martes, 28 de junio de 2022

Migrantes y subdesarrollo

Hace mucho que pienso que los problemas estructurales de África, Oriente Medio y, en general, de todo el mundo subdesarrollado, no se resuelven con buenas intenciones sino con medidas concretas. Si bien es bueno que muchos países estén dispuestos a recibir exiliados, esa no es la clave para resolver el problema y, seguramente será la puerta de entrada a nuevos conflictos. 

La ayuda económica directa a los países muy pobres, tampoco suele ser la solución, y no solo por aquello de que “antes que regalarles pescado, es mejor enseñarles a pescar”, sino porque la ayuda que pudieran recibir los gobiernos, en general será usada en beneficio de los jerarcas de turno, que tienen, sino la totalidad, al menos una buena cuota de responsabilidad de la indefensión y miseria de sus pueblos.

La intervención directa en aquellos países donde la corrupción y las persecuciones raciales, religiosas o políticas se hacen intolerables, tampoco parece ser la solución. Si vulneramos el principio de no intervención en países soberanos, aunque nos animen buenísimas intenciones, terminará, con toda probabilidad, en catástrofes peores que las que pretendíamos mitigar.

Recuerdo que la comunidad internacional actuó con mucho tino en el caso del Apartheid de Sudáfrica, aislando diplomática y económicamente a ese país, de modo de llevarlo, aún contra la voluntad e intereses de las clases dominantes, a resignar ese régimen anacrónico, despótico, sanguinario y cruel que durante tanto tiempo imperó en aquel país.

En aquellos países donde la democracia está solo dibujada cuando no ausente del todo tras una pantalla donde se esconden sus escamoteadores, ¿por qué no ensayar algo parecido? Y en África hay muchos países donde se ejercen prácticas políticas tanto o más crueles y discriminatorias aún que las del Apartheid sudafricano. Pero no mueven a la solidaridad internacional porque no son de «blancos contra negros» sino de negros entre sí de distinta tribus, lo que no le parece tan terrible a nuestra culposa conciencia occidental. También suelen ser regímenes de izquierdas y no capitalistas de derecha por lo que sería sacrílego actuar en su contra. ¿Será por eso que nadie se moviliza como se hizo con la cuestión sudafricana?

A propósito de estos temas, vale la pena ver este video, en el que se ve claramente que es la inversión productiva (capitalista) la que puede sacar de la miseria a los postergados del tercer mundo.

https://www.youtube.com/watch?v=ybzlsZwB1Cw



sábado, 25 de junio de 2022

La rosa



La Rosa (Ficción por Marta Tomihisa)

María Eulogia era una mujer soñadora y un poco melancólica.

Solía pasar los veranos, junto al mar, en la casa de la playa que poseía su familia.

Siempre lucía peinados estrafalarios, adornados, con flores multicolores y lazos en las trenzas. No era muy agraciada, sus grandes ojos oscuros enmarcados por sus largas pestañas, contrastaban con una voz aflautada e infantil, que daban al tono de sus palabras un gracioso y singular timbre. Leía con entusiasmo novelas inglesas y se permitía la audacia de comentarlas en su círculo de amistades, aún con los hombres…

Aunque en esta primera década del siglo XX, se suponía que, siendo soltera, debía estar consagrada a las tareas de labores, o entregada en cuerpo y alma a la meditación… 

Así lo hacían las señoras de buena posición, que permanecían en sus hogares, enfundadas en su discreta y apropiada vestimenta.

Sin embargo, lo que realmente provocaba que estuviera en boca de las comadres del barrio, era su romance con Patricio…

Patricio era un hombre formal y ceremonioso, siempre vestido con el mismo traje y de modales un tanto acartonados. Se lo calificaba por lo bajo de “cazafortunas”, porque todos suponían que, esta relación con María Eulogia, solo era incentivada por la holgada posición económica que la novia aparentaba. Semejaba a esos poetas lánguidos y pobres, que van por el mundo deseando cobijarse bajo algún ala protectora.

Sin embargo, se movía con absoluta soltura en el círculo de amistades de María Eulogia, a quienes subyugaba con fascinantes relatos de aventuras, vividas en su misterioso pasado y de sospechosa veracidad...

Transcurrido un tiempo considerable, del tan comentado romance, María Eulogia tomó cartas en el asunto y decidió que debían planificar la boda, lo cual implicaba un sinfín de gastos extras, a raíz de lo cual se enteró Patricio de que la fortuna de su bienamada novia, no era tan acaudalada…

A pesar de todo, los preparativos para el ansiado enlace, se desarrollaron con encono, aunque con suma austeridad.

