lunes, 2 de mayo de 2022

Siempre es bueno leer...

Desde luego que siempre es bueno leer. En algunos casos, volver a leer aquellas obras que nos gustaron tanto en algún momento. Algunas nos vuelven a gustar y disfrutamos de ellas, como el caso de:

El ladrón de tumbas.  De Antonio Cabanas 

Apasionante novela histórica ambientada en el Egipto de Ramsés III. La trama de la novela es interesante por sí misma, con héroes no del todo impolutos y villanos muy malvados. Pero lo que le da un sabor especial es que nos introduce en la vida de la gente común de esas épocas, con sus desventuras familiares y su denodada lucha por la supervivencia. Vemos el poder del Faraón que no era tan absoluto como suele creerse, sino que estaba permanentemente asediado y limitado por el poder creciente del clero. Vemos que los ladrones y saqueadores de tumbas no eran unos rateros de poca monta, sino que era prácticamente una profesión que se trasmitía de padres a hijos. Había que tener los conocimientos suficientes para rastrear las tumbas tan celosamente escondidas y la pericia para descender por oscuros e intrincados pasadizos que, tal vez, estuvieron cerrados por siglos y donde el aire era casi irrespirable. Y ello sin contar los riesgos de ser sorprendidos por las patrullas que vigilaban las necrópolis, o de las cobras que solían anidar en alguno de esos pasadizos. Luego venía la no menos riesgosa tarea de comerciar semejantes riquezas sin llamar la atención de ojos siempre vigilantes que estaban dispuestos a denunciar para cobrar recompensas. La crítica que se me ocurre formular es que no queda del todo claro el caso de algunos personajes que no se sabe si son históricos o de ficción. Ello no empaña la belleza del relato y la admiración y erudición del autor por la cultura egipcia de la que nos regala detalladamente las festividades, costumbres y creencias imperantes en esa fabulosa civilización. 

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Otros libros, que leí hace tiempo, hoy vuelven a mi memoria:

El libro negro de la nueva izquierda.  De Nicolás Márquez y Agustín Laje 

Si bien el texto contiene algunas aseveraciones que no comparto del todo, no por eso deja de ser interesante el abordaje que efectúan a la “Nueva izquierda” y sus métodos de acción. Sobre todo, porque todos sus capítulos están profusamente documentados con citas bibliográficas y de la web.

Ya desde el comienzo nos señalan que, ingenuamente, al caer el Muro de Berlín y desmoronarse la URSS, muchos creyeron que era el “fin de las ideologías” y que el marxismo estaba definitivamente derrotado. Pues bien, según la teoría de los autores, hoy, los marxistas no se centran en la lucha de clases ni en el ascenso del proletariado, sino en demoler el odiado sistema capitalista promoviendo toda suerte de luchas supuestamente reivindicatorias y agitando toda clase de pasiones, aún las más abyectas. Hoy no se trata de conquistar el poder económico ni los medios de producción sino de cooptar las aulas, el pensamiento y la cultura. 

Por eso es que, hoy, tanto el feminismo, el homosexualismo, el indigenismo y el “derechohumanismo”, alborotan y agitan por igual y en todas sus marchas y manifestaciones se pueden ver consignas marxistas y del “progresismo biempensante” y, sobre todo, anticapitalistas. No importa que tradicionalmente los regímenes soviético, chino y cubano y aún el peronismo, hayan perseguido cruelmente la homosexualidad, para citar un ejemplo. 

Tampoco importa que sea en los regímenes liberales donde más se ha permitido el desarrollo del feminismo, la homosexualidad y el respeto por los DDHH. Han llegado a tergiversar la historia, pretendiendo que la intolerancia hacia los homosexuales, o la postergación de la mujer, son el producto del capitalismo liberal, como si en la antigüedad, antes de la propia existencia del capitalismo, estas discriminaciones no hubiesen existido. Entiendo que un liberal, respetará siempre a los homosexuales y a las mujeres, no así las izquierdas, que lo harán solo si les conviene.

Hoy se trata, según los autores, de amalgamar todos estos reclamos como reivindicaciones de la izquierda contra el régimen, que no dudan en calificar de opresor de nuestra sociedad occidental. 

Algunas citas:

Referente al capitalismo y al mercado:


…el capitalismo introduce en la sociedad lo que podríamos llamar la "lógica de mercado" basada en la posibilidad de beneficiarse sirviendo a los demás. [...] la forma de obtener algo que deseo ya no es dando con un garrotazo en la cabeza del otro, sino ofreciendo algo a cambio que la otra parte desee en mayor medida respecto de lo que se desprende. [...] quedando sujeto nuestro éxito en el intercambio a nuestra capacidad de beneficiar a los demás. De ahí que los grandes nombres de la historia, con el capitalismo, hayan pasado de ser guerreros, caciques y tiranos, a inventores, científicos y empresarios. 

Respecto de las reivindicaciones de las mujeres:

Con el asentamiento progresivo de esta lógica que hemos descrito, la mujer fue encontrando mayores espacios en la vida social. [...] No va de la mano de la lógica del mercado pagar más por un bien simplemente porque quien lo ofrece sea hombre, en detrimento del mismo bien ofrecido más barato por una mujer. [...] En efecto, se crearon incentivos sin precedentes para que las personas pudieran elevarse  económica y socialmente ya no oprimiendo a los demás, sino sirviéndolos. Y así, los inmensos avances tecnológicos que desde la consolidación del capitalismo hasta nuestros días la humanidad ha vivido, son fundamentalmente productos de esta lógica. Aunque suene políticamente incorrecto, nuestro bienestar material parece depender fundamentalmente del egoísmo de los demás, como ya en el Siglo XVIII lo decía nada menos que Adam Smith. 

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También este exquisito relato:

Una excursión a los indios ranqueles: de Lucio V. Mansilla. 

Libro sorprendente, que nos lleva a recorrer las pampas, aquellas pampas casi despobladas, sin alambradas ni caminos, apenas con algunas rastrilladas. 

