Reiteradamente entramos en profundas crisis, y no es que, cuando salimos de esa profunda sima, estemos en el mejor de los mundos. ¿Cómo se explica esto?
La corrupción no explica todo
La
enorme cantidad de dinero que se escurre por las alcantarillas de la
corrupción, con todo el daño que produce y siendo un gran problema argentino,
no es, si embargo, el origen y causa de todos nuestros males.
Insisto,
más allá de la corrupción, con la que todos deberíamos estar de acuerdo en que
es perniciosa para cualquier sociedad y cualquiera sea el signo político del
gobierno, hay otras cuestiones que explican o justifican nuestras inveteradas y
repetidas crisis.
Desde
luego que esto no significa que debamos minimizar este flagelo tan arraigado ni
que debamos resignarnos a que «Roban pero hacen». En la lucha contra la
corrupción, podremos ganar algunas batallas pero es utópico pensar que se podrá
erradicar completamente; los funcionarios son de carne y hueso y, como ya sabemos,
la carne es débil. Por eso, lo importante es eliminar la matriz corrupta que no
solo daña por el dinero contante que se desvía hacia esos insaciables bolsillos,
sino porque toda la obra pública, y la acción de gobierno en general, están
orientadas a conseguir las mejores tajadas y no a lo que la población necesita.
Políticas
equivocadas
Políticas
equivocadas han sido aplicadas por los sucesivos gobiernos en forma inveterada y
constante (y no hablo solo de los gobiernos recientes); me refiero al
proteccionismo sin metas ni objetivos concretos, al intervencionismo estatal, a
la imprevisibilidad en las reglas de juego, en controles y más controles en los
precios y la economía en general, la imposición de cuotas y permisos, la
legislación que permite el enquistamiento de mafias en sindicatos, en
asociaciones empresarias y hasta en los clubes de fútbol como hemos visto en
forma tan palmaria en tantas ocasiones. Muchas veces estas medidas son
verdaderas “estaciones de peaje” que favorecen el accionar de los corruptos. ¿Y
cuál fue el resultado de la aplicación tan contumaz de estas políticas? Nos
garantizaron una industria raquítica, no competitiva y subsidiada a costa de
otras actividades más eficientes o bien con déficit e inflación lo que lleva
indefectiblemente a niveles de pobreza inaceptables.
Y lo
más importante: por creer que cerrándonos al exterior, con aranceles a las
importaciones y retenciones y hasta ¡prohibiciones a las exportaciones! (creo
que esto es inédito en el mundo), hemos conseguido una economía pequeña, que no
crece. Cuando eso ocurre, como la población sí crece, es inevitable que aumente
la pobreza y con ella la tentación de maquillarla u ocultarla con subsidios y
políticas cortoplacistas. Y la existencia de subsidios permanentes a las
tarifas, al transporte, a los que no trabajan, a las madres solteras, a las
embarazadas, a las que quieren abortar, etc, antes que mostrarnos la
sensibilidad del gobierno, lo que nos muestran es el fracaso rotundo del modelo
que hemos elegido hace ya muchas décadas; un país con políticas que favorezcan
la prosperidad general, no necesita repartir subsidios al por mayor. Y como
los recursos no alcanzan, precisamente porque la economía no crece, se recurre
a la inflación, de la que no es fácil salir, o al endeudamiento, con lo que no
solo hay luego que pagar lo adeudado sino también los intereses, lo que hace
que aumente más todavía el déficit y así sigue la noria dando vueltas y más vueltas.
Esta verdadera bola de nieve llega un momento que es imparable, porque genera
más pobreza y con ella la violencia y la necesidad de más subsidios para
pobres, indigentes, desocupados, jubilados, usuarios de servicios públicos,
etc.
No
está mal subsidiar si se tiene claro por qué, para qué y por cuánto tiempo;
pero cuando se hace solo para disimular el fracaso de las equivocadas
políticas, y se vuelve una constante y permanente carga para el erario, los
resultados no pueden ser otros que los que vemos cíclicamente los argentinos.
Todo por seguir el rumbo contrario al que toman los países exitosos.
¿Y
en el “vecindario” qué pasa?
Nuestro
vecino Chile (aquisito nomás) que redujo la pobreza a la mitad en pocos años; ¿qué
políticas aplicó? Venezuela, que es líder en expulsión de ciudadanos; ¿qué
políticas aplicó? ¿Qué políticas aplicó Taiwan, que tenía un 90% de su
población viviendo en condiciones paupérrimas en 1948 y hoy esos guarismos se invirtieron? Ni hablar de Corea del Sur, que a principios de los ’50, salía de
una guerra devastadora y con una población paupérrima y mayoritariamente
agrícola. Nosotros, que en aquellos años de mediados del siglo pasado gozábamos
todavía de una situación envidiable, ¿cómo logramos un presente tan pobre? Hace
100 años éramos top ten mundial en PBI/hab. Hoy Chile nos supera cuando en 1945
duplicábamos a nuestros vecinos. Y, hasta no hace mucho, éramos líderes en
América Latina en cualquier índice económico, cultural o sanitario que
quisiéramos medir. Hoy, mejor no hacer comparaciones.
