miércoles, 29 de noviembre de 2017

Tres no tan cortas

El genial Carlos Colombres (Landrú!), en una de sus disparatadas ocurrencias dijo una vez: «Los cuatro puntos cardinales son tres: Norte y Sur». Como homenaje a su genio (y tal vez con cierto ánimo de plagio) les propongo estas tres reflexiones no tan cortas que, en realidad, son cuatro.
1) Migrantes e inmigrantes
Muchos de nosotros, adultos, tenemos un padre, abuelo o bisabuelo inmigrante. En general, tuvieron una vida de esfuerzo, al menos los inmigrantes típicos, y supieron abrirse camino en un país que les dio las oportunidades que en su tierra no encontraron.
Sus hijos, casi siempre, se educaron en la escuela pública y lograron el famoso ascenso social tan poco probable en sus países de origen.
Otro fenómeno muy común de ver, es que muchos de nuestros barrios progresaron inicialmente debido a esos inmigrantes, que lucharon para realizar el sueño del taller o el comercio y, de manera casi obsesiva, por el de la vivienda propia, que supieron construir, muchas veces, con sus propias manos.
En parecidas condiciones, hubo muchos migrantes del interior que se instalaron en los mismos barrios, y, en general, no fueron capaces de construir una realidad semejante; luego de cada creciente o lluvia copiosa, los vemos a las puertas de su municipio reclamando chapas o colchones.
Ni hablar de la costumbre, hoy habitual, de ocupar terrenos, o pedir por derechos sin hacerse cargo de ninguna responsabilidad a asumir como contraprestación natural al derecho que se reclama. Y esta costumbre, tan arraigada en estos días, es compartida por migrantes internos y de países vecinos, países esos donde cualquiera que recurra a estos métodos, sería inmediatamente reprimido como corresponde.
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2) El tetazo y las revoluciones
Hace ya algunos meses ocurrió un incidente en una playa de nuestra costa que dio que hablar durante unos días. Fue cuando unas jóvenes mujeres decidieron tomar sol en “topless”. Como ocurre en estos casos, no suele haber términos medios y las posturas respecto de descubrir el busto femenino en lugares públicos suelen ser extremas y llegar al dogmatismo, tanto de un lado como del otro.
Pagaron el pato los policías –hombres y mujeres– que intervinieron en el incidente de
Necochea, quienes cumplían órdenes.
Si hay una ley u ordenanza y uno no está de acuerdo con la misma, puede presentar proyectos alternativos, hacer “lobby” para su derogación y hasta manifestarse pública-mente, pero sin cometer atropellos de ninguna clase. Lo que no es razonable es incumplir con la norma. Y, mucho menos, emprenderla contra la autoridad que quiere hacer cesar la falta.
En lo personal, no me parece terrible que pueda exhibirse el busto femenino en público, pero creo que no puede imponerse la costumbre a todo el mundo y de un día para otro. Bueno sería que se instara a los municipios de la costa atlántica, a disponer de sectores donde tal práctica esté permitida. El uso y la costumbre hará que esa conducta se generalice o se mantenga restringida en los sectores oportunamente asignados para ello.
No creo que sume a la causa de una “liberación” femenina una bulliciosa marcha por las calles porteñas (dañando patrulleros y exhibiendo consignas descabelladas) ostentando bustos airosos. Yo les preguntaría a esas manifestantes si andarían mostrando sus casi siempre bellos atributos por esas mismas calles cada una por su cuenta sin ser arropadas por la multitud.
Creo que favorece mucho más a la causa femenina, exhibir conductas sensatas y, si algo hay que mostrar, que sea, sobre todo, el cerebro.