El coronel Lucio Victorio Mansilla (hijo del general Lucio Norberto, famoso por la batalla de La Vuelta de Obligado), nos sorprende en cada página con su enorme erudición y su capacidad de reflexionar sobre temas trascendentes del alma humana, a partir de experiencias pequeñas de la vida cotidiana. Y en este caso se trata de la vida cotidiana de los indios ranqueles –tan distante culturalmente a lo que un “cristiano” de entonces podría conocer– así como la de muchos cristianos cautivos, fugados o renegados que se arriman a los toldos en busca de lo que en su entorno “civilizado” no encontraron.

Encomendado por sus superiores a concluir un tratado de paz con los ranqueles, realiza una pormenorizada crónica de su viaje que, en forma de cartas dirigidas a un amigo, se publicaron en un diario de la época, para ser luego reunidas en un solo volumen.

Es de lectura muy amena, y nos ilustra con imágenes literarias de gran efecto acerca de la vida diaria en el toldo de los indígenas. Así vemos cómo pasaban sus días, cómo y qué comían, cómo resolvían sus cuestiones sociales, cómo dirimían sus conflictos, cómo se establecía la autoridad de los caciques y cómo se administraba la justicia. 

También sus relaciones con otras tribus, con sus mujeres y hasta con sus caballos y sus perros. Podemos ver sus grandezas y mezquindades como en cualquier otro grupo humano.

A pesar de referirse a ellos como salvajes, conforme a la usanza de la época, no deja de reflexionar permanentemente acerca de la delgada línea que separa a la barbarie de la civilización, así como de cuán bárbaros solían ser los civilizados y cuán civilizados podían ser los salvajes.

Nos cuenta acerca del complicado protocolo ceremonial que usaban en sus juntas o asambleas, en la increíble hospitalidad para con las visitas que recibían aún cuando fuesen de tribus distantes o de cristianos. 

No escapa a su apreciación el trato cruel que, en general, se daba a los cautivos y en particular a las cautivas. 

Sería larguísimo enumerar las experiencias contadas en esas cartas, que resumen una expedición de pocos días; pero baste decir que uno siente la presencia de esa pampa infinita, experimenta la sensación de cabalgar durante una jornada para luego dormir al raso, con tiempo apacible o tormentoso. Aprecia la calidez de un fogón y el valor incalculable de una buena mateada a la luz de los rescoldos.

A través del bautismo de algunos de sus hijos, apadrinados por algún cristiano, se establecía un compadrazgo –institución esta que ya existía entre los indios sin bautismo cristiano de por medio– que obligaba a perpetua fidelidad recíproca y que se honraba aún con la vida.

Es también muy interesante el pasaje en que el autor nos explica acerca de las virtudes oratorias de los indígenas. Había toda una estética del buen “discursear”.

Algunas frases  del autor:

Más o menos, el mundo anda así en todas partes, y los individuos, lo mismo que las naciones, encuentran todos los días en el arsenal de las perfidias humanas, pretextos y razones para faltar a la fe pública empeñada; y las muchedumbres en uno y otro hemisferio, se dejan llevar constantemente de las narices por los ambiciosos que las engañan y alucinan para explotarlas y dominarlas.

Promesas no ayudan a pagar, pero sirven siempre para salir del paso.

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Notable ensayo literario de la mano del genial escritor peruano:

La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary: de Mario Vargas Llosa. 

Interesante ensayo sobre la novela del título en particular y sobre la novela y la creación literaria en general. El autor nos desmenuza de tal modo la obra, que me indujo a leerla por segunda vez. Confieso que, en la primera lectura, no me pareció demasiado interesante, pero, al enterarme un poco de sus pormenores y, sobre todo, del contexto histórico en que se escribió, se hace necesaria una revisión del concepto que nos merece la obra. Por ello, y luego de una segunda lectura uno encuentra detalles muy reveladores acerca de las mudas del narrador y de los distintos tiempos de la acción.

Tengamos en cuenta que, en su época, hubiese sido inadmisible describir la escena en que la protagonista, adúltera ella, se entrega a uno de sus amantes. El autor, haciendo gala de un exquisito manejo de los recursos, solo dice que la pareja tomó un coche de alquiler y ordenó al cochero que anduviese sin rumbo determinado hasta que se le indique detenerse. A partir de allí, solo se describen los lugares por donde circuló el carruaje, los pensamientos y dudas del conductor, así como el cansancio de los caballos. Solo al final, hace mención a la «desenguantada mano» de la protagonista que, asomándose por la ventanilla arrojó unos papeles (se trataba de una carta mediante la que pretendía poner punto final a la relación adúltera). Ninguna mención hace a lo sucedido dentro del coche, pero poca falta hizo.

El personaje del Sr. Homais, el farmacéutico del pueblo, me recordó a Teodoro Madureira, el segundo marido de Doña Flor. Tienen muchas semejanzas, tal vez solo por una “convergencia evolutiva” o porque Amado haya leído Madame Bovary y se inspiró en este personaje tan logrado.

Hay un pasaje en particular donde la acción es doble: el de los comicios agrícolas. Mientras otro de sus amantes la seduce en el primer piso de un edificio vacío, por la ventana se pueden oír las exclamaciones y discursos del acto que se está realizando en el pueblo. De esta manera, la acción es doble; lo que le ocurre a la protagonista, y el desenvolvimiento del acto. Por más que estén en simultáneo ambas cuestiones, el lector no se pierde ni se embarulla con ello. Esto me remitió inmediatamente al capítulo de Rayuela de Julio Cortázar en que muere Rocamadur. (Mientras los intelectuales bohemios discuten cultas sandeces en voz baja y a oscuras –para cuidar el sueño del niño– y un anciano vecino importuna quejándose por las molestias que esa trasnochada reunión le ocasiona, Rocamadur ha muerto en su cuna. El personaje central lo ha descubierto pero decide –con un cinismo increíble– no comunicárselo a su madre; después de todo, ella tiene que despertarlo a las tres de la mañana para darle su medicina e irremediablemente se enterará. La conversación sigue, e incluso otro de los contertulios conoce la terrible noticia y entre ambos discuten la conveniencia de alertar o preparar a la madre al respecto). 

