viernes, 16 de agosto de 2019

Frases profundas (algunas, tal vez, no mucho)



A pesar de que mi frágil memoria suele borrar la mayoría de lo leído (casi siempre afortunadamente), uno suele rescatar ciertas perlitas:

Frase citada por Teresa Marinovic
«Dios se equivocó poniéndole límites a todo menos a la tontera».
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Albert Einstein dijo algo parecido:
«El Universo y la estupidez humana no tienen límites; del Universo, no estoy tan seguro».
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Immanuel Kant: «El sabio puede cambiar de opinión; el necio, jamás».
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Juan Bautista Alberdi, citado por Borensztein en «Balcarce, el perro que derrotó al kirchnerismo»:  «Garantizar el trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio».
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Schopenhauer, hablando del “arte de discutir o de tener razón”:
«La maldad [es] natural del género humano. Si no fuese así, si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario. Tras esto, cada cual no tendría otra cosa que hacer más que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad: lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero».
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Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de USA:
«No es suficiente exaltar ciertos derechos en la Constitución y en la Declaración de Derechos, sino que la gente debe ser educada y debe poner en práctica su escepticismo y su educación; de lo contrario no manejaremos al gobierno, sino que el gobierno nos manejará a nosotros».
Era Jefferson un erudito de tal talla que cuando el presidente John Kennedy dio la bienvenida a los 49 ganadores del Premio Nobel a la Casa Blanca en 1962,  dijo: «Creo que esta es la colección más extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo».
También es autor principal de la Declaración de la Independencia de USA, que comienza con el párrafo:
«Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Esto es muy potente; es de notar que habla del derecho a la búsqueda de la felicidad, no a que el gobierno se la proporcione.
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Antonio Escohotado: «Cuando uno se pone a estudiar, debe estar dispuesto a cambiar de idea. En cuanto uno “enfoca” las cosas cambian».
«A muchas personas que han abrazado el comunismo en forma pasional o religiosa, no les gusta que se trate como otro tema más del conocimiento del mundo. Si cambia uno de idea es un renegado».
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Murray Rothbard: «No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia». Tomado de Making Economic Sense.
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Ronald Reagan: «¿Como distingues a un comunista? Bueno, es alguien que lee a Marx y Lenin. ¿Y como distingues a un anticomunista? Es alguien que entiende a Marx y a Lenin»
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Margaret Tatcher: «El socialismo no procede del pueblo. Es una doctrina de intelectuales que tuvieron la arrogancia de creer que podían planificar mejor la vida de todos».
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Pedro Schwartz: «No me importa la desigualdad porque no soy envidioso. Me importa la pobreza».
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Ludwig von Mises: «Todo socialista es un dictador disfrazado».
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Milton Friedman: viajó a China y lo invitaron a visitar las obras de la construcción de un canal.
–¿Por qué emplean tantos obreros con palas en lugar de utilizar retroexcavadoras? –preguntó.
–Porque así creamos más empleos –fue la respuesta del funcionario.
–¡Ah! –exclamó Friedman– yo creía que querían construir un canal…
Y agregó:
–Si lo que querían era crear empleos, ¿por qué no les quitan las palas y les dan cucharas?
Conclusión: Lo esencial es crear riqueza y eliminar los empleos que quedan desactualizados. Esos trabajadores deberán capacitarse en nuevos puestos de empleo. Alguno quedará desempleado, al menos un tiempo, pero las alternativas a no hacerlo serán siempre peores.
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Mario Vargas Llosa: En Desafíos a la libertad, dice: «La intensidad y la excitación, indispensables para la vida, busquémoslas en otra parte; en las ciencias, en las artes, en la vida individual, en el amor, en los deportes, en los viajes, en la religión, en los negocios. En cualquier parte menos en la política».
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Plutarco: «La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre, pero el oro no apaga jamás la avaricia».
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Otra de Mario Vargas Llosa: «Hay unas ficciones que son malignas. Son las que no se presentan como ficciones, sino como verdades absolutas; por ejemplo, las ideologías.
»Creo que las ideologías son ficciones que nos hacen creer que son una lectura objetiva de la realidad e introducen en nosotros, no solo ideas falsas, sino, a veces, convicciones de tipo fanático y, en buena parte, las catástrofes que ha vivido la historia han resultado de esas visiones fanáticas que vienen de ficciones, que pueden ser religiosas, que pueden ser ideológicas y que no se presentan como lo que en realidad son: ficciones, creaciones artificiales, a veces de mentes extraordinariamente creativas y lúcidas.
»Pero no es el caso de la poesía, del teatro, del arte en general, cuyas ficciones yo creo que son benignas y enriquecedoras porque sabemos que son ficciones y como tales se incorporan a nuestra vida».
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Jorge Luis Borges: «El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto».
«Es de caballeros el defender causas perdidas».
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Mario Vargas Llosa (otra vez): «Uno de los grandes triunfos de la izquierda dogmática es haber convertido al liberalismo (que es la fuente de las grandes transformaciones progresistas en el mundo) en esa caricatura de la gran máscara ideológica de la explotación».
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Otra de Antonio Escohotado: «No hay mejor momento para la humanidad que el tiempo presente».
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Tácito: «Cuanto más corrupto es un Estado, más leyes tiene».
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Rómulo Gallegos en su libro “Doña Bárbara”:
«Dios tiene su modo de Él para arreglar sus cosas y ES UN DEMONIO PARA CASTIGAR».
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Churchill: «El socialismo se acaba cuando se termina el dinero ajeno».
«Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro». 
«El socialismo es una filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, y el evangelio de la envidia, su virtud inherente es la distribución equitativa de la miseria».
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Julio Verne. En «El eterno Adán»
«Forzar los hechos para que se ajusten a una hipótesis previa, es una manera de tener razón contra los demás, no contra uno mismo».
«Si, en lugar de ser un sabio, [...] Sofr hubiese pertenecido a la clase de los iletrados, tal
vez hubiese estado menos incómodo. En efecto, el pueblo –sin perder tiempo en hondas especulaciones– se contentaba con aceptar ciegamente la antigua leyenda transmitida de padres a hijos, desde tiempos inmemoriales. Ésta explicaba el misterio con otro misterio; hacía remontar el origen del hombre a la intervención de una voluntad superior. Un buen día, esta potencia extraterrena había creado de la nada a Hedom e Hiva (Adán y Eva), el primer hombre y la primera mujer, cuyos descendientes habían poblado la Tierra. Así, todo encajaba con suma sencillez.
»¡Con demasiada sencillez! Pensaba Sofr. Es fácil hacer intervenir a la divinidad cuando uno se desespera por comprender algo. De esa manera, se vuelve inútil la búsqueda de la solución de los enigmas del Universo, pues los problemas son eliminados ni bien son planteados».