Respecto de la repentización o gradualización de las pautas de conducta, mucho mejor lo dice Ortega y Gasset en su obra “La rebelión de las masas”:
Las revoluciones, tan incontinentes en su prisa, hipócritamente generosa, de proclamar derechos, han violado siempre, hollado y roto, el derecho fundamental del hombre, tan fundamental, que es la definición de su sustancia: el derecho a la continuidad. La única diferencia radical entre la historia humana y la «historia natural» es que aquélla no puede nunca comenzar de nuevo. [...] Las pobres bestias se encuentran cada mañana con que [...] su intelecto tiene que trabajar sobre un mínimo material de experiencias. […] el tigre de hoy es idéntico al de hace seis mil años, porque cada tigre tiene que empezar de nuevo a ser tigre, como si no hubiese habido ninguno. El hombre, en cambio, merced a su poder de recordar acumula su propio pasado, lo posee y lo aprovecha. El hombre no es nunca un primer hombre; comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado. [...] El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios. Por eso Nietzsche define al hombre superior como el ser «de la más larga memoria».
Romper la continuidad con el pasado, querer comenzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangután. Me complace fuera un francés, Dupont-White, quien hacia 1860 se atreviese a clamar: «La continuité est un droit de l'homme; elle est un hommage à tout ce qui le distingue de la béte».
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3) La Hidra de mil cabezas (la violencia)
Pretender torcer o cambiar la realidad por métodos drásticos, inmediatos y, si fuera necesario, violentos, solo conduce a frustraciones y repeticiones de lo que, justamente, se pretende cambiar.
No quiero remontarme a los inicios de nuestra historia, tan rica en violencia fratricida, sino a décadas más recientes, de las que puedo contar mis opiniones por haberlas vivido.
Todos sabemos la mordaza que el primer peronismo aplicó a la prensa y a cualquier voz disidente. Estos hechos son incontrovertibles y, por más que se quiera opinar sobre ellos, no se los puede negar.
También sabemos que durante esa década se instaló un inusitado culto a la personalidad del presidente y su segunda esposa y que se detuvo y torturó gente por el solo delito de opinión llegando a desaforar algún legislador por “desacato”.
También sabemos que la autodenominada “Revolución Libertadora” se gestó, precisa o supuestamente, para librarnos de esas lacras.
Pero ocurrió que estos supuestos libertadores, usaron los mismos métodos que venían a combatir. Se persiguió a quienes eran partidarios del “Tirano prófugo” (para usar la terminología permitida por los “libertadores”, para referirse al gobierno peronista), se los detuvo sin proceso, se prohibió la sola mención del nombre de Perón y Eva, y toda referencia oral o escrita de sus nombres. Si bien hubo una cierta libertad de prensa, no era aplicable a lo concerniente al “Régimen depuesto”, al que solo se podía nombrar con circunloquios y siempre para criticarlo.
Con la convicción que todo eso acabaría con el peronismo, no hicieron otra cosa que reforzarlo, y darle argumentos de justificación. Ni unos ni otros reconocerían jamás que mucho de lo que criticaban a sus adversarios eran prácticas corrientes entre los propios.
Pero lo peor estaba por venir. A menos de un año de instalado el “gobierno libertador”, hubo un levantamiento de militares leales a Perón, o en nombre de él.
Ese movimiento fue rápidamente sofocado, sus cabecillas encarcelados y se dictó una llamada “ley marcial”, por la que se aplicaba la pena de muerte a quienes se levantaran en armas contra un gobierno precisamente salido de un levantamiento semejante. Más allá de la dudosísima legalidad de una “ley” dictada por un gobierno de esas características, lo más atroz del caso es que se aplicó retroactivamente; en efecto, el levantamiento ocurrió antes de que se dicte tal ley. Con un simulacro de juicio brevísimo, se fusiló a los cabecillas. Y lo peor no fue eso; en la zona Norte del conurbano, un grupo de amigos reunidos (alguno de ellos seguramente tenían relación con la sublevación) fueron arrestados y masacrados en un basural de José León Suárez, sin siquiera un simulacro de juicio.
Con estas medidas, pensaban en sus acaloradas mentes, se acabaría de una vez y para siempre con la pesadilla del peronismo.