Volviendo al ensayo de Vargas Llosa, solo por haberme hecho releer y disfrutar de esa novela y esos pasajes de Rayuela y de Doña Flor, ya mereció la pena su lectura.

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Siguiendo con Mario Vargas Llosa: 

Cinco esquinas. De Mario Vargas Llosa.

Sin estar a la altura de sus mejores obras, esta novela es de lectura interesante, con una trama que tiene algo de thriller policial y que resulta por momentos de gran suspenso. El autor, despliega sus reconocidas cualidades para caracterizarnos una gama de personajes con una vida propia que se explica en sus acciones, como el caso de esa cuasi protagonista que es “la Retaquita”, que va conformando sus cualidades de heroína del bajo mundo conforme la novela avanza. También están los personajes del gran mundo, con sus miserias y bajezas y lo peor de la política de la dictadura de Fujimori. 

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Volviendo a Egipto:

Akhenaton. De Maguib Mahfuz. 

Interesante es la historia de este particular Faraón, tal vez adelantado algunos milenios a las religiones monoteístas. El libro desarrolla la historia de un buscador de la verdad que, luego de la caída del llamado Hereje, se dedica a entrevistar a distintos personajes que, a través de sus funciones cerca del Faraón, pudieran ayudarle a desentrañar la verdad detrás de las versiones. Desde ya que las distintas confesiones que recibe, no pueden ser más contradictorias. 

Este pasaje de la historia de Egipto, merece una lectura más profunda de lo que fue ese Faraón armado solo con el amor y su doctrina del Dios único. «Cuando sus generales, en la frontera le pedían ejércitos, él les mandaba poesías».

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No nos alcanzará la vida para leer todo lo bello que se ha escrito. Y esto no deja de ser una suerte; imaginemos que fuese al revés…  


martes, 12 de abril de 2022

El prejuicio y el fanatismo

Veo, con desazón, lo frecuente que es no ver lo que no se quiere ver, no oír lo que no agrada, no entender lo que no se percibe acorde a lo que se piensa y, en síntesis, negar la realidad cuando esta se empeña en contradecir nuestro sistema de ideas. No me excluyo de esta tendencia. Apenas si, en mi defensa, puedo decir que intento por todos los medios, no caer en estas verdaderas tentaciones que nos acometen; no sé si lo logro del todo. 
Porque el fanatismo y el prejuicio suelen ir de la mano. Así, si se abraza una doctrina con fanatismo, es frecuente que, por puro prejuicio, se proceda a denostar cualquier opinión de una persona que no comulga con esa idea.

El colmo llega a negar una obra de arte porque su autor sostiene ciertas ideas políticas. De eso se trata cuando se proscribe a Wagner en Israel, como si sus peregrinas ideas políticas pudiesen opacar el brillo genial de su creación musical.

Algo similar ocurre con Vargas Llosa y su obra literaria. Muchos simpatizantes de las izquierdas afirman, en unos casos, que no lo leen “por sus opiniones”; en otros casos sí lo leen, pero no se olvidan de decir algo así como “sí, me gustó, pero lástima que piense tan feo”. Y todo eso cuando no lo acusan lisa y llanamente de ser “facho” o “de derechas”.

Estoy convencido de que muchísimos de sus acérrimos críticos no han leído nada en absoluto de su abundante producción de ensayos literarios, ni de sus textos de opinión política; si así fuese, podrían decir de él que es un liberal, lo que es rotundamente cierto y que tiene una lucidez y erudición poco comunes en temas de muy diversa índole.

La fácil calificación de fascista que se le endilga, proviene de la firme convicción, entre las gentes de izquierda, de que todo aquel que no comulgue con sus ideas, lo es, ignorando palmariamente que el fascismo y el liberalismo se repelen mutuamente como el agua y el aceite. Y que el liberalismo está mucho más alejado del fascismo que las ideas socializantes.

Alguna vez oí a alguien decir de él que «Escribe como si fuera de izquierda, pero opina como de derechas». Esta aseveración tan particular, me llevó a meditar mucho acerca de su contenido. Quien haya leído la obra del autor peruano, habrá viso una permanente preocupación por las cuestiones sociales en su país (en América Latina en general y, más generalmente aún, en el mundo), por las llamativas pobreza y desigualdad social, en países tan dotados por la naturaleza de sus geografías y por la originalidad y creatividad de sus gentes. En El hablador, en La ciudad y los perros, en Conversación en La Catedral, en La fiesta del Chivo y en tantos otros, se muestran con crudeza las permanentes postraciones y destratos que sufren nuestros compatriotas permanentemente. Seguramente, esa fina sensibilidad y la crítica a nuestros sistemas de gobierno y a nuestras sociedades en general es lo que les llama la atención, por inesperado, en quien tienen catalogado previamente como “facho”; y eso es lo que origina mi comentario: Mario Vargas Llosa no escribe como de izquierda, simplemente muestra tener sensibilidad social. Y allí llegué a la conclusión tan buscada: para la gente de izquierda, ellos se atribuyen ser los heraldos de esa sensibilidad social, que es de su pertenencia exclusiva. Nadie, que no piense como ellos, puede ser sensible al dolor ajeno.

A partir de esta premisa, todo aquel que no comparte su ideario, es insensible y, por tanto, despiadado; en política, buscará solo el interés personal o sectorial (de sectores minoritarios y opulentos, desde luego) y esto los autoriza a buscar su aniquilación sin ambages. 

domingo, 27 de marzo de 2022

La meritocracia

En nuestro país, donde la actividad privada suele mirarse con desconfianza, sobre todo si es exitosa (salvo algunas abogadas famosas), el más grande y frecuente empleador es el Estado.

No es ninguna novedad que no suelen ser los méritos académicos o profesionales los que decidan la contratación –siendo, en cambio, fundamental para lograr la colocación, la pertenencia a la facción del cacique de turno– aún para cargos en los que la política debería estar ausente. Eso lo saben todos quienes hayan tenido algo que ver con la administración pública. 

