martes, 12 de octubre de 2021

El 12 de octubre


Hice un remix de dos publicaciones mías de años anteriores, porque creo que la fecha de hoy, amerita su consideración sin anteojeras y sin negación de partes de la realidad que supuso.

Hace poco más de 500 años, Colón llegó a estas tierras, abriendo las puertas para que, quienes vinieron luego, iniciaran la conquista, con la inevitable cuota de guerras, sangre y dominio.

Por la misma época, con diferencia de pocos años, los turcos invadieron Constantinopla, saqueando, matando y violando cuanto encontraron a su paso. 

Como antes habían hecho los romanos, los griegos, los hunos, los mongoles, y tantos y tantos otros. 

La historia de la humanidad consiste en una interminable serie de guerras, genocidios, conquistas y avasallamientos que parece no tener fin.

No obstante, también podemos sacar como conclusión que no todas fueron iguales.

Mil años antes que los romanos de Constantinopla, los romanos de Roma fueron arrasados por los bárbaros. Estos, sin embargo, no pudieron arrasar la cultura y las instituciones romanas, y terminaron por adoptarlas, adecuándolas a sus propias modalidades, costumbres y necesidades. Ello fue así porque el desarrollo de la cultura romana era superior a la de los bárbaros. 

No ocurrió lo mismo con las culturas aborígenes de América, cuyo grado de desarrollo era inferior al europeo y quedaron, por tanto, reducidas casi a la nada, en muchos casos. 

No vemos que los derrotados por los turcos (lo menciono por ser casi contemporáneos con el Descubrimiento de América) anden todavía lamentándose por aquella derrota. Derrota de una civilización muchísimo más antigua que las precolombinas. Antes bien, el mundo en general ve aquellas cuestiones como inevitables.

Por otra parte, a los grandes detractores de la gesta colombina, cabría preguntarles: 

¿Era tan idílica la vida de los pueblos americanos antes de la llegada del genovés?

¿No contó Hernán Cortés con la ayuda imprescindible de los pueblos sometidos por los aztecas para su conquista de México?

Y cuando digo que la cultura aborigen americana era de un desarrollo inferior a la europea lo digo porque, si quienes conocían la brújula, la navegación a vela, la metalurgia del hierro, la escritura, la rueda, la pólvora y la domesticación del caballo hubiesen sido los pueblos originarios de América; ¿quién hubiera conquistado a quién?

Estos pueblos originarios de América me merecen tanto respeto como el que más, pero debemos evaluar los acontecimientos de hace 500 años con una mirada histórica y veremos que aquello fue inevitable. Pasó ya medio milenio; es hora de mirar hacia adelante y construir la cultura posible acorde a las realidades de hoy.

¿Podemos seriamente creer que las espantosas injusticias y desigualdades sociales que vivimos hoy en América Latina son culpa de aquella conquista? Pasaron cinco siglos de aquellos terribles enfrentamientos que conllevó la conquista y las injusticias siguen. Vale la pena repetir palabras de Mario Vargas Llosa en un artículo titulado «Los hispanicidas» (que recomiendo leer completo) donde dice:

«… muchos de los horrores de la Conquista y de la incorporación del Perú a la cultura occidental se siguen perpetuando hasta hoy y los perpetradores tienen no sólo apellidos españoles o europeos, sino también africanos, asiáticos, y a veces indios. No son los conquistadores de hace quinientos años los responsables de que en el Perú de nuestros días haya tanta miseria, tan espantosas desigualdades, tanta discriminación, ignorancia y explotación, sino peruanos vivitos y coleando de todas las razas y colores».

Otra de las estupideces que suelen decirse acerca de la gesta de Colón es que muchos otros antes que él ya habían llegado a América, y en estos comentarios no faltan citas a supuestas o reales incursiones vikingas. Seguramente antes que Colón habían llegado los que dieron en llamarse pueblos originarios, probablemente los vikingos, y tal vez los esquimales (no sé muy bien la cronología). Pero lo que está fuera de toda discusión es que fue la epopeya colombina la que tuvo trascendencia y produjo efectos perdurables. Es claro que Colón descubrió América para el resto del mundo. Tan claro como que recién luego de sus viajes, el resto del mundo tuvo conocimiento de nuestro continente y llegó finalmente a corroborarse la teoría de la "redondez" de la Tierra. Teoría esta que es muy anterior a Colón, pero lo cierto es que el genovés fue el primero que tuvo la convicción así como el poder de persuasión (y los huevos necesarios) para largarse a demostrar con hechos, lo que otros afirmaban en los papeles. Esos son los grandes méritos de Colón.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Las conquistas sociales.

No hay conquista social que pueda sostenerse sin prosperidad económica. 

Toda conquista, beneficio, subsidio o derecho que se otorgue a un sector, es a expensas del resto de la población. Mientras más subsidios se otorguen, más pesada es la carga para el resto de los contribuyentes, lo que obliga a que más personas abandonen su situación de "aportantes" para pasar al sector de "beneficiados". esto lleva inevitablemente a más pobreza y exclusión, cuando los recursos no alcanzan.

La distribución del ingreso 

Debemos tener en claro que cualquier distribución de bienes o servicios que se pretenda, es posterior a la creación de ese bien o servicio; nadie puede distribuir, a título gratuito u oneroso, algo que no fue creado aún.

Luego, es de buen criterio que se debería dar fomento a las condiciones para que se cree la mayor cantidad de bienes en la sociedad. Si todo es escaso, por muy buena distribución que se haga,  solo habrá escasez para repartir.

Y es el afán de lucro privado lo que genera la riqueza, no solo del empresario o el innovador sino también de sus trabajadores, proveedores y clientes. 

En síntesis, no hay conquista social genuina que pueda sustentarse sin prosperidad económica. Sin este requisito cualquier beneficio que se logre, será para un sector a expensas de otro o de una crisis futura.