Nada más alejado de la realidad; solo se consiguió darle más letra, más justificación histórica, más sed de revancha.
Y así fue que, algunos años más tarde, un grupo de trastornados mentales, en su mesianismo, secuestró y asesinó a Aramburu, quien había sido la cabeza de aquel descarriado proceso “libertador”. Aquí también hubo un simulacro de juicio, solo que esta vez era “popular”.
Todo lo sucedido en años posteriores, no fue sino una versión corregida y aumentada de aquel aquelarre de violencia desenfrenada, siempre con la convicción de que la violencia propia era la forma más expeditiva de acabar con la violencia del contrario.
Como una Hidra multicefálica que siempre asomará nuevamente otra de sus terribles cabezas, esto ocurrirá cada vez que se aplique violencia ilegal e irracional para “terminar con la violencia”. Es como apagar un incendio con gasolina.
La elocuencia de los hechos, una vez más, nos demuestra la veracidad de la tan repetida y pocas veces escuchada frase: “La violencia solo engendra violencia”.
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4) De un extremo al otro
Los grupos delictivos violentos que pretenden imponer ideas o supuestos derechos por la fuerza actúan, por su misma esencia o naturaleza, si ajustarse a leyes ni normas de la sociedad. Así como no está entre sus preocupaciones legitimar sus demandas por medio del sufragio (porque ellos suponen representar, en esencia, esa voluntad popular), utilizan la violencia en todas sus formas y de modo indiscriminado, y quienes  pagan las consecuencias, muchas veces, son inocentes absolutos (daños colaterales, que le dicen).
En esto como en casi todo, a los argentinos nos cuesta encontrar un punto de equilibrio.
En los recordados (por infaustos) años 70, quienes suponían traer las ideas salvadoras para el pueblo, no dudaron en colocar bombas, en secuestrar, asesinar y otras delicias por el estilo. Por su parte, los que detentaban (ilegítimamente), la autoridad, tampoco dudaron en usar cuanto recurso ilegal estaba al alcance de su poder, sin importar lo horrendo o repugnante que estos métodos pudiesen resultar.
El lógico rechazo que esta actitud produjo en la ciudadanía, llevó al otro extremo, en el que, toda fuerza de seguridad está sospechada de brutalidad, aún antes de su accionar.
Es difícil imaginar el ánimo con que un agente de la Policía, de la Gendarmería o de la Prefectura va a encarar un operativo en el que, a priori, sabe que cualquier uso de la fuerza que haga, por legítimo que sea, será investigado y cuestionado, poniendo en riesgo no solo su trabajo sino también su buen nombre y hasta su libertad. Ellos defienden los derechos de todos, teniendo que ajustarse a todas las normas y con los riesgos no solo del enfrentamiento sino de sus consecuencias jurídicas, mientras que los delincuentes, usurpadores y ocupas diversos, no tienen que someterse a ningún precepto legal o constitucional y, a posteriori, serán sólidamente defendidos por las organizaciones de DDHH y hasta por la CIDH, el Pacto de San José de Costa Rica y por sus familiares y amigos, para los que siempre habrá micrófonos y cámaras dispuestos.
Es, claramente, una lucha desigual.

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viernes, 24 de noviembre de 2017

Siempre es bueno leer

Luego de disfrutar de una buena lectura, paladeando una prosa elocuente y elegante, se siente la irresistible tentación de compartir esos gratos momentos. Y eso es lo que me lleva a contarles lo que sigue

Tras la estela del Graf Spee. De Enrique Dick.
