viernes, 24 de enero de 2020

Feminismo versus machismo


Autora: Marta Tomihisa

Nací en el seno de una familia, absolutamente machista.
En el transcurso de mi vida, he vivido situaciones difíciles de las que salí ilesa.
Quizás por el hecho de ser la menor de mi familia, obtuve una consideración inusual.
Pero fui testigo de maltratos, de riñas matrimoniales y violencia física, en las que me involucré para defender a las sometidas.
Sin embargo, puedo decir con total honestidad que jamás fui agredida, ni física ni verbalmente.
Controlé cada acto de mi existencia, para no padecer ningún daño, para no ser lastimada realizando acciones que dejaron en claro mi posición de igualdad ante cada ser humano, que me interpeló o intentó condicionar mi vida.
Siempre tomé mis propias decisiones con total libertad, preservando mi integridad con absoluto respeto hacia el otro.
Hoy contemplo asombrada la patética contienda de las que quieren manifestarse sin respetar. De quienes se uniforman como si fueran un equipo deportivo, como si no bastara el hecho de ser persona, con todos los dones que hemos merecido como seres humanos.
No me rapo la cabeza, no me masculinicé y no deseo unirme a ninguna secta para exigir absoluta consideración por el extraordinario hecho de pertenecer a la raza humana…
Soy mujer, soy femenina, puedo maquillarme y tengo neuronas, visto ropa que realza mi cuerpo y también luzco pantalones, pero no quiero convertirme en macho ni siquiera para arremeter por mis derechos. Contemplo asqueada el ridículo aspecto, de quienes para alzar su voz cometen actos violentos, como si necesitaran masculinizarse para destacarse, transformándose patéticamente en todo lo que rechazan…
Me niego a deformar nuestro distinguido idioma para decir lo que pienso, me niego a tener un dialecto mediocremente “inclusivo” para manifestar lo que muchas palabras de nuestro fabuloso vocabulario pueden expresar…
Muchos hombres dignos han poblado mi existencia, mi padre, mi esposo, mi hijo y tantos otros más a los que he admirado en el transcurso de mi vida, a quienes rindo mi homenaje como mujer y ser humano.
Tengo voz, tengo suficiente cerebro para considerarme persona, me basta y sobra para caminar erguida, con mis convicciones, mis aciertos y errores, pero con la firmeza absoluta que me permite el extraordinario hecho de estar viva, para respirar cada mañana y pisar cada baldosa….
   