Hay que proteger la industria nacional

Supongamos que Alemania o cualquier país superdesarrollado, fabrica camisas de gran calidad y las vende a 20 euros la unidad. Pero, imprevistamente ingresan al mercado unas camisas coreanas (del Sur) a 10 euros y la calidad no es inferior; incluso tienen algún detalle que las hace más deseables. 

Los consumidores festejan de alegría, pero los industriales y el Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria Camiseril Alemana (SOEICA), ponen el grito en el cielo clamando por protección arancelaria para que no queden 300 (o 500 o 1000) familias sin trabajo. «¡No podemos competir porque los coreanos tienen trabajo esclavo y nosotros tenemos que defender nuestras conquistas sociales!». Esta frase suena más argenta que teutona, pero es solo un divague.

Aquí se abren dos caminos:

1) El gobierno es progre (populista, dirán los liberales de la derecha recalcitrante) e inmediatamente pone un arancel del 100% a las camisas importadas. Los sindicalistas y los industriales aplauden y los consumidores, en general no están muy contentos que digamos, porque ahora tienen 10 euros menos para gastar en ir al cine o comprarse un kilo de asado los domingos (o salchichas, ya que son alemanes) o en cualquier otra cosa que, tal vez, provendría de una industria local más eficiente. Con el tiempo, otros sindicatos quisieron igualar estas “conquistas” y todo se encareció, quedando bien posicionados los que estaban amparados, mafiosamente, por sindicatos con poder de fuego y siempre a expensas de desocupados, jubilados, etc.   

2) El gobierno es liberal (de derecha endemoniada, dirán los progres) y no accede a tal cosa, diciendo: «Tengan en cuenta que los coreanos pagan los sueldos que su economía permite pagar. Si Uds. pretenden seguir cobrando los salarios de que disfrutan actualmente, aumenten la productividad de su trabajo o bien dedíquense a aparatología médica, a la industria farmacéutica o a la robótica; si van a seguir haciendo camisas, ganen lo mismo que los coreanos y compitan con ellos».

Los alemanes se dedicaron a otras cosas y con eso van tirando, aunque hay quien diga que tienen más pobres que nosotros…

Los coreanos, con el tiempo, comenzaron a ganar mejores sueldos y sus camisas no se encarecieron gracias a una mayor capitalización que permitió aumentar la eficiencia de su trabajo. A pesar de ello, llegaron los vietnamitas con camisas a menor precio y... Entonces, los coreanos se pusieron a fabricar teléfonos celulares y con eso van tirando. Y la rueda de la historia nos demostró quién tenía razón en este problema.

Como decía un autor que leí hace un tiempo. «Una medida económica, para ser considerada positiva, debe sostenerse en el tiempo y debe ser buena para el conjunto de la sociedad y no para un sector». [ "La economía en una lección" de Henry Hazlitt]. Traducido sería: dejen de hacer camisas y dedíquense a otra cosa o bien ganen lo que ganan los vietnamitas y compitan con ellos.

El salario mínimo y los precios máximos

Con sanísimas intenciones, una y otra vez se recurre a estos artificios por los que se obliga a vender por debajo de lo que uno quisiera y a contratar por encima de tal pretensión. En el caso de los precios máximos, su reiterado fracaso no desalienta a los poseedores de aquellas sanas intenciones que antes mencionábamos. Nadie se pregunta de dónde surge el derecho a obligar al dueño de una mercadería a venderla por un precio que no lo satisface. Lo que invariablemente se consigue es el desabastecimiento o la baja de la calidad del producto. Se trata siempre de administrar febrífugos en lugar de atacar las causas. Lo que ocurre es que las causas son provocadas, invariablemente, por quien luego quiere bajar la fiebre. Hay algunos ejemplos para demostrar este terrible error; sirve para ello la Alemania de la inmediata posguerra, donde la miseria generalizada persuadió a los interventores aliados a fijar precios máximos. Ni bien pudieron las autoridades alemanas tomar el control y liberaron los precios, se acabó con el mercado negro, el desabastecimiento y ¡los precios bajaron!

Algo parecido podemos decir del salario mínimo. Todos quisiéramos que cualquier salario alcanzara para que el que lo recibe pueda vivir dignamente. Pero el valor del salario, no se puede establecer por decreto. Lo que se consigue con ello, es que, quienes se quedan sin empleo, son los menos calificados, que aceptarían trabajar por algo menos que el mínimo establecido. Y, el potencial empleador no contrata a alguien para tareas de baja calificación, si tiene que pagar por encima de ese mínimo arbitrario.  

Hace poco leí una comparación muy lograda: "El salario mínimo se asemeja a una ciudadela sitiada. En su interior, los que trabajan y que no esperan compartir nada, han construido en torno de la ciudadela una muralla lo más alta posible: se llama salario mínimo". [tomado de "La solución liberal" de Guy Sorman]. Demás está decir que los custodios de dicha muralla, son los sindicalistas.

Y colorín colorado, seguimos aplicando recetas que han fracasado una y otra vez y no aplicamos las que sí han demostrado ser exitosas.

miércoles, 11 de agosto de 2021

¿Qué pasa en el mundo y qué nos pasa a nosotros?

En una discusión con un amigo, yo opinaba que el modelo político y económico de Chile, era muy superior al nuestro. A este planteo, él me retrucó que, habiendo estado en Chile, pudo apreciar que hay una miseria espantosa, muy superior a la nuestra…

Eso me recuerda las opiniones de quienes vuelven de una visita a Cuba que, no casualmente, concuerdan con la posición política previa; los amantes del progresismo de izquierdas, cuando no de la izquierda más radicalizada, no paran de cantar alabanzas a lo que allá vieron. Por su parte, quienes son más amigos de las democracias liberales, nos cuentan las privaciones sin cuento que en la caribeña isla se padecen. 