Lo interesante sería hacer una verdadera revolución en este sentido, y comenzar por los municipios. Debería implementarse un concurso anual de antecedentes y capacidades para todas las áreas del servicio público comunal, tanto en la administración, en maestranza, y en las colocaciones técnico-profesionales. El concurso no debería comprometer al municipio a la contratación de los participantes, pero sí establecer una “grilla” con los resultados obtenidos a fin de recurrir a ella en caso de producirse una vacante. Incluso podrían organizarse cursos de capacitación para distintas áreas, previos al concurso mencionado. Luego de rendidas las pruebas de suficiencia, se otorgaría al interesado un certificado donde conste la capacitación realizada y la calificación obtenida.

En caso de organizarse con la suficiente seriedad, estos cursos y concursos podrían adquirir tal prestigio, que el certificado que se otorgue, serviría, además, para agregar al currículum del participante y una buena carta de presentación para conseguir un trabajo en la actividad privada. 

Si los intendentes se ajustaran a estas medidas para la contratación de personal, estarían contribuyendo a la meritocracia, tan ausente en estos tiempos en nuestro medio.

Pero, además, se podría hacer otro tanto con los empleados ya existentes en la administración. Una vez por año, o cada dos, se debería entrevistar a los empleados para evaluar sus conocimientos, actitudes y aptitudes, así como eventuales ideas para la mejora de los servicios prestados en su área. Seguramente se encontrará gente que está subvaluada y podría ser más provechosa en otra área o con más responsabilidades en la que se desempeña. Y también se encontrará a quienes están en posiciones que están por encima de sus capacidades y desempeño.

Claro que para eso faltaría la vocación política, cosa que no abunda en nuestras tierras...


sábado, 15 de enero de 2022

El progreso y sus enemigos. De Guy Sorman

El progreso y sus enemigos. De Guy Sorman 

El autor desarrolla la idea de que, con ¿sanísimas? Intenciones, muchas ONG (Organización No Gubernamental, por si alguien no lo sabe) solo consiguen retrasar el progreso que permitiría a muchos pueblos pobres de pobreza absoluta, lograr mitigar el hambre cuando no a progresar y lograr niveles de vida que, hoy, son inalcanzables para ellos.

Analiza varios aspectos de esta lucha entablada por verdes y ambientalistas de diverso pelaje. Uno de ellos es la lucha contra los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) entablando así, la guerra ONG Vs. OGM. Y analiza que muchos de estos OGM producen efectos inmediatos en la agricultura que cambian dramáticamente la vida de muchas poblaciones del tercer mundo, salvando así muchísimas vidas. Y todo por el Peligro Potencial, no siempre demostrado, acerca de la evolución de esos OGM. Nos muestra el autor la clara contradicción entre el “Peligro Potencial” y el “Mal Menor”. (PP Vs. MM).

Consideraciones similares analiza respecto del cambio climático, de la clonación, etc.

Todas son causas con muy buena prensa que no necesitan respaldo científico ni empírico y que ponen, automáticamente, en el campo de los malvados a quienes osan siquiera investigar seriamente el problema.

Cito:

Hoy el utopista aparece bajo el manto blanco de la ONG, la "organización no gubernamental", una extraña quimera de sexo indeterminado, ni empresa ni asociación, que pretende decir y hacer el bien allí donde las Iglesias y los partidos políticos son insuficientes. Vestidos con el lino inmaculado de las ONG, los ecologistas del mundo entero manifiestan contra los OGM. ONG versus OGM: ¡vivimos en la época de las siglas y los acrónimos! En su combate contra los OGM, se puede observar que las ONG no rinden cuentas a nadie; están por encima de las leyes, y si pretenden encarnar el Bien o los derechos del hombre, no existe ninguna votación que lo decida, ningún tribunal para juzgarlo; aquí, la única sanción parece ser de orden mediático. La ONG está legitimada por su exposición mediática, y nada más. Lo cual no es el caso de los OGM, sometidos a múltiples controles y limitaciones, que emanan de los accionistas, de las empresas productoras o de las reglamentaciones públicas. Si un OGM contribuye al bien público al hacer retroceder los parásitos, al disminuir la contaminación de los suelos, incrementando la producción y reduciendo el hambre en algunos países pobres, nadie le estará agradecido a la empresa por este progreso real. En cambio, si una ONG llega a retardar, incluso a destruir los OGM mediante sus maniobras, ¿quién la sancionará? ¡Nadie! Las víctimas permanecen tan invisibles como anónimas. No se puede identificar a aquellos que, en un rincón del planeta, se encuentran en dificultades o amenazados con la pérdida de su cosecha porque, en un país rico, una ONG ha conseguido anular el progreso. Esta irresponsabilidad de las ONG y de sus inspiradores y agitadores no constituye un debate teórico; está claramente comprobado que las protestas organizadas en los países ricos contra las biotecnologías han atrasado varios años la investigación. [...] Las ONG del tipo Greenpeace, Amis de la Terre, Confédération Paysanne obtienen victorias indiscutibles, ¿pero en nombre de quién o contra quién? ¿Quién se beneficia con ello, quién es la víctima? ¿A quién le rinden cuenta? ¿Al tribunal de la opinión pública? ¿De acuerdo con qué normas científicas y/o democráticas? ¿Quién hará justicia en el proceso de estas organizaciones, si se comprueba que hay víctimas de sus acciones? 

Otra:

… los OGM han sido aprobados por las tres grandes agencias de control federal: [se refiere a USA] de la salud, del medio ambiente, de la agricultura. [...] A través de los lugares comunes sobre la sociedad norteamericana, calificada de “liberal  salvaje”, los ciudadanos no esperan que el Estado se inmiscuya en la economía, sino que garantice el respeto de las reglas de juego y de la seguridad: un Estado garante más que un estado gerente tal como se practica en Europa. ¿No es en Europa más que en los Estado Unidos donde se conocen el “pollo a la dioxina”, la “sangre contaminada” y la “vaca loca”? ¿Cuántos desastres alimentarios o deficiencias de los servicios públicos de control han afligido a Europa pero no han afectado a los norteamericanos?

