Una vez instalada la idea de que tanto el Líder carismático de turno, como su cohorte de incondicionales funcionarios son héroes que luchan denodadamente contra las oscuras fuerzas del mal, nada ni nadie convence al rebaño de fanáticos de lo que realmente son, aún con las pruebas más evidentes. Como decía Albert Einstein:
Es más fácil destruir un átomo que un prejuicio.
O bien:
Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy seguro sobre el universo.
Ante la corrupción rampante arguyen que son «operaciones de prensa». Sin embargo; ¿Es creíble que los millones que encontraron en la puerta del convento era lo único mal habido? ¿O era solo una mínima parte? ¿No alcanza con saber que el entonces Námber uán compró algunos millones de la verde moneda justo un día antes de que él mismo decidiera la devaluación de la nuestra? Parece que tampoco es suficiente la evidencia de que, secretarios, choferes y jardineros de los popes hayan acumulado enormes fortunas. Ni qué decir de la muerte de un fiscal o de un testigo comprometedor.
Cuando uno piensa en esas enormes cantidades de dinero robado, no deja de asombrarse por cómo se puede tener tanto afán de acumulación. Y viene a la memoria una frase de Plutarco:
La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia.
¿Hacen política para acumular dinero o hacen dinero acumular poder? Parece que el poder los erotiza más que el sexo.
Lo que no tiene discusión es el fracaso en materia económica, de educación y de seguridad entre otras. La sola existencia de tal cantidad de «planes sociales» es la demostración palmaria del fracaso de estas políticas. Planes estos que, luego de varias décadas, no han logrado sacar de la dependencia a millares de argentinos y que han servido solo para maquillar dicha pobreza.
Y ante esa evidencia del fracaso que es innegable y sin fisuras, siguen negando y atribuyendo la presente catástrofe económica, social y educativa, entre otras, a aquellos oscuros factores de poder que, en su maldad, solo quieren vengarse de los héroes que tanto bregaron por el bienestar de los desposeídos. Todo lo atribuyen a conspiraciones de grandes malvados. Como decía Adolfo Bioy Casares:
El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez.
No es concebible, a poco que pensemos con cierta libertad de criterio, entender que toda la situación actual es culpa del breve interregno de solo cuatro años que vivimos en los últimos veinte. En efecto, los problemas que dejó sin resolver ese gobierno en cuatro años, ya existían cuando asumió, luego de doce años del gobierno que hoy padecemos. Pero esta evidencia no es obstáculo para que un número importante aún siga creyendo y votando a los mismos.
A esos mismos que se muestran terriblemente democráticos y respetuosos de la voluntad popular, solo cuando les son favorables los resultados de dicha voluntad. Cualquier crítica, por moderada que sea, es tildada de «destituyente». Pero no parecen tener ese estatus las amenazas explícitas de los ríos de sangre que correrían en caso de triunfar la oposición, las toneladas de piedras con que expresan su desacuerdo con alguna política, las amenazas de paros generalizados de «cuarenta gremios» o las reiteradas manifestaciones de conspicuos funcionarios declamando que para sí la exclusividad de las buenas intenciones y el espíritu patriótico, mientras que tildan a la oposición como la encarnación de la antipatria.
Por todo ello es que creo que nos esperan tiempos difíciles, cualquiera sea el resultado de la próxima elección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario