Los argentinos...
arrastramos una costumbre enfermiza desde el comienzo de nuestra independencia o aún antes. Costumbre que no solo nos lleva a un grado de postración insufrible, sino que también mata. Un siglo poco más o menos de decadencia, parece no habernos enseñado nada. La ineficacia y la corrupción no solo fueron moneda corriente en las democracias (a veces, también, fraudulentas) sino también en los gobiernos de facto. Así como la violencia y el desprecio por los DDHH no fueron patrimonio exclusivo de las dictaduras militares.
Un empecinado fanatismo nos pone, una y otra vez, en manos de líderes carismáticos que a la postre resultan ser los mariscales de la derrota. De la derrota de la mayoría, ya que no de la de ellos, que, a buen resguardo con sus mal habidas fortunas, predican una y otra vez, señalando con el índice en alto, que la culpa está en cualquier parte menos en su irresponsable arrogancia, su falta de decencia y su ineptitud.
Y por si ello no fuera suficiente, reniegan de nuestros pasados y notables logros, alardeando de un presente del que nada queda ya para festejar.
Cien años lleva ya la destrucción de aquellos notables logros que nos distinguieron.
Decía Abel Posse en su libro Sobrevivir Argentina:
Somos desparejos e inconsecuentes. Asombramos al mundo y nos asombramos. Creamos una clase media admirable, sostenida por un excepcional sistema educativo. Y periódicamente cedemos a la barbarie, como un chico que después de hacer construido laboriosamente un castillo de arena, toma carrera y lo pisotea.
Y una y otra vez nos revolcamos en nuestra propia inconsistencia, de seguir votando como votamos, como si pudiésemos resolver los problemas aplicando las recetas que, una y otra vez, han fracasado.
No nos olvidemos que la inflación vino para quedarse hace ya más de 70 años, con solo pequeñas treguas. Que la famosa “grieta” no es tampoco nueva y se remonta a nuestros primeros pasos con “morenistas” vs. “saavedristas”; luego fueron unitarios y federales; civilización y barbarie; Radicales vs. “el Régimen”; alpargatas sí, libros no; cabecitas vs. gorilas, etc.
Parece que no hemos aprendido nada…
Decía Pérez Reverte a propósito de España pero totalmente aplicable a nuestra realidad:
…la insolidaridad, la envidia y como indiscutible pecado nacional, la atroz falta de cultura que nos ha puesto siempre –y nos sigue poniendo– en manos de predicadores y charlatanes de todo signo, nos hicieron como somos: entre otras cosas uno de los pocos países del llamado Occidente que se avergüenzan de su gloria y se complacen en su miseria, que insultan sus gestas históricas, que maltratan y olvidan a sus grandes hombres y mujeres, que borran la memoria de los dignos y solo conservan, como arma arrojadiza contra el vecino, la memoria del agravio y ese cainismo suicida que salta a la cara como un escupitajo al pasar cada página de nuestro pasado (muchos ignoran que los españoles ya nos odiábamos antes de Franco).
Podríamos cambiar Franco por Perón y nos viene como anillo al dedo.
Nos espantamos por la terrible decadencia de nuestra educación, que fue nuestro orgullo y admiración de todo el mundo, pero parece que ese espanto es solo de la boca para afuera. Si verdaderamente nos importara, un eficiente cuidado de la escuela pública serviría para ganar elecciones y, por tanto, los políticos se ocuparían de ello.
Nadie se cuestiona seriamente qué es lo que llevó a que la función de las escuelas no sea académica sino nutricional. ¿Por qué los chicos no comen en su casa? Pregunta incómoda si las hay.
Mientras tanto, debemos sostener con los impuestos a esa escuela pública que solo sirve para paliar o esconder la miseria generalizada alimentando a los alumnos, pero no con conocimientos. Y para que algunos sindicalistas, se enriquezcan con el deterioro educativo.
Cada vez más padres deben pagar aparte la educación privada. No debe sorprendernos que así sea por cuanto esto ocurre también con la seguridad y la salud. Sostenemos con nuestros impuestos esos lamentables servicios que nos prestan y debemos pagar (los que todavía podemos) a privados para que nos den lo que el Estado no.
La normalización de lo inaceptable, de lo incorrecto, del vandalismo liso y llano, ha calado tan hondo en nuestra sociedad, que será difícil revertir este negro presente.
3 comentarios:
Mirta nos dijo:se te olvido recomendar el libro del hijo de uno de tus escritores favoritos "El manual del perfecto idiota latinoamericano" yo te aplaudo porque no te resignas a reconocer que se esta viviendo la decadencia y barbarie de este país. Yo lo tengo asumido.
Querido Charly,tus palabras aterran pero no sé si en tiempos lejanos o no vamos a prender.Un gran abrazo para toda esa familia .
Martita contamos algo vos de tus vivencias y recuerdos de juventud ,siempre recuerdo las enseñas y ejemplos de tus padres que aunque de creencias religiosas distintas tiraron siempre juntos para la educación y buenas costumbres.
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