La apasionante historia del famoso acorazado alemán, contada por el hijo de uno de sus tripulantes, no puede menos que ser de muy interesante lectura. Aunque por momentos, y para mi gusto, el autor se enreda en historias excesivamente familiares que poco agregan a lo que uno quiere saber. De igual modo, el apéndice con los detalles técnicos del buque y de otros contemporáneos, es totalmente prescindible. Pero, para eso es un apéndice, disponible para quien tenga interés en esos temas. No obstante ello, hay partes que, siendo anécdotas familiares o personales, son de verdadero interés. Me gustaron especialmente los relatos de las peripecias durante la temprana posguerra en Alemania. Uno cree estar viviendo, junto con el personaje, las privaciones, escaseces, carestías y falta de trabajo en aquellos duros años. Emocionan las vivencias de los recién llegados a nuestro país, y la sorpresa con que veían las costumbres distintas y el buen recibimiento que se les dispensaba.
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La guerra del fin del mundo. De Mario Vargas Llosa.
La segunda lectura de este libro me gustó tanto como recuerdo que me gustó la primera hace ya unos 30 años. Una guerra de locos, entre dos bandos en los que primaba la insensatez y el fanatismo, tanto como las buenas intenciones y la ignorancia de lo que, en realidad, significaba el enemigo, tal como suele suceder en la mayoría de las guerras.
Hay una magnífica presentación de personajes muy bien caracterizados, como el frenólogo anarquista que todo lo explica en función de la topografía del cráneo de las personas y del acontecer histórico de las sociedades que, inevitablemente desembocarán en la “Revolución colectivista”. Sus convicciones o fanatismo son tales, que no duda en adentrarse en el bando de los que cree que intuitivamente llevarán a cabo esa revolución, aún con la rémora retrógrada –para su visión del mundo y la humanidad– de la convicción religiosa, de la que, espera, podrá liberarlos gracias a su total esclarecimiento doctrinario.
Por su parte los “yagunzos”, son esos desposeídos de la tierra que han sido “tocados por el Ángel”, y que abandonan lo poco que tienen por seguir al “Consejero” llegando a dar la vida por él y sus prédicas de otra vida mejor, cuanto peor sea esta.
Están también los republicanos, que se sienten amenazados por estos revoltosos que no quieren responder al censo, ni acatar el matrimonio civil, ni la separación de la Iglesia del Estado, ni el dinero de la República y ni siquiera el Sistema Métrico Decimal, cuestiones estas que creen obra del Maligno. Por eso están dispuestos a aniquilarlos, sin posibilidad de perdón ni para quienes se rindan.
También están los nostálgicos de la Monarquía, que se sienten atrapados entre dos fuegos y amenazados de ambas partes; por los “yagunzos”, porque los asaltan y queman sus propiedades, y por los republicanos que los acusan de estar coludidos con los revolucionarios.
El principal personaje, “Antonio Consejero”, es un santón que recorre los sertones reparando iglesias, dando consejos, ayunando y que, llevando una vida verdaderamente ascética, va sumando seguidores para su causa.
En medio de todo aquello, hay un muestrario de personajes con todas las aberraciones físicas, mentales y emocionales que uno pueda imaginarse.
Basada en un hecho real, ocurrido a fines del siglo XIX en el nordeste brasileño, el autor nos regala una novela que está, a mi criterio, entre las dos o tres mejores que ha producido. Y, sin dudas, entre los diez mejores libros que yo haya leído.
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La sonrisa de Mandela. De John Carlin.
Al igual que en El factor humano, el autor, periodista, nos cuenta distintos pasajes de sus experiencias personales con Mandela. Como vida novelesca que es, la mitad del éxito del libro está garantizada.
Su personalidad, que subyugó y hasta conquistó a sus más acérrimos enemigos, no podía pasar desapercibida para nadie. Conmueven sus gestos, precisamente hacia sus enemigos. No por eso debe creerse que sus movimientos políticos estaban solo destinado a ellos, sino hacia los propios en igual o mayor medida. Una personalidad de semejante grandeza puede llegar a perdonar a sus verdugos pero, convencer al resto de los oprimidos de que el camino era el del perdón y la reconciliación, es verdaderamente una tarea de gigantes.