Y el autor tira un palo para nuestro gallinero:

En la Argentina, donde la cultura del fraude es tan intensiva como la de la soja…

Otra:

En una palabra, el "recalentamiento" y el efecto invernadero sirven de pretextos para reactivar y servir a la causa del "ecologismo profundo". Esta ideología no es otra cosa que el viejo proceso, rejuvenecido, del desarrollo económico occidental. En esta disputa, el enemigo no es tanto el efecto invernadero como el capitalismo, acusado de destruir la Naturaleza divina, diosa sustituta de la Revolución Social. El recalentamiento del planeta ha llegado a ser la causa de relevo de los decepcionados de la Revolución; para ellos, es necesario que el mundo vaya hacia el abismo, que el capitalismo conduzca inevitablemente a la desgracia de la humanidad, pues el futuro que ellos anuncian ya no es prometedor. Se constata así que muchos de los responsables de la gestión política del efecto invernadero en Francia son antiguos marxistas convertidos en defensores del planeta; al no haber obtenido la caída de la economía liberal mediante la revolución, la preparan con otros métodos. El objetivo sigue siendo inmutable; solo la ideología se ha metamorfoseado. [...] Si se admite que es la industria la que recalienta el clima, cómo elegir entre el desarrollo con recalentamiento y la ausencia de desarrollo sin recalentamiento? De esta manera se plantea un dilema, pues es impensable que los países pobres puedan desarrollarse con energías apropiadas e industrias no contaminantes. 

Otra (Subrayado mío): 

Vale la pena recordar el modus operandi del mercado económico tal como fue analizado hace más de dos siglos por el filósofo y moralista Adam Smith, sin que sea necesario aclarar su demostración. En su tratado sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, The Wealth of Nations, de 1776, observó que no era por generosidad sino por un interés bien entendido que el panadero vendía su pan a un precio que le permitía a la vez enriquecerse y atraer al mayor número posible de clientes. Según Smith, era la suma de los egoísmos individuales lo que producía la prosperidad de la mayoría; así el capitalismo, que puede parecer muy sombrío en sus intenciones, condujo a resultados más morales y eficaces que las utopías aparentemente más generosas. ¿Se debe juzgar al capitalismo por sus móviles o por sus resultados? El siglo xx ha demostrado cómo las intenciones "puras" condujeron a grandes catástrofes, mientras que la "suma de los egoísmos" dio lugar a progresos sin precedentes. Los OGM constituyen uno de estos progresos suplementarios con tal que las buenas intenciones proclamadas por los utopistas no interfieran privando de ellos a la humanidad.

Mejor que seguir transcribiendo párrafos, es recomendar la lectura completa del libro.

miércoles, 5 de enero de 2022

La ética de la emergencia

Hace poco publiqué esto en FB, pero como nuestra realidad no cambia, estos comentarios no pierden actualidad y es por ello que insisto. Es que nos empeñamos en aplicar siempre las mismas "recetas" a los problemas sin que los reiterados fracasos nos convenzan de buscar otros remedios para la misma enfermedad. Llego a creer que no se busca erradicar la pobreza sino "maquillarla" o esconderla porque, según dijo un esclarecido ministro, hoy devenido gobernador, publicar los índices de pobreza "estigmatiza a los pobres". Yo creo que esos índices estigmatizan a los responsables de las políticas económicas.

Está claro para cualquiera que utilice medianamente sus neuronas, que los “planes asistenciales” no sacan de la pobreza a los supuestos beneficiarios, por el contrario, allí los mantienen envileciéndolos.

Seguramente que las almas caritativas que tanto abundan dirán que no se puede dejar morir de hambre a tanta gente ni condenar a los niños a una infancia de privaciones con consecuencias siempre indeseables para su vida de adultos.

Pues bien, la respuesta cae de su peso: ante una emergencia (incendio, epidemia, terremoto, inundaciones no previstas, descarrilamiento de trenes o naufragios), la ayuda no solo es deseable sino necesaria y de sentido común. Pero si la pobreza es una situación permanente y el número de pobres aumenta constantemente, es porque algo funciona mal y en el análisis del problema y búsqueda de la solución es donde se debería trabajar con ahínco.

Lo que debemos preguntarnos es cómo llegamos a esta situación en que hay tantos argentinos que necesitan en forma endémica estos salvavidas y cómo fue que tantos niños van a la escuela solo para comer, porque en su casa no lo harían.

Recordemos que, en los tan vilipendiados años del “Régimen falaz y descreído”, anterior a la Ley Sáenz Peña, y muchos años más tarde aún, llegaban legiones de pobres, de pobreza absoluta desde otros países y, no obstante, en pocos años salían de esa condición con su esfuerzo y no con subsidios del gobierno.

Vemos cómo, con su esfuerzo sostenido, construyeron sus casas y los barrios mismos, –en los que no solían faltar sociedades de fomento y de socorros mutuos– y cómo, en décadas más recientes, vino la migración interna y solo construyó villas miseria sin lograr, la mayoría, jamás salir de ellas.

¿Qué fue lo que produjo tal diferencia? ¿Eran los migrantes internos genéticamente inferiores, o simplemente fueron víctimas de regímenes que les hicieron creer que todo les sería dado por un Estado bonachón?

Ese Estado bonachón, jamás les dio las herramientas para salir de la pobreza pero sí, con mucho éxito, se dedicó a la tarea de usar como instrumento  de propaganda fascista a la educación, que fuera uno de los pilares de nuestro prodigioso progreso en aquellos años. Y nuestro gran orgullo.

Estamos en una espiral viciosa que nos llevará a competir con la caribeña Venezuela, ya que al haber cada vez más gente que recibe planes, son cada vez menos, proporcionalmente, los que producen para sostenerlos. Luego, la solución reiterada es aumentar los impuestos y la inflación con lo que más gente pasa a la condición de receptor de subsidios y…

Dijo Ayn Rand en “La ética de la emergencia” (no es textual, sino como lo recuerdo).

«La “ayuda” permanente es una falta de respeto por los “ayudados”, dado que se los considera como una caterva de mendigos inútiles que claman permanentemente por ayuda».