martes, 21 de enero de 2020

Nuestras crisis


Reiteradamente entramos en profundas crisis, y no es que, cuando salimos de esa profunda sima, estemos en el mejor de los mundos. ¿Cómo se explica esto?
La corrupción no explica todo
La enorme cantidad de dinero que se escurre por las alcantarillas de la corrupción, con todo el daño que produce y siendo un gran problema argentino, no es, si embargo, el origen y causa de todos nuestros males.
Insisto, más allá de la corrupción, con la que todos deberíamos estar de acuerdo en que es perniciosa para cualquier sociedad y cualquiera sea el signo político del gobierno, hay otras cuestiones que explican o justifican nuestras inveteradas y repetidas crisis.
Desde luego que esto no significa que debamos minimizar este flagelo tan arraigado ni que debamos resignarnos a que «Roban pero hacen». En la lucha contra la corrupción, podremos ganar algunas batallas pero es utópico pensar que se podrá erradicar completamente; los funcionarios son de carne y hueso y, como ya sabemos, la carne es débil. Por eso, lo importante es eliminar la matriz corrupta que no solo daña por el dinero contante que se desvía hacia esos insaciables bolsillos, sino porque toda la obra pública, y la acción de gobierno en general, están orientadas a conseguir las mejores tajadas y no a lo que la población necesita.
Políticas equivocadas
Políticas equivocadas han sido aplicadas por los sucesivos gobiernos en forma inveterada y constante (y no hablo solo de los gobiernos recientes); me refiero al proteccionismo sin metas ni objetivos concretos, al intervencionismo estatal, a la imprevisibilidad en las reglas de juego, en controles y más controles en los precios y la economía en general, la imposición de cuotas y permisos, la legislación que permite el enquistamiento de mafias en sindicatos, en asociaciones empresarias y hasta en los clubes de fútbol como hemos visto en forma tan palmaria en tantas ocasiones. Muchas veces estas medidas son verdaderas “estaciones de peaje” que favorecen el accionar de los corruptos. ¿Y cuál fue el resultado de la aplicación tan contumaz de estas políticas? Nos garantizaron una industria raquítica, no competitiva y subsidiada a costa de otras actividades más eficientes o bien con déficit e inflación lo que lleva indefectiblemente a niveles de pobreza inaceptables.
Y lo más importante: por creer que cerrándonos al exterior, con aranceles a las importaciones y retenciones y hasta ¡prohibiciones a las exportaciones! (creo que esto es inédito en el mundo), hemos conseguido una economía pequeña, que no crece. Cuando eso ocurre, como la población sí crece, es inevitable que aumente la pobreza y con ella la tentación de maquillarla u ocultarla con subsidios y políticas cortoplacistas. Y la existencia de subsidios permanentes a las tarifas, al transporte, a los que no trabajan, a las madres solteras, a las embarazadas, a las que quieren abortar, etc, antes que mostrarnos la sensibilidad del gobierno, lo que nos muestran es el fracaso rotundo del modelo que hemos elegido hace ya muchas décadas; un país con políticas que favorezcan la prosperidad general, no necesita repartir subsidios al por mayor. Y como los recursos no alcanzan, precisamente porque la economía no crece, se recurre a la inflación, de la que no es fácil salir, o al endeudamiento, con lo que no solo hay luego que pagar lo adeudado sino también los intereses, lo que hace que aumente más todavía el déficit y así sigue la noria dando vueltas y más vueltas. Esta verdadera bola de nieve llega un momento que es imparable, porque genera más pobreza y con ella la violencia y la necesidad de más subsidios para pobres, indigentes, desocupados, jubilados, usuarios de servicios públicos, etc.
No está mal subsidiar si se tiene claro por qué, para qué y por cuánto tiempo; pero cuando se hace solo para disimular el fracaso de las equivocadas políticas, y se vuelve una constante y permanente carga para el erario, los resultados no pueden ser otros que los que vemos cíclicamente los argentinos. Todo por seguir el rumbo contrario al que toman los países exitosos.
¿Y en el “vecindario” qué pasa?
Nuestro vecino Chile (aquisito nomás) que redujo la pobreza a la mitad en pocos años; ¿qué políticas aplicó? Venezuela, que es líder en expulsión de ciudadanos; ¿qué políticas aplicó? ¿Qué políticas aplicó Taiwan, que tenía un 90% de su población viviendo en condiciones paupérrimas en 1948 y hoy esos guarismos se invirtieron? Ni hablar de Corea del Sur, que a principios de los ’50, salía de una guerra devastadora y con una población paupérrima y mayoritariamente agrícola. Nosotros, que en aquellos años de mediados del siglo pasado gozábamos todavía de una situación envidiable, ¿cómo logramos un presente tan pobre? Hace 100 años éramos top ten mundial en PBI/hab. Hoy Chile nos supera cuando en 1945 duplicábamos a nuestros vecinos. Y, hasta no hace mucho, éramos líderes en América Latina en cualquier índice económico, cultural o sanitario que quisiéramos medir. Hoy, mejor no hacer comparaciones.
Los intelectuales