La discusión con mi amigo a que hago referencia ocurrió allá por 2015 o 16. Lo aclaro para que no se piense que dejo fuera al gobierno de Macri en un intento de protegerlo. No es así, incluso creo que durante ese mandato, no se cambió en lo sustancial, esta forma de hacer política económica.

Decidí entonces recurrir a datos concretos. Hice una comparación de la evolución del PBI y del PBI/h de varios países de Sudamérica, para ver cómo hemos hecho las cosas en las últimas décadas. La comparación está hecha con datos del FMI y de Naciones Unidas, desde 1980 para acá, para no ir tan lejos. 

Es importante tener en cuenta que esos 36 años son más que suficientes para que un país pueda mostrar una tendencia y, si fuera el caso, salir de una profunda crisis para elevarse a niveles de primer mundo. Digo esto porque, tanto Alemania como Japón, después de la devastación sufrida en la Segunda Guerra Mundial, al cabo de un período similar, ya eran nuevamente potencias en lo económico y habían sacado a la casi totalidad de sus habitantes de la pobreza a que habían llegado al final del conflicto. Ni hablar del espectacular progreso de Corea del Sur que de ser, hace algo más de 50 años, una economía agrícola con una población muy pobre, llegaron a ser lo que hoy son.

Algunos datos. El PBI de Argentina creció de 1980 a 2015 un 175%. Muy modesto  si lo comparamos con Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay. Uruguay, que es quien tuvo el crecimiento más  leve de los mencionados, creció un 474%. Siguen, en orden ascendente, Colombia con 541%, Chile y Perú con algo más de 880% y Brasil con un sorprendente ¡1008%! (a pesar de la fortísima caída del 31% en el último quinquenio).

Si analizamos el PBI/h, que es un dato que nos acerca más a la calidad de vida de los habitantes, también tenemos sorpresas: en 1980, Argentina lideraba con holgura el lote de estos países con U$S 8.800, cuando Uruguay, el segundo, alcanzaba un humilde U$S 3.800.

En 1990, seguíamos liderando el grupo (a pesar del importante retroceso sufrido llegamos a ese año con U$S 5.122), pero ya no tan holgadamente porque Uruguay, que mantenía el 2º puesto, mostraba un retroceso muy leve y llegaba con U$S 3.328. Brasil, por su parte, fue el que mostró un progreso más importante pasando de U$S 1.257 a U$S 3.180 (253% de incremento).

Durante los 90, Argentina no hizo tantos papelones; si bien no mostró el mayor incremento en este rubro (aumentó un 178% contra un 213% de Uruguay), le alcanzó, sin embargo, para seguir liderando el grupo con U$S 9.126, quedando el 2º puesto otra vez para Uruguay, pero ya más cerca con U$S 7.091.   

En 2010, ya fuimos relegados ¡al cuarto puesto! detrás de Chile, Uruguay y Brasil, en ese orden. Para 2015, recuperamos el tercer puesto merced al brutal retroceso de Brasil. 

Todo ello me lleva a pensar que estamos haciendo las cosas francamente mal. Tengo la sensación de que nos pasamos la vida pensando que la culpa la tiene este o aquel gobierno. Que si no fuese por tal o cual desdichado político de hoy o de hace 70 años, estaríamos mucho mejor. Que el origen de todos los males radica en la política llevada a cabo por los militares, por los civiles, por los de la derecha o por los de la izquierda. Que la culpa es del imperialismo o de los términos del intercambio.

Si echamos una mirada al mundo, veremos que algunos países han progresado genuina y sostenidamente. Por suerte, en este lote de países prósperos, no se encuentran solamente los llamados países centrales, con su fama de imperialistas y de haber conseguido su bonanza a expensas del resto del mundo. Por el contrario, hay numerosos países que nada tienen de ello y han prosperado. Solo para mencionar algunos: Nueva Zelanda, Corea del Sur, Singapur, Irlanda, Canadá, Australia. Y más cercanos a nosotros, vemos que Chile, Brasil, Uruguay y Perú (y probablemente haya más ejemplos), han tenido mejor desempeño que nosotros. En muchos aspectos, todavía podemos pensar que estamos mejor que ellos y es cierto. Pero si analizamos los puntos de partida, veremos que no tenemos mucho para enorgullecernos.

Esos países existen en el mismo mundo con las mismas reglas internacionales y conviven con los mismos imperialismos que nosotros. Cuesta creer que seamos tan especiales que los imperios se dedican impedirnos crecer y desarrollarnos solamente a los argentinos. 

Podríamos entonces imitar a aquellos países en algunas políticas.


Datos de la realidad:

Se discute largamente si es preferible el modelo socialista, marxista o estatista al modelo capitalista, liberal o de mercado. Más que la discusión teórica sería bueno comparar el desempeño de los países que tomaron uno u otro camino y veremos que la realidad (que es la única verdad, según dijo alguien a quien suele citarse como fuente de toda sabiduría) nos muestra claramente cuál es el mejor camino a seguir. Como dijo una estadista de primer orden: «El peor enemigo del comunismo no es el capitalismo; es la realidad».

No soy experto en economía, nadie lo duda, pero me aventuro a incursionar en algunos temitas que carcomen mi menguado caletre.

Creo que algunos conceptos de la teoría económica, son contraintuitivos. Hemos oído hasta el cansancio que “hay que proteger nuestra industria” y, para ello, se toman una serie de medidas en ese sentido, como ser la protección arancelaria para las importaciones, las políticas de “compre argentino”, cuando no el cierre liso y llano de las importaciones.

A primera vista, hacer todo lo contrario va contra lo que parece evidente; si abrimos las importaciones, parece inevitable que nuestra industria no podrá competir y finalmente sucumbirá, con lo que quedará mucha gente sin trabajo.

