Ficción por Marta Tomihisa. Dedicado a Pato Cipriani, amigo fiel.
¡No, no podía ser…!
Estaba segura de que el despertador no había sonado, pero ya eran las nueve de la mañana, sin ninguna duda…
Corrió a lavarse los dientes mientras con la otra mano se cepillaba el pelo, lucía una cara de dormida que no podía mejorar porque no tenía tiempo ni para maquillarse.
Por suerte el ascensor vino enseguida y estaba vacío, supuso que siendo tan tarde ya todos habían salido para sus respectivos empleos.
Menos ella, a quien acababan de nombrar Encargada de cuentas personales, en el banco en el que trabajaba de lunes a viernes…
Un papelón total, llegar tarde sin avisar a menos de un mes de haber sido calificada como una empleada eficiente.
Bueno, esto no tenía remedio…
En el quinto piso subió el muchacho que no había vuelto a ver desde el verano, llevaba una raqueta de tenis. Se saludaron casi sin mirarse, él tenía el cabello húmedo y una fragancia suave de crema de afeitar. ¿Qué pensaría al verla tan desalineada?…
Ya en el palier, él se dirigió a la puerta que lo llevaba al garaje, pero de imprevisto se dio vuelta y le preguntó:
–Voy para Palermo, si querés te alcanzo…
¿Acaso sabía, dónde trabajaba ella? ¿O percibió su desesperación, por llegar rápido al laburo?
–Bueno, si no te molesta…
Le sorprendió ver tantos autos en el estacionamiento, parece que, para viajar por la ciudad, a esta hora, la gente optaba por el transporte público.
Mientras caminaban recordó que meses atrás, ya se había fijado en este vecino tan apuesto y solitario, a quien algunas veces veía pasear con el perro.
En una oportunidad el portero, por error, le había dejado una carta que era para él. Dirigida al “Agrimensor A. Peralta” ¿Cuál sería su nombre completo?
Hasta intentó leer a través del sobre: …datos catastrales y mensura del proyecto…
No entendía nada.
Había imaginado un encuentro con él en otra circunstancia, en la que ella maquillada y elegante, se animaba a entablar una conversación interesante. Pero aquí estaba, con la blusa semiabrochada, el pantalón arrugado y los primeros zapatos que había hallado en su placard que, por supuesto, no combinaban para nada con su atuendo.
Ya en el auto se miró al espejo, vio un resto de pasta dentífrica manchando la comisura de sus labios. Con disimulo se pasó la yema de los dedos, tratando de limpiar ese rastro.
Luego sonrió, intentando disimular su incomodidad y contemplando la calle dijo:
–Parece que a esta hora hay poco tráfico, no?
Mirándola de reojo, él respondió:
–Siempre es así a esta hora… y sobre todo un día sábado…
Sus mejillas enrojecieron y al final, ambos rieron…
¡Realmente la vida, es solo un equívoco maravilloso!
6 comentarios:
Gracias Martita ,vos nos sacas de la ecatombe, por desgracia es la realidad, y nos reaviva.Cariños a TODA la familia .
Ah!!!!!que no se enoje el vete .
Mirta nos dijo: Cómo siempre sus cuentos son tan reales!Abrazo
Alicia nos dijo: Hermosa historia…!!!! Yo protagonicé un episodio similar un domingo pero… no me encontré con nadie…🤦🏼♀️🤦🏼♀️🤦🏼♀️
Muy lindo!!!
Jackie nos dijo: Muy lindo y divertido, Martita. Gracias.
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