Valores que se contraponen
* Libertad Vs. Igualdad
** Estatismo Vs. Mercado (o actividad privada)
* La libertad genera, necesariamente, desigualdad. No es malo que así sea ya que somos desiguales en inteligencia, en gustos, en espiritualidad, en capacidad de esfuerzo y perseverancia. Por ello los resultados, habiendo libertad, son siempre desiguales. Y cuando digo que no es mala la desigualdad es porque, la pretendida igualdad, solo se logra suprimiendo la libertad. Y si la pretendemos imponer, es más fácil igualar para abajo que para arriba. Si hablamos de música ¿lograríamos imponer una igualdad que nos hiciera a todos Mozart o más bien seríamos todos L Gante?
** Muchos de los que hablan del “fracaso” del capitalismo privatista, no se ponen a analizar los rotundos y reiterados fracasos del estatismo.
Miran a la actividad privada con recelo, dando por sentado que solo traerá más pobreza y más desigualdad.
Al tiempo que proponen más estatismo, suelen descreer absolutamente de los políticos, pensando que son todos corruptos. Parece que no se pusieron a analizar que, siendo los políticos corruptos, es un despropósito encargarles las múltiples funciones que ellos mismos pretenden que desarrolle el estado.
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“Soy lo que soy, no tengo que dar excusas por ello”. Adhiero a la frase de esa canción.
Pero una cosa es no dar excusas y otra muy distinta es sentirse orgulloso por lo que nos fue dado y no por un logro obtenido con esfuerzo o méritos.
Yo también soy lo que soy y si me tengo que sentir orgulloso de algo es de lo que hice o de lo que dejé de hacer, pero no de lo que soy y que me tocó ser sin esfuerzo.
¿Sería sensato decir que estoy orgulloso de tener la altura que tengo? ¿Puedo sentir orgullo por tener el pelo castaño, enrulado y poco?
Además, si yo dijera que siento orgullo de ser varón, sospecho que muchos me tildarían de machista, facho, de andar pregonando que lo femenino es un desvalor y quien sabe de cuántas cosas más. Lo que no suele ocurrir si alguien se proclama orgulloso de ser mujer o bien de ser homosexual.
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El tema del cupo femenino es una sinrazón por donde se lo mire. Si yo mañana formo un partido político que adhiera a mis ideas, sospecho que sería muy minoritario, cosa que no me preocupa demasiado. Pero supongamos que apenas junto la cantidad necesaria de adhesiones para lograr inscribirlo. Y si justamente no hay suficientes mujeres entre esos partidarios, ¿no podré entonces presentar listas? ¿No es discriminatorio?
Pero, si insisten en el cupo; ¿por qué no piden cupo femenino para trabajar de albañiles, peones que cavan zanjas o mecánicos de autos? ¿Se conseguirían suficientes mujeres para manejar el 50% de los colectivos?
Con igual criterio, creo que deberíamos los varones exigir cupo masculino en manicuría, o servicio doméstico…
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Los padres permisivos son aquellos que tienen el “sí” fácil. Con la lógica de que es menos conflictivo aceptar que denegar, aún en aquellos casos en los que el sentido común claramente indica que la respuesta debería ser “NO”.
Luego, al correr de los años, al niño, ya adolescente o aún adulto, la vida se encargará de decirle NO, cada vez que haga falta.
Los padres permisivos, cuando llega ese momento, se preguntan: «¿Por qué estará tan rebelde, tan intratable? ¿Qué le hemos hecho para que nos trate así? ¿Qué le faltó?» Y no atinan con la respuesta obvia: Les faltó el “NO” oportuno. Pero ahora ya es tarde.
Hoy, la autoridad paterna está en entredicho, así como la autoridad del maestro y ni hablar de la del policía. Todo lo que huela a autoridad, es sospechoso de represivo, facismo o simplemente “derecha”, aunque nunca se aclare muy bien qué es la derecha.
Y debemos tener muy claro que la palabra "autoridad" tiene dos acepciones, según se define en nuestro idioma. Una es la del poder real, constituido, de quien ejerce el mando y la fuerza, otra cosa es la autoridad que da el prestigio de alguien que se lo ganó por su sapiencia o destreza en alguna actividad.
Veo que ambas autoridades están en entredicho en estas épocas para nuestro mal.
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Nacionalismo
Una cosa es el amor a la Patria, el apego a la tierra donde nos criamos, con sus costumbres, sus particularidades idiomáticas, su gastronomía, su particular modo de usar el lenguaje y todo lo que hace a la cultura local, y otra muy distinta es pensar que, por ser de una nacionalidad en particular o por haber nacido de “este lado” de una frontera, se tiene algún tipo de preeminencia moral, racial o cultural sobre el resto.
Mientras no erradiquemos la bestia nacionalista que solemos llevar a cuestas, siempre habrá un Hitler, un Mussolini, un Stalin o un Perón esperándonos a la vuelta de cualquier esquina.
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La grieta
Nos asombramos de la famosa grieta cuando no debería llamarnos la atención, ya que está con nosotros desde nuestros orígenes.
No es nueva. Moreno y Saavedra, unitarios y federales, civilización y barbarie, liberalismo y nacionalismo, La Causa y el Régimen, radicales y conservadores, peronistas y gorilas, suversivos y militares, porteños y provincianos, oligarquías y proletariado, criollos y europeos, cabecitas negras y “gente bien”, etc.
La constante de nuestra historia es que, a su turno, todos o casi todos, pretendieron hacer el país con exclusión de la otra facción. Y exclusión pudo ser aniquilación lisa y llana, proscripción, censura o exilio.
¿Llegará la hora en que alguien gobierne sin pretender excluir a “los otros”?
¿Veremos el amanecer en no se intente vencer sino convencer?
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El arancelamiento universitario
Hace unos años recibí un mensaje de un joven que, siendo estudiante universitario y soportando una huelga que no le permitía asistir a clases, clamaba contra el «desfinanciamiento sistemático» que ponía la educación de miles de estudiantes en peligro. Y exponía consignas del tipo «Defendamos nuestras universidades, la educación no es un privilegio ni un negocio, es un derecho. Defendamos la educación pública y gratuita. Más presupuesto para las universidades públicas».
Enternece la preocupación del joven por la educación que es nuestro futuro. Lo que no explica es de dónde saldrá el mayor presupuesto en un país que no tiene presupuesto para nada. ¿Lo sacaríamos de la educación, o de la salud? ¿De la seguridad o de la defensa? Tal vez sería aumentando los impuestos. La consigna parece ser: Que haya mayor presupuesto sí, pero que lo paguemos todos (o, dicho de otra manera: «A mí no me cobren»).
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La medicina que cura
Las medicinas que curan de verdad no suelen tener buen sabor. Ante los problemas que, inevitablemente afronta una sociedad, hay que tomar medidas que no suelen ser gratas. Los ajustes vienen luego de que se desajustó, pero nadie se queja del que desajusta, porque se está en medio de la fiesta. Cuando hay que poner las cosas en su lugar, quien lo hace no es bien visto. Como dijo un expresidente nuestro: «Si hubiese dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie».
Cito una frase de Lanata: «Creo que el problema de la Argentina es preguntarnos si seremos capaces de trabajar por un resultado que no vamos a ver».
O lo dicho por Espert (no es textual): En el caso de la obesidad o de la drogadicción, el sacrificio que conlleva salir de esa condición es alto, pero lo debemos comparar con el precio de no hacerlo.
Nada que agregar.
1 comentario:
Mirta nos dijo: GRACIAS! Me encantaron todas y cada una de ellas.
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