martes, 19 de septiembre de 2023

Economía intuitiva

Por más que yo creo que la economía encierra muchos conceptos que son contraintuitivos (basta leer La economía en una lección de Henry Hazlitt) he titulado esta entrada Economía intuitiva, porque es lo que yo intuyo acerca de ciertos temas económicos.

Muchos economistas, muy sapientes, diagnostican que nuestro presente es el resultado de muchas décadas de políticas equivocadas a las que los argentinos están muy apegados y en un número importante, tanto como para ganar elecciones.

Y ello nos lleva, una y otra vez, a catástrofes de las que salimos con pequeñas y fugaces “primaveras”, que duran lo que la estación del año o menos.

Esas políticas, a grandes rasgos, son las de creer que un Estado grande nos protege; que es su ausencia y no su presencia la que produjo las crisis y la decadencia; que es importante tener una petrolera estatal o una línea aérea de bandera (aunque sus cuantiosas pérdidas podrían dedicarse, por ejemplo, a mejorar y desarrollar nuestra red ferroviaria, sobre todo teniendo en cuenta que el tren es más «Nac&pop»). 

No parece importante el hecho de que, en las cuestiones que le son indelegables  (como son la justicia, la seguridad y la educación), el estado ha demostrado ser absolutamente ineficiente cuando no corrupto o cómplice de las peores prácticas.

Y ese crecimiento elefantiásico conlleva inexorablemente a aumentar los impuestos a niveles de asfixia, lo que nos deja fuera de toda posibilidad de competir. 

Si pagamos impuestos, entre otras cosas, para seguridad, salud y educación y luego debemos acudir a privados que nos cuiden, que nos atiendan la salud y que eduquen a nuestros hijos (y no estoy hablando de clases especialmente pudientes), es más que evidente que ese Estado no nos está proporcionando los servicios por los que pagamos.

Si no cumple con lo elemental, ¿por qué creemos que va a administrar bien la compañía de aviación, la petrolera o los ferrocarriles?

Inmediatamente salen los defensores del estatismo a culpar precisamente a las privatizaciones de los 90 por los fracasos posteriores. Pero no se preguntan quién privatizó ni cómo lo hizo y, mucho menos, qué controles ejerció posteriormente. No hubiera ocurrido la catástrofe de Once, para dar un ejemplo, si se hubiesen ejercido apropiadamente los controles pertinentes.

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Veo con frecuencia que, en programas periodísticos de actualidad, invitan a aquellos conocidos economistas antes mencionados para dar su visión acerca de nuestros reiterados fracasos en la materia.

Respecto de abrir la economía (como han hecho y hacen países con modelos económicos exitosos), algunos economistas suelen mostrarse favorables a tal medida. Inmediatamente, algún sensible y progre panelista le suelta algo así como: «Cuando ingresan de China los productos textiles, quedan en la calle 300 familias porque no pueden competir con esos precios; ¿qué hacemos con eso?».

Este concepto no es solo de los panelistas sensibles, sino que es compartido por gran parte del electorado, si no, no tendríamos gobiernos que sistemáticamente cierran la economía para proteger a esas 300 familias en detrimento del resto de la ciudadanía. 

No he visto que esos economistas den una respuesta categórica a esta afirmación, sino respuestas generales como ser «Tal o cual país, abrió su economía y le va bien». Pero el panelista y los televidentes, siguen pensando en las 300 familias que quedan sin sustento.

Otro argumento que exhiben los defensores del proteccionismo es que, en la época de Martínez de Hoz, se abrió la economía y arruinó la industria nacional. No analizan que, para que nuestra industria pueda competir con la foránea, debe, primero, quitársele buena parte de la pesada carga tributaria que sufre y que no es tal en aquellos países que nos «inundan con la introducción de sus productos».

Y, lo que es peor, piensan que, quien quiere abrir la economía es un malvado al que no le importan esas 300 familias. 

Y, por muy bien que expliquen cuál es el modelo al que aspiran, nunca explican del todo cómo se lograría desmantelar tanta estructura ineficiente, cuando no corrupta o mafiosa; cómo se haría, en suma, esa transición inevitablemente dolorosa (pero menos dolorosa y costosa que persistir en recetas equivocadas) hacia modelos que dejen definitivamente atrás la decadencia.


1 comentario:

Charles dijo...

Mirta nos dijo:
Totalmente de acuerdo contigo. abrazo y gracias siempre un alegron leer estas paginas.

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