sábado, 10 de agosto de 2019

Reflexiones preelectorales y no tanto.


Elección por doble vuelta
En el caso de la elección de un presidente, en que se elige una sola persona, nuestra constitución establece el sistema de doble vuelta.
Este sistema está ideado para convalidar al candidato que va a desempeñar tan alta responsabilidad, cuando su verdadera representatividad ofrece dudas.
Pongamos por ejemplo que, en una elección el candidato A recibe le 24% de los votos, mientras que el B recibe 22 y el C 19. El resto de los votos se reparte entre varios candidatos menores. ¿Sería razonable que se consagrase presidente al candidato A, cuando podría darse el caso que fuese repudiado fervientemente por el 70% de los electores?
Para casos de este tipo, en los que ninguno alcanza la mayoría de 50% de los votos, es que se establece la doble vuelta entre los dos más votados, de modo que, indefectiblemente, uno de ellos conseguirá la mayoría (el empate, en una elección de varios millones de electores es tan remotamente probable, que no merece su consideración).
Lo razonable, entonces, es que se estableciese que: «Habrá segunda vuelta, entre los dos candidatos más votados. En caso de que ningún candidato supere el 50% de los votos». Nuestra constitución, entre otras inconsistencias, dice lo siguiente en su artículo 97:
«Cuando la fórmula que resulte más votada en la primera vuelta, hubiese obtenido más del 45 por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación».
Y, en su artículo 98:
«Cuando la fórmula que resulte más votada en la primera vuelta, hubiese obtenido el 40 por ciento por lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y, además, existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los votos emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes serán proclamados como presidente y vicepresidente de la Nación».
Ese mamarracho engendrado en ocasión de la Constituyente de 1994 (cuyo verdadero propósito era la de lograr la reelección para el presidente en ejercicio al momento de su sanción), fue producto de una alquimia electoral en la que, el oficialismo con mayoría en tal convención, esperaba que lo favoreciese o bien, que le otorgara mayores chances.
Y digo mamarracho desde, al menos, dos puntos de vista.
1)  Pongamos por caso que el candidato A obtiene 46 % de los votos y el B 45,5. Caso hipotético y poco probable, pero posible. ¿Es razonable que se consagre a A cuando hay un holgado 8 % que podría preferir a B? También podríamos teorizar acerca de que A obtuviese 40,2 %  y B 30. Aquí ya hay cerca de un 30 % que podría inclinar la balanza rotundamente.
2)    Y el argumento más contundente. Este sistema favorece la polarización por cuanto en la primera vuelta se puede teorizar acerca del voto útil: por ejemplo supongamos que soy admirador del candidato C, que tiene pocas chances, pero me espanta el candidato A. Y A resulta que tiene buenas chances de reunir los 40 % mientras que B, a quien no repudio, podría no llegar a los 30 %. Esto me llevaría a polarizar mi voto eligiendo a B, aún no siendo mi mejor candidato. En cambio, como se establece en las constituciones un poco más serias, si hiciese falta alcanzar el 50 % y A lo logra, yo no podría impedirlo votando a B, y esto me permitiría elegir con mayor libertad.
Pero, cambiar esto, implica reformar la Constitución y... mejor no abrir la Caja de Pandora
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La grieta
La famosa grieta existe, como es dable apreciar.
Es bien sabido que los populismos y los totalitarismos (tanto marxistas como fascistas), necesitan un enemigo contra quien canalizar las pasiones populares, debidamente abonadas desde el discurso oficial. De paso, este enemigo también oficia de chivo expiatorio a quien cargar toda la responsabilidad por los recurrentes fracasos a que estos regímenes conducen. Y este enemigo puede ser de adentro (la oligarquía, los agiotistas, la plutocracia, la derecha o el comunismo, según de qué tipo de populismo totalitario se trate) o de afuera (el imperialismo, el colonialismo, la sinarquía, etc.).
Así planteadas las cosas, es fácil inferir que, quien no está de acuerdo con la ideología oficial, lo está con «el enemigo» y, por tanto, también es enemigo (del pueblo, de la causa nacional y popular, y todos los etcéteras que se quieran agregar). ¿Y cómo va uno a convivir pacífica y amistosamente con el enemigo?
Y allí nace la famosa grieta.
Si analizamos en nuestro país, veremos que esta mentada grieta tuvo dos épocas de esplendor; las primeras presidencias de Perón y la etapa kirchnerista del peronismo. Ambas fueron experiencias radicalizadas de un pensamiento sumamente autoritario.