Quince días antes del evento, Patricio anunció que debía viajar hacia su pueblo natal, San Antonio de Areco, a fin de rescatar cierta documentación imprescindible para la consagración del casorio.

Y así lo hizo, pero el tiempo transcurrió y el novio, no regresó jamás… 

En aquel día tan esperado por María Eulogia, le llegó por correo, una pequeña caja junto con una misiva:

“Te envío la rosa que debí llevar en mi solapa: Perdóname. Patricio”

Una flor marchita, yacía en el fondo de la caja…

Inevitables lágrimas, rodaron por las mejillas de la frustrada novia…

Entonces ella se incorporó y se dirigió hacia la ventana que, como de costumbre mantenía abierta, lentamente bajó las persianas y permaneció en penumbras en absoluto silencio, hasta el fin de sus días…


miércoles, 22 de junio de 2022

Frases

Oscar Wilde

«La imaginación le fue dada al hombre para compensarlo por lo que no es; el sentido del humor, para consolarlo por lo que es».

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Hace unos 50 años, Félix Luna escribió:

«Ya no es necesario decir que Rivadavia era un coimero o Sarmiento un vendepatria para demostrar que el Chacho no era un bandido o Artigas un anarquista. La polémica seguirá mucho tiempo más, porque los argentinos estamos divididos hasta en la historia».

Parece que no hemos aprendido nada…

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Carlos Alberto Montaner en:  La libertad es la clave de la prosperidad

«…las sociedades en las que prevalece la superstición de que el éxito de alguno de sus miembros es siempre el resultado de la ruina de sus semejantes, no son, generalmente, el mejor terreno para abonar la expansión de la riqueza».

Carlos Alberto Montaner La libertad es la clave de la prosperidad

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José María López Piñero en: Ramón y Cajal

Luego de la perdida guerra contra USA a fines del siglo XIX:

«Me dirijo a vosotros, los jóvenes, los hombres del mañana. En estos últimos luctuosos tiempos la patria se ha achicado; pero vosotros debéis decir: A patria chica, alma grande. El territorio de España ha menguado; juremos todos dilatar su geografía moral e intelectual. Combatamos al extranjero con ideas, con hechos nuevos, con invenciones originales y útiles. Y cuando los hombres de las naciones más civilizadas no puedan discurrir ni hablar en materias filosóficas, científicas, literarias o industriales, sin tropezar a cada paso con expresiones o conceptos españoles, le defensa de la patria llegará a ser cosa superflua; su honor, su poderío y su prestigio estarán firmemente garantizados, porque nadie atropella a lo que ama, ni insulta o menosprecia lo que admira y respeta… Amemos a la patria, aunque no sea más que por sus inmerecidas desgracias. Porque el dolor une más que la alegría, ha dicho Renán».

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José Ignacio García Hamilton

«El régimen stalinista, al parecer, causó más muertes que el Holocausto de los judíos realizado por los nazis y contó con la buena opinión y el apoyo de muchos destacados intelectuales del mundo occidental, acaso por la buena imagen que las ideas socialistas habían ido adquiriendo en el mundo desde el siglo XIX, o por la vocación por la utopía propia de los pensadores».

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L. von Mises.

«La concepción socialista es a la vez grandiosa y sencilla... De hecho, puede ser considerada como una de las más ambiciosas creaciones del espíritu... Algo tan valiente y atrevido que justificadamente ha logrado levantar la más excelsa admiración. Si queremos salvar nuestro planeta de la barbarie, lejos de ignorar desdeñosamente los argumentos socialistas, es preciso refutarlos».

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Jorge Luis Borges

«El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta ‘el modo imperativo’. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz».

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Mario Vargas Llosa.

«¿Qué es el populismo? Ante todo, la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. En el tercer mundo, viene disfrazado de progresismo». 

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Immanuel Kant

«El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca».

martes, 14 de junio de 2022

El despertador

Ficción por Marta Tomihisa. Dedicado a Pato Cipriani, amigo fiel.



¡No, no podía ser…!  

Estaba segura de que el despertador no había sonado, pero ya eran las nueve de la mañana, sin ninguna duda…

Corrió a lavarse los dientes mientras con la otra mano se cepillaba el pelo, lucía una cara de dormida que no podía mejorar porque no tenía tiempo ni para maquillarse.

Por suerte el ascensor vino enseguida y estaba vacío, supuso que siendo tan tarde ya todos habían salido para sus respectivos empleos.