Hasta allí la cantinela que hemos oído hasta el hartazgo y que va a favor de lo que parece tan evidente…

Pero ¿nos hemos puesto a pensar cómo hicieron otros países para tener industrias que sí pueden competir y con éxito? La primera respuesta es que ellos primero se industrializaron y luego abrieron sus economías a la competencia internacional. Bien, eso podría ser cierto para los países que primero llegaron a ese estatus, pero no es aplicable a países como Corea del Sur, que hace poco más de medio siglo tenía una economía agrícola de subsistencia y hoy exhibe un poderío industrial que compite en todo el mundo. Y no es un país imperialista. También tenemos los ejemplos de Australia, Canadá o Nueva Zelanda, que no solo no fueron imperialistas sino que sí fueron colonias y hoy exhiben un estándar de vida envidiable.

Entonces, una vez más conviene recurrir a datos fríos de la realidad: Si analizamos las economías más libres y abiertas del planeta, vemos que los países más ricos y con menos desigualdades sociales son aquellos que tienen las economías más abiertas del planeta. La correspondencia entre estos distintos datos, nos lleva a pensar que, necesariamente hay una relación causa/efecto. ¿O debo dejar el tintillo?



viernes, 16 de julio de 2021

Situaciones inesperadas

                            

Relato por Marta Tomihisa

Fue en diciembre del año 2001, con la algarabía propia del final de año, cuando acudí a la oficina de personal para firmar mi acceso a las consabidas vacaciones…

Fue ahí precisamente, cuando la jefa de personal con total desparpajo, me informó que a partir de ese momento ya no pertenecía al staff municipal, en donde me había desempeñado por tantos años…

Sin mediar notificación previa y con la poca consideración, que solo se puede experimentar en la administración pública, ¡¡¡me habían jubilado!!! 

Después de sobreponerme, ante el drástico cambio que resultaría esta situación para mi vida, firmé sin más trámites la notificación de esa abrupta medida…

Recuerdo que junto a mí había otra empleada, compañera del mismo municipio, quien se puso a llorar con desconsuelo. Realmente era todo tan inesperado, que ni siquiera supe qué decir…

Soy sincera al reconocer que esto no me provocaba ninguna tristeza, yo anhelaba huir de ese sitio, visto que mi actividad como empleada administrativa era tan menospreciado en esos últimos años. Yo cumplía mis tareas en una delegación fuera del edificio central, en una oficina de un sitio alejado y olvidado en cuanto a recursos.

En ese espacio, la única mujer era yo, los hombres que me acompañaban (incluyendo el jefe) leían el diario, hablaban de fútbol y tenían un total desapego por la actividad administrativa.

Por lo antedicho, no me molestaba en absoluto quedar fuera del campo laboral, aunque ni siquiera había cumplido mis sesenta años, por lo que siendo un ser pensante con mis neuronas activas, no objeté la medida y me dispuse a disfrutar mi vida…    

Primero consideré el hecho, envidiable y anhelado, de levantarme a la hora que se me diera la gana, visto que ya había madrugado durante más de treinta años.

Sin embargo, luego de unos meses de merecido relax, comencé a sentir que el tiempo se volvía interminable. En casa, no quedaba nadie para hacerme compañía, mis hijos en la escuela y mi marido en su oficina…

Comprendí que sin ninguna duda, debía encarar alguna actividad para dinamizar mis días. 

Como ya sabrán que amo la literatura, encaré mis planes buscando un espacio literario que me guiara en la redacción de historias reales o ficticias…

El primer taller literario al que acudí funcionaba en la biblioteca de mi barrio.

Un profesor de cuyo nombre olvidé (¡por suerte!) dictaba ese curso, para guiarnos en la redacción de relatos. Acudí con puntualidad, observando que este sujeto tenía solamente otros dos alumnos: un hombre adulto y una chica adolescente.

Nos saludamos y luego de presentarnos, el profesor se puso a leer un cuento de Dalmiro Sáenz, muy interesante. Después hicimos algunos ejercicios, buscando adjetivos a ciertas acciones que él mencionaba y así pasó la tarde. Como actividad para realizar en casa, nos indicó que debíamos escribir un relato sobre un suceso histórico que nos hubiera interesado indicando, además, nuestra opinión al respecto. Me entusiasmó mucho el desafío de hallar en la historia, un hecho interesante y me dispuse a cumplir con la tarea.

Fue ahí donde comenzó la inesperada situación, que aún hoy me cuesta entender… 

Hallé una anécdota muy particular, de la vida personal de un respetable prócer, por lo que me centré en ese contexto histórico intentando demostrar que, aún desde lo cotidiano, había sido capaz de bregar por un futuro institucional digno…

Con mucho entusiasmo, comencé a leer lo que había redactado, hasta que de forma abrupta el profesor me interrumpió… Acaloradamente, me expresó su desagrado al “impertinente” hecho de incursionar en un suceso de la vida privada del prócer, en ese momento memorable…

Fue tal su reacción de fastidio, que no pude más que sentirme preocupada por lo que mi relato le había provocado. A partir de ese momento el profesor, sin disimular su encono, me calificó como una desubicada que intentaba opacar hechos históricos, hurgando en las acciones privadas de sus protagonistas. Lo que para mí solo había contribuido a enriquecerlos, al ofrecer un punto de vista desde un ángulo más humano… 

Por supuesto, mi paso por ese taller fue muy breve, pues el profesor se empeñaba en marginar mis escritos y nunca me permitía leerlos…

Me retiré de ese espacio, lamentando bastante el suceso, aunque por suerte pronto hallé otro lugar, en un sitio cultural municipal, al que acudí dejando atrás tan negativa experiencia.

En este caso, quien dictaba la clase era una profesora de lengua, interesante y dinámica, quien proponía consignas muy originales que provocaban un verdadero desafío para la imaginación. Allí tenía varios compañeros, aunque lentamente se fueron yendo algunos y quedamos solo cuatro, dos adolescentes y un adulto como yo. Ese hombre era muy serio, con gruesos anteojos y poco sociable, en cambio los adolescentes se comunicaban entre ellos, riendo y muchas veces demostrando su aburrimiento ante un tema puntual…

Estas clases se dictaban al atardecer, así que al salir había sombras sobre la calle, por lo que solía apurarme para llegar a la parada del colectivo, pues mis hijos ya estarían en casa.

