domingo, 12 de enero de 2020

Séneca



Quiero ahora citar, de él,  algunas frases que me parecen dignas de mencionar:
· La desmesura está al alcance de cualquiera, cualquiera puede abrazar los extremos, pero solo unos pocos pueden seguir el camino de la moderación.
· De lo bueno se ríe cualquier necio; de lo malo solo se ríe el sabio.
· Todos hemos nacido libres, o al menos hemos nacido para serlo.
· Cuando comencé a recorrer  […] este camino de renuncia a lo superfluo, intuí que podría conducirme a la muerte, pero esta se me antojó un precio muy bajo por la libertad.
·El tiempo es lo único que realmente nos pertenece y a lo que no concedemos importancia alguna. Permitimos que nos lo arrebate cualquier mentecato. Lo despilfarramos mientras atesoramos riquezas que de nada nos servirán cuando el tiempo se nos acabe.
· El final de toda carrera encumbrada es la caída.
El poder:
Séneca fue, entre otras cosas, el maestro y tutor de Nerón al que quería como a un hijo. A la muerte de Claudio, su padrastro, Nerón lo sucede como emperador a la edad de 17 años.
Durante los primeros años de su reinado, los manejos del estado estuvieron a cargo del propio Séneca y de su amigo Burro. Al crecer Nerón poco a poco fue tomando las riendas del imperio y su vida disoluta y cruel hicieron que su tutor  y maestro fuese alejándose de él.
Siendo ya intolerables las tropelías que Nerón cometía, se gestó una conspiración para cometer el magnicidio, y entre sus participantes surgió por consenso que se nombraría emperador a Séneca.
Uno de los conspiradores, Lucano –sobrino del propio Séneca– fue a hacerle esta proposición que Séneca rechazó en la creencia de que ni Júpiter sería capaz de soportar el poder absoluto sin convertirse, a su vez, en un tirano.
Nada se conseguiría reemplazando a un tirano por otro, por buenas que fuesen sus intenciones. ¿Quién, en lugar de adularlo, le marcaría sus errores? El mero hecho de aceptar la propuesta lo convertiría en un tirano. Tampoco creía que el tiranicidio fuese la solución. ¿quién tomaría el lugar vacante? Solo instituciones sabias reemplazan al tirano con acierto.
Y la historia le dio la razón reiteradas veces.
  • Nerón, haciendo el uso previsible de poder ilimitado, no dudó en culpar a los cristianos por el incendio de Roma que algunos historiadores le atribuyen (según esta hipótesis, el déspota provocó el incendio como fuente de inspiración para componer gloriosos versos que rivalizarían con los homéricos del incendio de Troya). Se desató entonces una feroz persecución que terminó por mandar a los seguidores de Pedro al circo a ser devorados por las fieras, cuando no crucificados o incluso quemados vivos. No se salvaron mujeres, niños ni ancianos.
  • A su vez, los cristianos, cuando tuvieron el poder suficiente, tampoco vacilaron en quemar vivos a los reales o supuestos herejes. No los crucificaban solo porque este método había adquirido una importancia ritual. Todo ello para imponer la caridad cristiana.
  • Espartaco, años antes, había encabezado una formidable rebelión –primero de gladiadores y que se extendió luego a esclavos comunes– contra la miserable vida a que eran sometidos, que incluía la muerte por crucifixión. Como no tenía aquellos tabúes religiosos, no dudó en crucificar a quienes consideraba que se apartaban de las normas que él había impuesto. Seguramente se ampararía en el fin superior de su rebelión contra la injusticia.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
A continuación cito algunos pasajes del libro El maestro del emperador de Pedro Gálvez. Se trata aquí de la conspiración para matar a Nerón y le proponen a Séneca que tome su lugar, en la confianza de que su sabiduría y honestidad serían beneficiosas para Roma
—Ni siquiera Júpiter es capaz de soportar el poder absoluto. Para eso hay leyes en la naturaleza. A la larga me convertiría yo también en un tirano –dice Séneca
 —¡Eso es imposible!— responde Lucano.