Menos ella, a quien acababan de nombrar Encargada de cuentas personales, en el banco en el que trabajaba de lunes a viernes…

Un papelón total, llegar tarde sin avisar a menos de un mes de haber sido calificada como una empleada eficiente.

Bueno, esto no tenía remedio…

En el quinto piso subió el muchacho que no había vuelto a ver desde el verano, llevaba una raqueta de tenis. Se saludaron casi sin mirarse, él tenía el cabello húmedo y una fragancia suave de crema de afeitar. ¿Qué pensaría al verla tan desalineada?…

Ya en el palier, él se dirigió a la puerta que lo llevaba al garaje, pero de imprevisto se dio vuelta y le preguntó: 

–Voy para Palermo, si querés te alcanzo…

¿Acaso sabía, dónde trabajaba ella? ¿O percibió su desesperación, por llegar rápido al laburo?

–Bueno, si no te molesta…

Le sorprendió ver tantos autos en el estacionamiento, parece que, para viajar por la ciudad, a esta hora, la gente optaba por el transporte público.

Mientras caminaban recordó que meses atrás, ya se había fijado en este vecino tan apuesto y solitario, a quien algunas veces veía pasear con el perro.

En una oportunidad el portero, por error, le había dejado una carta que era para él. Dirigida al “Agrimensor A. Peralta” ¿Cuál sería su nombre completo?

Hasta intentó leer a través del sobre: …datos catastrales y mensura del proyecto…

No entendía nada.

Había imaginado un encuentro con él en otra circunstancia, en la que ella maquillada y elegante, se animaba a entablar una conversación interesante. Pero aquí estaba, con la blusa semiabrochada, el pantalón arrugado y los primeros zapatos que había hallado en su placard que, por supuesto, no combinaban para nada con su atuendo.

Ya en el auto se miró al espejo, vio un resto de pasta dentífrica manchando la comisura de sus labios. Con disimulo se pasó la yema de los dedos, tratando de limpiar ese rastro.

Luego sonrió, intentando disimular su incomodidad y contemplando la calle dijo:

–Parece que a esta hora hay poco tráfico, no?

Mirándola de reojo, él respondió:

–Siempre es así a esta hora… y sobre todo un día sábado

Sus mejillas enrojecieron y al final, ambos rieron…

¡Realmente la vida, es solo un equívoco maravilloso! 

 

domingo, 12 de junio de 2022

Los argentinos...

Los argentinos... 

arrastramos una costumbre enfermiza desde el comienzo de nuestra independencia o aún antes. Costumbre que no solo nos lleva a un grado de postración insufrible, sino que también mata. Un siglo poco más o menos de decadencia, parece no habernos enseñado nada. La ineficacia y la corrupción no solo fueron moneda corriente en las democracias (a veces, también, fraudulentas) sino también en los gobiernos de facto. Así como la violencia y el desprecio por los DDHH no fueron patrimonio exclusivo de las dictaduras militares. 

Un empecinado fanatismo nos pone, una y otra vez, en manos de líderes carismáticos que a la postre resultan ser los mariscales de la derrota. De la derrota de la mayoría, ya que no de la de ellos, que, a buen resguardo con sus mal habidas fortunas, predican una y otra vez, señalando con el índice en alto, que la culpa está en cualquier parte menos en su irresponsable arrogancia, su falta de decencia y su ineptitud.

Y por si ello no fuera suficiente, reniegan de nuestros pasados y notables logros, alardeando de un presente del que nada queda ya para festejar.

Cien años lleva ya la destrucción de aquellos notables logros que nos distinguieron. 

Decía Abel Posse en su libro Sobrevivir Argentina:

Somos desparejos e inconsecuentes. Asombramos al mundo y nos asombramos. Creamos una clase media admirable, sostenida por un excepcional sistema educativo. Y periódicamente cedemos a la barbarie, como un chico que después de hacer construido laboriosamente un castillo de arena, toma carrera y lo pisotea.

Y una y otra vez nos revolcamos en nuestra propia inconsistencia, de seguir votando como votamos, como si pudiésemos resolver los problemas aplicando las recetas que, una y otra vez, han fracasado.

No nos olvidemos que la inflación vino para quedarse hace ya más de 70 años, con solo pequeñas treguas. Que la famosa “grieta” no es tampoco nueva y se remonta a nuestros primeros pasos con “morenistas” vs. “saavedristas”; luego fueron unitarios y federales; civilización y barbarie; Radicales vs. “el Régimen”; alpargatas sí, libros no; cabecitas vs. gorilas, etc.