En aquellos años 50 (de los que guardo recuerdos), la grieta era desembozada y fenomenal. Se perseguía sin disimulo a los opositores, llegándose a encarcelar al diputado Balbín –previo desafuero por “desacato”– por haber osado criticar alguna actitud del presirrey. Y no solo eso, que ya sería suficiente: los empleados públicos debían afiliarse al partido peronista para preservar su puesto de trabajo. Ni hablar de la férrea censura de prensa en la que se llegó a expropiar a La Prensa, el diario de más tirada por entonces. Todo esto pasó, por más que se quiera endulzar a aquellos años de oprobio.
Esa grieta peronismo-antiperonismo, fue suavizándose –y no es que la llamada “Libertadora” no haya colaborado también a mantener esa antinomia maniquea– hasta llegar a recrearse nuevamente en la etapa kirchnerista, en la que nuevamente se la fogoneó desde los estrados oficiales. A ello tendía la tan cacareada “Ley de medios”, que estaba claramente destinada a desguazar a Clarín, recientísimo enemigo declarado con vehemencia desde los púlpitos oficiales y a cuanta voz disidente existiese. Y el mismo propósito, inicialmente, tuvo el Fútbol para todos; quitarle el negocio al odiado grupo empresarial. Luego, siguiendo goebelianas prácticas, se utilizó para la propaganda oficial.
Y, para que no digan que esa división en bandos no fue propiciada desde el oficialismo de entonces, recuerdo a un Jefe de Gabinete, oriundo del Chaco, para más datos y nunca desmentido por su superiora, que decía, más o menos lo siguiente: «De un lado estamos los que apoyamos este modelo de inclusión y crecimiento, y del otro, los que están contra el país». Poco para agregar. 
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La Educación
Uno se pregunta: ¿qué tienen en común o qué hacen los países a los que les va bien? ¿Se trata de riqueza de recursos naturales? ¿De alguna pureza racial u homogeneidad cultural?
Los hechos concretos desmienten ambos postulados. Y no voy a dar ejemplos porque son todos muy evidentes.
El verdadero común denominador de esos países y, con toda seguridad, el pilar más importante de su desarrollo es la educación.
No hay ejemplos de países desarrollados y prósperos que no cuenten con una base sólida de educación popular.
Y Argentina puede dar fe de ello: a fines del siglo XIX y principios del XX, gracias a la escuela sarmientina, tuvimos niveles de alfabetismo superiores a la mayoría de los países del mundo, incluidos muchos de los que ahora nos miran desde arriba, muy arriba. Ni hablar de las comparaciones con el resto de América Latina. Y esos niveles educativos corrieron paralelos a un notable desarrollo económico que también nos ubicó entre los primerísimos países del mundo.
Hoy, nuestro lamentable nivel educativo, también tiene su correlato con el aumento de la pobreza, la marginalidad y el subdesarrollo. Y todo eso porque toda inversión en educación rinde frutos en no menos de 15 o 20 años y, por tanto, no sirve para ganar la próxima elección.
Mientras lo padres exijan que sus hijos pasen en vez de exigir que aprendan, no lograremos mejorar la educación, porque los políticos solo se mueven detrás de lo que suponen que les aportará votos.
Anhelo un gobierno que ponga dedicación obsesiva a los temas educativos. Todavía no lo he visto. ¡Ah, si Sarmiento resucitara!
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La Ley de alquileres
En su afán de proteger a los más débiles, se ha dictado en la recordada década peronista, y, si mal no recuerdo, alguna otra vez, una ley que congelaba los alquileres. Esto, con el disfraz de proteger a los débiles inquilinos, solo consiguió “proteger” a quienes ya habían alquilado en desmedro de los propietarios y de quienes no habían alquilado aún. Además, desalentó la construcción de viviendas para alquilar. Un despojo absoluto, sobre todo teniendo en cuenta que la inflación era elevada y que todos los demás precios aumentaban, a pesar de las campañas contra “el agio y la especulación”, como si las culpas del alza de los precios fuese de los almaceneros de barrio.
Algo parecido ocurre con toda la maraña de legislación de protección del trabajo que, por lo costosa, desanima al probable empleador a crear nuevos puestos de trabajo, sin mencionar lo azaroso de la contratación de un nuevo trabajador. Nuevamente, esta legislación protege a quienes ya consiguieron su colocación (y también a los sindicalistas) y deja en el desamparo más absoluto a quienes buscan trabajo.
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Nacionalismo
Una cosa es el amor a la Patria, el apego a la tierra donde nos criamos, con sus costumbres, sus particularidades idiomáticas, su gastronomía y todo lo que hace a la cultura local, y otra muy distinta es pensar que por ser de una nacionalidad en particular, se tiene algún tipo de preeminencia moral, racial o cultural sobre el resto.
Mientras no erradiquemos la bestia nacionalista que solemos llevar a cuestas, siempre habrá un Hitler, un Mussolini o un Perón esperándonos a la vuelta de cualquier esquina.