Lo más asombroso es que, por más que la realidad nos muestre que estamos en el camino equivocado, seguimos insistiendo en él, como si aplicando las mismas recetas fuéramos a obtener resultados distintos. Y no menos asombroso es que tantos intelectuales, desde las cátedras inclusive, sigan sosteniendo sistemas que han fracasado reiteradamente en el mundo y no vean los que sí han producido resultados positivos. Ser partidario de estas fracasadas recetas está bien visto en todos los medios “intelectuales” y da prestigio. Y, desde las cátedras, nos meten ideología y doctrina disfrazadas de conocimiento.
Y siguen produciendo jóvenes imbuidos de ideas con tan poca constatación en la realidad y que, consecuentes con ello, piden más presupuesto para la universidad pública (nunca proponen de dónde saldrían tales recursos), pero se niegan a discutir siquiera la razonabilidad de mantener el ingreso irrestricto y la gratuidad universitarias ¡aún para extranjeros no residentes!
Si tuviesen alguna amplitud de criterio, podrían analizar, por ejemplo, alguna estadística que muestre la estrecha correlación que hay entre los diez mejores países en Desarrollo Humano y los diez con mayor libertad económica. Si esto no les dice que estamos a contramano del progreso real, entonces ya nada los disuadirá. Contra un dogma, no hay razones que valgan.
Los empresarios
Desde luego que en un país con políticas como las nuestras, un empresario para sobrevivir debe acercarse al calor del poder y recibir su cuota de prebendas, pero si los dejásemos trabajar libremente, solo controlando que sus actividades no se cartelicen, son los únicos generadores de riqueza. ¿Hay otra manera de sacar a tanta gente de la pobreza que no sea generando riqueza? El hecho creativo es necesariamente anterior al distributivo. La riqueza no es una cantidad estática en cuyo caso solo se trataría de tomar cada uno cuanto pueda o le plazca y, en ese caso sí, el que tiene mucho lo hizo a expensas del que nada tiene. Pero las cosas no son así, porque aún los productos naturales como el petróleo, los minerales o la fruta, hay que extraerlos o cultivarlos, y para ello necesitamos capital en maquinarias, mano de obra y, desde luego, materia gris.
Los políticos
Poco es necesario decir acerca de los políticos, ya que son los ejecutores del desastre argentino, aunque no deberíamos olvidar que somos sus mandantes y por tanto tenemos nuestra parte de responsabilidad en cuanto ocurre. Si bien es cierto que los políticos son elegidos por voto popular, no por eso dejan de ser un verdadero mamarracho. Con sueldos miliunanochescos, viáticos, choferes, asesores, etc. no se hacen cargo jamás de los resultados de su gestión. Un gerente de empresa o un futbolista afamado puede que cobren mucho más que un político, pero si no rinden… Para los políticos ticos, en cambio, el rendimiento no preocupa; siempre habrá un chivo expiatorio para cargarle las culpas (ya volveremos sobre esto). Y en esto los jueces no le van en saga a los políticos, con la ganga, además, de que no pagan impuesto a las ganancias. Claro, son ellos los que interpretan la Constitución y las leyes, ¡y así lo interpretaron!
Y, porque viene al caso, me permito esta cita:
«No man's life, liberty or property are safe while the legislature is in session».
«La vida, la libertad o la propiedad de ningún hombre están a salvo mientras los legisladores sesionan». Mark Twain, citado por Héctor Huergo en Clarín
Los sindicalistas
Caso aparte el de estos abnegados muchachos. Con cargos vitalicios (y hasta parece que en algunos casos, hereditarios), se convierten en millonarios con ostentosas camperas, autos de alta gama con chofer y empresas “familiares” que monopolizan las obras que sus sindicatos ejecutan “para el bien de los afiliados”, desde luego. Al convertirse también en empresarios, no parecen demasiado preocupados por esa peccata minuta, que sería el conflicto evidente de intereses. Celosos defensores de las “conquistas sociales”, utilizan su poder extorsivo para conseguir sueldos que no suelen tener relación alguna con la productividad. Eso lleva necesariamente al empobrecimiento de quienes no pueden acceder a un trabajo en blanco o en gremios sin “poder de fuego”.
El chivo expiatorio
José Ignacio García Hamilton, en su libro ¿Por qué crecen los países? dice: «…en muchos países de nuestro continente parece que nuestro mejor amigo no es el perro, sino el chivo expiatorio».
Y para seguir negando la realidad y poner las culpas afuera, allí tienen al gran chivo expiatorio en el imperialismo, el capitalismo, el neoliberalismo, y varios “ismos” más.
Desde luego que los países poderosos e imperialistas existen, pero actúan en el mismo mundo en que Taiwan, Corea del Sur o Chile han logrado tan exitosos resultados (para citar solo los ejemplos anteriores), y a ellos no les impidieron forjarse un presente mejor. ¿Somos tan especiales que a nosotros no nos permiten progresar y a ellos sí?
Si persistimos con estas recetas equivocadas, que además fomentan la corrupción, nos espera un futuro semejante a los países africanos al sur del Sahara.
Y colorín colorado este cuento nunca se acaba.