—No lo es. Si sigues una senda cualquiera, tendrás que atenerte a las leyes internas de esa senda. No podrás violarlas. Tu libertad radica únicamente en la elección de esa senda. Yo he elegido. He elegido el camino hacia la libertad. Y no me importa que ese camino pueda conducirme a la muerte, pues moriré libre y no esclavo.
—Eso es ser egoísta, querido tío, solo piensas en ti mismo.
—No, te equivocas. Pienso que la libertad radica en ajustarse a las leyes de lo posible.
—No te entiendo.
—Los antiguos, cuando abolieron la monarquía e implantaron la República, tuvieron muy en cuenta las debilidades y flaquezas humanas. No pusieron a un cónsul para que nos gobernase por un año, sino a dos, para que el uno evitase los desmanes del otro. En esa magistratura colegiada, ambos se repartían por turnos el poder. Un mes gobernaba uno y al otro mes el otro. Y mientras uno gobernaba, su colega tenía derecho de casación sobre las decisiones que tomara. Y al cabo del año ninguno de los dos cónsules podía ser reelegido. Tenían que esperar al menos diez años. Se evitaba así la posibilidad del abuso del poder. Los dos tampoco podían ponerse de acuerdo pues pertenecían a partidos distintos, si uno era patricio, el otro tenía que ser plebeyo.
—Sabes perfectamente que sería imposible restaurar la República.
—Y entonces, querido Marco, ¿qué más da, qué importa quién sea el dictador de turno? Aunque he de corregirme: en vez de «dictador» tendría que haber dicho «déspota». La dictadura la implantaron los antiguos como una magistratura de excepción, para aquellos momentos en que la República estuviese en peligro. El dictador, que ocupaba a título extraordinario los poderes ejecutivo y judicial, era elegido por el Senado por un tiempo limitado, nunca superior a seis meses, y sin la facultad de designar sucesor. […] La dictadura era una magistratura humilde, humildemente ejercida al servicio de la comunidad. Con deberes y derechos muy bien definidos. Sila y César la arrastraron por el fango. Hoy es sinónimo de despotismo.
—Pero tú no te pareces a Sila ni a César.
—¿Estás seguro? ¿Quién sabe lo que se oculta en las profundidades del alma?
—¿Es que no te conoces?
—Conocemos más al prójimo que a nosotros mismos. Para cualquiera de nosotros el ser más enigmático del mundo es nuestra propia persona. Por lo demás, ¿qué importa que no me parezca ni a Sila ni a César?  No hay ser humano en el mundo capaz de ejercer el poder absoluto sin corromperse.
—Pero tú restituirías muchas de las libertades de la vieja República
—Pero no podría restituir la República. Contribuiría, por tanto, al engaño. En eso se basó el poder de Augusto, y en eso justamente se basa el de los demás césares, en que para la inmensa mayoría de los senadores la apariencia de la República ha sido siempre más importante que la República misma. Es como todo lo humano: aparentar tiene más valor que ser.
—Contigo no habría abuso de autoridad.
—¿Y cómo podría saberlo? ¿Quién se atrevería a corregirme si me equivoco? ¿Quién no dejaría de adularme por más bellaco que fuera? ¿No entiendes acaso que si aceptara la oferta me habría convertido en un tirano por el mero hecho de aceptarla?
—Tú jamás serías un Nerón.
—[…] ¿Y quién me sucedería? ¿Otro Séneca o un nuevo Calígula? Los antiguos lo sabían: ¡ni por un mes se puede entregar tanto poder a una sola persona!
—Pero el tiranicidio es un deber de los pueblos.
—He ahí otra cosa que he aprendido en el errado camino de mi vida: hay que crear sistemas políticos justos, en los que podamos destituir inmediatamente al magistrado que se otorgue competencias que no le corresponden. Creer que es el hombre y no el sistema lo que determina la justicia es un absurdo.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
Demás está decir que recomiendo leer este interesante y valioso libro.



2 comentarios:

Charles dijo...

Norberto nos dijo: Como no leerlo ,si viene de vos. Sucedió ayer? La historia se repite por siglos y siglos. Saludos a la familia y no dejes de mandarme cosas SIN IMPORTACIA.Abrazo.

Charles dijo...

Mirta nos dijo: Muy bueno. Siempre superandote.

Los años 70

Los montoneros y otras agrupaciones terroristas nunca tuvieron vocación democrática ni estuvo en sus planes el cuidado de la república. Por ...