Los
intelectuales
Lo
más asombroso es que, por más que la realidad nos muestre que estamos en el
camino equivocado, seguimos insistiendo en él, como si aplicando las mismas
recetas fuéramos a obtener resultados distintos. Y no menos asombroso es que
tantos intelectuales, desde las cátedras inclusive, sigan sosteniendo sistemas
que han fracasado reiteradamente en el mundo y no vean los que sí han producido
resultados positivos. Ser partidario de estas fracasadas recetas está bien
visto en todos los medios “intelectuales” y da prestigio. Y, desde las
cátedras, nos meten ideología y doctrina disfrazadas de conocimiento.
Y
siguen produciendo jóvenes imbuidos de ideas con tan poca constatación en la realidad y que, consecuentes con ello, piden más presupuesto para la
universidad pública (nunca proponen de dónde saldrían tales recursos), pero se
niegan a discutir siquiera la razonabilidad de mantener el ingreso irrestricto
y la gratuidad universitarias ¡aún para extranjeros no residentes!
Si
tuviesen alguna amplitud de criterio, podrían analizar, por ejemplo, alguna
estadística que muestre la estrecha correlación que hay entre los diez mejores
países en Desarrollo Humano y los diez con mayor libertad económica. Si esto no
les dice que estamos a contramano del progreso real, entonces ya nada los
disuadirá. Contra un dogma, no hay razones que valgan.
Los
empresarios
Desde
luego que en un país con políticas como las nuestras, un empresario para
sobrevivir debe acercarse al calor del poder y recibir su cuota de prebendas,
pero si los dejásemos trabajar libremente, solo controlando que sus actividades
no se cartelicen, son los únicos generadores de riqueza. ¿Hay otra manera de
sacar a tanta gente de la pobreza que no sea generando riqueza? El hecho creativo
es necesariamente anterior al distributivo. La riqueza no es una cantidad
estática en cuyo caso solo se trataría de tomar cada uno cuanto pueda o le
plazca y, en ese caso sí, el que tiene mucho lo hizo a expensas del que nada
tiene. Pero las cosas no son así, porque aún los productos naturales como el
petróleo, los minerales o la fruta, hay que extraerlos o cultivarlos, y para
ello necesitamos capital en maquinarias, mano de obra y, desde luego, materia
gris.
Los
políticos
Poco
es necesario decir acerca de los políticos, ya que son los ejecutores del
desastre argentino, aunque no deberíamos olvidar que somos sus mandantes y por
tanto tenemos nuestra parte de responsabilidad en cuanto ocurre. Si bien es
cierto que los políticos son elegidos por voto popular, no por eso dejan de ser
un verdadero mamarracho. Con sueldos miliunanochescos, viáticos, choferes,
asesores, etc. no se hacen cargo jamás de los resultados de su gestión. Un
gerente de empresa o un futbolista afamado puede que cobren mucho más que un
político, pero si no rinden… Para los políticos el rendimiento no preocupa; siempre habrá un
chivo expiatorio para cargarle las culpas (ya volveremos sobre esto). Y en esto
los jueces no le van en saga a los políticos, con la ganga, además, de que no pagan
impuesto a las ganancias. Claro, son ellos los que interpretan la Constitución
y las leyes, ¡y así lo interpretaron!
Y,
porque viene al caso, me permito esta cita:
«No man's life, liberty or
property are safe while the legislature is in session».
«La vida, la libertad o la
propiedad de ningún hombre están a salvo mientras los legisladores sesionan».
Mark Twain, citado por Héctor Huergo en Clarín
Los
sindicalistas
Caso
aparte el de estos abnegados muchachos. Con cargos vitalicios (y hasta parece
que en algunos casos, hereditarios), se convierten en millonarios con
ostentosas camperas, autos de alta gama con chofer y empresas “familiares” que
monopolizan las obras que sus sindicatos ejecutan “para el bien de los
afiliados”, desde luego. Al convertirse también en empresarios, no parecen
demasiado preocupados por esa peccata
minuta, que sería el conflicto evidente de intereses. Celosos defensores de
las “conquistas sociales”, utilizan su poder extorsivo para conseguir sueldos
que no suelen tener relación alguna con la productividad. Eso lleva
necesariamente al empobrecimiento de quienes no pueden acceder a un trabajo en blanco
o en gremios sin “poder de fuego”.
El
chivo expiatorio
José
Ignacio García Hamilton, en su libro ¿Por
qué crecen los países? dice: «…en muchos países de nuestro continente
parece que nuestro mejor amigo no es el perro, sino el chivo expiatorio».
Y
para seguir negando la realidad y poner las culpas afuera, allí tienen al gran
chivo expiatorio en el imperialismo, el capitalismo, el neoliberalismo, y
varios “ismos” más.
Desde
luego que los países poderosos e imperialistas existen, pero actúan en el mismo
mundo en que Taiwan, Corea del Sur o Chile han logrado tan exitosos resultados
(para citar solo los ejemplos anteriores), y a ellos no les impidieron forjarse
un presente mejor. ¿Somos tan especiales que a nosotros no nos permiten
progresar y a ellos sí?
Si
persistimos con estas recetas equivocadas, que además fomentan la corrupción,
nos espera un futuro semejante a los países africanos al sur del Sahara.
Y
colorín colorado este cuento nunca se acaba.
1 comentario:
Mirta nos dijo: Lo increíble en este país que siempre se tropieza con la misma piedra aún cuando haya muy bien pensante.Eso junto con políticos que piensan en el bien propio .....mezclar y el cóctel ya está.
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