Parece que no hemos aprendido nada…

Decía Pérez Reverte a propósito de España pero totalmente aplicable a nuestra realidad:

…la insolidaridad, la envidia y como indiscutible pecado nacional, la atroz falta de cultura que nos ha puesto siempre –y nos sigue poniendo– en manos de predicadores y charlatanes de todo signo, nos hicieron como somos: entre otras cosas uno de los pocos países del llamado Occidente que se avergüenzan de su gloria y se complacen en su miseria, que insultan sus gestas históricas, que maltratan y olvidan a sus grandes hombres y mujeres, que borran la memoria de los dignos y solo conservan, como arma arrojadiza contra el vecino, la memoria del agravio y ese cainismo suicida que salta a la cara como un escupitajo al pasar cada página de nuestro pasado (muchos ignoran que los españoles ya nos odiábamos antes de Franco).

Podríamos cambiar Franco por Perón y nos viene como anillo al dedo.

Nos espantamos por la terrible decadencia de nuestra educación, que fue nuestro orgullo y admiración de todo el mundo, pero parece que ese espanto es solo de la boca para afuera. Si verdaderamente nos importara, un eficiente cuidado de la escuela pública serviría para ganar elecciones y, por tanto, los políticos se ocuparían de ello.

Nadie se cuestiona seriamente qué es lo que llevó a que la función de las escuelas no sea académica sino nutricional. ¿Por qué los chicos no comen en su casa? Pregunta incómoda si las hay.

Mientras tanto, debemos sostener con los impuestos a esa escuela pública que solo sirve para paliar o esconder la miseria generalizada alimentando a los alumnos, pero no con conocimientos. Y para que algunos sindicalistas, se enriquezcan con el deterioro educativo. 

Cada vez más padres deben pagar aparte la educación privada. No debe sorprendernos que así sea por cuanto esto ocurre también con la seguridad y la salud. Sostenemos con nuestros impuestos esos lamentables servicios que nos prestan y debemos pagar (los que todavía podemos) a privados para que nos den lo que el Estado no. 

La normalización de lo inaceptable, de lo incorrecto, del vandalismo liso y llano, ha calado tan hondo en nuestra sociedad, que será difícil revertir este negro presente. 

domingo, 5 de junio de 2022

Sigamos leyendo...

 El hombre de las cruzadas. De Michael Eisner 

Extraordinaria novela histórica que nos cuenta las aventuras de caballeros cruzados que no dudan en abandonar su cómoda vida se señores feudales para embarcarse en una «Guerra Santa» contra el musulmán «usurpador de los Santos lugares». Las grandezas y bajezas de los personajes hacen que la ficción sea en todo momento muy llevadera, al tiempo que nos ubica en el entorno de la época. Vemos el fanático dogmatismo que les permitía ejecutar a un infiel sin considerar ello como un pecado u ofensa al propio Dios que decían defender. Nada importaba que el Evangelio no dijera cosa parecida, en nombre de la sagrada causa se podía matar incluso a mujeres, niños o simples campesinos con la excusa de que eran futuros soldados del ejército de Satán.

La dama de la noche. De Viviana Rivero 

Muy bien lograda novela con la trama dividida entre Buenos Aires (1935) y Florencia (1903). Dos lugares y fechas tan distantes pero unidos por una trama que se va revelando de a poco. Hay momentos de tensión y suspenso que alimentan la ansiedad por avanzar y nos tientan a saltear páginas para ver cómo sigue la cosa. 

Todo ello inmerso en la historia argentina de los años 30 del siglo pasado, con su habitual cuota de corrupción. Para quienes tuvimos la suerte de leer en ya lejanos años “El debate de las carnes” (una parte de las “Obras Completas” de Lisandro de la Torre), muchos de los episodios y personajes que aparecen en la novela, nos resultan familiares. Allí vemos al propio senador de la Torre; a su sucesor (“mi semilla” como lo calificaba don Lisandro), Enzo Bordavehere, escandalosamente asesinado en el Senado de la Nación; así como a los ministros Pinedo y Duhau. Y vemos la feroz resistencia del sistema a las incisivas investigaciones del senador. 

Pero, volviendo a la trama en sí de la obra, hay dos historias de amor que deben luchar contra los prejuicios de la época por diferencias de edad o de clase social. 