viernes, 17 de enero de 2020

¿Cómo se logra la productividad del trabajo?


Hace unos años escribí esto, que me atrevo ahora a reiterar porque me parece muy actual:
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«Muchos nos preguntamos por qué en ciertos países sus asalariados ganan sueldos que les permiten vivir  y mantener dignamente a sus familias y en otros no. ¿Será que en aquellos los empresarios son buenas personas que saben reconocer el esfuerzo de sus trabajadores y en otros casos –como el nuestro– no?
»La respuesta tiene que ver, entre otras cuestiones, con la productividad del trabajo.
»La productividad de un país o de una industria puede definirse como la relación entre la cantidad de bienes y servicios producidos y la cantidad de recursos utilizados. Entre esos recursos está el capital invertido en maquinarias y tecnologías, el capital humano, la energía, y algún otro que se me escapa.
»Y los recursos humanos están dados por la cantidad de personal empleado y su calidad, medida como el grado de capacitación obtenida.
»La productividad del trabajo, por su parte, es la relación entre la producción de bienes o servicios y la cantidad de personas empleadas. También se puede medir en relación a la cantidad de horas trabajadas. Para un país, entonces, la relación sería: PBI/cantidad de personas empleadas, o bien; PBI/cantidad de horas/hombre trabajadas. Esto nos da la productividad promedio del trabajo por persona o por hora trabajada en ese país. Dicho de otro modo: cuánto produce cada trabajador en  promedio por cada hora que trabajó.
»Me cuesta mucho hallar cifras de comparación de nuestro país con otros, pero sí las encuentro por regiones.
»De ellas surge que América Latina tiene una productividad laboral de apenas un tercio de la que muestran los países más industrializados. Ni qué hablar del África subsahariana que solo alcanza a una doceava parte de aquellos países.
»Eso muestra con toda claridad que, por más que se quisiera, sería imposible pagar esos salarios a los que todos aspiramos.
»La productividad laboral solo puede mejorar gracias a inversiones importantes e inteligentes, no solo en equipamiento para las industrias sino también en capacitación del asalariado, lo que equivale a decir: mejor educación para todo el pueblo en general.
»¿Y por qué en nuestros países no se logra esa inversión? Las causas aparentes dependerán de la óptica del que analice el problema. Yo creo que los empresarios no invierten lo suficiente donde no hay estabilidad monetaria, de reglas de juego o legal. No se invierte donde no hay un clima de libertad de creación o de certeza de poder contar con los beneficios del fruto de la creatividad propia. Ese clima, no se encuentra con facilidad por estas latitudes. ¿Por qué hubo en los tan criticados Estados Unidos de América tantos y tan geniales creadores e inventores? Hay que pensar en ello y sacar conclusiones.
»Huelga decir que ese clima de libertades ha estado ausente –con pocas excepciones– en nuestros países desde la época de la independencia y aún antes. Menos libertades y menos claridad en las reglas de juego equivalen a menos inversiones en equipamiento. La menor inversión en educación obedece a que sus resultados se cosechan luego de 25 años y no sirve para ganar la próxima elección.
»La productividad laboral fue y es objeto de preocupación de todos los sistemas político-económicos. Así, el propio Lenin afirmaba: “El aumento de la productividad del trabajo constituye una de las tareas cardinales, ya que sin ello es imposible el paso definitivo al comunismo”. “…Y el capitalismo podrá ser y será definitivamente derrotado porque el socialismo logra una nueva productividad del trabajo muchísimo más alta”. Una vez más, vemos que el marxismo, así como las izquierdas en general, son un compendio de buenas intenciones sin sustento comprobable en la realidad».
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Hoy agrego: por eso es que cualquier aumento de sueldo otorgado por decreto o por la presión de sindicatos con “poder de fuego” es, necesariamente, a costa del resto de la sociedad, que se empobrece en forma proporcional.
Como siempre digo, sería bueno que alguien con mayores conocimientos en materia política o económica me corrija, en cuanto pueda estar yo equivocado.