Habiendo abrazado en su juventud la solución aparentemente fácil del uso de la violencia, tuvo el valor de cambiar y ¡hasta logró cambiar a convencidos represores del Apartheid!
Con la firme convicción de que “nadie nace siendo malvado”, supo trabajar sobre la culpa y hasta el miedo de sus enemigos para sacar de ellos lo rescatable que sin dudas llevaban en su interior. Lo mismo con sus seguidores; solo un líder de sus quilates, que son tan poco frecuentes, es capaz de exaltar lo mejor y no lo peor de las masas que lo seguían.
Y no por “amigarse” con los enemigos fue blando para negociar; nada de eso. Habiendo llegado a la conclusión de que la lucha armada no era el camino, llegó a rechazar la liberación que le ofrecían a cambio, precisamente,  de renunciar al uso de la violencia. «Solo un hombre libre puede negociar», fue su respuesta. Esa contestación la explicó en un discurso que leyó su hija ante una multitud de seguidores. Transcribo un párrafo:
«Valoro enormemente mi libertad, pero me preocupa aún más la vuestra. Solo los hombres libres pueden negociar… No puedo aceptar ni aceptaré ninguna iniciativa en un momento en que ni yo ni vosotros, el pueblo, somos libres. Vuestra libertad y la mía son lo mismo y no pueden separarse».
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Es el peronismo, estúpido. De Fernando Iglesias. 
El autor comienza el libro con “los botines de punta”. Pero nos muestra con agudeza ciertas “mañas” que el peronismo maneja con maestría, para salir bien librado de los desaguisados que provoca. Es tan agudo y consistente en sus planteos que tendría que analizar capítulo por capítulo, cosa que tal vez haga.
Escrito con pasión innegable, Iglesias nos brinda una radiografía del peronismo como pocas veces he leído. Yo sé que es utópico –casi diría que imposible–, pero sería bueno que lo leyeran aquellos peronistas que lo son por convicción y no por dogmatismo cuasi religioso (para estos, no hay argumento o razón que valga). Por supuesto, uno puede no estar de acuerdo con algunas o muchas de las opiniones vertidas, pero lo que no se puede negar es la solidez e inteligencia de sus postulaciones y muchísimo menos las pruebas estadísticas que nos muestra.
En la introducción desliza una frase estupenda: ¡Qué gorila es la realidad! Para el peronismo cualquier opinión crítica es gorila y está descalificada de antemano. Como la realidad muestra que luego de tantos años de peronismo estamos peor, entonces la realidad es gorila.
En este capítulo desarrolla la tesis de que el peronismo impuso la idea de que cualquier posición contraria es antipatria y antipueblo. Ellos pueden insultar a todo el mundo, pero se rasgan las vestiduras ante cualquier opinión adversa (lógico, oponerse a ellos es estar contra la Patria). Idéntico pensamiento al de Videla & Cía.
Partido populista y partido militar: Aquí nos describe cómo el PJ y el Partido militar son enemigos que se disputan el poder mafioso. Son ambas caras del autoritarismo, uno elitista y el otro populista. (son enemigos a lo don Corleone y Tattaglia, no como Al Capone y Elliot Ness). Nacieron juntos en la Revolución del 30, en la que Perón tomó parte activa. El peronismo tiene su ADN militar (confesado por la propia CFK). Los propios militares golpistas del 43 designaron a Perón para ser el candidato del Partido militar y ante los generales renunció en el 55; siendo un presidente constitucional, no lo hizo ante el Congreso de la Nación.
Golpes y saqueos: Analiza el papel y el comportamiento del PJ en la caída de Alfonsín y  De La Rúa, y muestra su connivencia con las policías para dar los “golpes cívico-policiales” con apariencia de continuidad democrática.