sábado, 20 de julio de 2019

Desde el cielo


Autora: Marta Marenco

Ana está dando de comer a las gallinas, pero no pierde de vista a su nieta que corre entusiasmada detrás de una mariposa. Ella no quiere que se pose en ninguna rama, solo desea que vuele hacia arriba…
–¡Más alto, más alto… –Grita Rita, mientras sacude un pañuelo azuzándola para que no se detenga, para que se eleve hasta el firmamento.
Pero la fugitiva busca la flor y aletea bajo, inspeccionando la vegetación plena de olores y sabores.
–¡Vuela! ¡Vuela!¡Más alto!
Perseverante Rita recorre el llano, hasta perderse entre la maleza…
La abuela oye satisfecha, el sonido de la risa de la niña. De pronto, un ruido extraño irrumpe en la armonía imperante. Pero es un instante tan fugaz, que luego todo vuelve a la normalidad sin alterar esa quietud.
Sin embargo los gritos de Rita, alentando a su mariposa a incursionar en el cielo, han cesado. La abuela presta atención al silencio, indaga con su mirada el lugar por donde su nieta agitaba el pañuelo tan florido, como el entorno primaveral.
¿Dónde se esconde esa traviesa? ¿Dónde está?
–Rita!¡Rita! ¡Vuelve…!
La niña no responde y la anciana se encamina a buscarla, porque siente que algo ocurre. Al fin logra encontrarla en un declive del terreno, parada y quieta con el pañuelo caído a sus pies…
Al ver a la abuela, Rita exclama sorprendida señalando hacia adelante…
–¡Del cielo! ¡Del cielo!
Un extraño ser enfundado en un mameluco anaranjado, con un singular yelmo metálico está sentado sobre la maleza. Las mira tan asombrado, como ellas a él. Con lentitud se saca el casco y exhibe la cabeza rapada, desde su ceja izquierda un hilo de sangre baja por la sien. Ana aferra la mano de su nieta, porque este personaje tan irreal la intimida demasiado.
–¿De dónde vienes? –Pregunta con timidez, la anciana.
Con la mano enguantada, el individuo señala hacia arriba…
La niña no entiende nada. 
¿Cómo llegó? ¿Acaso, puede volar?
Rita retrocede asustada, la abuela la sujeta con fuerza…
El desconocido percibe el temor de ambas e intenta pararse, pero está muy dolorido por la caída. Saluda moviendo la cabeza, además sonríe un poco.
–No se asusten…vengo del espacio, pero yo también soy ruso… Mi nombre es Yuri Gagarin…soy astronauta…
La niña mira hacia arriba y pregunta:
–¿Y dónde…dónde está mi mariposa?

Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...