días del ciclo escolar. Mi padre tenía ya más de cincuenta años y exhibía un aspecto de anciano, porque siempre estaba enfundado en su saco con corbata incluida, por lo que todos creían que era mi abuelo…

Durante la travesía de su largo viaje desde Japón, su hogar natal, había aprendido el oficio de peluquero, pero aunque en el barrio había una peluquería y era evidente que el peluquero solo no daba abasto con su abundante clientela, mi padre fue rechazado para trabajar en ella.

Un sentimiento pro-americano latía en el país, luego de la tremenda derrota del pueblo japonés, diezmado por la guerra…

Mi papá aceptó con resignación su condición de inmigrante marginado, se dedicó entonces a tejer redes y a preparar cañas de pesca, que luego comercializaba en la costa del río del partido de Tigre, un municipio vecino al nuestro.

 

Un sábado por la mañana, mi padre decidió ir hasta la ciudad de Buenos Aires, para visitar a un compatriota que vivía en un barrio de la capital, quien había logrado un buen pasar económico gracias a un negocio de limpieza de ropa, lo que se había hecho muy popular en todo el ámbito de la colectividad japonesa.

Papá se levantó temprano, se afeitó y acicaló prolijamente y luego de informar que no vendría a almorzar, se dirigió a la estación de ferrocarril para encarar su viaje.

Yo solía acompañarlo a todas partes, pero en esta oportunidad papá prefirió que me quedara en casa, porque posiblemente debería hacer una caminata demasiado extensa, para llegar hasta la vivienda de su amigo.

Por la tarde, mi padre regresó con una expresión de indudable satisfacción luego del encuentro con su compatriota.

Realmente estaba contento, pues ese amigo había progresado mucho, a fuerza de trabajo y estaba a punto de adquirir la propiedad en la que vivía, lo que significaba un gran logro para toda esa familia.

Además, mi papá traía un paquete prolijamente embalado, que le había comprado a un vendedor ambulante, en una calle del centro porteño. Así fue que nos reunimos junto a él, ansiosos de admirar su adquisición, que con tanta satisfacción mi padre se aprestaba a compartirnos. Con verdadero entusiasmo, puso sobre la mesa, el elegante paquete…

Era una camisa, de cuello impecable con su prolija hilera de botones, dentro de una caja de cartón envuelta en celofán, muy bien presentada…

Ante nuestros ojos curiosos, mi madre destacó la blancura exquisita de la prenda y fue retirando con suma delicadeza, el papel del envoltorio. Pero cuando intentó desplegarla, la sorpresa nos hizo exclamar a todos…

La camisa en cuestión, solo tenía una pechera con cuello y un par de botones, pero carecía de mangas y de la tela que debía cubrir la espalda…

Mi padre había sido estafado…

El silencio acalló las exclamaciones. Mi madre tomó la prenda, la puso otra vez en la caja y se la llevó con ella…

Papá nos miró, hizo un gesto de resignación y totalmente mortificado, no volvió a mencionar nunca más ese tema…

A partir de ese momento, mi padre atemorizado por el suceso, jamás volvió a adquirir otro objeto a cualquier vendedor ambulante…

Este fue el resultado del primer paseo de mi papá, por la espléndida ciudad de Buenos Aires…

 

Debo decir, con absoluta tristeza que los tiempos no han cambiado, que esta urbe sigue siendo intimidante, por lo que aún debemos permanecer atentos para no ceder ante ofertas engañosas, mientras transitamos por tan fabulosa ciudad.

Cambian las modas, se dinamizan los espacios pero las malas acciones de algunos incalificables sujetos, aún continúan perturbando a nuestra sociedad…

Sin ninguna duda, deslucen la belleza de tan generoso territorio, naturalmente privilegiado en todos sus aspectos.

Aunque, a pesar de todo y como diría mi papá: Aún te admiro Buenos Aires…  

Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...