En “Los muertos de De La Rúa”, se refiere a los trágicos acontecimientos de diciembre de 2001 y nos muestra la habilidad del PJ para esquivar el bulto a cualquier responsabilidad. Hubo entonces 10 muertos en Santa Fe, provincia gobernada por el peronista Reutemann; 11 en Buenos Aires, gobernada por Ruckauf, también peronista; 3 en Córdoba, con De La Sota, otro peronista; 1 en Tucumán, del mismo palo y 7 en Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Solo estos últimos pueden imputarse a responsabilidad de De La Rúa (Policía Federal), los restantes, todos muertos por policías a las órdenes de gobernadores del PJ, pero solo DLR fue a juicio por las muertes. En 2013, otra vez muertos: 13 en Córdoba y Tucumán, pero CFK festejó y se burló de las protestas.
También nos muestra con cifras indiscutibles cómo el peronismo de los años 40 y 50 y el actual, se las ingenió para aprovechar situaciones de bonanza preexistentes para repartir irresponsablemente y luego dejar la crisis al que venga, en actitud típica de los populismos. O, como en el caso de Menem, endeudándose en forma descarada con las consecuencias por todos conocidas.
Sería muy largo continuar con los comentarios, mejor leer el libro entero.
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Misery. De Stephen King.
Stephen King otra vez nos sorprende con una apasionante novela. En realidad, hay más de una historia en la obra. El film, muy logrado por cierto, nos da una muy buena versión propia de la ficción principal, en la que un escritor famoso de best sellers, cae en manos de una enfermera que es una trastornada fanática de sus novelas y se lo quiere apropiar para que escriba para ella. 
Esta historia, que de por sí es apasionante, y que en el libro tiene otras connotaciones que en la película, está intercalada con apreciaciones por demás interesantes que hace el autor acerca de las profundas motivaciones e inspiraciones de un escritor (por lo menos de ese escritor). El personaje es autor de importantísimos éxitos editoriales con la saga de Misery, que debe ser una chica de pueblo que llega a enamorar no a uno sino a dos personajes ricos. Pero ese autor, aspira a poder escribir otra clase de literatura, de más alto vuelo. Pretende escribir algo que lo aleje de las boberías, muy vendibles por cierto, que protagoniza su personaje y que satisfaga algo más que su fortuna personal. Nos da, por cierto, algunas pistas en donde bucear quienes tenemos alguna afición por la escritura.
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Ladrona de libros. De Markus Zusak.
Estupendo libro. Me dejó sin aliento. Hace emocionar como pocos. El autor revela una gran maestría en el trato de los personajes, dejándolos actuar para que ellos mismos se presenten tal como son ante el lector. Es muy original la forma como está contado ya que la narradora es la Muerte, quien en reiteradas ocasiones habla directamente con el lector con expresiones del tipo: “Como ya te contaré más adelante…”. La acción transcurre en la Alemania Nazi, en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Mucho hemos leído y nos han contado de esta terrible tragedia, del maltrato a los prisioneros en los avernos de los campos de concentración, donde toda esperanza se perdía no más llegar. Especialmente, pero no solo, con los judíos. También corrían triste suerte quienes tuviesen algún signo de humanidad para con las víctimas o simplemente quienes no mostraran adhesión firme al Partido. Pero pocas veces hemos leído acerca de cómo era la vida de los alemanes comunes y corrientes durante la guerra. Muchos fueron pasando espantosas privaciones, especialmente aquellos que no eran miembros del Partido y desde luego que el sacrificio no alcanzaba a los jerarcas del régimen. Dentro de ese marco se desarrolla la historia de una niña cuyos padres “de acogida” sufren esas peripecias mientras ella sigue con su vida de niña y un enamorado infantil –verdadero compinche de aventuras– que solo ansía un beso de ella… Llega el momento en que sus padres refugian a un judío, arriesgando todo por ese acto de verdadero heroísmo. Entre el judío (un muchacho veinteañero) y la niña se establece una relación de una profundidad humana que estremece.
Uno se conmueve, se enternece, se embronca y termina tan asombrado como la narradora ante la increíble dualidad del ser humano, capaz de bajezas inauditas y de sublimes actos de heroísmo y entrega.