Poco para agregar. Solo una pregunta: ¿no sería hora de revisar las causas de la pobreza y atraso y actuar en consecuencia?

 

 

 

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Problemas recurrentes

Nuestros problemas son tan recurrentes, que las situaciones que uno describe pueden seguir vigentes algunas décadas más tarde. Por eso me permito repetir algunas reflexiones que hice hace ya… un tiempito.

Tiro en los pies

Con esta expresión se quiere significar que, una medida o resolución que se tome aún con sanísimas intenciones (a veces a las apuradas, a veces por simple estupidez o por seguir ciegamente un dogma doctrinario), puede ser absolutamente perjudicial o contraria a lo que se intentaba lograr.

Así es que, los diarios piquetes que asuelan Buenos Aires (imagino que otro tanto puede ocurrir en muchas ciudades del país), siempre reclamando mejores sueldos, más dádivas, subsidios, y toda suerte de “conquistas sociales” solo logran: 1.- dificultar notablemente el acceso al trabajo de quienes, con sus impuestos, serán la fuente de donde saldrán los recursos reclamados, 2.- desalentar la inversión creadora de nuevas fuentes de trabajo (tal vez en su absoluta inconsciencia, no piensen en las fuentes de trabajo sino en más y más subsidios) y 3.- provocar en los perjudicados directos, que son quienes solo desean llegar a destino, sentimientos cuasi asesinos y contrarios a su causa.

Ortega y Gasset, en “La rebelión de las masas” lo dice con una claridad que parece haber sido escrito para la realidad argentina.

Mi tesis, pues, es ésta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos. En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre.

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¿Generosidad o estupidez supina?

Me gustaría saber si en nuestros países limítrofes permiten que vayan argentinos a radicarse, y a girar remesas a sus países, y si les permiten atenderse gratis en los hospitales, y estudiar gratis en la universidades, y ocupar espacios públicos y... Somos todos hermanos latinoamericanos, pero algunos somos, además, medio b... buenudos.

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Salvación

“A este país lo salva el peronismo o no lo salva nadie”. Notable frase que he oído más de una vez, pronunciada, desde luego, por algún adicto al escudo y la marchita.

Faltaría decir cuál es el peronismo que va a salvar al país. ¿El de López Rega, Isabel y la Triple A? ¿Será el de los montoneros y la “juventud maravillosa”, será el de Menem en los 90 o el de la Década Afanada? (digo “afanada” por el afán con que se dedicaron a lo suyo).

Más allá de cuál de sus variantes resulte ser la redentora, habría que preguntarse de qué necesita salvarse la Argentina. Porque si consideramos que de los últimos 38 años, desde la recuperación de la democracia, 26 fueron gobernados por el partido “salvador” y vemos la situación en que viven muchos de nuestros compatriotas, daría la sensación que encargarle al PJ la salvación sería algo así como contratar a un borracho para que nos cuide el vino.

Y, hablando de “salvación”, vale la pena recordar un párrafo de Marcos Aguinis en “Un país de novela”.

Alternan en nuestro espíritu la solución y la salvación. Es útil reflexionar sobre esto. Porque la solución exige serenidad, autoconfianza y racionalidad; en cambio la salvación prescinde de ellas. La solución es tarea de uno, la salvación es tarea de otro. La solución puede ser fallida y demandar un nuevo esfuerzo; la salvación es infalible. La solución requiere paciencia, la salvación requiere ansiedad. [...] La salvación no necesita de la democracia sino del mesías. [...] Entonces, la salvación se oculta tras el antifaz de aparentes soluciones; pero en vez de impulsarlas, las sabotea; en vez de mejorarlas, las desacredita. Las soluciones fallidas se convierten en el camino de un recrudecimiento salvacionista. 

 

 

martes, 7 de diciembre de 2021

Lecturas

Historia de la conquista del Perú.  De William Prescott 

Con la historia de la conquista del Perú, nuevamente sorprende este autor. Obra más lograda, a mi entender, y más entretenida que la referida a la conquista de México, nos da una idea no solo de los hechos estratégicos y bélicos que se pueden leer en cualquier libro de historia, sino también de las vicisitudes y penalidades increíbles que tuvieron que soportar los primeros conquistadores. La inmensa y variable geografía y climatología de ese impresionante imperio que era el de los Incas, fueron obstáculos si se quiere más formidables para la gesta de la conquista y posterior colonización que la resistencia que los incas pudieron ofrecerles.

La obra comienza, al igual que en la de México, con una semblanza de la civilización andina que es absolutamente fascinante. Vemos el perfecto mecanismo, podríamos decir de relojería, con que se manejaba la sociedad incaica. Todo estaba absolutamente reglamentado hasta detalles increíbles. Y, así como lograron algo absolutamente inédito en cualquier tiempo y espacio geográfico que es el hambre cero, también la libertad individual era cero. Cada individuo debía permanecer en la aldea donde nació y debía hacer lo que se le mandaba cada día de su vida. Los impuestos o tributos se pagaban con trabajo, ya que no existía la moneda. Primero se cultivaba la tierra del gobierno (ejércitos, sacerdotes y nobles), luego la de los ancianos de la aldea y los incapacitados y finalmente la tierra propia. A su vez, el producto de su trabajo era administrado por los funcionarios locales, de modo que se pudiera intercambiar parte del mismo por productos provenientes de otras regiones del vasto imperio. Y este control gubernamental llegaba a las cuestiones más íntimas de la vida de sus súbditos. Se trataba de un “suave despotismo”.

Las extraordinarias reglamentaciones con respecto al matrimonio bajo el reinado de los incas son sumamente características del talante del gobierno, que lejos de limitarse a asuntos de interés público, se introducía en los recovecos más privados de la vida familiar, no permitiendo a ningún hombre, por muy humilde que fuera, actuar por sí mismo, incluso en aquellas cuestiones personales en las que nadie excepto él o su familia como mucho, se supone que deberían estar interesados. No había peruano que fuera demasiado bajo para el amparo vigilante del gobierno. Nadie se encontraba tan alto como para que la dependencia de cada acto de su vida pasara desapercibida. Su misma existencia como individuo era absorbida dentro de la comunidad. Sus esperanzas y sus miedos, sus alegrías y sus penas, la más tierna compasión de su naturaleza, que normalmente quedarían fuera de la vigilancia, estaban todas reguladas por la ley. No se le permitía siquiera ser feliz a su propia manera. El gobierno de los incas era el más suave, pero el más escrutador de los despotismos. 

