Soy un jubilado de 76 años y hace mucho tiempo que perdí las esperanzas de ver a mi país tal como lo quisiera ver; como lo vieron mis abuelos, tal vez mi padre y del que yo pude atisbar en mi juventud los últimos estertores de prosperidad.
Hace tiempo que veo que abundan los «cartoneros» a tal punto que ya forman parte muy frecuente del paisaje urbano.
Hace tiempo que veo crecer la delincuencia y la inseguridad conformándonos con aumentar la cantidad de rejas o alarmas en nuestras casas.
Hace tiempo que me resigno a que mis hijos y los de muchos otros argentinos elijan emigrar. Y lo peor es que quienes emigran son los más preparados y no digo los mejores, porque temo a la inquisición vernácula llamada INADI.
Hace tiempo que veo fracasar, uno tras otro, incontables planes económicos sin que nos asombremos demasiado.
Hace tiempo que veo a nuestras autoridades más preocupadas por instalar el lenguaje inclusivo o las políticas de género, que en resolver los espantosos resultados de la educación de nuestros hijos.
Hace tiempo que creo que de nada sirve que un estadista real con ideas acertadas gane una elección mientras las estructuras del poder mafioso estén intactas y bien blindadas; mientras muchos compatriotas todavía creen en líderes mesiánicos que con su sola buena voluntad bastará y mientras la mentalidad de muchos otros votantes siga creyendo que solo con mejorar los índices de corrupción, saldremos adelante. Y digo que de nada sirve porque la probabilidad del fracaso es alta, mientras no se cuente con una masa crítica de gente que crea que hay cambiar el rumbo 180º y apoye las medidas que, en ese rumbo, se tomen. Y el probable fracaso sería doble; por el fracaso en sí mismo y por el desprestigio que acarrearía a esas políticas económicas. (¿Viste que con los peronistas estábamos mejor?). No habrá paciencia ni clemencia para soportar alguna necesaria cuota de esfuerzo.
Ahora que veo el avance de nuevas ideas, vuelvo a esperanzarme, no ya de ver los resultados –no me queda tiempo– sino de ver que las cosas se encaminan y creer que puede ser que mis hijos o nietos puedan ver algo de lo que es posible cuando se eligen los caminos correctos. El hecho de que las ideas liberales mejoren su desempeño en recientes elecciones, me hace pensar que, tal vez, no estemos lejos de llegar a esa masa crítica necesaria para llevar adelante un proyecto superador.
Creo que lo importante es insistir en la difusión de las ideas liberales –que es lo que veo que está sucediendo– para que vayan expandiéndose entre la gente y, mientras tanto, en el terreno de la política, poner todo el foco en conseguir bancas legislativas en los tres niveles para, desde allí, proponer medidas positivas y, al mismo tiempo, impedir trasnochadas reformas de la Corte o incluso constitucionales.
Insisto en «las ideas liberales» por su éxito no solo en lo discursivo y teórico, sino, sobre todo, por el éxito de su praxis, allí donde imperan razonablemente bien.
Considerando que es hipotético que en la próxima elección presidencial pueda ganar un candidato de estas características, creo igualmente que sería perjudicial para la causa que nos apasiona por la probabilidad de un fracaso –muy probable sin aquella masa crítica de la que hablábamos antes– que, como dije antes, desprestigiaría las ideas que abrazamos.
2 comentarios:
Ojalá la sociedad tome las riendas y de una vez por todas terminemos con todo esto que nos está destruyendo como país y como individuos!
Mirta nos dijo: Ideas liberales:creo que puedo resumir en muy pocas palabras la idea del tu magistral escrito.Yo he vivido, estoy viviendo y moriré en un país donde lo único que ....progresa(?) es la ignorancia,y la corrupción.Por eso elijo ayudar en lo que puedo y vivir en mí burbuja .Este país no tiene remedio.
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