La mentalidad anticapitalista. De Ludwig von Mises 

El autor analiza la increíble persistencia de «la mentalidad anticapitalista» imperante entre las clases intelectuales de las sociedades más prósperas, que lo son precisamente gracias al capitalismo. Y analiza en profundidad algunas de sus causas, entre las que podemos mencionar el resentimiento y la envidia por las ambiciones no logradas. Y esto se da muy especialmente entre las clases más instruidas.

…[las] personas, para consolarse, [de sus frustraciones] buscan siempre un chivo expiatorio. El fracaso –piensan– no les es imputable [...] Es el orden social dominante la causa de sus desgracias; no premia a los mejores; galardona, en cambio, a los malvados carentes de escrúpulos, a los estafadores, a los explotadores, a «los individuos sin entrañas». La honradez propia perdió al interesado; él era demasiado honesto… [...] [Piensa que] bajo el capitalismo, hay que optar entre la pobreza honrada o la turbia riqueza; él prefirió la primera. [...] Tal frustración, según veíamos, surge bajo cualquier orden social basado en la igualdad de todos ante la ley. Sin embargo, esta es solo indirectamente culpable del resentimiento, pues tal igualdad lo único que hace es poner de manifiesto la innata desigualdad de los mortales en lo que se refiere al respectivo vigor físico e intelectual, fuerza de voluntad y capacidad de trabajo. Resalta, eso sí, despiadadamente el abismo existente entre lo que realmente realiza cada uno y la valoración que el propio sujeto concede a su comportamiento.

Por supuesto que también analiza los logros del capitalismo liberal haciendo hincapié en la necesidad del empresario de satisfacer al cliente, y cuantos más clientes logre, mayor será su éxito; quiere decir que trabaja principalmente para las masas.

…las empresas de verdadero volumen, las grandes fábricas y explotaciones, están siempre, directa o indirectamente, al servicio de las masas. La revolución industrial, desde su inicio, ha venido beneficiando continuamente a las multitudes. Aquellos desgraciados que, a lo largo de la historia, formaron siempre el rebaño de esclavos y siervos, de marginados y mendigos, se transformaron, de pronto, en los compradores, cortejados por el hombre de negocios, en los clientes «que siempre tienen razón».

Otra.

El nivel de vida del hombre medio occidental no se consiguió a base de ilusorias disquisiciones en torno a un vago concepto de justicia, se alcanzó, por el contrario, gracias al actuar de «explotadores» e «individualistas sin entrañas». 

Otra:

Las instituciones modernas, tanto de tipo político como jurídico, están concebidas para salvaguardar la libertad individual contra el abuso de poder. El gobierno representativo, el Estado de derecho, la independencia del poder judicial, el habeas corpus, la posibilidad de recurrir jurisdiccionalmente contra la Administración, la libertad de palabra y de prensa, la separación de la Iglesia y el Estado y otras muchas instituciones análogas tienen todas ellas idéntico objetivo: limitar la discrecionalidad de los poderes públicos y proteger al ciudadano ante la arbitrariedad gubernativa. La era del capitalismo acabó con los últimos vestigios de servidumbres y esclavitudes; puso fin a la crueldad punitiva, reduciendo las sanciones penales a aquel mínimo ineludible para refrenar al delincuente; suprimió la tortura y otros violentos modos de tratar a sospechosos e incluso a criminales; abolió los privilegios, proclamando la igualdad de todos ante la ley; convirtió a los hombres en ciudadanos libres, que ya no tenían por qué temblar ante el tirano y sus secuaces. Fruto de este nuevo modo de pensar fue el progreso material que inundó Occidente. La aparición de la gran industria moderna, gracias a la cual, por hallarse enteramente al servicio de la clientela consumidora, todos viven mejor, exigía la desaparición de reales patentes y discrecionales privilegios, permitiéndose a cualquiera desplazar a sus ocupantes de los puestos más codiciados, con lo que se impulsaba el ascenso de los más capaces –de los más capaces desde el punto de vista de los consumidores, evidentemente. Nadie pone en duda que, pese al continuo incremento de la población, todo Occidente goza de un nivel de vida que hace muy pocas generaciones resultaba impensable. A pesar de ello, no han faltado entre nosotros quienes abogaran por la tiranía, o sea, por el gobierno arbitrario de un autócrata o de una reducida minoría que somete a su voluntad al resto de la población. 

