Vemos a diario cómo la semántica de las palabras va cambiando. Algunas palabras van tomando matices diferentes en su significado. Otras veces, y en forma deliberada, algunos sectores se van apropiando de ciertos vocablos para sus propios fines.
Es el caso de “progresismo”, que sirve hoy en día para calificar a una persona o idea política consustanciada con las izquierdas en general y en particular con todas las virtudes de la política. Por contraposición, cualquiera que no profese ese catecismo, se lo ubica en “la derecha” y es paradigma del rechazo a toda idea de progreso y la encarnación del mal.
Mientras que el diccionario define progreso como «Acción de ir hacia delante» pero no indica qué es «adelante» y ni siquiera con qué herramientas, nuestros autoproclamados progres lo asocian indisolublemente con ir hacia la izquierda.
Esta apropiación de virtudes para un bando y defectos para el otro lleva a sesudos seudoperiodistas, a decir que votar a las derechas (que jamás se preocupan por definir) es ser tilingo, facho e individualista.
Oí hace algún tiempo el diálogo entre un prestigioso legislador progre y un no menos afamado periodista, también progre en el que analizaban que, si se tomaban medidas más consustanciadas con el mercado, desaparecerían las políticas sociales... Quiere decir que solo los progres son portadores de la sensibilidad social. Quiere decir también que, en esta realidad maniquea, no ser progre (con el significado del que se han apropiado) es descalificante.
Estos heraldos de las verdades históricas y políticas quieren asimismo significar que quien no califique para esta noble categoría, es persona cuasi diabólica que solo persigue el beneficio propio o de la clase a la que pertenece, y quiere, por tanto, sumir a la gran mayoría del pueblo en la miseria y el sojuzgamiento. Y no se paran a pensar que ni siquiera al capitalista más despiadado le conviene un pueblo sumido en la miseria porque, ¿a quién le vendería sus productos con mayor éxito, al desposeído o al asalariado próspero? ¿Qué le conviene más al odiado imperio del norte; un vecino próspero y no conflictivo como Canadá, con quien se puede comerciar con ciertas garantías de previsibilidad, o unos vecinos pobres y conflictivos como los de su frontera Sur? Lo que sí es probable, pero no lo consideran ni el periodista ni el legislador mencionados, es que si se aplican estas políticas “promercado”, desaparecerían estas políticas sociales que tan pobres resultados han obtenido.
Yo me pregunto: ¿Alguien puede no estar de acuerdo en bajar la pobreza? ¿Alguien puede no estar de acuerdo en mejorar la enseñanza pública gratuita y obligatoria, al menos en primaria y secundaria? ¿Alguien puede no estar de acuerdo en mejorar la calidad de los hospitales, en mejorar la higiene urbana, etc. etc.? ¿No son todos estos objetivos de cualquier doctrina y de cualquier persona bien nacida?
¿Por qué pensar que un liberal, por ejemplo, no quiere todas aquellas cosas? ¿Por qué siempre se piensa que, quien no sostiene ideas progres, está vendido al imperialismo, solo persigue defender intereses particulares propios y cosas parecidas? ¿O no han logrado los países capitalistas una notable prosperidad del conjunto de sus poblaciones muy superior a la que lograron los progres, los populistas y los izquierdistas del mundo? Y ni qué decir de la movilidad social de aquellos países a los que, no por casualidad, pretenden llegar los balseros, los espaldas mojadas o los millares de desplazados por las guerras, el racismo, la religión y tantas otras calamidades.
Desde luego que cada uno confiará en distintas herramientas para alcanzar aquellas metas y lograr el bienestar de la población.
Decir como un desvalor que alguien está a favor del mercado es una vaguedad que me asombra que la utilicen personas en apariencia inteligentes como el periodista o el senador mencionados. Si eso es tan malo ¿por qué nuestra actual vice, cuando era presi, no perdía oportunidad de elogiarse a sí misma por haber dado un impulso formidable al mercado interno? Si vamos a estar contra el mercado, y sobre todo contra el mercado internacional, entonces no deberíamos haber aceptado que nos pagaran por la soja los precios de hace unos años (precios del mercado). Exijamos que se nos pague a los valores de la época de De la Rúa, que seguramente serían más justos para los pueblos desposeídos que dependen del “yuyito” para su alimentación.
¿Tanto repelús le produce a los progres una propuesta distinta? Analicemos qué conducta asumen con respecto al mercado los países a los que les va bien, pero bien en serio.
Nosotros nos hemos empeñado, hace ya mucho tiempo, en hacer un país pequeño. Y lo estamos logrando.
¿Ser progre es aumentar impuestos y echar mano a cuanta caja se nos cruce por delante para dar “planes sociales” de todo tipo? Entendámonos: no creo que sea malo dar ayuda a quien se encuentra en la indigencia. Pero ello tiene que ser con un plan serio para terminar con la indigna miseria en que viven, todavía, muchos compatriotas y no con una dádiva que solo sirve para prolongar sine die tal situación; o bien con crear las condiciones que estimulen la inversión para aumentar la mano de obra ocupada. Pero aquí nos quedamos con el plan asistencial que –se encargan de promocionarlo muy bien-, no lo da la sociedad en su conjunto, sino el gobierno providencial del que gozamos.
Desde que volvimos a la democracia, no hemos parado de otorgar planes, a tal punto que hay gente que vive permanentemente de ellos. Claro, estos son los concurrentes habituales a los actos oficiales, a las marchas y para el día de la votación. Y los gobiernos de aquellas provincias donde la miseria es impúdica, ¿no tienen que rendirle cuentas a nadie? Porque, en general, han sido gobernadas durante décadas por los mismos partidos y, en algunos casos, por las mismas personas.
Incluso afirman que denunciar la corrupción de un gobierno progre es malo porque se está contra el “modelo” (lo que significa estar contra el país) o porque se le hace el juego a la derecha. Como si enriquecerse escandalosamente fuese reprochable solo a las derechas y no fuera pecado si se es progre.
De lo que no parece caber dudas es de que la solidaridad tan proclamada del modelo “progre” es para con el entorno del poder, que se enriquece a ritmo de vértigo.
1 comentario:
Mirta nos dijo: muy interesante como de costumbre .Pero las izquierdas y derechas y los ismos no van a ser reemplazados por las autocracias?
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