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El hablador.  De Mario Vargas Llosa
Esta es una de las novelas poco conocidas o promocionadas del autor, sin embargo, es una de esas obras que no deberíamos dejar de leer. Fue terminada de escribir a mediados de los 80 y, como es frecuente en el Mario Vargas Llosa, en ella no sabemos a ciencia cierta cuánto y qué es realmente lo novelado y qué es lo autobiográfico. Hay ciertos pasajes en los que claramente nos está contando experiencias personales que él ha vivido. Hace profundas reflexiones acerca del tema de las poblaciones de indios peruanos que vivían (en la época en que escribió la novela) en su estado primitivo. Pueblos que han resistido los embates de los Incas, de los españoles y, más recientemente, de los explotadores de caucho, de los narcos, de la guerrilla, de la contraguerrilla, del ejército… Y su exitosa respuesta defensiva ha sido siempre la diáspora, y la constante migración. En el caso de los machiguengas, que son los protagonistas del libro, el único factor que mantenía unidas en esa inmensidad a las pequeñas tribus o familias de esa cultura, eran los “habladores”, especie de juglares que iban de aldea en aldea contando las novedades de otras familias; narrando viejas anécdotas que, no por repetidas dejaban de atraer; manteniendo vivas las creencias de su religión animista e inventando historias, cual novelista moderno. Reflexiona, a través de sus distintos personajes, acerca de la conducta a seguir, por el “Perú civilizado” para con estas tribus. ¿Tienen derecho a “aculturarlos” e introducirlos al siglo XX? ¿Es mejor dejarlos vivir como hasta ahora? ¿Es razonable esto último, dejando un territorio inmenso sin explotar, para que subsistan unos pocos miles de peruanos cuando varios millones viven en un territorio menor? Tampoco deja sin analizar cuáles son los beneficios y perjuicios que la explotación de la selva traería aparejados. Queda claro que todos estos interrogantes son producto de la cultura occidental de décadas recientes, donde se tiene conciencia (en general, poco respetada por cierto) de los derechos de los pueblos primitivos; hace algunos siglos, nadie se planteaba estas dudas y todos tenían muy claro cuál era la conducta a seguir por los conquistadores. 
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Armas, gérmenes y acero.  De Jared Diamond.
Notable buceo acerca del desarrollo, siempre desigual de los distintos pueblos y distintas civilizaciones. El autor se pregunta reiteradamente el porqué de esa enorme desigualdad, que en todos los tiempos y regiones geográficas, motivaron el sojuzgamiento de los más débiles, cuando no su completa extinción o desplazamiento. Y no se queda simplemente con la pregunta, sino que ensaya respuestas, siempre basadas en los datos concretos que aporta la arqueología, así como la genética, la filología y otras ciencias que, en las recientes décadas, permitieron ajustar algunas fechas. Vemos cómo hechos, aparentemente banales, motivaron que no fuesen los chinos quienes inicialmente conquistaran los mares y por tanto todos los rincones del planeta; en efecto, hasta aproximadamente el año 1300, la navegación de altura de China estaba mucho más desarrollada que la de Occidente, al punto que las carabelas con que Colón realizó su increíble proeza, eran muy inferiores en envergadura que las embarcaciones chinas que surcaban el Océano Índico. También analiza la razón por la que las cinco especies de animales domésticos más ampliamente difundidas en la tierra (bovinos, ovinos, caprinos, porcinos y equinos; [no se considera al perro, que se domesticó por separado tanto en América como en Eurasia], son euroasiáticas y no africanas ni americanas) y lo decisiva que fue esta domesticación, así como la de numerosos vegetales comestibles en el desarrollo posterior de estos pueblos.