Nunca. De Ken Follett 

Otra apasionante novela del autor de «El hombre de San Petersburgo» y «Los pilares de la Tierra», entre otras. Aquí nos cuenta, por un lado, las aventuras de espías de la CIA que están detrás del tráfico de drogas con que se financia una organización terrorista del Norte de África y, por el otro, de los entretelones de las negociaciones entre China USA y Corea del Norte, para evitar la guerra nuclear. Cuenta con particular maestría las vicisitudes de la vida en el Sáhara con el tráfico de drogas y de esclavos, en pleno siglo XXI. Y, con igual acierto, nos cuenta cómo se van desarrollando los acontecimientos que terminarían con la humanidad.

El hombre de San Petersburgo. De Ken Follett 

Como era de esperar, el autor despliega su gran talento para la narración de historias de pasiones personales, inmersos en la política mundial de los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial. Con notables conocimientos de esos momentos cruciales de la Historia, hace interactuar a personajes de ficción con notorias figuras políticas del momento, por ejemplo a Churchill. Imperdible, por momentos nos deja sin aliento.

El italiano. De Arturo Pérez Reverte

No defrauda el autor lo que se espera de sus antecedentes en esta novela histórica. En realidad es más una historia contada, basada en documentos y testimonios de sus protagonistas en la que solo se recrean novelísticamente algunas escenas y diálogos imposibles de rescatar en forma fidedigna. Por momentos, aunque el autor da pistas acerca del final, la lectura nos quita el aliento. Vemos cómo algún protagonista está tomando un rumbo que inexorablemente lo llevará a la catástrofe y no lo sabe. Y nos deja allí pasando a otros personajes que tampoco están exentos de inimaginables riesgos. 

La historia transcurre durante la 2ª Guerra Mundial en Gibraltar. Allí buques británicos son acosados por temerarios buzos italianos que les ponen explosivos debajo de la línea de flotación. Corren para ello riesgos difíciles de creer. Y, sobre todo, desconciertan al enemigo por lo inusual, modesto e indetectable de sus recursos técnicos. Quien disfruta de una historia de suspenso y aventuras, no puede dejar de leer esta maravilla. Maravilla a la que Pérez Reverte nos tiene ya acostumbrados.

La vida heroica de María Curie. De Ève Curie 

Es tan novelesca la vida de María Curie que debería ser muy mala la obra para que no resultase al menos interesante, por no decir apasionante. En este caso, al ser escrito por la hija de la protagonista, podríamos pensar que los juicios emitidos están sesgados por el amor filial. Aunque algo de eso pudiera haber, no alcanza para empañar la aventura que implica seguir los pasos de esta extraordinaria mujer. Un enorme acierto de la autora es intercalar algunos párrafos del nutrido archivo epistolar de la heroína. Tanto enviadas como recibidas de sus parientes, amigos, colegas, admiradores, periodistas, cazadores de autógrafos y otras tantas personalidades de la época. Su desinteresada lucha por la ciencia la llevó a rechazar honores y distinciones que tan a menudo se le ofrecían, llegado a despreciar verdaderas fortunas que estaban al alcance de su mano. De esto pareció arrepentirse al final de su vida, al comprobar que ese dinero le hubiese dado la posibilidad de construir esos laboratorios por los que tanto bregó en su vida. La 1ª Guerra Mundial permitió conocer otra faceta de su admirable personalidad al ponerse al frente de los novísimos Rayos X que permitían, en el frente de batalla, tomar decisiones cruciales a los cirujanos.

Cito un par de frases que me dejaron impresionado.

...Gran número de mis amigos afirman, no sin razones aceptables, que si Pierre Curie y yo hubiéramos garantizado nuestros derechos, habríamos adquirido los medios financieros necesarios para la creación de un Instituto de Radium satisfactorio, evitando todos los obstáculos que han sido un handicap para los dos y que siguen siéndolo para mí. No obstante, mantengo mi convicción de que nosotros teníamos razón. La humanidad, evidentemente, tiene necesidad de hombres prácticos que sacan el máximo de su trabajo y, sin olvidar el bien general, salvaguardan sus propios intereses. Pero la humanidad también tiene necesidad de soñadores, para quienes los prolongados desintereses de una empresa son tan cautivadores que les es imposible consagrar cuidados a sus propios beneficios materiales. 

Sin duda alguna, esos soñadores no merecen la riqueza, puesto que no la desean. De todas maneras, una sociedad bien organizada debería asegurar a estos trabajadores los medios eficaces de cumplir su labor, en una vida libre de toda preocupación material y libremente consagrada a la investigación.

Otra, refiriéndose a la ocupación soviética de su Polonia natal:

Yo he vivido bajo un régimen de opresión. Usted no. Y no puede comprender usted la dicha de vivir en un país de libertad.



Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...