Mi marido trabajaba hasta más tarde.

Cierta vez, mientras caminaba con bastante apuro, oí que alguien me chiflaba y resultó ser el adolescente (Gabriel era su nombre) quien al parecer (aunque no lo había notado) hacía el mismo recorrido que yo para retornar a su casa. Hablamos de trivialidades, le pregunté su opinión sobre el taller, él me contó que le resultaba ameno porque también le divertía escribir y concurría a estas clases esperando mejorar su redacción. Fue agradable descubrir que una persona tan joven quisiera expresar su visión fresca incursionando en el intrincado espacio de las letras…

Nos hicimos amigos, siempre volvíamos juntos, además él me había pedido mi dirección virtual, para enviarme ciertos escritos que imaginaba me gustarían…

Así fue que a partir de ese día, mi e-mail se colmó de poesías, melosas y radiantes de pasión. Como quise ser amable califiqué su redacción con un buen puntaje, ya que no deseaba coartar la inspiración del adolescente. Entiendo que mi decisión no fue acertada, pues no tardé en arrepentirme de mi especial consideración hacia él, porque sin duda la malinterpretó…

Además, ya había cometido el inexplicable error de darle mi número de teléfono alentando un acercamiento que se resumía en múltiples llamadas, a cualquier hora del día y también de la noche… Debo reconocer que su perseverancia y entusiasmo me conmovían, pero a pesar de todo comprendí que este acoso al que me sometía llamándome con tanta frecuencia, se había vuelto demasiado fastidioso. Decidí, entonces, poner punto final a esta situación…

Me armé de coraje y una tarde, mientras compartíamos el camino de regreso a nuestros domicilios luego de asistir al taller, le pedí con el mejor tono posible que dejara de llamarme a mi domicilio…Un silencio profundo fue su respuesta, hasta que balbuceó ciertas incoherencias respecto a sus sentimientos hacia mí…

Caí en la cuenta de que este adolescente, que tenía la edad de mi hijo, se había sentido atraído por mí y colapsé ante semejante sorpresa. Intenté explicarle que ese sentimiento que creía sentir, no era otra cosa más que interés hacia mi performance como escritora… 

Comprendiendo que no sería fácil alejarlo de mi vida, decidí abandonar ese taller, poniendo punto final a una situación tan inesperada que todavía me es difícil comprender…


Años después, caminando por la plaza de mi ciudad en la cual se había instalado una gran feria, tuve un fugaz reencuentro con él… 

Venía de la mano de una adolescente, riendo y compartiendo el paseo, lo que me provocó un tierno sentimiento de alivio al verlo tan animado…

Nos saludamos, me presentó a su “novia” y me contó que ahora escribía historietas, que le había sido realmente muy útil lo experimentado en el taller que compartimos y que, además, me agradecía lo mucho que había aprendido de mí…

Le respondí que verlo feliz y en tan buena compañía, me había dado una gran alegría...

Los años han transcurrido, pero jamás olvidaré estas situaciones por las que la vida me ha llevado, superando obstáculos para arribar a este presente en paz, con la esperanza de haber dado siempre lo mejor desde mi corazón…

sábado, 10 de julio de 2021

Una pizca de sal

Relato por Marta Tomihisa


El atardecer irrumpía rojizo y calmo en este día de otoño… 

Estaba a punto de hacer la cena cuando comprobó que no tenía sal, lo que era imprescindible para la preparación de la comida.

No tuvo más remedio que salir a comprarla. Se puso la campera, pues una brisa helada soplaba y había bajado bastante la temperatura…

Ya en la calle apuró el paso, se dirigió hacia el almacén más cercano a su domicilio. Descubrió con fastidio que ya estaba cerrado, por lo que se encaminó al supermercado, que había a cuatro cuadras de allí.

Entró bastante apurada, pues no tenía ganas de deambular por los pasillos, eligiendo otra cosa que le hiciera falta. Fue directo al grano, a buscar tan solo lo que necesitaba. Estaba parada entre las góndolas, cuando se distrajo por un instante observando los condimentos.

De pronto ocurrió algo tan extraño, que la dejó sorprendida…

Un hombre de mediana estatura, un tanto obeso y de pelo canoso, se ubicó a su lado e ignorándola extendió su mano lo más alto que pudo. Escondió entre los productos, algo que ella no alcanzó a ver…

Luego de hacerlo se dirigió hacia el fondo del local, sin mirarla siquiera. Mientras estaba ensimismada en sus pensamientos, una mujer que avanzaba apurada se la llevó por delante. Tenía una expresión de susto, balbuceaba algo que ella no pudo entender.

Tomó lo que había venido a comprar y cuando se dirigía hacia la caja, casi choca con el chico del supermercado que le advirtió con una actitud temerosa: “Están en la caja…”

¿Quiénes estaban en la caja…? ¿Qué estaba pasando…?

Trató de mirar entre los stands de productos apilados prolijamente y entonces, desde un ángulo, divisó a un hombre armado con una especie de escopeta o algo parecido, que le apuntaba a una de las cajeras…

Después vio a otro en la entrada, mirando hacia la calle, mientras el tercero deambulaba por el pasillo, junto a las puertas de entrada.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, retrocedió sobre sus pasos y se escabulló hacia atrás, hacia donde se había ido el hombre gordo.

Desde una puertita, detrás de un mostrador, alguien le hizo señas y sin pensarlo demasiado se metió por ella. Había varias personas en este lugar, que era una especie de alacena gigante donde había productos en cajas apiladas por doquier. Hacía mucho frío allí, además estaba en penumbras.