También analiza la influencia del amplio corredor Este/Oeste del continente euroasiático como factor decisivo en el mayor y más precoz desarrollo de las culturas allí asentadas, respecto de las americanas, asiáticas o australianas. Este corredor, a través de amplísimas extensiones, con pocos saltos latitudinales y barreras geográficas no tan infranqueables, permitió un permanente trasiego de conocimientos (¿globalización?) que, postula, es la base de su mayor progreso.
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La virtud del egoísmo.  De Ayn Rand,
El libro es en realidad es una recopilación de conferencias de la autora y de Nathaniel Branden.
Hay que destacar la diferencia semántica para los diccionarios en inglés y en español del concepto de egoísmo. Mientras que en el DLE definen egoísmo como “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente el propio interés, sin cuidarse del de los demás”; en cambio, en diccionarios en inglés definen selfishness como “La preocupación por los intereses personales”, es decir sin calificaciones éticas. La autora defiende al egoísmo según la definición inglesa, desde luego.
Es una extraordinaria disección del objetivismo y el egoísmo, y nos explica que la conducta moral del individuo se debe guiar por la razón. Si uno postula que sus ocupaciones y preocupaciones deben estar enfocadas a sostenerse con vida y buscar la propia felicidad sin tener que someterse a los intereses de terceros, mal podría pretender que esos terceros se subordinen a sus propios intereses. Que todo trato con terceras personas debe ser producto de una negociación y no de una imposición. De ese modo, el trabajo productivo del individuo, que es lo que tiende a proporcionarle sustento y felicidad, será beneficioso para el conjunto en una sociedad libre, habida cuenta que nadie pagará por sus productos o servicios si fuesen inútiles.
Algunos conceptos notables:
“Los dos grandes valores que obtenemos de la sociedad son el conocimiento y el comercio”.
“El único fin correcto o moral de un gobierno, es proteger los derechos del individuo: vida, libertad y propiedad”.
“El capitalismo no es un sistema del pasado, es el sistema del futuro, si es que la humanidad ha de tener futuro”.
“Para llegar a la ‘virtud de la fe’, hay que abandonar el espíritu crítico”.
“Al igual que cualquier otro valor, el amor no es una cantidad estática, disponible que puede ser dividida, sino una respuesta ilimitada y existente que debe ser ganada”.
“Defender hoy al socialismo ya no se puede considerar un error inocente. Si el motivo es el bienestar del hombre; los resultados horrorizan”.
“Elegir entre ser virtuoso o feliz, genera culpa y es a lo que lleva la filosofía del altruismo”.
“Ni la riqueza ni los empleos ni ningún valor humano existen en una cantidad dada, limitada y estática. Los beneficios deben producirse y la ganancia de uno no significa la pérdida de otro”.
“La mejor prueba de la superioridad del capitalismo son los dos ‘berlines’“.
“El socialismo es la creación de intelectuales arrogantes que pretenden saber mejor que los individuos lo que les conviene”.
“Hay dos clases de violadores de los derechos; los criminales y los gobiernos”.
“Cuando se declaran ‘derechos’ hay que preguntar para quién y a costa de quién”.
“El gobierno de USA fue instituido para proteger a los individuos de los criminales y la Constitución fue redactada para proteger a los hombres del gobierno”.
“Los Padres Fundadores de USA establecieron que la Constitución garantizaría el ‘derecho del individuo a la búsqueda de la felicidad’ y no a que otros se la proporcionen”.
“Los criminales son infinitamente menos peligrosos que los gobiernos. El gobierno es el peor enemigo del hombre, cuando no está limitado”.
“Cuando hay una gran sequía, los animales perecen y el hombre construye canales. Cuando hay inundaciones, los animales se ahogan y el hombre construye diques. Cuando ataca una jauría de lobos, los animales son devorados y los hombres dictan la Constitución de los EEUU”.
Al contrario del precepto bíblico que dice “No juzguéis y no seréis juzgados”, la autora dice: “Juzga y prepárate para ser juzgado”.
Podría seguir hasta llenar varias páginas, pero sería mejor que se leyera el libro completo.

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Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...