[El gobierno] «mostraba constantemente el interés afectuoso de unos padres con sus hijos, sin embargo los contemplaba solo como niños que nunca debían salir del estado de pupilaje para actuar y pensar por sí mismos, sino que todos sus deberes terminaban en la obligación de la obediencia ciega. 

A diferencia de lo ocurrido en México con Cortés, que aprovechó el descontento de las tribus sometidas por los aztecas con tremendas exacciones (que no eran solo en especies sino en vidas humanas para sacrificar a sus sanguinarios dioses), en Perú Pizarro pudo conquistar este bien ordenado imperio por la fortuita (y afortunada para los españoles) circunstancia de que estaba atravesando una inédita guerra interna por la sucesión al trono entre dos hijos de un gran Inca que fue Huayna Capac. Dos de sus hijos, Huáscar y Atahualpa, se disputaban por entonces la legitimidad de sus derechos sucesorios. Esto motivó que sus fuerzas estuvieran divididas y sus preocupaciones también.

El autor explora (y conjetura, desde luego) en las personalidades, propósitos, anhelos y ambiciones de muchos de los personajes, tanto españoles como indígenas. Sus reflexiones son sumamente interesantes al mostrarnos ciertos aspectos que no abundan en libros de historia más ortodoxos. 

Locos de Dios.  De Santiago Kovadloff 

El autor resalta la imagen de los profetas del antiguo testamento como críticos de las clases dominantes en Israel, por apartarse de la doctrina o la ley revelada al pueblo judío. Y compara ese mensaje con los de algunos personajes de la historia, como ser Jesús, Pablo de Tarso, Maquiavello, Camus o Mandela. Todos ellos, por convicción propia o por revelación divina, supieron enfrentar (de palabra aunque en casos, arriesgando el pellejo y aún perdiéndolo) al poder de turno. La prédica era de denuncia, sin pretender una rebelión ni la toma del poder, sino la toma de conciencia del pueblo o al menos de sus dirigentes. En esto, Mandela es una clara excepción ya que dio un paso más allá  de ese ideal: lo concretó. 

También dice que en Mandela, 

...el moralista y el hombre de acción se conjugan en él. [...] Pero, a diferencia del pueblo judío, que en su hora desoyó al profeta, el pueblo de Mandela escuchó a su líder. Y entonces lo imposible ocurrió. [...] Mandela decepcionó a los violentos. Desconcertó a los racistas que creían adivinar su desprecio. Pocos comprendieron, en el momento de su liberación, en qué había transformado aquel hombre su dolor. Pocos sabían que había extirpado el odio de su entendimiento.

Por su parte, cuando habla de Camus, nos relata la increíble capacidad que tuvo de comprender que la violencia siempre existirá, que el odio y la corrupción también; pero eso no es obstáculo, sino más bien aliciente, para denunciarlos y enfrentarlos. Intentar erradicar esos males es no comprender el alma humana. 

El libro es muy profundo en sus reflexiones sumamente abstractas; tanto lo es que vale la pena su lectura.

La invención de la Argentina.  De Nicolás Shumway 

La reciente lectura de este valioso libro me llevó a hacer una serie de reflexiones acerca de nuestro país.

El autor, oriundo de USA, es un apasionado de la historia argentina. Desarrolla en este ensayo una revisión de las ideas que recurrentemente sostiene nuestra clase política. «Ficciones orientadoras» es la forma como las llama. Lo que es notable, para el autor, es no solo la recurrencia sino más bien la falta de una idea que aglutine al conjunto de los argentinos o, al menos, a una mayoría importante. Algunas ideas que no se discutan y tras las cuales se encolumne el grueso de nuestros esfuerzos. Por el contrario, ya desde el principio (25 de mayo de 1810) las distintas percepciones de lo que debería ser el país, fueron irreconciliables, y los partidarios de cada bando jamás, o con rarísimas excepciones, pensaron en oír o analizar las razones del contrario y muchísimo menos acordar con él. 

Estuvo en la mente de muchos dirigentes del siglo XIX el exterminio del bando contrario; a su turno, los perseguidos, que pudieron ser los unitarios, los federales o los indios, también tenían como objetivo la eliminación de su anterior perseguidor. Hubo formas más sofisticadas, como el fraude, la proscripción, los ataques a la prensa crítica –con censura lisa y llana, aprietes, asfixia económica–, desafuero y encarcelamiento de legisladores opositores, etc. 

Podríamos decir que nuestros dirigentes se caracterizaron por el poco apego a las costumbres republicanas; cuando se accedía al gobierno, se pretendía el poder absoluto y para ello no se dudó en recurrir al fraude o a golpes de estado. Y a ello no escapan muchos de los que luego se declararon campeones de la democracia.

En este sentido, el autor nos transcribe una anécdota (no es literal, sino lo que recuerdo de ella): Estaba Lucio V. Mansilla leyendo El contrato Social y su padre, Lucio N., le dice: «Cuando se es sobrino de Rosas, no se lee este libro si se quiere seguir viviendo en el país». Toda una definición del clima de la época. 

Cita una frase que atribuye a Guido Spano: «Por muy malo que haya sido el gobierno de Rosas, los liberales, en su rigidez fanática, empeoraron las cosas». Y luego el autor reflexiona que Los “liberales” argentinos (Mitre), no dudaron en perseguir opositores, silenciar la prensa crítica, y eliminar a los caudillos» (tampoco es cita literal). Estos liberales, según el autor, reemplazaron caudillos de poncho por caudillos de frac; caudillos semibárbaros por caudillos semicultos. 