Alcanzó a ver al hombre obeso y a la mujer que la había atropellado, todos se habían refugiado en este sitio, pues el supermercado estaba siendo asaltado. Realmente, no podía ser más inoportuna su compra…

Alguien dijo, casi en un murmullo: ”Ya llamaron a la policía…”

De pronto, atropelladamente, entró un chico del supermercado exclamando eufórico: “Viene la cana…!”

El corazón le palpitaba con fuerza, sus piernas temblaban…

Se oyeron corridas y gritos que provenían del salón de ventas, contuvo la respiración. Inesperadamente alguien entró, un muchacho con un pasamontañas cubriendo el rostro, tambaleante y con el brazo ensangrentado…

Se sentó en el suelo, los miró con rabia y dijo:

“Al que se mueva lo bajo!...” 

Todos permanecieron quietos, asustados y en silencio…

Sin embargo, el muchacho no estaba armado y en un gesto de fastidio se quitó el gorro exhibiendo su cara asustada. Intentó sacarse la campera, pero se inclinó hacia adelante en un gesto de dolor…

En cuestión de segundos un policía abrió la puerta y gritó, abalanzándose con violencia sobre el chico:

“Salgan todos…!”

En ese desorden, unos a otros se empujaban para poder salir rápido…

Todo el grupo enfiló hacia la salida, llena de policías, gente y bullicio…

El hombre canoso estiró su mano al pasar por una góndola, sacó la billetera que había escondido allí y con un gesto de alivio exclamó:

” Acabo de cobrar el sueldo, lo salvé de milagro!”

Cuando ya estaban en la vereda, se separaron sin siquiera despedirse…


Aceleró el andar, las sombras de la noche ya habían oscurecido el cielo. 

Cuando llegó a su casa, su marido con gesto de fastidio le preguntó:

“¿Dónde te metiste?” “Los chicos se fueron al cine…”

Entonces, se dio cuenta de que en sus manos todavía tenía el paquete de sal y que ni siquiera lo había pagado…

Respondió con alivio: “Fui a buscar sal…”


  

martes, 29 de junio de 2021

Romeo y Julieta

Relato de no ficción por Marta Tomihisa

Soy hija de un inmigrante japonés y de una descendiente de genoveses, que se enamoraron en suelo argentino y tuvieron que fugarse para poder vivir su romance…

En la tercera década del siglo XX hubo una gran ola migratoria, a raíz de las tremendas guerras que azotaban Europa y oriente, que impulsó a miles de seres humanos a deambular por el mundo como parias de la sociedad.

Mis padres provenían de distintos espacios raciales, ella era una joven de piel blanca de padres genoveses, mi papá era un japonés con todas las letras…

Nunca se dieron por vencidos, pues mi abuelo materno jamás  aceptó a quien no profesaba la religión católica y tuvieron que huir para poder vivir juntos… Compartiendo la pobreza y todas las vicisitudes, que implican trasladarse a otras ciudades, para formar una gran familia.

Aunque siempre nos guiaron por un camino de convivencia y respeto, hacia la tierra que nos albergaba con tanta generosidad.

Por supuesto, que debido a la mezcla de razas que llevo en mis genes, mi aspecto físico es muy particular…

En los años ’70 yo era una empleada del municipio de San Fernando, aplicada y atenta, que cumplía con una rutina laboral en la que no había demasiado tiempo para la diversión. Cada moneda de mi sueldo ingresaba a mi hogar, para los gastos de mi numerosa familia.

En mis escasas horas libres descansaba o leía, que es una costumbre que aún conservo…

Cierto día fui invitada por un compañero de trabajo, a participar de un curso de teatro que él dictaba (¡aunque era veterinario!). Por supuesto me negué, ya que no podía distraer ni una moneda de mi sueldo pues los gastos de mi casa vaciaban mis bolsillos.

Pero él insistió con verdadero entusiasmo, ¡¡¡ofreciéndome hacerlo gratis!!! Como no esperaba semejante invitación, no pude negarme y allí fui, luego de salir de la oficina.

Recuerdo que llegué tarde a la primera clase y me acomodé entre personas desconocidas, deseando disfrutar de una actividad tan particular.


La primera semana leímos Romeo y Julieta, de mi admirado Shakespeare…

Expresé mi fascinación por estos personajes y solo tuve un cambio de palabras con un asistente al curso que calificó a esos enamorados de paranoicos, lo cual me fastidió bastante ya que para mí eran el símbolo de la fuerza poderosa del amor. Casi al finalizar el año, el profesor me propuso realizar una improvisación junto al alumno con el cual había tenido esa controversia…

Debíamos protagonizar la escena de una pareja, a punto de romper su relación. Ensayábamos fuera de horario de clase y nos fuimos conociendo, cada uno con sus rutinas, con sus realidades absolutamente diferentes…

Charlie era un chico de clase media, de tez blanca y pecosa, ojos claros y cabello enrulado, universitario que residía en su casa propia en el bajo de Martínez y viajaba en su auto.

Yo solo era una chica mestiza que vivía en una casa alquilada, en un barrio inundable de San Fernando…

Pero una tarde me invitó al cine e inesperadamente, nos enamoramos…

Nuestras familias colapsaron, ante un idilio tan imprevisto y a pesar de los augurios, un año después nos casamos…

De pronto me vi integrada a una familia, de ojos claros y piel blanca, de otro nivel social a la que me adapté con verdadero entusiasmo.   

Charlie también puso su corazón, aceptando de inmediato a seres multirraciales que de mi mano había heredado, ganándose el afecto de todos mis parientes.

Hasta aprendió a degustar sin temor, los diferentes sabores de la cocina japonesa que todavía era desconocida fuera de sus fronteras.