domingo, 12 de enero de 2020

Séneca



Quiero ahora citar, de él,  algunas frases que me parecen dignas de mencionar:
· La desmesura está al alcance de cualquiera, cualquiera puede abrazar los extremos, pero solo unos pocos pueden seguir el camino de la moderación.
· De lo bueno se ríe cualquier necio; de lo malo solo se ríe el sabio.
· Todos hemos nacido libres, o al menos hemos nacido para serlo.
· Cuando comencé a recorrer  […] este camino de renuncia a lo superfluo, intuí que podría conducirme a la muerte, pero esta se me antojó un precio muy bajo por la libertad.
·El tiempo es lo único que realmente nos pertenece y a lo que no concedemos importancia alguna. Permitimos que nos lo arrebate cualquier mentecato. Lo despilfarramos mientras atesoramos riquezas que de nada nos servirán cuando el tiempo se nos acabe.
· El final de toda carrera encumbrada es la caída.
El poder:
Séneca fue, entre otras cosas, el maestro y tutor de Nerón al que quería como a un hijo. A la muerte de Claudio, su padrastro, Nerón lo sucede como emperador a la edad de 17 años.
Durante los primeros años de su reinado, los manejos del estado estuvieron a cargo del propio Séneca y de su amigo Burro. Al crecer Nerón poco a poco fue tomando las riendas del imperio y su vida disoluta y cruel hicieron que su tutor  y maestro fuese alejándose de él.
Siendo ya intolerables las tropelías que Nerón cometía, se gestó una conspiración para cometer el magnicidio, y entre sus participantes surgió por consenso que se nombraría emperador a Séneca.
Uno de los conspiradores, Lucano –sobrino del propio Séneca– fue a hacerle esta proposición que Séneca rechazó en la creencia de que ni Júpiter sería capaz de soportar el poder absoluto sin convertirse, a su vez, en un tirano.
Nada se conseguiría reemplazando a un tirano por otro, por buenas que fuesen sus intenciones. ¿Quién, en lugar de adularlo, le marcaría sus errores? El mero hecho de aceptar la propuesta lo convertiría en un tirano. Tampoco creía que el tiranicidio fuese la solución. ¿quién tomaría el lugar vacante? Solo instituciones sabias reemplazan al tirano con acierto.
Y la historia le dio la razón reiteradas veces.
  • Nerón, haciendo el uso previsible de poder ilimitado, no dudó en culpar a los cristianos por el incendio de Roma que algunos historiadores le atribuyen (según esta hipótesis, el déspota provocó el incendio como fuente de inspiración para componer gloriosos versos que rivalizarían con los homéricos del incendio de Troya). Se desató entonces una feroz persecución que terminó por mandar a los seguidores de Pedro al circo a ser devorados por las fieras, cuando no crucificados o incluso quemados vivos. No se salvaron mujeres, niños ni ancianos.
  • A su vez, los cristianos, cuando tuvieron el poder suficiente, tampoco vacilaron en quemar vivos a los reales o supuestos herejes. No los crucificaban solo porque este método había adquirido una importancia ritual. Todo ello para imponer la caridad cristiana.
  • Espartaco, años antes, había encabezado una formidable rebelión –primero de gladiadores y que se extendió luego a esclavos comunes– contra la miserable vida a que eran sometidos, que incluía la muerte por crucifixión. Como no tenía aquellos tabúes religiosos, no dudó en crucificar a quienes consideraba que se apartaban de las normas que él había impuesto. Seguramente se ampararía en el fin superior de su rebelión contra la injusticia.
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A continuación cito algunos pasajes del libro El maestro del emperador de Pedro Gálvez. Se trata aquí de la conspiración para matar a Nerón y le proponen a Séneca que tome su lugar, en la confianza de que su sabiduría y honestidad serían beneficiosas para Roma
—Ni siquiera Júpiter es capaz de soportar el poder absoluto. Para eso hay leyes en la naturaleza. A la larga me convertiría yo también en un tirano –dice Séneca