La concepción maniquea de la realidad, el absolutismo de creerse dueños de la Verdad Única –que en Sarmiento se expresa claramente como “civilización y barbarie”– llevó a la absoluta incomprensión de las verdades, siempre relativas, que pudieran expresar los adversarios, que siempre se vieron más bien como enemigos. 

¿Cuántas veces, en la historia reciente que hemos visto violar la Constitución “para defenderla”? 

¿Cuántas veces se recurrió a la eliminación del adversario, pensando que se terminaba con su causa? Desde Dorrego a Peñaloza o los desaparecidos de la “Guerra sucia”. ¿Se terminó con ello al bando contrario? 

El epílogo tiene reflexiones realmente jugosas de cómo nos ve un extranjero:

Epílogo (Fragmentos)

[...] Viajé a la Argentina por primera vez en 1975, [donde] tenía la intención de entrevistar a Borges y buscar documentos para mi tesis doctoral. [...] Mis primeros contactos con el país se mostraron severos críticos del peronismo, del caos político y económico de Isabel, y del "nazi-onalismo". También eran modelos de cosmopolitismo, cortesía y estilo, versados en ópera, arte, literatura, lingüística chomskiana, psicoanálisis lacaniano, cine europeo y todos los demás temas requeridos para ser "culto". [...] Estos argentinos se mostraron asimismo extraordinariamente hospitalarios para conmigo, así como indulgentes con el "primitivismo cultural" que los argentinos cultos suelen encontrar en los norteamericanos. Jamás me olvidaré de la ocasión en la cual fui presentado por un amigo argentino como "norteamericano pero culto". Con el tiempo, conocí a argentinos que reflejaban perspectivas muy distintas. Uno de ellos fue la mujer que hacía la limpieza de mi departamento, y que al cabo de varias conversaciones me dijo que yo nunca entendería a la Argentina hablando con Borges. [...] Aunque criticaba a Isabel, era leal al recuerdo de Perón: para ella seguía siendo el hombre que representó al pueblo humilde, el que puso en su lugar a la oligarquía antiargentina, el que defendió la soberanía nacional contra el capitalismo extranjero, el que hizo sentir a gusto en su papel a los trabajadores, el que salvaguardó las tradiciones católicas del país, y protegió a la familia. [...] También conocí a otros peronistas: izquierdistas que insistían en que Perón había sido un revolucionario con un idioma diferente; intelectuales que admitían los defectos de Perón, pero aun así insistían en que el peronismo era la única alternativa a los "vendepatria" liberales; historiadores peronistas que me hicieron oír por primera vez términos como "Historia Oficial" o "historia falsificada"; nacionalistas que se identificaban como "rosistas" y llamaban a sus enemigos "sarmientistas", aunque Rosas y Sarmiento descansaban en sus tumbas hacía muchos años; y un temible fanático antisemita para quien la Argentina era el último bastión de la cristiandad y que afirmaba que sólo eliminando a los subversivos antiargentinos (incluidos los curas tercermundistas) el país podría reclamar su puesto de primera línea entre las naciones. Las divisiones que estaba observando, y por supuesto comprendiendo sólo a medías, se me hicieron particularmente notorias en una de las experiencias más incómodas de mi vida. Antes de volver a los Estados Unidos, di una fiesta a la que invité a algunos de los que me habían ayudado en mi investigación. Con mi falta de experiencia, no tomé en cuenta el color político de mis invitados, por lo cual vinieron mezclados liberales y nacionalistas, cosmopolitas y populistas, sarmientistas y rosistas. No bien había empezado la fiesta, varios de mis invitados se trenzaron en acaloradas discusiones. Los liberales hablaban de la declinación nacional según las tasas de crecimiento económico, de inflación, salarios reales, productividad, producto bruto, problemas sociales, etc., todo lo cual me resultaba perfectamente comprensible en tanto soy una persona educada en los marcos del liberalismo. Los nacionalistas, en contraste, hablaban un idioma desconocido, con frases corno "el ser argentino" y "el pensamiento nacional". Según ellos, la necesidad más urgente del país era un presidente auténticamente argentino que pudiera resistir a las influencias externas y captar la voluntad genuina del pueblo más allá de las convenciones electorales burguesas. Por más esfuerzos que hice, no pude entender de qué estaban hablando, cosa que ellos atribuyeron al simple hecho de que yo no era argentino, explicación que también aplicaban a cualquiera que cuestionara sus presupuestos, no sólo a extranjeros. Pero lo que más me impresionó fue su retórica. Mis invitados hablaban lenguas distintas, que se remitían a ficciones orientadoras radicalmente diferentes. El consenso, o siquiera una apreciación del punto de vista ajeno, era imposible. Desde esa primera visita, he vuelto a la Argentina muchas veces y dedicado gran parte de mi vida profesional a estudiar la historia y la literatura argentinas. [...] sigue asombrándome hasta qué punto la Argentina moderna sigue en diálogo con su pasado, cómo los ecos de debates del siglo XIX siguen resonando en prácticamente toda discusión que tengan los argentinos sobre sí mismos y su país, cómo los fantasmas retóricos de Moreno, Hidalgo, Rivadavia, Sarmiento, Alberdi, Mitre, Andrade y Hernández siguen habitando el país. Estos fantasmas sobreviven quizás porque la Argentina nunca se puso de acuerdo respecto de sus ficciones orientadoras. La Argentina es una casa dividida contra sí misma, y lo ha sido al menos desde que Moreno se enfrentó a Saavedra. [...] En el mejor de los casos, las divisiones argentinas llevan a una impasse letárgica en la que nadie sufre demasiado; en el peor, la rivalidad, sospechas y odios de un grupo por el otro, cada uno con su idea distinta de la historia, la identidad y el destino, llevan a baños de sangre como las guerras civiles del siglo pasado o la "guerra sucia" de fines de la década de 1970. Si bien las crisis recurrentes del país tienen, obviamente, muchas causas y explicaciones, no puedo evitar el sentimiento de que los mitos divergentes de la nacionalidad legados por los hombres que inventaron la Argentina siguen siendo un factor en la búsqueda frustrada de la realización nacional. 



Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...