Así fue que no nos separamos jamás, luego de cuarenta y nueve años de convivencia, de logros y vicisitudes, de alegrías y penas, somos además padres de dos hijos extraordinarios que iluminan nuestras vidas…

Y eso fue todo, aquí estamos contando nuestra singular historia…

Somos protagonistas temerarios de un incomparable romance, semejante al que unía a Romeo y Julieta, pero sin ninguna duda, con un bello final…




viernes, 4 de junio de 2021

Siempre es bueno leer

El poco excepcional modelo escandinavo. De Nima Sanandaji 

Interesante ensayo que desmitifica el delirio –con que las izquierdas progres se babosean– de que el modelo socialista funciona bien y dan como ejemplo a los países escandinavos. El ensayo es algo reiterativo, lo que le quita cierto atractivo, pero muestra en forma contundente que el esquema del Estado de bienestar, los impuestos altos y el “Estado presente” no son las causas del desarrollo económico y humano de estos países. No solo no son las causas, sino que han provocado un virtual estancamiento y decadencia cuando se aplicó a partir de la segunda mitad del siglo XX. Ellos fueron prósperos antes de aplicar estas políticas y su crecimiento notable se estancó especialmente desde que comenzaron a implementarlas en las décadas de los 70 hasta los 90, para luego de retroceder en esta forma de manejar la economía y recuperar la buena senda. No solo los subsidios y altos impuestos estancan la economía, con la consecuencia de aumento de la pobreza, sino que desincentivan el espíritu emprendedor y la cultura del trabajo. Fueron prósperos con políticas liberales, y también fueron de las sociedades más igualitarias de su época.

Cito, por la contundencia de sus argumentos, partes del prólogo de Mauricio Rojas, Profesor Asociado de Historia Económica de la Universidad de Lund (Suecia) y Senior Fellow de la Fundación para el Progreso (FPP).

Los países nórdicos se han transformado en la última gran utopía socialista. No los países reales, sino un mito construido a partir de la distancia y la ignorancia. Se trataría de sociedades donde un gran Estado ha creado una asombrosa combinación de prosperidad económica, paz social, igualdad y democracia. [...] Ese es el sueño de un socialismo que se declara moderado, amable y democrático, a diferencia de aquellas variantes radicales y totalitarias propugnadas por el movimiento comunista y hechas realidad en lo que fue el bloque soviético o la China de Mao. [...]

El periodo comparativamente más exitoso en la vida económica de esos países se registra a partir de los tres decenios finales del siglo XIX y llega hasta mediados del siglo XX, es decir, cuando los Estados nórdicos eran muy pequeños en términos tanto absolutos como relativos. [...] es justamente durante este período caracterizado por un Estado limitado cuando los países escandinavos ocupan una posición muy destacada en cuanto al crecimiento de su ingreso per capita, con Suecia ocupando el primer lugar entre todas las naciones avanzadas. [...] 

Todo este relato histórico es lo que se callan o ignoran los proponentes de la utopía estatista nórdica. [...] Por doquier se ha difundido ese mito del exitoso socialismo nórdico que debe ser desmontado para que otros pueblos no se dejen conducir por un camino que, como ocurrió en los propios países nórdicos, debilita las fuentes del verdadero progreso. 

Y ya, en la obra en sí, el autor nos dice que:

El período que comenzó en la década de 1960 se caracterizó por la popularización de ideas socialistas radicales. [...] La supresión de los elementos básicos del sistema de mercado demostró ser un colosal fracaso en términos de la promoción del desarrollo económico sostenible. […[ El alto nivel de vida era resultado de las anteriores políticas. Suecia no era una abeja que podía escaparle a los ruinosos efectos de la planificación socialista. 

La ilusión por el Estado de bienestar:

A menudo resulta misterioso para el observador externo el motivo por el cual los votantes nórdicos han elegido repetidamente gobiernos que han aumentado los impuestos. La respuesta obvia es que el votante apoya ideológicamente las políticas del estado de bienestar. Sin embargo, existe otro motivo: el público en general no estuvo completamente al tanto del precio en términos de mayores impuestos, que tendrían que pagar por la  expansión del sector público. Los políticos han creado una "ilusión fiscal" que resultó en mayores niveles de presión tributaria de los que la población habría aceptado  si esto hubiese sido advertido de manera transparente. 

Sin embargo, semejante contundencia nunca será suficiente para convencer a quienes no desean hacerlo. Parece que la fidelidad a una idea, va más allá de la veracidad de la misma. 

Historias de piratas. De Alex olivier Oexmelin 

No se trata, esta vez, de una novela o cuentos con una idealización de los piratas, en las que se habla del romanticismo de su accionar y de las bellas damas a las que rescatan. Nada de eso ocurre en esta narración. Se trata, más bien, de la crónica de las expediciones piratas que se narran en el diario de viajes de uno de sus tripulantes. Es el propio cirujano de a bordo, pirata él también, del temible pirata Morgan. Ninguna piedad para con sus víctimas, ya sea en alta mar como en tierra firme. Lo que no les servía, lo destruían o incendiaban. Solo conservaban con vida a aquellos por quienes podían pedir un rescate, los que podían servir para vender como esclavos o las mujeres con las que, luego de ser salvajemente violadas, las podían vender como prostitutas. Tampoco dudaban en torturar salvajemente a quienes suponían que podían tener algún tesoro escondido a salvo de su voraz rapiña. Toda la narración transcurre en el siglo XVII. 

El clan del oso cavernario. De Jean Auel 

Notable novela de la prehistoria, con su cuota de suspenso e interés permanente por el desarrollo de la acción. Con notable maestría, la autora nos ubica en el ambiente de le Edad de Piedra y en la vida cotidiana de un clan de neandertales. Por más que de muchas costumbres y ritos de este notable pueblo solo hayan indicios, pueden solo ser imaginados por la autora merced a su indudable conocimiento de las ciencias arqueológicas; sin embargo, sus recreaciones no dejan en ningún momento de ser convincentes. La segunda lectura me entusiasmó algo menos que la primera, tal vez por la falta de una cuota de suspenso por saber anticipadamente el final. Es la primera parte de una saga que se continúa con varios libros más. Habiéndolos leído a todos, creo que los dos últimos son prescindibles.   