 —¡Eso es imposible!— responde Lucano.
—No lo es. Si sigues una senda cualquiera, tendrás que atenerte a las leyes internas de esa senda. No podrás violarlas. Tu libertad radica únicamente en la elección de esa senda. Yo he elegido. He elegido el camino hacia la libertad. Y no me importa que ese camino pueda conducirme a la muerte, pues moriré libre y no esclavo.
—Eso es ser egoísta, querido tío, solo piensas en ti mismo.
—No, te equivocas. Pienso que la libertad radica en ajustarse a las leyes de lo posible.
—No te entiendo.
—Los antiguos, cuando abolieron la monarquía e implantaron la República, tuvieron muy en cuenta las debilidades y flaquezas humanas. No pusieron a un cónsul para que nos gobernase por un año, sino a dos, para que el uno evitase los desmanes del otro. En esa magistratura colegiada, ambos se repartían por turnos el poder. Un mes gobernaba uno y al otro mes el otro. Y mientras uno gobernaba, su colega tenía derecho de casación sobre las decisiones que tomara. Y al cabo del año ninguno de los dos cónsules podía ser reelegido. Tenían que esperar al menos diez años. Se evitaba así la posibilidad del abuso del poder. Los dos tampoco podían ponerse de acuerdo pues pertenecían a partidos distintos, si uno era patricio, el otro tenía que ser plebeyo.
—Sabes perfectamente que sería imposible restaurar la República.
—Y entonces, querido Marco, ¿qué más da, qué importa quién sea el dictador de turno? Aunque he de corregirme: en vez de «dictador» tendría que haber dicho «déspota». La dictadura la implantaron los antiguos como una magistratura de excepción, para aquellos momentos en que la República estuviese en peligro. El dictador, que ocupaba a título extraordinario los poderes ejecutivo y judicial, era elegido por el Senado por un tiempo limitado, nunca superior a seis meses, y sin la facultad de designar sucesor. […] La dictadura era una magistratura humilde, humildemente ejercida al servicio de la comunidad. Con deberes y derechos muy bien definidos. Sila y César la arrastraron por el fango. Hoy es sinónimo de despotismo.
—Pero tú no te pareces a Sila ni a César.
—¿Estás seguro? ¿Quién sabe lo que se oculta en las profundidades del alma?
—¿Es que no te conoces?
—Conocemos más al prójimo que a nosotros mismos. Para cualquiera de nosotros el ser más enigmático del mundo es nuestra propia persona. Por lo demás, ¿qué importa que no me parezca ni a Sila ni a César?  No hay ser humano en el mundo capaz de ejercer el poder absoluto sin corromperse.
—Pero tú restituirías muchas de las libertades de la vieja República
—Pero no podría restituir la República. Contribuiría, por tanto, al engaño. En eso se basó el poder de Augusto, y en eso justamente se basa el de los demás césares, en que para la inmensa mayoría de los senadores la apariencia de la República ha sido siempre más importante que la República misma. Es como todo lo humano: aparentar tiene más valor que ser.
—Contigo no habría abuso de autoridad.
—¿Y cómo podría saberlo? ¿Quién se atrevería a corregirme si me equivoco? ¿Quién no dejaría de adularme por más bellaco que fuera? ¿No entiendes acaso que si aceptara la oferta me habría convertido en un tirano por el mero hecho de aceptarla?
—Tú jamás serías un Nerón.
—[…] ¿Y quién me sucedería? ¿Otro Séneca o un nuevo Calígula? Los antiguos lo sabían: ¡ni por un mes se puede entregar tanto poder a una sola persona!
—Pero el tiranicidio es un deber de los pueblos.
—He ahí otra cosa que he aprendido en el errado camino de mi vida: hay que crear sistemas políticos justos, en los que podamos destituir inmediatamente al magistrado que se otorgue competencias que no le corresponden. Creer que es el hombre y no el sistema lo que determina la justicia es un absurdo.
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Demás está decir que recomiendo leer este interesante y valioso libro.



Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...