También se lo acusa de crear un estado que no se responsabiliza por la falta de acceso de grandes sectores de la población a los bienes materiales mínimos para una existencia digna.
Lo que no dicen los teóricos de estas críticas al proceso de los 90 es que el estado de nuestras empresas públicas, a fines de los 80, era tan calamitoso, que cualquier camino alternativo que se tomase era mejor que persistir en tamaña locura. Los cortes de luz eran cotidianos y los había programados y sorpresivos; se tardaba menos en viajar desde Escobar a Buenos Aires que en conseguir una llamada telefónica; de los ferrocarriles, poco para decir, con la inconsistencia de sus horarios y el calamitoso estado de vías y material rodante.
De la inflación, ni hablar: los más jóvenes no tienen una idea de lo que era vivir inmersos en el marasmo de las «hiper».
Tampoco parecen tener en cuenta los críticos acérrimos de aquella década que todos esos millones de desposeídos, a los que el neoliberalismo dicen no atender, ya existían antes y tampoco eran atendidos por los gobiernos de entonces, y por los que lo continuaron, todos ellos con la característica de ser estatistas por convicción. Y hoy, luego de tantos años de gobierno Nac&pop, no desaparecieron los cartoneros, las villas de emergencia y la inseguridad que «se combate con inclusión social». Y en esto, no parecen diferenciarse mucho los gobiernos de facto de los democráticos. ¿Manejaron mejor la economía los gobiernos de Alfonsín, el de Isabel o los más recientes, que las numerosas dictaduras militares? Cada uno sacará sus conclusiones.
Puede decirse, y tal vez con razón, que fue muy alto el precio pagado por la mejora en el suministro eléctrico, en el servicio telefónico y en los ferrocarriles (al menos en los que sobrevivieron) de aquella demonizada década.
Y ese alto precio fue debido, sobre todo, a la enorme frivolidad y corrupción con que se hicieron todas las privatizaciones y demás políticas de aquel gobierno. Esta corrupción generalizada (de la que no solo no nos hemos desembarazado, sino que supimos corregirla y aumentarla), es la gran responsable del fracaso de finales de la década mucho más que las políticas «neoliberales». El daño fue doble, porque no solo condujeron a un endeudamiento que se hizo insoportable, sino que desprestigiaron a unas políticas que, bien ejecutadas, hubiesen sido por demás provechosas. Estos «neoprogresistas» de hoy, no critican a regímenes como los de Angola, Mozambique o Tanzania (para no hablar de otros más cercanos, en nuestro propio continente), por ser todos ellos de izquierda socialista y, por tanto incriticables, aún cuando sus poblaciones se debaten en la más espantosa de las miserias que, en muchos casos, llegan a límites más infrahumanos que los que dejó el colonialismo en su retirada. Y de la violencia y persecuciones que esos gobiernos ejercen, tampoco se habla.
Hoy, que hemos gozado de las delicias de más de una década de gobierno nac&pop (con la interrupción, es cierto del gobierno del «Gato») hemos vuelto a la inflación –que no sabemos aún a dónde nos llevará merced a su creciente virulencia–; al mercado negro de divisas; los ferrocarriles mejoraron solo en el conurbano, donde están los votos, pero el interior profundo al que tanto dicen defender, siguen sin ese servicio mucho más «Nac&pop» que los aviones que tanto gustan gerenciar y tanto nos cuestan aún a quienes no viajamos; hemos perdido el autoabastecimiento energético (los cortes de luz no fueron muy frecuentes debido a las benignas temperaturas del reciente verano); la inseguridad crece, pese a que nos prometieron controlarla con la mayor inclusión social que el modelo lograría. La falta de inversión y de políticas serias al respecto nos han llevado a tener que importar, por montos millonarios, la energía que podríamos exportar. El supuesto bienestar y la supuesta mejora dibujada en los índices de pobreza, solo es un barniz que se sustenta con subsidios al no trabajo, al embarazo, al aborto, a la luz, al gas, al transporte, etc.
Pero, debemos admitir, no todo fue tan malo: también tuvimos el tan necesario Fútbol para todos, la altísima calidad del adoctrinamiento en la escuela pública y las frecuentes cadenas nacionales que nos alertaban acerca de las temibles consecuencias de las políticas neoliberales
Como dice la zamba: ¿Dónde iremos a parar si se acaban los subsidios?
2 comentarios:
Parece que ahora el concepto liberalismo ha sido desplazado por el de "libertarianismo" ( que ha sido inventado por un post progre , y que segun un amigo (abogado,prof.emerito de una universidad privada) es una gran " inanez" (termino que me encanta de mi propia invención, y me salva de usar otro vocabulario que podria ser considerado impropio, pero no por eso menos exacto).Como de costumbre ,gracias por desasnarme.
Cuando comence a leer la publicacion, lo primero que recorde fueron los 25 años de espera que habiamos tenido en mi casa para poder contar con un telefono... luego visualice el nefasto plan Megatel.... que no era tan nefasto si juzgaramos el punto de partida. Los pensamientos y recuerdo cayeron en mi mente como las fichas de una maquina tragamonedas, y mas alla de coincidir plenamente con tu relato, pienso que tenemos una sociedad con poca memoria, que no sabe hacia donde va, una sociedad que no se hace responsable de lo que elige y que si seguimos por este camino nuestro futuro no sera el deseado. Somos la consecuencia de nuestras propias decisiones, y tenemos el pais que la mayoria quiso que fuera por este camino asi que lo unico que resta es no perder las esperanzas que nuestra sociedad no este condenada al fracazo, porque hoy contamos con todos los ingredientes necesarios para eso. Me encanto la nota!!!!
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