El valle de los caballos. De Jean Auel 

En esta segunda entrega de la saga, la autora nos cuenta acerca de los más modernos Cromagnón en sus campamentos, sus costumbres y creencias así como de sus notables actividades cinegéticas. Es notable aquí (y en la anterior entrega) su conocimiento de la paleobotánica, de la paleozoología así como de la mineralogía y procesos climáticos de eras pasadas. También aquí hay suspenso y una acción novelesca notable. Tal vez algo excesiva la descripción de los procesos de fabricación de instrumentos, y de los ritos. Estas falencias no son suficientes para descalificar la obra.

Los puentes de Madison. De Robert Waller 

Lo que podría tomarse por una novelita rosa, no lo es. Aún si no se tratara de una historia real, al estar tan bien contada, no puede uno menos que emocionarse por ese amor tan intenso que resistió el tiempo y la distancia. Por increíble que parezca, se trata de la adecuación a la ficción de un hecho verídico. Tan novelesca es la historia que, los hijos de Francesca no dudaron en dar a conocer sus cuadernos de memorias, aún a riesgo de alguna mala interpretación de la moral de su madre. 

Fabricantes de miseria. De Mendoza, Montaner y Vargas Llosa 

Escrito hace ya más dos décadas, los autores diagnostican y analizan a los principales responsables de la miseria en nuestro medio. Se focalizan en América Latina, pero también hacen referencia a otros países, particularmente España. Entienden que son los políticos, los curas, los militares y los sindicatos los principales responsables de nuestra crónica miseria al adoptar comportamientos corporativos mafiosos o ideológicos trasnochados que, sistemáticamente han fracasado allí donde se intentaron, en contraposición con las prácticas triunfantes aplicadas por países exitosos.

¿De qué se trata?

«Trata de las órdenes religiosas que, encomendándose a Dios, pero con resultados diabólicos, difunden nocivos disparates desde los púlpitos y los planteles educativos, […]  de las universidades en las que estos errores se incuban y difunden con una pasmosa indiferencia ante la realidad, [...] …de los empresarios que no buscan su prosperidad en la imaginación, el trabajo intenso y en los riesgos del mercado, sin no en los “enchufes”, la coima y el privilegio tarifado,  [...] … de los sindicatos que, enfrascados en una permanente batalla campal contra las empresas, acaban por yugular la creación de empleo, impiden la formación de capital o lo ahuyentan hacia otras latitudes, [...] …de los políticos, los militares, etc.».

Hablando de Guevara:

La aureola que rodea su nombre, sin embargo, empieza a ser pulverizada fríamente por sus biógrafos más objetivos. 

Pierre Kalfon, Jorge Castañeda o Jon Anderson, nos revelan, es cierto, a un hombre inteligente y valeroso, pero también duro y por momentos inhumano en su afán de poner desaforadamente su voluntad al servicio de utopías sangrientas inspiradas en el catecismo marxista leninista. Fervoroso admirador de Stalin (hasta el punto de firmar algunas cartas suyas con el seudónimo de Stalin II), el Che Guevara consideraba como instrumentos esenciales de lucha a la violencia y al odio, «el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales al ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar». [...] empeñado en crear a cualquier precio un «hombre nuevo» capaz de renunciar a todo en busca de un mañana mejor –ese mito del mañana, siempre inalcanzable por cierto, que hace de la historia un sustituto de Dios–, todo dentro de él estaba dispuesto para convertirlo en el amo de una cruzada totalitaria. [...] La manera como confirió a su propia voluntad un poder tiránico, que le imponía esfuerzos y sacrificios sobrehumanos, lo impulsaba a exigir lo mismo de quienes comandaba. Y cuando esto ocurre, cuando un furioso empeño individual hecho sólo de voluntarismo ciego se quiere convertir en empeño colectivo, lo sobrehumano se vuelve simplemente inhumano y despótico. De esta madera están hechos todos los Robespierre de la historia. 

La leyenda del Che y la de otros hombres que dieron su vida por este ensueño revolucionario, propagada por la izquierda en todo el mundo, acaba por ocultarnos, en primer término, las manipulaciones y fríos cálculos políticos que hubo detrás de la acción guerrillera en los años sesenta y, luego, las realidades atroces que ésta desencadenó y sigue produciendo en los países donde subsiste. 

418) No sin mi hija. De Betty Mahmoody (8) Abril 21.

Quien haya visto la película sabe muy bien de qué se trata, por lo que, partes del comentario, van dirigidos a quienes no la vieron. Una mujer americana casada con un iraní, residente en USA, acepta viajar al país de su esposo, con la hija pequeña de ambos, para conocer a su familia. Allá se ve atrapada –podríamos decir secuestrada– por su marido que, ateniéndose a las leyes (islámicas) iraníes, es su única voluntad la que decide sobre su esposa e hija. Las peripecias, arbitrariedades, injusticias y malos tratos que recibe de quien en América era dulce y cariñoso son difíciles de imaginar. Pero ella lucha contra lo imposible por escapar de aquel infierno. Es evidente que cualquier Estado confesional, convencido de estar armado con la «Única Verdad» es siempre un infierno para quien no comparte esa idea o bien, compartiéndola, le toca estar del peor lado. Y esta no es una cualidad única del islamismo, ya que, a su turno, el cristianismo instaló su Inquisición a la que no se podía desafiar impunemente. Todos los absolutismos gozan de parecidas actitudes frente al libre pensamiento y la dignidad del individuo. En cuanto al libro en sí, está muy bien escrito y nos envuelve en su trama que, por momentos, al estilo de una buena novela policial, nos deja sin aliento. El choque de las culturas occidentales con las orientales es notable. Allí vemos cómo el sectarismo no permite ver lo positivo de la otra parte. Me quedo con Occidente.




Reflexiones preelectorales

Esto lo dije hace unos años, pero, con algunas modificaciones, viene bien a cuento ahora. Ya sé que copiar es plagio, pero no creo que yo mi...